Confieso que hasta hace poco tiempo no había ahondado en el hecho de por qué la «gran prensa» de derecha de Estados Unidos, España y de un grupo importante de países latinoamericanos y del mundo, defiende a ultranza la vociferada libertad de prensa, la cual utilizan para esconder a quienes obedecen realmente, y como parapeto […]
Confieso que hasta hace poco tiempo no había ahondado en el hecho de por qué la «gran prensa» de derecha de Estados Unidos, España y de un grupo importante de países latinoamericanos y del mundo, defiende a ultranza la vociferada libertad de prensa, la cual utilizan para esconder a quienes obedecen realmente, y como parapeto para defenderse de las denuncias contra sus difamaciones y mentiras.
Sin embargo, sin escarbar mucho, el asunto es fácil de desentrañar, si se toman en cuenta los entramados que existen entre televisoras como la norteamericana CNN en español, el diario El País, de España, y otros tantos de América Latina, estrechamente vinculados al gobierno de Washington y sus tentáculos, además de a poderosas multinacionales económicas.
El controvertido concepto de libertad de prensa para esos medios está bien claro: obedecer al pie de la letra las instrucciones de la Casa Blanca, engañar lo más que se pueda, silenciar hechos, difundir medias verdades, y crear estados de opinión falsos e infundados sobre determinados países y gobiernos progresistas, considerados enemigos por la Casa Blanca.
Un ejemplo fehaciente de ello fueron las recientes revelaciones hechas por las autoridades venezolanas de cómo un «afamado» periodista recibía indicaciones de un diplomático norteamericano sobre lo que debía escribir en sus columnas acerca de la salud del fallecido presidente Hugo Chávez.
El columnista Nelson Bocaranda, bien conocido en Caracas, gozaba de una «especial autonomía» para elaborar sus artículos, al cumplir al pie de la letra lo que le dictaba desde Bogotá, nada menos y nada más, que el embajador de Estados Unidos en Colombia, Kevin Whitaker.
Esa misma libertad de prensa es la que asume el periódico El País, de España, uno de los principales buques de guerra mediáticos que han bombardeado constantemente a Venezuela, incluso publicando fotos falsas de Chávez cuando estaba enfermo, lo cual fue repudiado internacionalmente.
No es desconocido que directivos y periodistas de El País han sostenido históricamente contactos muy fluidos con la misión diplomática de Washington en Madrid, e incluso se han hecho públicas develaciones al respecto.
Llama la atención que «casualmente» la línea editorial del citado cotidiano es idéntica a la de la televisora CNN en español, bautizada como la Cadena Más Mentirosa (CMM), en relación con naciones de la Patria Grande y de otras regiones del mundo donde se escenifican procesos de cambios en beneficio de sus pueblos.
Los regímenes de turno norteamericanos no escatiman en dinero para pagar, a través de sus embajadas o «representantes» de organizaciones vinculadas a sus agencias de inteligencia, a quienes en nombre de la libertad de prensa maldicen y denigran de gobiernos y países.
Recuerdo que un diplomático latinoamericano en España me narró cómo en un importante medio de comunicación madrileño se remuneraban con denominados «cheques negros» a reporteros «amigos» de Estados Unidos e Israel.
El mismo funcionario, en una conversación con un periodista, le expresó que si su gobierno tuviera petrodólares y los utilizara para pagarle a editores o directivos del medio que él representaba nunca más escribirían infamias de su país, a lo que su interlocutor respondió con el silencio.
Esa es la libertad de prensa que defienden hoy a capa y espada los poderosos mercaderes de la información, opuestos, claro, a cualquier ley que regule su imperio mediático.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.