Recomiendo:
0

Lucha de clases, atribuciones del Estado y densidad de la sociedad civil

Las diferencias tácticas no pueden configurar un suicidio estratégico

Fuentes: Rebelión

El inicio de la etapa unipolar del mundo dejó huellas profundas, incluso al interior de los movimientos populares. Una de las víctimas centrales fue la devastación de todo el arsenal teórico de las izquierdas y el campo popular. Indudablemente ciertos paradigmas habían demostrado su error o ineficacia, pero no todos. Allí se lapidó como un […]

El inicio de la etapa unipolar del mundo dejó huellas profundas, incluso al interior de los movimientos populares. Una de las víctimas centrales fue la devastación de todo el arsenal teórico de las izquierdas y el campo popular. Indudablemente ciertos paradigmas habían demostrado su error o ineficacia, pero no todos. Allí se lapidó como un movimiento defensivo, la existencia concreta de la lucha de clases, como fenómeno inocultable. No se trata de la reedición acrítica de los usos de Marx, sino la aceptación de una realidad que nos atraviesa y que en Argentina se ha puesto groseramente en superficie en el último tiempo.

Muñido a ella debe reestablecerse un debate liberador en torno a las clases mismas, evadiendo los prismas economicistas que impiden percibir la complejidad de la trama en cuestión. Aquello que llaman discusión financiera, inflación, ataque especulativo, incluso desde los sectores productivos, no es ni más ni menos que parte de la lucha de clases. Este artículo no esta destinado a la discusión sobre el alcance del concepto de lucha de clases, sino, en primera instancia a remarcar su existencia y debatir, desde allí, los alcances del Estado, de sus funciones y capacidades, en la búsqueda de una necesaria discusión sobre éste en el siglo XXI. Podría observarse que la estructura y concepción del Estado por estas latitudes, no puede contener en su vientre todas las tensiones de la lucha de clases, pese a que lo intenta. Sistemáticamente es rebasado porque principalmente no le asisten todos los resortes para dicha tarea. Puede mitigar la tensión en la superficie, pero no eliminarla.

El Estado, es muchas cosas de forma simultánea; es cristalización de relaciones sociales, pero también usina principalísima de relaciones. Fíjese que le asigno un lugar de producción relacional y simbólico que efectivamente también se da en la base de las relaciones de producción. Toda la tarea titánica de problematizar el Estado, en un sentido democrático, popular ha sido retaceado; quizá la coyuntura sirva de ariete para romper esa cadenciosa inercia.

Continúo sosteniendo que ha habido una traslación, una migración de funciones desde el Estado a la Sociedad Civil en términos amplios, y arriesgo a afirmar que el remanente que el Estado no puede neutralizar respecto de la lucha de clases se disputa allí. Sin embargo, la Sociedad Civil no ha ordenado ni hecho conciente las nuevas atribuciones de que goza. Así, y solo así, puede comprenderse un proceso como el actual, en el cual, ante un público y claro embate del capital contra los asalariados, vía precios, los trabajadores organizados carezcan de reacción. Unos devolviendo la pelota al Estado a través del gobierno: «el problema es que el gobierno no contiene la inflación», otros impávidos no perciben que la apropiación (reapropiación) escandalosa de ganancias vía precio pueda ser inscripta en la lucha de clases, y otros delegan todo al juego de las representaciones partidarias, escapándole a responsabilidades primarias. Pero sólo algunos, los menos, comprenden el escenario de la tensión política actual y juegan sus roles.

En la actualidad existe un reacomodamiento de los integrantes del Bloque Dominante, el cual pujo por ser hegemónico, y lo concreto en determinado momento. La salida de algunos actores políticos importantes de dicho bloque, volvió a reabrir la disputa por la hegemonía. Claramente se observa un alejamiento de los sectores de grandes industriales y algunos medianos, que habiendo usufructuado la creación de un mercado interno, no están dispuesto a continuar sosteniendo la creciente demanda vía inversión, y quieren recuperar simultáneamente tasa de ganancia. También han salido del Bloque Dominante sectores de los trabajadores, pese a lo expresado anteriormente, allí se quiebra parte de cierta racionalidad política. Pero lo insólito, lo improbable, pero real al fin, es la articulación táctica de estas fracciones de los dos sectores, con eje conductor en el enfrentamiento directo con las políticas gubernamentales.

La modificación de estos sectores produce un desbalance del estado de cosas, el cual es leído apropiadamente por otro actores que integró el Bloque Dominante vigente hasta el estallido del 2001: sector financiero. Jugando en tándem con los grandes agroexportadoras, se han lanzado desenfrenadamente a recuperar márgenes de ganancia, controlado por la misma existencia de lo que fue el Bloque Hegemónico.

De la presentación básica de estos elementos, surge el argumento para rebatir a los sectores que sostienen que todas las respuestas emanan, o debieran, del Estado. Si el Estado, a través de un gobierno democrático con amplio sustento electoral debió armar un Bloque integrado por sectores empresarios, casi todos los movimientos de trabajadores, parte de los sectores agroexportadoras, algunos bancos, va de suyo que le excede aquello que se le exige. Comprendido esto, des empolvado la existencia de la lucha de clases, como no comprender que debemos asumir responsabilidades en la lucha contra los grupos concentrados de la economía. Como pueden continuar muchas organizaciones de trabajadores dando tregua a estos grupos? Por qué aquellos compañeros que se asumen como vanguardia escamotean la colaboración para enfrentar a este capital que siempre intentó vulnerar los derechos adquiridos por los trabajadores?

Para finalizar, resulta inadmisible que las diferencias tácticas terminen produciendo un suicido estratégico. El debate esta planteado.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.