George W. Bush no será un águila, pero hay que reconocerle una notable sagacidad propagandística. En pocas semanas ha convencido a todo el mundo (es decir a Occidente, la única parte del planeta que, aunque trabajosamente, entra en su horizonte) de que es el vencedor de las elecciones en Iraq y que ha con-vencido a […]
George W. Bush no será un águila, pero hay que reconocerle una notable sagacidad propagandística. En pocas semanas ha convencido a todo el mundo (es decir a Occidente, la única parte del planeta que, aunque trabajosamente, entra en su horizonte) de que es el vencedor de las elecciones en Iraq y que ha con-vencido a los aliados europeos de su buena disposición hacia ellos (después de haberlos abofeteado brutalmente durante su primer mandato presidencial).
En efecto, con su habitual sumisión, el Coro Mediático «Independiente» Mundial (CMIM) le comunicó al planeta el 31 de enero que en Iraq habían votado 8,5 millones de iraquíes que, desafiando al terrorismo, habían acogido la democracia llevada por Estados Unidos.
Desde ese momento, para el CMIM la guerra iraquí había terminado, misión cumplida y democracia finalmente instalada en el país árabe. E hizo caer el telón sobre los resultados electorales, el cómputo de los votos y la modalidad con la que se formará el gobierno, tarea que estará a cargo de la embajada estadounidense y de la Comisión Electoral «independiente» responsable de presidir la celebración de la victoria contra el terrorismo de los sunitas y Al Qaeda.
Queda por verse de qué manera Washington y sus acólitos iraquíes conseguirán sustraerles a los chiítas del sur la victoria electoral que conquistaron mediante el ejercicio del voto, y qué sucederá en el norte, donde los curdos le tomaron la palabra al gran padre norteamericano, que les había prometido el petróleo de Kirkuk y una gran autonomía. Pero al mismo tiempo el gran padre le había prometido a Turquía que no permitirá que los curdos instalen una entidad autónoma en el norte de Iraq (pues ello incitaría a los curdos de Turquía a movilizarse para obtener lo mismo y, después, unificarse con los curdos iraquíes).
Y también está por verse cómo reaccionarán los sunitas que, en Bagdad, Falluja, Ramada y en decenas y decenas de ciudades del centro de Iraq, no votaron y no parecen entusiasmados con el gran triunfo de la democracia. No olvidemos que los sunitas son unos cinco millones de personas, bien armadas y bien organizadas.
¿Pero qué importa todo esto? El CMIM ya ha definido cuales serán las informaciones que podrán llegar a los lectores y telespectadores de Occidente y el resto será relegado a los canales informativos secundarios en Internet.
Pasadas sólo dos semanas, el CMIM cumplía otra proeza explicándonos a todos que entre Bush y Chirac, Bush y Schroeder, Bush y Zapatero, había retornado la armonía, que todo o casi se había aclarado, que las relaciones euro-americanas se habían restablecido como en los buenos tiempos, etcétera.
Con el sobreentendido de que la guerra iraquí ha sido archivada. Ahora hay que enseñarle a los iraquíes como se gobierna un país, como se mantiene el orden público, como se refina el petróleo, como se comercia con Occidente, como se privatiza y así sucesivamente.
Y como por arte de magia, con despliegue de sonrisas y declamaciones de reconciliación euroatlántica, se sacan de la vista los problemas irresueltos. Bush y Chirac se dan un apretón de manos e intiman a Siria a abandonar El Líbano de inmediato. Siria es designada chivo expiatorio no casualmente luego de que el ex primer ministro libanés Rafik Hariri salta al aire en el momento oportuno. Y todo el CMIM se abre paso entre las llamas del estallido para acusar a Siria por todas las iniquidades que se perpetran en el mundo árabe.
¿Estamos asistiendo a una reconciliación general? Creo que durará hasta que resulte claro que el emperador está preparando la próxima guerra. Y lo está haciendo con rápida eficacia, apuntando hacia Siria e Irán.
Es además una reconciliación a plazo determinado porque Europa ha firmado el protocolo de Kyoto mientras Washington no firmará nada que pueda afectar sus intereses económicos inmediatos, que se llaman crecimiento incesante del consumo. Esto a su vez engrosará ulteriormente el endeudamiento externo estadounidense, lo que traerá aparejada la debilidad del dólar, que se devaluará en relación al euro y esto significará que Europa y Japón (pero no China) se encargarán de pagar la factura de la guerra en Iraq, así como la de la próxima aventura.
La reconciliación terminará, asimismo, al poner Europa en práctica su compromiso de reducir las subvenciones a sus propios agricultores porque -aunque mal y tardíamente- ha comprendido que su seguridad depende del equilibrio de las riquezas mundiales y que es mejor para todos que los campesinos de África, Asia y Latinoamérica puedan vivir decentemente. Pero Estados Unidos no aflojará y mantendrá sus propios subsidios a la agricultura.
La reconciliación enfrentará otra dura prueba cuando los bombarderos norteamericanos (o israelíes) dispararán sus misiles sobre las instalaciones atómicas iraníes y Europa tendrá que justificar ante sus ciudadanos el estratosférico aumento del precio del petróleo, las dificultades para llenar el tanque de gasolina de los autos y hasta para encender la calefacción en escuelas y hospitales.
¿Que se trata de escenarios fantásticos? Aparecerían a simple vista en el momento en que fuéramos capaces de hacer caer el biombo que cotidianamente coloca ante nuestros ojos el CMIM.
(*) Parlamentario europeo y periodista. Italia.