Recomiendo:
0

Liberalismo liberado, fascismo mundializado

Fuentes: Rebelión

Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. Lucas 23:24   Pueblos: no los perdonen: saben lo que hacen.   Lo primero a señalar, en acuerdo con lo expuesto por Alain Badiou en Nuestro mal viene de más lejos, es el discutible nombre de neoliberalismo. Se trata de «la reaparición de la eficacia recobrada de […]

Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.

Lucas 23:24

 

Pueblos: no los perdonen: saben lo que hacen.

 

Lo primero a señalar, en acuerdo con lo expuesto por Alain Badiou en Nuestro mal viene de más lejos, es el discutible nombre de neoliberalismo. Se trata de «la reaparición de la eficacia recobrada de la ideología constitutiva del capitalismo desde siempre, a saber, el liberalismo», y que esta eficacia recobrada ha dado lugar a nuevas prácticas imperiales de la extensión capitalista: el capitalismo mundializado. Y Badiou propone que «podemos decir que la lógica del capital está liberada», por lo cual asistimos «a la liberación del liberalismo». Una liberación, según el filósofo francés, que toma dos formas: mundialización extrema y extraordinaria potencia de concentración.

Al tiempo que leía la fuerza que concita la expresión «liberación del liberalismo» se le otorgaba prisión domiciliaria al represor Miguel Osvaldo Etchecolatz, entre otros represores «liberados».

¿De qué está liberándose el liberalismo? Sí: de los Estados. ¿Cuál fue el aporte del torturador Etchecolatz? A que el liberalismo se liberara de condicionantes políticos posibles en la construcción de Estados diferenciados de las lógicas del liberalismo. Corolario: en un «liberalismo liberado», sus «libertadores» no pueden estar encarcelados.

Esto nos lleva, por lo menos a quienes vivimos en Argentina, a repreguntarnos sobre la ligazón entre la dictadura cívico-militar y el poder judicial, entre el poder político actual y el poder político militar de los represores en lo que saben y por qué lo saben. En los delitos incesantes que se cometen desde esos días. Dudar de las versiones naif de proclamas tipo «nunca más» cuyo dominio alcanza, y muy limitadamente, al uniforme. Y dudar del clásico slogan del principio de independencia de poderes.

Edgardo Mocca sostiene, en Propaganda y Represión, que «el gobierno asume la violencia no como crisis, sino como nueva etapa de su mandato». Es un tiempo en el que deberíamos comenzar a asumir que lo político de todo gobierno liberal está intrincadamente ligado a la represión, por lo que no se trata de una crisis (desde la óptica del gobierno de Macri) sino que es su propio hacer político. Pero no quiero detenerme en el concepto de «represión», sino en otro que lo sostiene. Debemos asumir el riesgo y dar un paso más. Se trata de nuevas manifestaciones del fascismo.

El fascismo, de su versión siniestra ha pasado a su versión cínica, pero no por cínica deja de ser perversa. Según Slavoj Žižek, en Cinismo y Objeto Totalitario, «el cinismo no es una actitud directamente inmoral, sino más bien la propia moralidad al servicio de una inmoralidad». En Argentina, el modelo de cinismo lo encarna plenamente Elisa Carrió, esa quien sin sonrojarse sostuvo que María Eugenia Vidal ganaba en la provincia de Buenos Aires «por paliza, salvo que la gente quiera que su hijo sea narco y drogadicto», y de quien se suele publicar que su hijo mayor, Enrique Santos, vive en el estado mexicano de Guadalajara y tiene problemas muy serios ligados al narcotráfico. O, como sostiene Horacio Vertbitsky, «la diputada macrista Elisa Carrió brindó con champagne por la detención de Julio De Vido, ni el presidente ni sus ministros celebraron en público esa perversa forma de gobernabilidad», a sabiendas del atropello a todo valor republicano en los que ella se autoerige como rabiosa defensora. ¿Qué defiende, entonces? Defiende, como seguidamente veremos, su mísero privilegio: sabe por qué y para qué lo defiende.

Volviendo a Badiou, este pensador detalla que el 10% de la población mundial posee el 86% de los recursos disponibles, el 50% de la población mundial no posee nada, por cuanto queda un 40% de la población que se «distribuye» el 14% de los recursos que restan. Este 40% tiene como meta «no ser desplazado a, ni identificado con, la inmensa masa de los desposeídos». Esto permite comprender por qué esta clase media, es «porosa al racismo, a la xenofobia, al desprecio por los desposeídos». Y el filósofo agrega que «es bien sabido que la clase media occidental es el vector de la convicción de que Occidente, en definitiva, es el lugar de los civilizados». Y en otro pasaje agrega que «la subjetividad Occidental es la subjetividad de quienes se reparten el 14% que deja la oligarquía dominante». Y este paupérrimo porcentaje de «reparto» conduce a la autosatisfacción de «pequeños privilegiados, y el miedo constante de un pequeño privilegiado consiste en perder su privilegio». Guillermo Saccomanno nos recuerda, al recordar a Germán Rozenmacher y su Cabecita Negra, que «Brecht escribió que un fascista es un pequeño burgués asustado». De aquí que para Badiou los gobiernos liberales, en su arte dirigencial encaminen «ese miedo que anima a su base ideológica y electoral -la clase media- no contra ellos, los gobiernos, sino contra tales o cuales representantes de la masa desposeída».

El jefe de gabinete, Marcos Peña Braun, sostuvo que en la Argentina «se piensa que ser crítico es ser inteligente, pero nosotros creemos que ser entusiasta y optimista es ser inteligente, y que el pensamiento crítico llevado al extremo, le ha hecho mucho daño a la Argentina». No es un burdo comentarista: sabe lo que dice, sabe lo que hace.

Es de admiración el doble registro de su frase, que va de la crítica nihilista del canyengue de peluquería, a la teoría crítica propiamente dicha. De los comentarios de una doña Rosa quejona, a los análisis de un Theodor Adorno, por situar un recorrido. A la doña Rosa le dice: «sea entusiasta y optimista» (ríase bobamente), a los teóricos críticos los previene: «no permitiremos que le saquen la risa boba a doña Rosa», y así doña Rosa se percibe protegida, doblemente embobada. Doña Rosa protegida por el poder expoliador de la oligarquía capitalista, el mismo protector que le dijo a las Rosas jubiladas sobre la reforma previsional antes de las elecciones que «son un montón de mentiras porque lo único que pueden hacer es transmitir desesperanza», negando primeramente lo que al día siguiente del triunfo estableció como paradigma político prioritario. Convengamos en que Marcos Peña Braun es, antes que un hombre ligado a la «posverdad», un sujeto sádico.

En una re-lectura de Adorno, precisamente en La Teoría Crítica frente al fascismo que data del año 1990, Slavoj Žižek sostiene que el fascismo se «esfuerza por proteger la dependencia en vez de realizar la libertad potencial: en lugar de que los sujetos tomen conciencia de su inconsciente, procede por la expropiación del inconsciente a través del control social». Y trascendiendo a Adorno, nos anoticia que «no hay que olvidar que el discurso fascista organiza el silencio de su base de clase como una serie de actos performativos». O sea, en cuanto discurso ideológico, el fascista «se quita la máscara de las racionalizaciones y enfila directamente a los sujetos bajo la forma dogmática amorosa».

Alain Badiou va más lejos, y sostiene que el fascismo contemporáneo «es una subjetividad reactiva. Es intercapitalista puesto que no propone otra estructura del mundo. Se instala en el mercado mundial, de hecho, en la medida que le reclama al capitalismo no estar en estado de cumplir sus promesas». Badiou, sin nombrarlo, se aproxima a Deleuze-Gattari del Anti-Edipo tanto en la demanda esquizoide suplicada al capitalismo por el sujeto proto-fascista cuando debiera comprender que el capitalismo está imposibilitado de cumplirla (por el propio devenir capitalista), tanto por las prácticas de zonificación imperantes en la reconfiguración de la mundialización extrema (en el léxico de G-D: desterritorialización/reterritorialización).

Volvemos a estado de situación. En Argentina la brecha distributiva, si bien para nada óptima, no es la media mundial. Para llegar a ella se necesita contar con al menos: (a) bulldogs morales, traficantes de honestismo como política en cuanto la real política a la que contribuyen es al engrandecimiento de la miseria; (b) «expropiación del inconsciente a través del control social», o como lo ha expresado en el título de un libro la psicóloga Nora Merlin: una colonización de la subjetividad.

El honestimo es la prescripción ético-moral que tiene por principio político degradar lo político a toda instancia jurídica, en el menos peor de los casos. Diremos, con Jaques Rancière, que «lo político es el escenario sobre el cual la verificación de la igualdad debe tomar la forma del tratamiento de un daño», y «la igualdad existe y tiene un efecto universal en tanto que ella se pone en práctica». Y se pone en práctica, no como mero efecto discursivo. El honestismo es la proclamación trascendental de una igualdad nunca ejecutable, nunca aplicable. O expresado con mayor precisión: es una aplanadora de la diferencia existente, en nombre de una igualdad inexistente. Es el soporte procedimental para borrar toda polémica inherente a la diferencia en la puesta en marcha de un proceso igualitario. Es la articulación de una subjetividad, de individualización/atomización, enmarcada en valores no políticos, es decir en valores incapaces de dar cuenta de la brecha, de la diferencia, como rasgo positivo para contribuir a la construcción de una sociedad más igualitaria.

Sincrónicamente, en un universo homogéneamente concentrado en términos de la producción cultural, en otras palabras, el «libre mercado» de la cultura e información, «la subjetividad resulta colonizada por los principios empresariales: el gerente de sí mismo, el emprendedor, el deudor, la meritocracia y los rendimientos que nunca dan con la cifra esperada», tal afirma Merlin. A lo que agrega «vemos surgir un «mundo feliz», conformista y cínico, que goza del consumo de fármacos y de todo tipo de objetos tecnológicos, en el que se reprime el disenso y se desalienta la participación apasionada en nombre de una falsa armonía, mas determinada por el new age que por la política». Y así «el poder mediático concentrado promueve la satisfacción en la venganza y en un odio radical contra la alteridad. El odio es un afecto disolvente de los vínculos sociales que, junto a la agresividad, resulta descender de la pulsión de muerte».

Estas descripciones sobre la creación del sujeto fascistoide, antes que suposiciones teoricistas, son dables de comprobación empírica.

Elisa Carrió (cínica y honestista) dijo «hay un 20 por ciento de posibilidades de que este chico [Santiago Maldonado] esté en Chile con el RIM«, para indicar, un par de días después con una convicción que deja impávido a toda persona bien dispuesta -apelando a la metafísica religiosa, y ubicando el alma de Santiago en el cielo-, que los mapuches «construyeron un desaparecido, y la pregunta que hago yo de lo macabro es privaron a sus padres de estar con su hijo sesenta días». Su discurso no cambió, a pesar de los zigzagueos y las inconsistencias. El mapuche («odio radical contra la alteridad») sigue siendo responsable. Ahí el núcleo invariante.

En pleno acuerdo con lo expuesto por Badiou: la construcción de un otro por parte del liberalismo en el cual identificar todo el mal. A diferencia de los desclasados europeos y el deseo Occidental desmoronado, la comunidad mapuche no emprende una lucha intracapitalista, sino que revaloriza su ancestralidad (en efecto, puede decirse que su lucha es, en la tradición que la sostiene, anticapitalista). De ahí que se entiende la necesidad constante de definir la RAM. De ahí, también, se desprende la canallada estúpida de la vicepresidenta Gabriela Michetti, que frente a un flagrante asesinato por la espalda cometido por fuerzas de seguridad nacional, no encuentra otro argumento que decir «tenían lanzas«.

Volvemos a Michetti, que en su incontinencia verbal aseguró que el modelo al que va el país bajo la egida de este gobierno es el modelo de la India. En la India más de 10 millones de niños viven en la calle, o lo que es lo mismo: el 10% de la cifra mundial total. Regresamos a la ejemplaridad de los números utilizados por Badiou para describir el estado actual del mundo, y la consolidación del modelo político-económico argentino.

Esteban Bullrich dijo que lo que ellos procuran es «que la gente deje de buscar empleo y lo genere. Es decir, que cada uno pueda tener sus propios emprendimientos», en una vuelta de tuerca más en términos de «colonización de la subjetividad» capitalista de descarte. Andrés Asiain indica que el «»emprendedurismo» de Cambiemos es utilizado para legitimar la destrucción del empleo formal que acompaña la transformación de Argentina en una economía primaria exportadora. Una herramienta ideológica para convertir al nuevo desempleado no en un exitoso innovador como Jobs o Galperin, sino en un cuentapropista informal que sobrevive a la exclusión social con alguna changa». O sea, el modelo de la India.

La lista de hechos, comprobables, tangibles, observaciones a ojo desnudo, es muy larga lamentablemente…

Mientras el torturador fascista Etchecolatz goza de su cárcel domiciliaria, un sin-número de dirigentes sociales y gremiales, al igual que manifestantes independientes, están en prisiones con causas ridículas. El honestismo apela a la división de poderes para no opinar sobre Etchecolatz y otros de su calaña, división de la que se olvida al momento de denunciar penalmente -en un caso inaudito en la vida democrática argentina- a pares, y hecho del que se olvida al opinar sobre los destinos que deben cumplir algunxs de lxs presxs por los gobiernos del PRO.

El gobierno macrista tiene, en eso que define el refrán «gobierno de ricos para ricos», el objetivo de «liberar al liberalismo» contribuyendo, a la vez, a la construcción de un «fascismo mundializado».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.