El proceso político inaugurado a partir de mayo de 2003 que dejara atrás a la larga noche neoliberal -cuyas consecuencias son palpables todavía en materia de desindustrialización, pobreza y pauperización laboral- aparece cuestionado vigorosamente por un nuevo gobierno y sus voceros indicando que la ficción vivida debe ser reparada por un golpe de realidad que […]
El proceso político inaugurado a partir de mayo de 2003 que dejara atrás a la larga noche neoliberal -cuyas consecuencias son palpables todavía en materia de desindustrialización, pobreza y pauperización laboral- aparece cuestionado vigorosamente por un nuevo gobierno y sus voceros indicando que la ficción vivida debe ser reparada por un golpe de realidad que implica la re consideración de su bienestar profundamente.
El nuevo sendero abrirá las puertas del edén tal como fuera prometido en la década de los 90´ donde el libre fluir inversor paliaría la constante necesidad de estímulo estatal económico.
Veamos algunos datos: El 80% de la inversión mundial se reproduce en las mismas casas matrices de los países centrales, librando a los países periféricos como meros exportadores de capitales vía la llamada «fuga», proceso claramente conocido por los argentinos.
Un mercado interno débil sujeto a los vaivenes del tipo de cambio y a la extranjerización de su centro, solo deja espacio a un puñado de pequeñas empresas libradas al azar de las tasas de interés y de las políticas de apertura y arancel.
Otra arista fomentada es la necesidad de considerar al trabajo y a sus incrementos salariales en función de la tan mentada » productividad», donde en definitiva cual será el destino de los «no productivos» en una sociedad donde nuevamente la exclusión laboral esta puesta en el tapete.
Los estímulos por productividad se generan bajo sistemas sociales y legales fuertes donde los sindicatos forman parte de la mesa tripartita entre Estado y empresa y hasta en algunos casos son parte de la distribución de las ganancias empresariales.
Sin dejar de mencionar la progresividad de sus sistemas impositivos donde a diferencia de países como la Argentina la actividad financiera esta des-gravada, generando un fuerte perjuicio en la financiación del Estado y de los ciudadanos más desposeídos.
Necesitamos un plan, un modelo, un proyecto que nos albergue a todos y que tome una distancia quizás «epistemológica » de aquellos postulados que permean la libre voluntad política de todos los argentinos.
Ezequiel Beer. Geografo UBA y analista político
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