Estimulados por los gobiernos europeos y a base de repetir este tipo de noticias día a día, los inhumanos sistemas de comunicación de Occidente intentan hacer de estas tragedias hechos cotidianos.
Pronto nos ofrecerán a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, rasgándose las vestiduras en público, deplorando el luctuoso hecho, solidarizándose con el dolor de las familias, lamentando que las mafias migratorias engañen y lleven a una muerte tan inhumana a los desesperados inmigrantes. Pronto sus lágrimas de cocodrilo llegarán hasta los hogares europeos y los respetables ciudadanos que viven en la arrogante Europa verán esta tragedia como algo tan inevitable como cotidiano: apenas prestarán unos segundos de atención a esta patética noticia de 41 seres humanos ahogados cuando intentaban alcanzar una vida más digna cruzando el mar Mediterráneo.
Los creyentes europeos rezarán por las almas de todos los ahogados en este trágico accidente y los predicadores entonarán salmos en sus iglesias para que Dios se ocupe de sus atribuladas almas. Los responsables de organizaciones humanitarias pondrán el grito en el cielo, repetirán una y otra vez las cifras de muertos, clamarán contra la tragedia, pero no señalarán a los responsables directos de la tragedia. Los gobiernos comprarán en unos días su silencio y no se hablará más del asunto; hasta que pronto, inevitablemente, se repitan las muertes de inmigrantes que intentan llegar clandestinamente a Europa y la hipocresía vuelva a repetir su perversa argumentación en círculo.
¿Por qué nadie dice la verdad? No son naufragios accidentales de inmigrantes africanos que intentan alcanzar Europa. No. Se trata de homicidios premeditados, de crímenes provocados por las políticas anti migratorias de los gobiernos europeos; se trata de piquetes de ejecución formados por legisladores y políticos que con sus leyes, copiadas del Apartheid sudafricano, disparan contra seres indefensos que intentan alcanzar Europa. Estos embudos legislativos se tragan cada año a miles de seres humanos bajo las aguas del Mediterráneo.
Pero no es el mar el asesino, no. Los asesinos son, sin excepción alguna, los gobiernos europeos que, con sus políticas genocidas niegan a los inmigrantes su derecho a una existencia digna. Son los gobiernos, sus políticos y legisladores, los verdugos indirectos que promueven estas horribles muertes de inmigrantes.
El 6 de febrero de 2014 España fue más allá en este criminal sistema de exterminio: ejecutó a quince inmigrantes indefensos que habían logrado alcanzar la playa del Tarajal (Ceuta). Este asesinato, el más brutal y sanguinario de cuantos hasta ahora se hayan cometido contra inmigrantes, fue llevado a cabo por una dotación de guardias civiles. A los asesinos, en vez de juzgarlos y encarcelarlos por su crimen, el fhürer Rajoy les impuso medallas.
En Lampedusa, los gobiernos europeos han vuelto a apretar el gatillo contra indefensos inmigrantes. Los han asesinado con sus cierres de fronteras, con sus leyes de inmigración despiadadas, con la despreciable legitimación del expolio que vienen aplicando desde siglos atrás a sus países de origen…
Las instituciones europeas son la misma clase de calaña que nuestra Benemérita, solo que ellas, en vez de con disparos, matan a los inmigrantes con leyes inhumanas.
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