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Las bondades no llegaron

Las maldades de la soja

Fuentes: GRAIN - Acción por la Biodiversidad

Era sábado por la mañana y una de las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras de la ciudad de Buenos Aires se encontraba colmada. Media hora más tarde de lo previsto crecía la expectativa por escuchar un debate muy esperado, más en tiempos de la crisis de alimentos desatada a escala planetaria, aquel […]

Era sábado por la mañana y una de las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras de la ciudad de Buenos Aires se encontraba colmada. Media hora más tarde de lo previsto crecía la expectativa por escuchar un debate muy esperado, más en tiempos de la crisis de alimentos desatada a escala planetaria, aquel que confrontaría «las maldades» con «las bondades» del modelo de monocultivo de soja que se extiende por todo el país y la región. Se iba a escuchar la voz de las organizaciones sociales, de los movimientos campesinos, y de lo que parecía el plato fuerte, la expresión de Gustavo Grobocopatel, Gerente General del Grupo Los Grobo, máxima expresión del proyecto de la soja en la Argentina.

Motivos personales finalmente le impidieron llegar, aunque cueste creer que una empresa que se jacta de tener 110 mil hectáreas arrendadas con socios diversos, producir localmente 1,5 millón de toneladas de granos y tener una facturación anual de U$S 380.000.000, no pudiese enviar a alguien a compartir las bondades de su negocio [1]. Equivocados por creer que lo mejor del debate se perdía, se pudieron escuchar las voces siempre silenciadas de los miembros del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MoCaSE-VC) y de Carlos Vicente, de GRAIN, la ONG que promueve el manejo y uso sustentable de la biodiversidad agrícola basado en el control de la gente sobre los recursos genéticos y el conocimiento tradicional. Paradoja del destino, y como dice el Grupo Los Grobo «Al futuro no hay que predecirlo. Al futuro hay que construirlo». En esa construcción, ellos no estuvieron.

La Agencia de Noticias Biodiversidadla estuvo presente durante el debate y ahora comparte los testimonios que allí se escucharon.

«Hay alimentos para todos, pero los controlan este puñado de corporaciones»,


Lo que estamos viviendo hoy en Argentina con el modelo agrícola es una tragedia, y a pesar de que esta crisis del campo de los últimos meses permitió que emergiera una puntita del iceberg de lo que es esa tragedia, creo que todavía, sobre todo en las grandes ciudades, no se toma conciencia de la gravedad de esta tragedia que estamos viviendo. Una tragedia que tiene muchos componentes, un componente tremendo a nivel de estar cometiéndose un genocidio con buena parte de su población campesina e indígena, que al mismo tiempo se corresponde con un ecocidio, destruyendo buena parte de las riquezas de todo nuestro país y que, salvo los movimientos campesinos, salvo buena parte de los movimientos sociales, salvo muchas organizaciones que venimos denunciando esto desde hace muchos años, la sociedad y el gobierno no toman conciencia, ni toman las medidas que hacen falta, medidas drásticas y radicales para empezar a revertir este desastre.

La única manera de compartir esta tragedia es dar algunos números. De cualquier manera es importante tener en cuenta que los números no expresan la realidad de lo que sufren millones de personas en la Argentina, no reflejan la realidad de especies que estamos perdiendo, de semillas que estamos perdiendo, de bosques que estamos perdiendo, de población expulsada, y creo que la única manera que hay de asumir esta realidad y comprometerse con ella, es compartirla, es visitar, es salir. No hace falta irse muy lejos para ver el desastre que estamos viendo en la Argentina. Yo vivo en Marcos Paz, a 50km de acá, y estoy a 200 metros de los cultivos de soja. Los invito a no sólo mirarlo en televisión, no sólo escucharlo en una charla.

En este momento en Argentina se están fumigando cerca de 17 millones de hectáreas con una gama diversa de herbicidas, para dentro de pocas semanas empezar a sembrar la soja. La soja que siembra el Grupo Grobo, y que siembran muchos otros pooles de siembra, otros sojeros de la Argentina y grandes terratenientes, es una soja transgénica, resistente a un herbicida que se llama Glifosato, diseñada, soja y Glifosato, por una empresa que hace 20 años era una multinacional química y hoy es la mayor semillera del mundo. Por ahí la han escuchado, se llama Monsanto. Para sembrar esta soja transgénica, esta Soja RR, RoundUp Ready resistente al Glifosato, ya que el RoundUp es la marca del Glifosato de Monsanto, no se utiliza solamente el Glifosato, se utilizan un montón de otros herbicidas, incluso, algunos herbicidas que están preparados para matar a la soja que quedó en el campo de la siembra pasada, y que ahora hay que destruirla. Por ejemplo un herbicida que se llama Gamoxone, que se utiliza para destruir esa «soja guacha». Hace algunos años Syngenta sacó un aviso diciendo «la soja es una maleza», porque después de algunas lluvias y cuando sube la temperatura, la soja se resiembra, la soja que cayó en los campos donde se cosecha, entonces la tienen que matar para volver a sembrar dentro de tres semanas y se utiliza un herbicida. Cuando se siembra la soja, después de que se sembró, se fumiga masivamente con el Glifosato.

Es muy probable que esta temporada se siembren cerca de 17 millones de hectáreas de soja en la Argentina. Esto es más de la mitad de superficie agrícola que tiene la Argentina, más de la mitad de nuestra superficie agrícola va a estar sembrada con soja transgénica. Para que se den una idea, esta superficie es aproximadamente tres veces la superficie de un país como Costa Rica. Tres veces la superficie de uno de los países con mayor diversidad biológica del mundo, van a estar sembrados en Argentina exclusivamente con soja resistente al Glifosato. Y por supuesto que durante los meses que dura y que lleva el crecimiento de la soja, se la va a fumigar masivamente con este herbicida, que es un biocida, una sustancia química que mata todas las plantas y microorganismos que estén en el suelo. Probablemente se lleguen a usar 200 millones de litros de Glifosato en esta temporada, vamos a ser un país fumigado con 200 millones de litros de Glifosato.

Si alguno de ustedes sigue la problemática latinoamericana, sabrán que en Colombia se ha instaurado un plan que se llama el «Plan Colombia», financiado por los EE.UU., que incluye entre otras cosas, la erradicación de «cultivos ilícitos» con medios químicos, y el herbicida que se está utilizando en Colombia es también el Glifosato. Tanto en Colombia como en la Argentina, el Glifosato que se aplica masivamente en avioneta o con unos tractores con brazos largos que se llaman «mosquitos», impacta por supuesto en esos cultivos destruyendo todas las otras plantas, pero por supuesto que impacta también en las poblaciones vecinas, en los animales, en otros cultivos que la gente hace en esas zonas. Para contar un ejemplo y no dar estadísticas, hasta hace poquitos meses, un quintero, un productor de verduras de Marcos Paz, de la comunidad boliviana, simplemente por tener una quinta cerca de donde se está cultivando soja, fue fumigado con Glifosato y perdió toda su producción de verduras. En una sola fumigación todas su verduras se murieron. Y esto se multiplica en la Argentina en todo el territorio. Son miles las personas afectadas por el Glifosato, miles los chicos enfermos que hay por la aplicación de este herbicida. Son miles las comunidades que están afectadas, si bien no hay hecho ni un seguimiento epidemiológico, ni un control desde el Estado para poder hacer que se cumpla al mínimo las normas, porque en nuestro pueblo, en Marcos Paz, uno ve cotidianamente pasar los mosquitos chorreando Glifosato por las calles del pueblo.

Con este sistema de «siembra directa», hasta el bicho bolita se ha convertido en una plaga de la soja, entonces hay que usar un insectida para matar al bicho bolita. La siembra directa produce un montón de humedad donde se cultiva la soja, entonces se forman un montón de hongos, y hay que usar fungicidas, y buena parte de las empresas que venden estos venenos están haciendo grandes fortunas, como Bayer, Syngenta, y la misma Monsanto, vendiendo agroquímicos que por supuesto impactan en nuestro suelo, en toda la población, impactan en los trabajadores rurales.

Los impactos de este desierto verde que tenemos de soja son muchísimos más. La soja expulsa gente del campo, la soja es una maquinaria, los sojeros y el Grupo Grobo son una maquinaria de expulsar gente, porque para producir soja no hace falta gente en el campo. Hace algunos años, el que era Secretario de Agricultura, dio un informe oficial en el que decía que para cultivar 500 ha. de soja hace falta un trabajador rural. Entonces, los que son rápidos en matemáticas van a poder hacer la cuenta de, para 17 millones de ha. de soja, cuántas personas hacen falta en el campo. Este proyecto agricultura industrial, es tener un país vacío de gente, expulsando a los trabajadores rurales, expulsando a los campesinos, porque también quieren esas tierras para sembrar soja.

El cultivo de soja lo que está haciendo, es hacer minería en nuestras 17 millones de ha. Estas 17 millones de ha. están siendo saqueadas con cada barco que se lleva a la soja en el puerto, porque la soja al crecer es un potente extractor de nutrientes del suelo, se lleva el nitrógeno, se lleva el fósforo, se lleva todos los micronutrientes que están en el suelo. Ellos se van en los barcos para alimentar a los cerdos y aves de corral en la Unión Europea (UE), mientras nuestros suelos se están desertificando. Esto no es un anuncio terrorista de un ecologista, son datos que el mismo INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) maneja en su sitio, y que el mismo gobierno, en la página de la Secretaría de Medio Ambiente, pusieron un artículo donde hay datos que hablan de la cantidad de nutrientes que se están llevando. Ahí hablan de 160 mil a 200 mil toneladas de nutrientes que se lleva cada temporada de cultivo de soja, cerca de 1 millón de toneladas de nitrógeno que se va en los barquitos, y que por supuesto, dejan los suelos destruidos, pero para garantizar el negocio para corporaciones como Cargill, están instalando grandes plantas de fertilizantes para venderle a los productores de soja.

En estos 12 años de sojización de la Argentina, se ha incrementado de una manera imrpesionante el avance de la frontera agrícola sobre nuestros bosques, son más de 200 mil ha. por año de bosques que estamos perdiendo frente al avance de la soja. Por supuesto no es sólo la soja, pero la mayor parte de los bosques que se están destruyendo en todo el noroeste argentino, en el norte de Córdoba, en el centro del país, son para cultivo de soja. Piensen ustedes lo que son 200 mil ha. de bosque nativo que perdemos absolutamente para siempre. Apenas unas pocas organizaciones, el MoCaSE entre ellos, han podido luchar para detener esta destrucción del monte nativo, parándose frente a las topadoras o impulsando con otras organizaciones la «Ley de bosques», que se aprobó a fin del año pasado y que hoy duerme esperando tener una reglamentación que haga que se pueda aplicar, porque una ley sin reglamentación no es aplicable. Este modelo de utilizar 17 millones de ha. para sembrar soja transgénica ha desplazado la producción de alimentos para los argentinos, sin duda que cada ha. que deja de producir alimentos paa producir soja nos quita alimentos a nosotros.

Los campos que han cerrado en los últimos 10 años son miles, pasa con la producción de cualquier alimento básico que ustedes se imaginen, ¿por qué?, porque la soja no es un alimento para personas. La soja se produce como forraje para alimentar chanchos y aves de corral en China y en la UE, y no nos alimenta a los argentinos, por más milanesa de soja que vendan las dietéticas en los puestos de Buenos Aires, y de que se haya convertido en un buen microemprendimiento. La soja ha sido denunciada por pediatras de que no debe ser utilizada en la alimentación infantil, absolutamente prohibida en chicos de menos de dos años, no recomendada para chicos menores de 5 años. Hace 4 ó 5 años, en una de las primera crisis alimentarias de Argentina, los sojeros crearon un programa que se llamó «Soja Solidaria», que entregaba soja a los comedores en los barrios pobres. El Grupo Los Grobo fue uno de los grandes donadores de soja para esos comedores, en la que no informaban que era transgénica, no se le hacía el estudio de los contenidos agroquímicos que contenía la soja, soja forrajera, y no se informaba que esa soja no debía utilizarse en niños. Esa es una de las cuestiones criminales que tiene este modelo.

Hay mucho para contar sobre la concentración de la riqueza, la concentración de la tierra, más allá de que Grobo diga que es un sin tierra porque tiene nada más que 17 mil ha., y pobre, su Grupo trabaja unas 150 mil y aspira a avanzar en el Cono Sur, porque Grobo trabaja en Uruguay, Argentina y Paraguay, unas 400 mil ha. Este es el desastre que estamos viviendo pero, ¿por qué ocurre? Hace aproximadamente unos 50 años desde los EE.UU. se planteó que éramos muchos en el mundo, la población crecía, y para alimentar a todas esas personas que habitábamos el planeta había que lanzar una «revolución verde». Eso significó la imposición de este modelo de agricultura industrial, de uso de agroquímicos, de expulsión de campesinos, destrucción de semillas, control por las corporaciones, y de montar un gran monstruo, «el agronegocio», que controla hoy toda la cadena de producción de alimentos, básicamente con una mentira, la mentira de que había que producir más de esta manera para alimentar al planeta. Esto es absolutamnete falso.

La agricultura campesina, la agricultura agroecológica, puede alimentar a todos los que habitamos el planeta. Esto está técnicamente demostrado, lo que pasa es que nosotros, el MoCaSE, y otras organizaciones como la que pertenezco, no tenemos la oportunidad de hablar en los medios masivos, no tenemos la oportunidad de participar en las discusiones políticas, porque las discusiones políticas en los gobiernos, el manejo en los grandes medios, se hace siguiendo los intereses de este agronegocio. Más allá de que el Gobierno haya cuestionado el modelo, tratando de incrementar las retenciones, lo cierto es que sigue las políticas del agronegocio para las necesidades de estas corporaciones. Monsanto está discutiendo con el Gobierno nacional lanzar una nueva soja que va a ser resistente al Glifosato y además insecticida, porque va a tener un gen que se llama «BT», que sirve para algunos gusanos que atacan a las plantas. Y a partir de ahí, Monsanto va a volver a invertir en la Argentina siempre que se respeten sus patentes.

Las corporaciones a través del capital, desde el poder de los pooles de siembra como Los Grobo, a través de la tecnología como los transgénicos, el único objetivo que tienen es tener el control corporativo de las semillas y tener atados de pies y manos a los agricultores, a través de los derechos de propiedad intelectual, lo único que buscan es tener el control de nuestra agricultura y de nuestra alimentación. Esto es lo que está pasando en la Argentina y en el mundo. La crisis alimentaria que se vive en el planeta, porque vemos que los alimentos aumentan todos los días, y esto pasa en todo el mundo, no es una crisis porque faltan alimentos. Hay alimentos para todos, pero los controlan este puñado de corporaciones que están jugando con nosotros, especulando con el hambre, aumentando los precios de manera artificial, simplemente para hacer negocios. Está en nosotros que discutamos si queremos seguir haciendo el juego a esas corporaciones o si vamos a hacer otra apuesta por otro modelo de agricultura, que nos puede alimentar, que puede venir de la mano de la equidad, de la mano del respeto por el medio ambiente, y de la mano de una sociedad más justa.

«El modelo de la sojización es la violencia cotidiana»

Verónica Maldonado, MoCaSE Vía Campesina.

No vamos a hablar sólo como MoCaSE, desde Santiago del Estero, sino también desde nuestra integración, porque es la misma problemática como Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI), y a nivel regional, internacional, como integrantes de la CLOC-Vía Campesina. En definitiva, el modelo de la soja, de la sojización, no nos atañe sólo a nosotros en Santiago del Estero, vamos a viajar un poquito unos 1.400 km con la mente, la imaginación. Imaginemos un bosque perteneciente al chaco santiagueño, al chaco semiárido del Gran Chaco Americano, con una gran biodiversidad. De allí han provenido los durmientes de los quebrachos, que allí por la época de «La Forestal», a principios del 1900, fueron bosques devastados. Se han ido recuperando, y por suerte hay partes donde La Forestal ni siquiera «olisqueo» los montes, que hoy hablan por si mismos del valor que tienen. La identidad con el territorio, la tierra y el territorio, no es un recurso asociado al capital, sino que es un bien que ha sido sostenido, mantenido y enriquecido de generación tras generación.

La soja tiene que ver para nosotros con resistir, con parar topadoras, con intentos de desalojo, con resistir los balazos de los paramilitares contratados por los sojeros, a resistir el accionar de los grupos de policía especial y de la «injusticia» santiagueña. Así es como hemos ido creciendo, fortaleciéndonos en una realidad y una historia, de una provincia, una región de nuestro país muy complicada. Noroeste argentino, provincias feudales, gobiernos débiles, ligado a problemas estructurales muy serios para nosotros, en la educación, la salud, en las posibilidades de acceso a caminos, servicios. Si hay caminos, es porque las familias se han encargado de hacerlos y mantenerlos, si hay educación, es porque las familias se han encargado de seguir manteniendo «la quichua», la cultura, a pesar de tantas cuestiones asociadas a la discriminación.

Estamos hablando de que como MoCaSE-VC estamos integrados en comunidades de base, en centrales campesinas, indígenas también, de poquito más de 9.000 familias organizadas, resistiendo en los territorios. Veníamos para acá y nos estábamos enterando de que, por suerte, logramos que excarcelen a cuatro compañeros de los seis detenidos en la última semana, es decir para nosotros, el modelo de la sojización es la violencia cotidiana. No es que representa solo un desierto verde, sino que va asociado a niveles de violencia realmente muy grandes. Ahora mismo hay más de 800 jóvenes reunidos en nuestro Campamento Latinoamericano de Jóvenes [2], donde nos estamos econtrando para compartir experiencias, luchas, compartir nuestros horizontes también. Esto también tiene que ver con la soja, se están formando en lo que es para nosotros la soberanía alimentaria, la reforma agraria integral.

Ya hay familias que estamos viendo, además de resistir las topadoras, resistir los agroquímicos. Hay familias que se han parado frente a las topadoras y resulta que tienen que irse a partir de ahora, que empieza la época de la fumigación, porque ya sus chiquitos tienen problemas pulmonares tan grandes, que no pueden soportar una fumigación más. Tienen que emigrar de sus comunidades en las épocas de fumigación. Esto por efecto del Glifosato, el «RoundUp», y del resto de los agroquímicos. El sistema de producción de alimentos campesino indígena tiene que ver con un uso racional de este monte, un uso sustentable de una variedad de animales y cultivos que se van rotando, que se ha sostenido de generación en generación. El objetivo de la organización es también brindar alimentos sanos para la población, que es lo que ha hecho siempre la agricultura familiar-campesina en el mundo, garantizar la alimentación de los pueblos.

Este modelo ha profundizado cada vez más la exclusión, la marginación, y obviamente, si tuviéramos algunas oportunidades más en relación a políticas públicas, a los centros de investigación, podríamos estar avanzando seguramente mucho más rápido en alimentos sanos, de calidad para nuestros pueblos. Desarrollamos emprendimientos que tienen que ver con la elaboración de alimentos, ligado a la cuestión cultural, ancestral, entonces están los dulces, los escabeches, los arropes, la miel del monte, la lana, el hilo. Emprendimientos valiosos ligados a todo este equilibrio. En la medida que la frontera agropecuaria ha ido avanzando en nuestro país, estos ambientes equilibrados y manejados de una manera sustentable por siglos se han ido, cada vez más, arrinconando. En algunos lugares hemos escuchado que la producción campesina es la responsable de la desertificación. Queremos aclarar que para nosotros es una gran falsedad, y si hay efectos de desertificación, seguramente ha tenido que ver con este monocultivo. Nosotros hemos tenido hasta tres campañas en el mismo año, soja, tras soja, tras soja, en el mismo año, una cosa impensable.
Los resultados de ese modelo terminan con procesos de salinización del suelo, donde ahora, que es época de seca para nosotros, se va el agua que ha quedado en superficie en la época de lluvias, se evapora y queda la sal. Ese proceso de desertificación está ligado a este modelo del monocultivo. La historia y la memoria histórica es muy importante, y en este sentido nos decimos nosotros todos los días, que no hay ejemplo en el mundo de un modelo de monocultivo que haya permitido el desarrollo de los pueblos. Para nosotros está claro que la lucha continúa, por eso estamos organizados, por eso vamos a seguir resistiendo en nuestros territorios. Muchas veces han volteado las casas, los ranchos, los corrales, han matado los animales, nos han baleado, y tantas veces nos hemos levantado. Nos seguiremos levantando, demostrando que realmente hay otra alternativa, no hay un único pensamiento, una única forma de vida, sino una gran diversidad de culturas y de prácticas, conocimientos, valiosos y valorados para nosotros. Nuestra casa siempre estará abierta para los que quieran conocer un poquito más.

«Somos personas que vivimos construyendo un modelo social, identitario, productivo, económico, político»

Marcelo Otero, MoCaSE Vía Campesina.

Generalmente se postula a la soja como un modelo de desarrollo, que ha hecho crecer a la Argentina. Durante la discusión por las retenciones se habló mucho del crecimiento del país asociado a ello. Se acostumbra a pensar que lo que nos da de comer masivamente, como en otras épocas lo ha sido el trigo, o la carne, ahora es la soja, como que hace que el país crezca, que la nación crezca. En realidad no hace que el país crezca, como no lo ha hecho antes el trigo, como no lo ha hecho antes la carne, como no lo han hecho otros modelos de producción en la Argentina. Lo que se hace es generar riqueza para unos pocos y expropiación para otros, y exclusión. La soja no sólo genera problemas para los campesinos, este no es sólo un problema para los campesinos, es un problema de toda la sociedad y de un modelo productivo. Nosotros aunque trabajemos de otra cosa, siempre estamos dependiendo de un modelo mayor. Si ese modelo mayor hoy en Argentina es la minería y la soja, estamos condenados a eso y a los efectos que eso produce.

Una buena prueba de lo que pasa con la soja es lo que pasa en Paraguay, donde la soja se ha extendido mucho más, y hoy por hoy los movimientos campesinos sufren muertos, sufren un proceso de exclusión muy grande. El Glifosato directamente se arroja sobre la gente, y esto causa muertos. Nosotros en Argentina, estamos llegando al nivel de las enfermedades «simplemente», eso para pensar en la vida de la gente, también tenemos exclusión económica que nos afecta directamente. No es solamente un modelo de vida campesina. Nosotros lo que proponemos es un modelo alternativo a eso, pero no es que solamente lo proponemos para nosotros y para nuestras comunidades. Es un problema que se tiene que discutir como país. Nosotros en este conflicto campo-gobierno, no nos identificamos ni con el campo ni con el gobierno. «El campo» no es campo, son productores de soja. Nosotros sacamos un manifiesto donde decíamos, «nosotros no somos campo, somos tierra» [3], somos un territorio, somos personas que vivimos construyendo un modelo, un modelo social, identitario, productivo, económico, político.

Hemos generado una alternativa a una forma de dominación. Cuando hablamos de qué país queremos construir, de qué sociedad queremos construir, no podemos pensar que estar atados a lo que produce el país para alimentar chanchos en China sea lo que queremos. Nosotros por lo menos, no queremos camionetas 4×4 cortando rutas con banderitas argentinas, es una ridiculez. Esto no es un modelo nacional, pensándolo en esos términos como ellos lo llaman. Es un modelo de importación y es un modelo de dependencia. Es un modelo que los EE.UU. quieren para América Latina desde hace muchísimos años. Nosotros podemos estar atados a eso y seguir produciendo para eso ó pensar una forma distinta, y eso nos involucra a todos, no involucra solamente a los campesinos que hoy son desalojados, que son una de las principales víctimas de esto. Tanto ellos como los trabajadores rurales son los que hoy integran los cordones de villas miseria y exclusión, durante muchísimos años, no sólo ahora. Los modelos de monocultivo generan esto, generan ciudades llenas de gente donde hay grandes modelos de exclusión. Tenemos a un Grobocopatel de un lado y a un montón de gente que se quedó sin trabajo del otro.

Por Raquel Schrott y Ezequiel Miodownik para la Agencia de Noticias Biodiversidadla
Podés encontrar la columna de la Revista Biodiversidad todas las semanas en Radio Mundo Real

Notas:
[1] http://www.losgrobo.com.ar/
[2] Tierra, sol y semillas para el futuro. http://www.biodiversidadla.org/content/view/full/43818
[3] http://www.biodiversidadla.org/content/view/full/41083