Recientemente, «La Dos» de Televisión Española, dentro de su programa, «En Portada», ha emitido un reportaje sobre la situación de Haití. Si bien la pretensión del reportaje no era hacer una revisión extensa de la reciente historia política del país, también es cierto que resulta imposible comprender la actual situación, sin recurrir a ella. Y […]
Recientemente, «La Dos» de Televisión Española, dentro de su programa, «En Portada», ha emitido un reportaje sobre la situación de Haití. Si bien la pretensión del reportaje no era hacer una revisión extensa de la reciente historia política del país, también es cierto que resulta imposible comprender la actual situación, sin recurrir a ella. Y es aquí donde el reportaje de Televisión Española adolece de la más mínima rigurosidad, y hace una serie de omisiones de consideración que provocan, cuanto menos, una visión muy sesgada de lo que ocurre en dicho país.
Si algo hay que saber, a la hora de hacer una revisión de la situación de Haití, es que resulta imposible hablar de buenos y malos. Sólo existen ganadores y perdedores, y los últimos está claro quiénes son; los más de 6 millones de haitianos que viven bajo el umbral de la pobreza. Pero parece que Televisión Española se empeña en buscar en su reportaje al malo en la película, según su veredicto, Aristide. Bien es cierto que no se trata de ningún adalid del buen gobierno, pero se omite que fue elegido en 1991 de forma democrática por una amplísima mayoría, realizando un programa populista en el que modificó el código fiscal, que hasta ese momento gravaba a la clase media, mientras que la élite se libraba de los impuestos, aumentó el salario mínimo e impuso controles sobre el precio del crudo y los productos alimenticios. Todas estas políticas se vieron truncadas por un golpe de estado realizado, con el beneplácito de los EEUU, meses después de las elecciones, por el general Raoul Cedras, y en el que participaron de forma directa, muchos de los rebeldes que en febrero del 2004 provocaron la salida del país de Aristide. No fue hasta 1994 cuando el presidente electo fue restituido en su cargo. Desde su vuelta al poder hasta el 2004, tanto Aristide como su delfín Preval, han sido elegidos de forma democrática en unas elecciones que, pese a no ser todo lo limpias que se quisiera (las de EEUU tampoco lo son), en ningún momento han sido impugnadas por los observadores internacionales allí presentes. Pero parece ser que todo esto, no tiene ni la más mínima importancia para Televisión Española, que ni tan siquiera nombra el golpe de estado de 1991 en el reportaje ¿un simple fallo de omisión?
La crítica furibunda hacia la figura de Aristide, contrasta con el beneplácito de trato hacia los opositores que lideraron las revueltas. Asusta ver al reportero de la televisión caminar al lado de Guy Philippe, uno de los líderes de la revuelta: Se trata de un ex militar que alcanzó su máximo esplendor durante la sangrienta dictadura de los Duvalier, siendo uno de los dirigentes de los tonton macoutes. Participó en el golpe de estado de 1991 y en el 2000 lo volvió a intentar. También está acusado de crímenes contra la Humanidad y Amnistía Internacional denunció su presencia junto a otros ex militares como Louis Jodel Chamblain y Jean Tatoune en Haití. Sin embargo, pese al extenso currículum del personaje, el reportaje no hace referencia a ninguno de los aspectos descritos, presentándonoslo simplemente como el dirigente del partido para la reconstrucción nacional y un posible futuro presidente del país, ¿otro simple fallo de omisión del reportaje?
De democracia y derechos humanos también habla el líder del grupo 184, un grupo constituido por sectores muy heterogéneos de la sociedad civil de Haití y cuyo único vínculo era el derrocamiento de Aristide, careciendo de un proyecto político común de futuro. El líder del grupo es Andre Apaid, un ciudadano de EE.UU. de padres haitianos. Apaid es propietario de Alpha Industries, una de las mayores fábricas de ensamblaje para la exportación, basada en mano de obra barata, establecida durante la era Duvalier. Sus fábricas de máxima explotación producen productos textiles y ensamblan productos electrónicos para una serie de firmas de EE.UU., incluyendo a Sperry/Unisys, IBM, Remington y Honeywell. Apaid es el mayor empleador industrial en Haití con una fuerza laboral de unos 4.000 trabajadores. Los salarios pagados en las fábricas de Andy Apaid bajan a hasta 68 centavos de dólar por día (con trabajos de 14 horas diarias). Por algo se afirma en el reportaje que la única industria que no decae en Haití es la maquiladora.
Con éste panorama, las palabras de un espontáneo que aparece durante el reportaje y que es calificado como un pobre desesperado, cobran pleno sentido «Jean Bertrand Aristide es el líder del pueblo, el pueblo le dio el poder, no pusimos a los tonton macoutes en el poder, los gringos son ladrones que nos roban el país».
Para concluir se echa de menos en el reportaje un análisis un poco más de fondo de uno de los mayores problemas del país. Es lo que el reconocido experto en salud pública y trabajador en Haití durante más de 15 años, Paul Farmer, denomina «la estructura de pobreza y represión», impuesta en Haití por los EE.UU. y otras potencias imperialistas desde su independencia hace doscientos años. La versión actual es un «ajuste estructural», típico paquete de medidas que el gobierno estadounidense y otras IFIs (Instituciones Financieras Internacionales) reclaman de los países del Tercer Mundo: liberalización del comercio, privatizaciones, estricto cumplimiento del calendario de pago de las deudas, etc. Así el FMI ha exigido a Haití un recorte en maestros y trabajadores de la salud, la eliminación de las barreras comerciales, una flexibilización de los precios para combustibles, congelación de los salarios, supresión del salario mínimo legal (25 centavos por hora) y un largo etcétera que han contribuido a sumir todavía más a Haití en la pobreza. ¿Otro fallo de omisión del reportaje?