En el general se utiliza el término «ruina» para nombrar los restos de alguna estructura que alguna vez fue un todo. Cimientos donde se erigía alguna arquitectura humana que en un momento se derrumbó parcial o completamente. Existen ruinas famosas en todo el mundo, desde lo que queda del Coliseo romano a las más cercanas […]
En el general se utiliza el término «ruina» para nombrar los restos de alguna estructura que alguna vez fue un todo. Cimientos donde se erigía alguna arquitectura humana que en un momento se derrumbó parcial o completamente. Existen ruinas famosas en todo el mundo, desde lo que queda del Coliseo romano a las más cercanas incas o mayas, por nombrar algunas. Este humilde escritor conoce una sola. Pero una muy particular, ya que no remite a una estructura arquitectónica típica, sino a una estructura social. Esa estructura social lleva el nombre de Argentina, Aunque no lo parezca a simple vista, la Argentina capitalista va camino de arruinarse a menos que una intervención de las masas se interponga. Lamentablemente, muchos son los indicios de este proceso, de los cuales el lector encontrará unos cuantos en las páginas que siguen.
¡Feliz Navidad!
Cristina Fernandez de Kirchner efectuó, el lunes 14 de diciembre, el anuncio de la creación de un fondo con reservas para garantizar el pago de la deuda. En la introducción del discurso, Cristina ofrecía, urbi et orbi, un balance optimista sobre la situación económica argentina en comparación con el año pasado; suceso remarcable, según su consideración, a la vista de la crisis internacional (dejamos a nuestro lector la evaluación de dicho balance a la luz del artículo de Damián Bil, en el Observatorio Marxista de Economía). Lo cierto es que la presidenta realizó el gran anuncio, que vino a desmentir en sí mismo todo lo que había dicho: la creación de un fondo con reservas del Banco Central de 6.500 millones de dólares para «garantizar» el pago de la deuda. ¿Si la economía va viento en popa, para qué «garantizar» lo que es obvio, según su propia descripción, a saber, que tendremos con qué pagar? Porque es obvio que el panorama viene mal. En 2010, según el Ministerio de Economía, el Gobierno tendrá que afrontar, en total, vencimientos por cerca de 13 mil millones de dólares. En números anteriores alertamos sobre el déficit de las provincias y la urgencia presupuestaria nacional, razón por la cual el gobierno necesitaba vía libre para endeudarse. La llamada «política de desendeudamiento» se muestra como lo que es y todo el mundo sabe: la vía regia por la cual volver a los «mercados» y reanudar el ciclo histórico de endeudamiento que se creía superado. Ciclo que expresa mejor que ninguna otra cosa, la decadencia de la economía argentina que los Kirchner no lograron revertir.
El avance
Como venimos sosteniendo, la crisis política, tanto como la económica, no se ha desarrollado completamente todavía. En efecto, los cambios en el Congreso empiezan a configurar un nuevo mapa político en el que predomina una tendencia al retorno de la conspiración burguesa, del estilo de la que precedió el gobierno De la Rúa. La reunión entre la UIA y el campo es un ejemplo de ello.
Por otra parte, en las bases obreras también existe una crisis. Es la crisis del proletariado con las fracciones obreras que representan los intereses de la burguesía. Nos referimos a las centrales sindicales CGT y CTA. En el número anterior de este periódico señalábamos que comenzaba un nuevo proceso, una bisagra para las organizaciones revolucionarias después lo acontecido en Kraft. Es decir, los partidos revolucionarios ya no discuten cómo ingresar en las filas de la clase obrera o ganar elecciones de comisión interna, sino cómo encarar la conquista de las ciudadelas burocráticas. Estamos avanzando en la conformación de una fuerza social independiente, clasista, que se nutre del retorno del movimiento piquetero y de una nueva generación de activistas sindicales que nos devuelve a un escenario en formación similar al 2001. Hace 6 años afirmábamos que comenzaba un período de reflujo relativo. Reflujo, porque el nivel de actividad logrado en 2001 no se mantuvo; relativo, porque la izquierda había llegado a la clase obrera para quedarse. El 2010 se abre, entonces, bajo el signo de la lucha de calles. Se acerca, una vez más, la posibilidad de abandonar esas ruinas de las que hablábamos al comienzo y de crear una nueva casa para todos.