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Las periodistas sufren violencia y discriminación en Bolivia

Fuentes: SEMlac

Ejercer el periodismo en Bolivia se ha ido convirtiendo en una actividad de riesgo para las y los informadores. Pero las mujeres periodistas, además de las agresiones, tienen que enfrentar los prejuicios, la discriminación y la falta de solidaridad de sus propios colegas, especialmente cuando se producen situaciones violentas.Ese fue uno de los puntos más […]



Ejercer el periodismo en Bolivia se ha ido convirtiendo en una actividad de riesgo para las y los informadores. Pero las mujeres periodistas, además de las agresiones, tienen que enfrentar los prejuicios, la discriminación y la falta de solidaridad de sus propios colegas, especialmente cuando se producen situaciones violentas.

Ese fue uno de los puntos más debatidos durante el Segundo Encuentro de Mujeres Periodistas de Bolivia, realizado en la ciudad de Oruro, a los días 27 y 28 de abril, en el que participaron representantes de los nueve departamentos del país.

Del encuentro salió un manifiesto que exige a las autoridades «regular la propiedad de los medios de comunicación -privados y estatales- para que el ejercicio periodístico no resulte influido por intereses ajenos al legítimo derecho a la información que tiene la ciudadanía y al derecho al trabajo digno y seguro» de las y los periodistas.

En otro punto, en el documento también se exige a las autoridades investigar y sancionar el asesinato de un profesional del sector, por una disputa municipal, así como todas las agresiones contra las y los periodistas; pero también demanda a las organizaciones periodísticas que impulsen los procesos. Hace énfasis en la necesidad del ejercicio de un periodismo responsable y ético.

Al culminar el Encuentro, las participantes conformaron el Círculo de Mujeres Periodistas de Bolivia como una forma de reconocer a las primeras profesionales del país -Betshabé Salmón, Laura de la Rosa Torres y Nelly López- que en 1921 fundaron, en Oruro, el periódico Feminiflor.

La presidencia recayó en Aida Albarracín, con más de 40 años de trayectoria en la profesión, que destacó la importancia de trabajar en el «marco de la corrección, la veracidad y el cumplimiento a la ética» para recuperar el respeto de la sociedad.

Cada región con sus problemas

Cada departamento tiene sus particularidades respecto a las dificultades de las periodistas para realizar la cobertura; sin embargo, las situaciones de mayor riesgo pueden resumirse en cinco grandes temáticas: conflictos sociales, disputas por el poder municipal, tierras, contrabando y narcotráfico.

En los departamentos de Oruro y Potosí, los mineros -cooperativistas y sindicalizados- han protagonizado fuertes disturbios, en los que predominó el uso de dinamita. Para disminuir el riesgo, las y los informadores se han organizado en grupos para protegerse; sin embargo, en los peores momentos los varones desaparecen y las mujeres quedan expuestas a golpes y manoseos.

Ese fue el reclamo de las periodistas María Luisa López Ríos, de Radio Pio 12 de Oruro, que realiza la cobertura en los centros mineros desde la década del setenta, y Rosa Amalia Herbas, de Radio Integración de Oruro. Las otras 40 colegas también se quejaron de esa falta de solidaridad de sus compañeros, en sus respectivas regiones.

Las comunicadoras de Oruro, ciudad a la que se trasladó la Asamblea Constituyente, en diciembre pasado, para aprobar el proyecto de Constitución Política del Estado, sufrieron atropellos por parte de los efectivos de seguridad. Junto con los varones, fueron encerradas en el recinto donde se realizaba el cónclave y no las dejaron salir hasta el día siguiente, pese a que algunas incluso rogaron porque tenían bebés esperándolas.

Amenazas de violación

En el departamento de La Paz, el comité cívico popular, una organización afín al gobierno, y los autodenominados «pacifistas», un grupo opositor a la gestión presidencial de Evo Morales, han protagonizado enfrentamientos en los últimos meses.

En la última gresca, ocurrida, hace dos meses, una periodista recibió amenazas de violación por parte de los «cívicos». El diario La Razón, donde trabaja esta informadora, elevó la queja a las autoridades, pero sin resultado.

Algo similar ocurrió en la localidad de Cuevo, del departamento de Santa Cruz, cuando el Gobierno intentaba sanear tierras en propiedades de latifundistas, en el mes de abril.

El vehículo en que iba la periodista independiente Tanimbu Estremadoiro, que realizaba un documental sobre el pueblo guaraní, fue interceptado y apedreado por una muchedumbre. Ella se quitó la gorra para que los agresores se dieran cuenta de que era mujer y se calmaran, pero fue peor: la sacaron del carro, la ataron a un poste, le quitaron sus pertenencias y la amenazaron con violarla. Una vecina del lugar la ayudó a escapar.

La periodista Nancy Calani, propietaria de Televisión Azanaque, en la localidad de Challapata del departamento de Oruro, tiene que cubrir las disputas municipales entre militantes del partido de gobierno, que ahora controlan la Alcaldía, y sus opositores. El haber denunciado irregularidades en el municipio le costó un ataque a su medio y el destrozo de una cámara filmadora.

Calani también tiene que reportar los hechos relacionados con el contrabando, en un lugar donde se han asentado mafias que controlan a todo el pueblo y que incluso han llevado a la policía y a los jueces del lugar a pedir su repliegue a la ciudad de Oruro, debido al peligro que corren.

En el departamento de Pando, el narcotráfico es un tema especialmente sensible en el trabajo periodístico. La ciudad de Cobija, la capital, se ha convertido en una de las ciudades más violentas del país, señala Yusara Melena, propietaria del canal 15, Sistema Pandino de Televisión, ya que los «ajustes de cuentas» se realizan a plena luz del día con balaceras en medio de las calles.

En su canal, y en otros medios, relatan los hechos y difunden declaraciones de las autoridades, pero no pueden ir más allá por su seguridad y la de sus familias, y esto le causa frustración. Por ello mismo, incide en otras consecuencias del narcotráfico, como el incremento del consumo de drogas en la juventud y la explotación sexual de niñas y adolescentes, que va en aumento.

Violencia psicológica

Las agresiones contra las periodistas no sólo vienen de sectores enfrentados, que delinquen o de guardias de seguridad. El propio presidente de la República, Evo Morales, ofendió públicamente a una periodista, en dos oportunidades, mofándose de su vida privada.

Además, está la discriminación en los propios medios, que no sólo se reflejan en salarios más bajos que los de los varones, sino en la desvaloración de la capacidad femenina. «Los hombres muestran su machismo, creen que somos menos inteligentes, pero sabemos hacer nuestro trabajo quizá con mucha más altura», dijo María Luisa López.

«Se habla mucho del patriarcado, del machismo, y eso es lo que día a día vivo yo en la población de Challapata», sostuvo a su vez Nancy Calani. La fuerza de su mamá la ayudó a ignorar todos los comentarios en el pueblo -por ser joven, mujer y emprendedora- y ahora se ganó un lugar con su profesionalidad. Yusara Melena, en cambio, no tuvo esos problemas, aunque ella cree que fue porque en Cobija no había un canal dedicado a la información local.

En algunas regiones, como en Oruro, las periodistas tienen que vestir «como mujeres», para que las fuentes las atiendan. Esto es una dificultad, sobre todo para reporteras que son a su vez camarógrafas. Ellas se ven obligadas a correr con tacos cuando hay que cubrir un disturbio.

Mujeres al mando y pocos cambios

Otro asunto analizado en el encuentro fue la imagen de las mujeres en los medios de comunicación. Sin datos, porque no existen, pero con ejemplos, se vio que el cambio más importante fue que los medios visibilizan con más frecuencia los temas que las afectan, sobre todo los de violencia.

Sin embargo, el contenido no ha variado, ya que tiende a reforzar roles de género, a victimizar y a criminalizar, entre otros puntos, aunque varias de ellas han accedido a cargos jerárquicos o son propietarias de medios. Además, siguen siendo consideradas objeto y no sujeto del hecho noticioso, lo que se demuestra con su reducida presencia como fuentes de información.

Pese a todo, lo que más se destacó en el Segundo Encuentro de Mujeres Periodistas de Bolivia fue la valentía de un grupo de ellas que no se dejan intimidar para informar a la ciudadanía.