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Lenin y la prensa revolucionaria

Fuentes: Alai

La trayectoria periodística y las concepciones de Vladimir Ilitch Lenin (1870-1924) sobre la prensa se sitúan en el contexto de dos tendencias que se delinearon en el ámbito europeo desde fines del siglo XIX hasta las décadas inaugurales del siglo XX, en un período que mezcló crisis económicas, disputas geopolíticas y guerras con el ascenso […]

La trayectoria periodística y las concepciones de Vladimir Ilitch Lenin (1870-1924) sobre la prensa se sitúan en el contexto de dos tendencias que se delinearon en el ámbito europeo desde fines del siglo XIX hasta las décadas inaugurales del siglo XX, en un período que mezcló crisis económicas, disputas geopolíticas y guerras con el ascenso de movimientos de masas, la divulgación de las ideas socialistas y eclosiones revolucionarias. La primera tendencia se refiere a intelectuales de izquierda que actuaron como periodistas y activistas, a partir del convencimiento sobre la importancia de la diseminación de posiciones políticas a través de periódicos. Entre los inúmeros ejemplos, podemos citar a Karl Marx, Friedrich Engels, V. I. Lenin, Antonio Gramsci, Karl Kautsky, R Luxemburgo, Leon Trótski, Nikolai Bukhárin, Máximo Górki, Gueórgui Plekhánov, Clara Zetkin y Alexandra Kollontai. La segunda tendencia incluye intelectuales que no sólo ejercieron el periodismo, sino que también teorizaron sobre la prensa como instrumento de información, concientización, agitación y propaganda contrahegemónica en los embates contra las formas de explotación de los trabajadores por el capital.

Con las peculiaridades de cada tiempo histórico, Lenin retomó reflexiones de Marx sobre la influencia tendencialmente conservadora de los vehículos de masas junto a la opinión pública y, de otra parte, sobre el papel de la prensa revolucionaria en la difusión política e ideológica, enfatizando las tareas que correspondían a diarios y revistas de organizaciones de izquierda y partidos comunistas. Para Lenin, sería imposible conducir la lucha revolucionaria sin disponer de un medio de divulgación a través del cual el partido pudiera pronunciarse sobre cuestiones políticas y situaciones concretas de la vida social. «La creación del partido, si no es representado convenientemente por un órgano determinado, permanecerá en gran medida letra muerta», sentenció. [1]

La producción periodística de Lenin puede ser dividida en cinco fases, según Mario Caciagli. [2] La primera comprende los textos redactados entre 1899 y 1905, en los que atribuyó a la prensa partidaria la misión de organizar a los militantes socialistas en un solo partido. El periódico circularía entre grupos y tendencias y podría ofrecer una síntesis de las actividades de base, aún más en un país con gran dispersión territorial y localismos acentuados como Rusia. Como brazo ideológico del partido, debería ofrecer orientaciones programáticas para que los trabajadores actúen en asambleas populares, asociaciones de clase, movilizaciones políticas y comicios electorales. La segunda fase propuesta por Caciagli remite al período de 1912 a 1914, con foco en la definición del carácter de clase y del método de análisis social de la prensa obrera. El tercer momento, de 1915 a 1917, abarca las críticas a la prensa burguesa, resaltando los casos de corrupción, las venalidades y los compromisos a que se someten los periodistas burgueses, incluidos los que se consideran de izquierda, «frente a la dependencia de la prensa dicha libre a la voluntad de los dueños». El cuarto período engloba los textos producidos durante la Revolución Bolchevique de 1917, en que Lenin enfrenta la cuestión de la «libertad de prensa» en el sistema democrático-burgués. La quinta etapa incluye los textos post-revolucionarios, entre 1917 y 1922, cuando la prensa pasa a la órbita del Estado soviético y del Partido Comunista.

La aproximación de Lenin con el periodismo se produjo después de poco más de un año en la cárcel por conspirar contra el zarismo. En 1897 había sido mandado al exilio en Siberia. En medio a las lecturas y la evaluación de las futuras alternativas de acción, vislumbró como urgente la creación de un periódico capaz de establecer vínculos regulares con grupos y células activistas en torno a directrices y planes para la lucha de clases, al lado del proletariado y demás trabajadores, contra el régimen imperial. Tal periódico sería Rabótchaia Gazeta (Gazeta Obrera), designado órgano oficial del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR) en el congreso de fundación celebrado en marzo de 1898 en Minsk. Pero la publicación, editada en Kiev, fue interrumpida por el gobierno zarista en el segundo número y los artículos de Lenin acabaron archivados.

El 29 de enero de 1900 terminó el período de deportación impuesto a Lenin, pero él fue notificado por el Ministerio del Interior que no podía residir en ninguna de las capitales del país, en ciudades universitarias o en grandes centros obreros. Después de visitar a su familia en Moscú y pasar por San Petersburgo, Pskov y Riga, donde reclutó corresponsales para el periódico que planeaba crear, con la aprobación de comités de obreros con los cuales se reunió, Lenin obtuvo un pasaporte. El 29 de julio de 1900 dejó a Rusia para organizar, desde el occidente de Europa, un partido unitario y centralizado, impulsado por el espíritu del marxismo revolucionario y determinado a derrotar el zarismo.

En el exilio en Ginebra, Suiza, Lenin identificó discordancias y polémicas (como la revisión de principios de la doctrina de Marx y Engels, defendida por Eduard Bernstein en los círculos socialdemócratas) que dificultaban la unificación de las corrientes marxistas en el POSDR. El ambiente de controversias reforzó en Lenin la intención, que alimentaba desde Siberia, de fundar un periódico, de circulación clandestina, que uniera y consolidara a los grupos militantes en un partido capaz de representar a los movimientos políticos de contestación del poder y combatir las convicciones nocivas a la revolución, «principalmente aquellas que se presentaban con la máscara del socialismo», como las tendencias economicistas, revisionistas y populistas. [3]

Seis meses después de su llegada a Ginebra, el diario Iskra (Chispa) fue lanzado el 11 de diciembre de 1900 en Leipzig y luego en Munich, Alemania. El título se inspiró en un verso del poeta Aleksandr Odoiëvski, exiliado en Siberia: «¡De la chispa nacerá la llama!» Cientos de ejemplares fueron distribuidos por una red clandestina de militantes, a través de las fronteras alemana, austriaca y turca. Lenin era el redactor jefe y pontificaban en el equipo Gueórgui Plekhánov, Pável Akselrod, Vera Zassúlitch, Yuliy Mártov y Aleksandr Potriéssov.

En el «Proyecto de declaración de la redacción de Iskra y de la revista Zariá«, Lenin afirmó que el órgano comunista vincula los hechos concretos a las manifestaciones del movimiento obrero, conduce al lector a una enseñanza profunda, a partir de los acontecimientos más simples y universalmente conocidos. No puede, pues, limitarse a reproducir documentos y deliberaciones de la dirección. Le corresponde seleccionar y analizar cuestiones de la actualidad, en conexión con la ideología que sedimenta las convicciones.

En la perspectiva de Lenin, para articular elementos de la ideología comunista, la propaganda persuasiva y el llamado a la acción organizada, los folletos se habían vuelto insuficientes, porque se circunscriben, generalmente, a asuntos locales o aspectos económicos de la vida cotidiana. Era necesario crear una «forma superior de agitación» que complementara las anteriores, es decir, «una agitación por medio de un diario, registrando periódicamente al mismo tiempo las quejas de los obreros, las huelgas obreras, las otras formas de lucha del proletariado y todas las manifestaciones de la opresión política». Se nota la distinción que Lenin establece entre propaganda y agitación. La propaganda se propone divulgar y esclarecer a los trabajadores la teoría marxista y las estrategias del partido; ayuda a comprender los objetivos generales para el futuro y el desarrollo de la sociedad. La agitación se basa principalmente en la política corriente y en las cuestiones socioeconómicas, contribuyendo a la solución de los problemas tácticos inmediatos. [4]

El «hilo conductor» para la creación de la organización revolucionaria era el periódico político, que podría «hacer desarrollar esa organización en profundidad y en toda Rusia (…), fiel a los principios y abarcando los diversos aspectos de la vida». Al mismo tiempo, un vehículo capaz de «despertar en todos los sectores más conscientes de la población la pasión de las revelaciones políticas (…), llevar a cabo nuestra tarea: concentrar todos los elementos de descontento y de protesta políticos para fecundar el movimiento revolucionario del proletariado». Los artículos periodísticos deberían sacar de los hechos «conclusiones determinadas en función de los objetivos finales del socialismo y de las tareas políticas del proletariado ruso». [5]

Por lo menos cuatro cuestiones básicas necesitaban ser cumplidas para el periódico partidario conquistar credibilidad junto a los lectores, según Lenin: a) la seriedad de la información, lo que significa «ir al lugar, elegir los documentos, organizar ficheros, hacer estadísticas, no omitir fecha o nombre «; b) la interpretación marxista de los hechos sociales; c) el vigor de la expresión «; d) los buenos reportajes deben basarse en «documentación nueva, múltiple, recogida y elaborada por hombres competentes», reclutados entre los cuadros más preparados para la tarea. [6]

Robert Service, biógrafo de Lenin, define el estilo de Iskra como escolasticamente marxista, suponiendo que los lectores no sólo fueran «altamente alfabetizados», como también tuvieran «sólido conocimiento de los debates socialistas internacionales contemporáneos». Y completa: «Los lectores preferenciales eran activistas revolucionarios que ya profesaban el marxismo, y Iskra, en realidad, era menos un periódico que un periódico en forma de periódico, diseñado para funcionar en lugar de un comité central. Pero era un comienzo. El próximo paso sería consolidar a Iskra como un órgano de propaganda para la realización del Segundo Congreso del partido.» [7]

Lo que importa, para Lenin y demás redactores de Iskra, no era exhibir virtuosismo, sino adoptar un lenguaje de exhortación, inmoderada y directa, para suscitar afinidades e impulsar los lectores militantes a una participación política inmediata. «Para ellos, la retórica abrasiva era la manifestación de una beligerancia necesaria y realista. Palabras delicadas y argumentos elegantes no eran las exigencias más importantes para el derrocamiento de la monarquía Romanov.» [8] El estilo impetuoso apareció en el primer artículo que Lenin firmó con su nombre, en diciembre de 1901, en la revista Zariá (Aurora). Él abordó la cuestión agraria, incluso denunciando el «carácter nefasto» de las tesis de economistas que minimizaban la importancia de un partido de vanguardia antizarista y subestimaban la influencia de la conciencia socialista en la organización de los trabajadores de la ciudad y del campo.

A partir de la idea de Lenin, y con su colaboración activa, el grupo de Iskra elaboró ​​el proyecto de programa del Partido Obrero Sociademócrata Ruso (publicado en el número 21), desempeñando también un papel relevante en la organización del Segundo Congreso, en julio-agosto de 1903. Iskra ya era reconocido como una publicación influyente entre los revolucionarios rusos. Una resolución del Congreso destacó su participación en la construcción del POSDR y lo formalizó como órgano central, «la voz del partido que debe repercutir lo esencial de sus tesis», según Lenin. [9]

En octubre de ese mismo año, tras la división del partido en dos corrientes – los bolcheviques (mayoritarios) y los mencheviques (minoritarios) -, estos últimos asumieron el control de Iskra, apoyados por Plekhánov, que formó parte de la redacción inicial, ya rompido con Lenin. A partir de ahí se inicia una diferenciación entre el «viejo Iskra«, que comprendió los 51 primeros números, aún leninista, y el «nuevo Iskra«, menchevique, publicado hasta noviembre de 1905 y que se transformó en un instrumento contrario al marxismo revolucionario. Aún en la fase del «viejo Iskra«, la trayectoria del periódico no sería lineal. Incluso en Alemania sufrió censura, obligando a su consejo editorial a trasladarse a Londres, donde circuló en 1902. El año siguiente, otro desplazamiento forzado, esta vez para Ginebra. De modo similar a lo que ocurrió con proyectos periodísticos de Marx, el deseo de concientizar a la clase obrera y difundir ideas revolucionarias se chocaba con la violencia policial, lo que forzaba la redacción a sucesivas mudanzas de ciudades y países para confundir la represión.

En el curso de las movilizaciones populares que resultaron en la Revolución Rusa de 1905 – el «ensayo general» del proceso de crisis, conflictos y cambios políticos cuya culminación será la Revolución Bolchevique de 1917 -, Lenin reorientó a la prensa partidaria a sustituir el binomio agitación y propaganda por palabras de orden tácticas, con vistas a incrementar las luchas del proletariado y del campesinado para la futura toma del poder. En otras palabras, el periódico debería convertirse en un guía para la acción, diversificándose al máximo para alcanzar al conjunto de la clase obrera. De diciembre de 1904 a mayo de 1905, él editó, en Ginebra, Vperiod (¡Adelante!), semanario bolchevique clandestino, con la tendencia política del «viejo» Iskra. El periódico sirvió para preparar la corriente aglutinada en torno a Lenin para las peleas internas en el Tercer Congreso y luego instigar la insurrección.

Después del fracaso de la Revolución de 1905, con el reflujo y el debilitamiento de las fuerzas populares, Vperiod se disolvió en el semanario Proletario, que pasó a ser el órgano central del partido, en la misma línea de su predecesor. La primera fase duró de mayo a noviembre de 1905. Lenin firmó más de 50 artículos y notas, luego reproducidos en folletos y pequeños periódicos clandestinos. El recrudecimiento de la represión en San Petersburgo obligó a Lenin, en 1907, a refugiarse en Helsinki, Finlandia. Con breves interrupciones, el periódico circuló clandestinamente de agosto de 1906 a noviembre de 1909, cuando la plenaria del Comité Central electo en el IV Congreso (de unificación) del POSDR decidió suspender la publicación, a esa altura con periodicidad mensual, impresión en París y circulación restringida. En estos tres años se han editado más de cien artículos y notas de Lenin, incluidos los textos en que expone la tesis de que, en las condiciones particulares de Rusia, la clase trabajadora debería asumir el papel progresista que la Segunda Internacional atribuyó a la burguesía en la etapa de la revolución democrático-burguesa, es decir, las luchas del proletariado ruso, en consonancia con la directriz política de un partido comunista centralizado, podrían abrir el camino a una revolución socialista, a pesar del retraso del país. [10]

Con la reanudación progresiva del movimiento obrero a partir de 1910, la idea de relanzar un periódico partidario volvió a motivar a Lenin, que entre 1908 y 1911 vivió en Suiza y en Francia y en desplazamientos a otros países europeos. «Estoy convencido de que el partido tiene necesidad, en la actualidad, de un órgano político que aparezca con regularidad, que conduzca con firmeza y medida una política de lucha contra la desagregación y el desaliento», escribió a Máximo Górki. [11] Lenin recogió fondos y organizó Zvezda(Estrella) y posteriormente Nóvaia Zvezda (Nueva Estrella), distribuidos a partir de Moscú en diciembre de 1910 y comienzos de 1911, respectivamente. Aunque con duraciones efímeras, los dos periódicos llevaron adelante el propósito de profundizar los temas sociales, los debates ideológicos, promover la agitación en las fábricas y construir las bases del partido.

Los artículos de Lenin en los dos primeros números de Zvezda, bajo el pseudónimo Iline, comprueban la relevancia dada por él a las orientaciones políticas por medio de periódicos orientados a la vanguardia revolucionaria. Según Jean Fréville, estos textos «son referencias vivas de su visión crítica» y se destacan como elementos esenciales en la batalla de las ideas que trababa en aquel momento con corrientes del movimiento obrero europeo». Fréville acentúa que Lenin «desaprueba interpretaciones de ciertos dirigentes de izquierda que emplean categorías de análisis equivocadas y generalmente inspiradas en el reformismo socialdemócrata, que acaban por mantener las estructuras fundamentales de la dominación de la burguesía». Y añade: «Él defiende, en cambio, citando a Engels, un ‘marxismo creativo’, que no sea dogmático en sus premisas y que se vuelva decisivo como guía para la acción, dialéctico en sus fundamentos teóricos y capaz de elucidar el carácter universal y en el sentido de impulsar y llevar al triunfo a las masas populares y al proletariado». [12]

Debemos recordar que, desde el exilio a principios del siglo, Lenin definía el órgano oficial del partido como elemento de conexión con el proletariado en las ciudades y fábricas. En el artículo «¿Por dónde empezar?», publicado en el número 4 de Iskra, en 1901, él puntuó que, desarrollando un trabajo sistemático, el periódico «penetrará entre la pequeña burguesía de las ciudades, los artesanos de las aldeas y los campesinos, y se convertirá así en un verdadero órgano político popular». [13] Esta misión estratégica de la prensa revolucionaria se articulaba con cuestiones programáticas, como el carácter y el contenido prioritario de la agitación política, las tareas de organización y el plan de formación de un partido marxista de Rusia. El artículo repercutió tanto en Rusia como en el exterior, a través de reediciones y traducciones en folleto basadas en el texto divulgado por Iskra.

En su libro ¿Qué hacer? (1902) – que tardó más tiempo en escribirse de lo que pretendía, precisamente debido a su dedicación a Iskra y a la producción del programa del partido -, Lenin detalló cuál deberia ser el público de este periódico y su objetivo: «Este auditorio ideal para las revelaciones políticas es precisamente la clase obrera, que tiene necesidad, antes y sobre todo, de conocimientos políticos amplios y vivos, y que es la más capaz de aprovechar esos conocimientos para emprender una lucha activa, aunque no promete ningún resultado tangible. La tribuna para estas revelaciones ante todo el pueblo sólo puede ser un periódico para toda Rusia.» Él subrayó la necesidad de un esfuerzo de las organizaciones locales para hacer viable un vehículo de circulación nacional: «Mientras no sea así, no podremos publicar ni siquiera un solo periódico que sea capaz de servir verdaderamente el movimiento, a través de una gran agitación por la prensa.» [14]

El 22 de abril de 1912, los bolcheviques lanzaron su primer periódico diario, el Pravda (Verdad). Una de las características más destacadas fue incentivar la participación de los lectores, publicando, cada número, decenas de cartas y artículos escritos por obreros describiendo sus condiciones de vida, las explotaciones y los abusos de que eran víctimas en las fábricas, sus aspiraciones para el futuro, etc. Esta preocupación por elevar el nivel de conciencia sin perder de vista cuestiones más inmediatas del cotidiano de los trabajadores ayudó a popularizar el diario, cuya tirada media alcanzaba 40 mil ejemplares, habiendo llegado a imprimir 60 mil. El éxito también puede ser medido por el buen resultado de la recolección de fondos junto a grupos de obreros de fábricas, lo que incrementaba el carácter de clase deseado por Pravda. Se publicaron regularmente balances de las suscripciones. Rusia vivía un período de tensiones sociales y políticas, y Pravda ocupaba un espacio diferenciado en la divulgación de reivindicaciones, manifestaciones y huelgas obreras, gracias al trabajo de corresponsales repartidos por el país.

Lenin continuaba exiliado en París; temía perder influencia sobre los bolcheviques y, al mismo tiempo, estaba temeroso de volver a San Petersburgo, donde corría un alto riesgo de ser arrestado. Entonces siguió a Cracovia, Polonia, donde enviaba artículos para Pravda y orientaciones a la redacción en Rusia. Él puso en relieve una vinculación editorial cada vez mayor a las demandas de la clase obrera: «Un periódico proletario es una tribuna de los proletarios. Hay que levantarse en la Rusia entera, uno tras otro, los problemas de la vida proletaria en general y de la democracia proletaria en particular. Los trabajadores de San Petersburgo comenzaron la obra. A su energía, debe el proletariado de Rusia el primer periódico proletario, después de duros años de prueba. Continuamos, entonces, su obra, todos apoyando y dando nuevo impulso al periódico proletario de la capital, la primera golondrina de esa primavera en que toda Rusia se cubrirá de una red de organizaciones proletarias con sus propios periódicos.»[15]

En el día a día, la distancia geográfica impedía a Lenin de ejercer una interferencia más efectiva junto al periódico. El consejo editorial intentaba evitar multas gubernamentales, acciones judiciales y amenazas de interdicción, caminando en el hilo de la navaja entre la combatividad y la moderación en el abordaje de temas que pudieran atizar la ira del régimen. Sólo durante el primer año del diario se abrieron 36 procesos contra sus redactores. Ni el propio Lenin escapó de «modificaciones atenuantes» introducidas por la redacción en algunos de sus textos, ni del rechazo de 47 de sus 331 artículos escritos antes de comenzar la Primera Guerra Mundial. Irritado, él envió carta al consejo interpelándole sobre las razones de los vetos: «En general no haría mal a nadie dar una notificación sobre los artículos rechazados. Esta no es, de modo alguno, una exigencia excesiva. Escribir a la cesta de papel, o sea, escribir artículos que se rechazan es muy desagradable.» [16] En realidad, disputas internas en el partido también influían en las selecciones de los textos que debían ser publicados o no.

El inicio de la guerra intensificó el cerco policial a los bolcheviques. La coacción a Pravda fue implacable. De un total de 355 ediciones, entre el 22 de abril de 1912 a 8 de julio de 2014, 73 fueron sancionadas, 52 confiscadas y 21 multadas, con pérdidas financieras irrecuperables. Sin contar las numerosas aprehensiones, castigos y multas aplicadas a ocho diferentes títulos adoptados por Pravda para intentar driblar la censura y resistir a las arbitrariedades. [17] El 21 de julio de 1914, después de ser empastado por la policía y tener a su equipo detenido, dejó de circular.

Pravda volvió a ser publicado, como órgano del Comité Central, en vísperas de la victoriosa Revolución de 1917, cuando la efervescencia política llevó a la rearticulación de la prensa comunista clandestina. Con los bolcheviques en posición expresiva en el primer gobierno revolucionario, Lenin dejó de ejercer funciones ejecutivas en Pravda, en razón de sus atribuciones en el Kremlin y de los problemas, tensiones, disputas de poder y crisis para administrar como jefe de gobierno y líder del partido. Pero no dejó de influir en la orientación editorial ni de difundir artículos en Pravda (fueron 47 sólo en 1917). «Tenía una capacidad sin igual para exponer sus argumentos y para defender una causa militante. Sus descripciones agresivas de sus enemigos y de sus políticas daban a todo el mundo la sensación de que había un hombre capaz de ejercer el poder gubernamental». [18]

En medio del torbellino de 1917, Lenin abordó un tema crucial en el artículo «Cómo garantizar el éxito de la Asamblea Constituyente: sobre la libertad de prensa», editado en el número 11 de Rabótchi Púty (El Camino Obrero), el 28 de septiembre de 1917. Su biógrafo Tamás Krausz fue preciso al resumir la principal idea del líder bolchevique: «la democracia burguesa no es libertad, sino libertad de compra». La democracia burguesa como «forma de dominación capitalista de la más alta orden», señala Krausz, orientaba el pensamiento de Lenin y, por extensión, influía en su comprensión de la libertad de prensa. [19]

Basta leer lo que él escribió en el Rabótchi Púty para autenticar la línea de interpretación del biógrafo: «Los capitalistas (seguidos, debido a la estupidez o a la inercia, por muchos SRs y mencheviques) denominan ‘libertad de prensa’ a una situación en la que la censura es abolida y todos los grupos publican libremente todos los tipos de periódicos. En realidad, no se trata de libertad de prensa, sino libertad de los ricos, de la burguesía, para que engañen a la masa oprimida y explotada del pueblo.» Lenin fue aún más categórico al referirse a las injunciones económicas en la conquista de mayor audiencia: «Tomemos por ejemplo los diarios de Petrogrado y Moscú. Usted verá inmediatamente que son los periódicos burgueses […] que tienen los mayores índices de circulación. ¿Qué explica esta prevalencia? No es en absoluto la voluntad de la mayoría, pues las elecciones demostraron que, en las dos capitales, la mayoría (una aplastante mayoría, por otra parte) prefiere a los demócratas, es decir, a los SRs y los bolcheviques. Estos tres partidos representan de tres cuartos a cuatro quintos de los votos, mientras que la circulación de los periódicos que publican es ciertamente menor que un cuarto, o incluso menos de un quinto, de toda la prensa burguesa. […] ¿Cómo sucede esto? Todos saben muy bien por qué.»

Para deshacer la prevalencia desmedida de los vehículos burgueses, él defendió el «monopolio estatal sobre los anuncios privados en la prensa», tras la toma del poder: «El poder estatal en la forma de los soviets toma todas las gráficas y todos los periódicos y los distribuye equitativamente: el Estado debería venir primero – en beneficio de los intereses de la mayoría de las personas, la mayoría de los pobres, particularmente la mayoría de los campesinos, que por siglos han sido atormentados, aplastados y embrutecidos por los propietarios de tierras y los capitalistas.»

Las circunstancias, contradicciones y obstáculos enfrentados por el primer gobierno revolucionario se reflejaron en los análisis más dispersos de Lenin sobre la prensa. Él volvió a tratar de la libertad de prensa en su 8ª tesis para el I Congreso de la Internacional Comunista, realizado del 2 al 6 de marzo de 1919, en Moscú. Nuevamente atacó los monopolios y la opulencia financiera de los grupos económicos que, en la mayoría de los países, distorsionan los procesos de producción informativa. En su opinión, la libertad de prensa es «un engaño mientras que las mejores rotativas y el mejor stock de papel están monopolizados por los capitalistas y mientras sobreviva el poder del capital sobre la prensa». Por eso, subrayó la necesidad de ruptura con el modelo de la prensa burguesa, que transforma la información en mercancía como cualquier otra: «Para conquistar la igualdad efectiva y la verdadera democracia para los trabajadores, los obreros y campesinos, hay que empezar por privar al capital de la posibilidad de alquilar escritores, comprar editoriales y sobornar los periódicos.» [20]

En contraposición a las insuficiencias de la libertad de prensa bajo el poder del capital, Lenin mencionó parámetros que, en líneas generales, deberían ser introducidos a partir de la Revolución de 1917: «La verdadera libertad de prensa surgirá en el régimen en que creen los comunistas: no existirá la posibilidad objetiva de someter directa o indirectamente la prensa al poder del dinero, no habrá obstáculos para que todo trabajador (o grupo de trabajadores, cualquiera que sea su número) tenga y disfrute del mismo derecho a utilizar las rotativas y el papel, que pertenecen a la sociedad.» [21]

En suma, él tenía en mente una prensa no mercantilizada, pero la situaba en la esfera de influencia y control del Estado y del Partido Comunista, con las implicaciones y los límites de ahí derivados en los planes del derecho a la información y de la libertad de opinión.

En los últimos escritos periodísticos de Lenin, se percibe un giro conceptual en cuanto a la función social de la prensa. El teórico del periódico partidario como pieza clave para la formación de la conciencia revolucionaria y de la unificación ideológica del proletariado analiza ahora, de manera más realista, el rol de los medios de difusión en la compleja coyuntura del país, tomando en cuenta los problemas dificultaban una transición hacia al socialismo. La prensa soviética debería dejar de lado «una atención desmedida a las políticas y cuestiones personales de dirección política» y dedicarse más a los temas de interés de los trabajadores. Los periódicos necesitaban cambiar el foco: de simples productores de las noticias políticas a órganos serios de «educación económica de las masas». Y se explicó: «La prensa tendrá que destacar los problemas del trabajo en su enfoque más inmediato y práctico. Debe convertirse en el órgano de la comuna de trabajo, en el sentido de hacer pública toda información que los directivos de las empresas capitalistas procuran ocultar.» [22]

Así, la prensa bolchevique no perdió su función con la llegada al poder, pero tuvo que adaptarse a nuevas directivas político-ideológicas frente a las situaciones complejas, desafíos económicos y conflictos de varias órdenes vivenciados por el país. Según Álvaro Bianchi, tras la Revolución de 1917, los periódicos «pasaron a difundir y defender las tareas planteadas por la construcción del nuevo Estado obrero, organizando la clase para ello». Y prosigue apuntando los cambios de época que se extendían a la prensa: «Durante ese período, la organización de la producción es uno de los temas más frecuentes en la prensa. Los debates desarrollados en torno a la Nueva Política Económica y la industrialización llenaron las páginas de los periódicos. La prensa destinada a los campesinos pasó a vehicular, junto con los temas de la política nacional e internacional, artículos técnicos aconsejando formas de aumentar la producción, la mejor época del año para plantar y cosechar los diversos cultivos, etc.» [23]

Por lo expuesto, podemos concluir que, para Lenin, el periódico de una organización revolucionaria es el lugar de la transición entre la teoría «pura» y el llamamiento a la acción, indispensable para el éxito de la agitación y propaganda. En cada etapa histórica corresponde una «tarea de la hora», dominante y prioritaria. Como organizador colectivo, corresponde al periódico unificar las opiniones de los miembros de la agremiación. «Él es la arma más poderosa del partido para llegar a la clase obrera todos los días y a toda hora y en su lengua.» [24]

Al definir la prensa como herramienta para la solidificación del partido, Lenin la compara al andamio de un edificio en obras, que «facilita la comunicación entre los diversos grupos, les ayuda a distribuir el trabajo y a observar los resultados finales alcanzados gracias a un trabajo organizado». [25] Y va más allá: «Con la ayuda del periódico y en la relación con él, se va formando por sí misma la organización permanente que se ocupará del trabajo local, pero también del trabajo general y regular, que acostumbrará a sus miembros a seguir atentamente los acontecimientos políticos, a valorar su significación y su influencia junto a los diversos sectores de la población, a elaborar métodos adecuados que permitirán al partido revolucionario influir en esos acontecimientos.» [26]

La teoría del periodismo, en la formulación leninista, es el estudio de su inserción en la vida partidaria. «Nuestro órgano director debe estar en relación estrecha con el partido, en conexión indisoluble con el movimiento del proletariado. Debe marchar adelante, iluminar el camino.» Para ello, este tipo de periódico debe adoptar un partidismo consecuente (defender el punto de vista de la clase obrera); tener firmeza ideológica; orientar al pueblo; buscar la veracidad; y asumir el internacionalismo obrero. Lenin también resalta la formación de cuadros: «Si agrupamos nuestras fuerzas en un periódico común, veremos formarse en la acción y destacarse entre nuestros cuadros los más actuantes ​​organizadores y los más capaces jefes políticos del partido, que sabrán, en el momento cierto, lanzar la palabra de orden de la lucha final y asumir la dirección.» [27]

Lenin definió tres principios básicos de la prensa revolucionaria: educar a las masas para elevar el nivel de conciencia política; organizar los sectores más combativos de la clase obrera en torno al partido; propagar la línea programática. Una síntesis de visiones convergentes con Marx puede ser verificada en las palabras de Lenin, al indicar que los periódicos no reflejan sólo la lucha de clases, como mantienen con ella una relación específica, pues son sujetos de la disputa ideológica que se traba entre las diferentes fuerzas políticas. «En la lucha entre los órganos de la prensa, los partidos, las fracciones y los grupos se cristalizan las tendencias ideológicas y políticas con carácter realmente de clase; cada una de las clases forja para sí un arma ideológica y política para las batallas futuras.» [28]

A lo largo del siglo XX, tales concepciones guiaron las directrices editoriales de la prensa de gran parte de los Partidos Comunistas aliados de Moscú en Occidente – muchas veces sin la necesaria discusión crítica y sin tener en cuenta los problemas internos y las inserciones específicas de las organizaciones, las peculiaridades culturales, los contextos sociopolíticos y las correlaciones de fuerza de cada país.

Notas

[1] Lenin mencionado por Madeleine Worontsov. Lenine e a imprensa. Lisboa: Antídoto, 1977, p. 43.

[2] Mario Caciagli, «Introducción», en Vladimir I. Lenin. La información de clase. México: Siglo Veintiuno, 1978, p. 9-15.

[3] Luiz Alberto Moniz Bandeira. Lenin: vida e obra. 4a. ed. rev. Río de Janeiro: Civilização Brasileira, 2017, p. 47.

[4] Vladimir I. Lenin. Propaganda e agitação. Moscú: Progresso, 1984, p. 7.

[5] Ibidem, p. 60, 70 e 71.

[6] Lenin mencionado por Madeleine Worontsov. Lenine e a imprensa, ob. cit., p. 116-117; Vladimir I. Lenin. La información de clase, ob. cit., p. 129.

[7] Robert Service. Lenin: a biografia definitiva. Río de Janeiro: Difel, 2007, p. 174.

[8] Ibidem, p. 180.

[9] Vladimir I. Lenin. Propaganda e agitação, ob. cit., p. 41.

[10] Silvio Pons. A revolução global: história do comunismo internacional. Río de Janeiro: Contraponto/ Fundação Astrojildo Pereira, 2014, p. 48.

[11] Lenin citado por Máximo Górki. Lenin: biografia, cartas e escritos. San Pablo: Quilombo, 1980, p. 86-89.

[12] Jean Fréville. Lénine à Paris. París: Éditions Sociales, 1968, p. 115-116.

[13] Vladimir I. Lenin. Propaganda e agitação, ob. cit., p. 72.

[14] Vladimir I. Lenin. «Que fazer? Problemas candentes do nosso movimento«, en Obras escolhidas de V. I. Lénine (vol. 1). Lisboa: Editorial Avante, 1977, p. 79-214, disponible en:

https://www.marxists.org/portugues/lenin/1902/quefazer/fazer.pdf

[15] Vladimir I. Lenin. La información de clase, ob. cit., p. 128.

[16] Lenin mencionado por Robert Service. Lenin: a biografia definitiva, ob. cit., p. 257.

[17] Rafael Duarte Oliveira Venâncio. Lenin e o jornalismo soviético: imprensa como vanguarda política. San Pablo: Baraúna, 2010, p. 112.

[18] Robert Service. Lenin: a biografia definitiva, ob. cit., p. 319-320.

[19] Tamás Krausz. Reconstruindo Lênin: uma biografia intelectual. San Pablo: Boitempo, 2017, p. 267-268.

[20] Vladimir I. Lenin. La información de clase, ob. cit., p. 175.

[21] Ibidem, p. 176.

[22] Ibidem, p. 209.

[23] Alvaro Bianchi, «Lenin e o jornal do partido», Blog Junho, 21 de enero de 2016, disponible en: http://blogjunho.com.br/lenin-e-o-jornal-do-partido/.

[24] Vladimir I. Lenin. Propaganda e agitação, ob. cit., p. 72.

[25] Idem.

[26] Vladimir I. Lenin. La información de clase, ob. cit., p. 44.

[27] Ibidem, p. 173.

[28] Vladimir I. Lenin. La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo. México: Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx, 2011, disponible en: http://centromarx.org/images/stories/PDF/la%20enfermedad%20infantil%20web%20centro%20marx.pdf

Dênis de Moraes es doctor en Comunicación y Cultura por la Universidad Federal de Río de Janeiro, investigador del Consejo Nacional de Desarrollo Cientifico e Tecnológico (CNPq), de Brasil, e investigador visitante en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, de París, Francia. Autor de Medios, poder y contrapoder (con Ignacio Ramonet y Pascual Serrano, Buenos Aires, Editorial Biblos), Crítica da mídia e hegemonia cultural (Río de Janeiro, Editorial Mauad) y La cruzada de los medios en América Latina (Buenos Aires, Editorial Paidós), entre otros libros.

Fuente original: https://www.alainet.org/es/articulo/196794