El editorial que el diario La Nación publicó el día lunes 6 de enero de 2014 es un verdadero compendio de lugares comunes, argumentos inexactos y discriminaciones varias. El mismo, cuyo título «Militancia e ignorancia», es un fiel anticipo de su contenido, se encarga de resaltar que la revisión de figuras controvertidas como la de […]
El editorial que el diario La Nación publicó el día lunes 6 de enero de 2014 es un verdadero compendio de lugares comunes, argumentos inexactos y discriminaciones varias. El mismo, cuyo título «Militancia e ignorancia», es un fiel anticipo de su contenido, se encarga de resaltar que la revisión de figuras controvertidas como la de Julio Argentino Roca tiene estrecha conexión, desde su parecer, con el pensamiento intolerante característico de estos días que encuentra en los voceros gubernamentales a sus más acendrados defensores.
Como siempre, es la Historia la encargada de saldar cuentas entre ambas posturas, dado que como decía Nietzche, «no existen hechos, existen interpretaciones». A lo largo de nuestra existencia como país, y antes también, dado que La Nación se presenta como preexistente al surgimiento de la República Argentina la visión de la historia propagada por distintas vías, entre las cuales encontramos al naciente sistema educativo como una de las más destacadas, fue aquella asociada a la figura de Bartolomé Mitre, quien, como sabemos, también fue un destacado personaje de la vida política y fundador del diario La Nación. En dicha caracterización, lo que prevalece es el análisis descriptivo y no explicativo de los hechos, se trata de una historia esencialmente fáctica donde abundan los nombres de batallas, pero no la interpretación de los acontecimientos, es una historia esencialmente política; en última instancia lo que se construyó fue un relato del pasado homogéneo, vaciado de conflictos sociales y, lo más importante, compartido y compartible por todos los ciudadanos, en momentos en los cuales la construcción del Estado y la nacionalidad eran procesos paralelos y complementarios.
Muchas de esas argumentaciones pueden encontrarse en dicho editorial, en particular cuando se carga contra las diversas acciones encaradas desde el 2003 en pos de una Historia que considere a personajes y grupos sociales otrora olvidados e invisibilizados como las mujeres, los trabajadores, los pobladores originarios o los sectores populares, y se fustiga sobre la «interesada» y «militante» actuación de quienes no avalamos una visión nostálgica de un pasado de progreso que sólo existió para sectores privilegiados. Se trata de una lógica argumental similar a la que se da en estos días en el ámbito del periodismo: los periodistas «independientes» y los periodistas «militantes».
Creemos que esta visión de los hechos es profundamente ahistórica, dado que no explica los cambios sociales, culturales y políticos que trajo aparejada la formación del Estado nacional, es discriminatoria, porque se refiere a los pobladores originarios con el despectivo término de «indios» (en pleno siglo XXI, aunque en el informe oficial de la Comisión Científica que acompañó al Ejército Argentino en 1879 se puede leer que las acciones militares significaron «la supresión de los indios ladrones que ocupaban el Sur de nuestro territorio»), es mendaz, porque sigue refiriéndose a la avanzada militar de Roca y el Ejército nacional como Conquista del Desierto (cuando vivían personas allí, aunque para el citado informe se tratara de una «raza estéril») y es falaz por partida doble, dado que menciona que la Patagonia estaba en manos de Chile y de los araucanos de esa nacionalidad, cuando los araucanos, al igual que el resto de las etnias, no pueden caracterizarse según la lógica estatal o del nacionalismo, y sostiene «que Roca negoció la paz con la mayoría de las tribus, lejos de exterminarlas», esto se contradice con la virtual erradicación de la mayoría de los pobladores originarios, lo que motivó que varios intelectuales de fuste plantearan que lo que allí hubo fue un Genocidio. Cabe aclarar que los escasos sobrevivientes fueron trasladados al campo de concentración montado en la isla Martín García. Allí fueron embarcados hasta el Hotel de Inmigrantes, donde los sectores más acomodados se repartieron el «botín», según lo cuenta el diario El Nacional del 31 de diciembre de 1879: «Entrega de indios. Los miércoles y los viernes se efectuará la entrega de indios y chinas a las familias de esta ciudad, por medio de la Sociedad de Beneficencia».
La justificación de Roca responde a una innegable coherencia hacia un determinado tipo de país, el mismo que añoran en sus discursos Macri y Carrió: El país agroexportador, donde las tierras quedan en pocas manos, el de los salarios bajos, un país donde «achicar el estado sea agrandar la nación», y por ende predomine el mercado. De eso se trata, y esa es la batalla cultural, soterrada la mayor parte del tiempo, visible entre los años 1946 y 1955, y desde 2003 hasta la fecha, que debemos dar.
Iván Pablo Orbuch. Docente de Historia (UBA-FLACSO-UNLZ).
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