El 20 de junio de 2017, en un acto multitudinario en el estadio de fútbol de Arsenal, Cristina Fernández de Kirchner lanzó el Frente Unidad Ciudadana (UC) convocando a la unidad de todos los argentinos y argentinas para poner un límite al ajuste económico promovido por las políticas de Cambiemos que afecta a hombres y […]
El 20 de junio de 2017, en un acto multitudinario en el estadio de fútbol de Arsenal, Cristina Fernández de Kirchner lanzó el Frente Unidad Ciudadana (UC) convocando a la unidad de todos los argentinos y argentinas para poner un límite al ajuste económico promovido por las políticas de Cambiemos que afecta a hombres y mujeres de carne y hueso. Desde la idea de que las medidas desplegadas por Cambiemos (tarifazos, despidos, endeudamiento, recortes de programas sociales, etc.) nos han desorganizado la vida, incitó a los argentinos a volver a mirarse, a escucharse, a ponerse en el lugar del otro. Recuperó al individuo en sus problemas cotidianos, al afectado, y apeló a la empatía, a la identificación con el dolor del otro, como lugar desde el cual pensar y construir un futuro diferente, porque en la propuesta de Cambiemos no hay futuro posible. Sostuvo que UC está llamada a representar los intereses de esos hombres y mujeres de a pie afectados por las políticas del actual gobierno desde la tarea de movilizar y organizar a los ciudadanos en ese sentido[1].
Con Cristina Fernández encabezando la lista de candidatas y candidatos a Senadores por la Provincia de Buenos Aires, UC se constituyó en el frente electoral desde el cual disputaron las elecciones legislativas, en diferentes distritos, los partidos que lo conforman – Compromiso Federal, Frente Grande, Kolina, Nuevo Encuentro y el Partido de la Victoria-, constituyéndose en la principal fuerza opositora al oficialismo[2]. La gravitación de UC en la política actual argentina, en un contexto en el que la oposición se encuentra fragmentada y Cambiemos amplía la representación territorial, desafía a vislumbrar los límites, las posibilidades y los desafíos que enfrenta esta nueva conformación política en la construcción y consolidación de un proyecto alternativo a la programática neoliberal.
El proceso de democratización del consumo propiciado por los gobiernos kirchneristas como vía para hacer efectivo el ejercicio de los derechos socio-económicos de los ciudadanos y ciudadanas, que posibilitó la inclusión de amplios sectores de la población y la mejora de sus condiciones concretas de vida, provocó importantes transformaciones y colocó nuevos desafíos para la profundización del modelo. En la actual coyuntura, es importante recuperarlos, para repensar las propuestas y estrategias.
En ese marco, aparece como desafío necesario superar los límites de una estructura productiva heterogénea y crecientemente trasnacionalizada, un patrón de inserción internacional centrado en la exportación de commodities con débiles procesos de innovación endógena, la baja propensión a invertir por parte del sector privado y la reaparición con fuerza de la restricción externa en un contexto internacional adverso desde la crisis de 2008. Los factores que contribuyeron al logro de elevadas tasas de crecimiento con inclusión social, en un esquema que permitía combinar mejoras de los sectores más vulnerables y de las clases medias con alta rentabilidad de las empresas, encontró límites para su profundización con la crisis de 2008 y la reaparición de tensiones distributivas que se manifestaron en un aumento de la inflación[3].
Al mismo tiempo, es necesario tomar nota de la transformación de la estructura social con la ampliación de la clase media y la realización del consumo como derecho socio-económico, emergente del proceso de reindustrialización, aumento del empleo y mejora en la distribución de los ingresos. Consecuente con dicha transformación ha tenido lugar un cambio de las aspiraciones de los sectores medios, con mayor gravitación de la lógica de lo privado y lo individual, de ascenso social, de diferenciación. Como afirman Serrano Mancilla y De Gori [4], el consumo fue incorporado como objetivo de política pública, pero poco pensado como condición de la subjetividad posmoderna y global. La no consideración del impacto de estas transformaciones en las subjetividades, que a su vez condicionan preferencias electorales, constituye un límite y un desafío sobre el que avanzar para captar e interpretar las demandas sociales emergentes. No en el sentido en que lo han hecho las fuerzas de derecha, como base para promover el individualismo, el consumismo, la meritocracia y reforzar la idea de que las soluciones son individuales y dependen del esfuerzo personal; sino, por el contrario, como insumo para repensar prácticas, discursos y estrategias que permitan reconducirlas en el sentido de proyectos más inclusivos y democratizadores.
Vinculado a lo anterior, un camino por recorrer es el de poner en cuestión la lógica consumista y avanzar en redefinir las pautas de consumo para asumirlo como hecho político y crítico, no sólo como realización de la preferencia individual sino en consideración de lo colectivo, de la sostenibilidad del mismo como derecho para las generaciones futuras.[5]
Otro factor que puede operar como límite es el de focalizarse más en la defensa de los logros alcanzados y menos en la construcción de propuestas hacia adelante. El discurso que reclama mantener viva la memoria histórica de los derechos conquistados ha resultado poco eficaz. En su lugar, poder plantear nuevos objetivos y aspiraciones que permitan avanzar en el desarrollo tecnológico endógeno, el desarrollo económico, la mejora y universalización de servicios básicos como educación, transporte y salud pública, etc., en sintonía con los intereses de las nuevas clases medias[6].
Los resultados de las elecciones legislativas dan cuenta de que el 60 % del electorado eligió propuestas alternativas al oficialismo, lo que constituye una ventana de oportunidad que desafía la articulación de las diferentes expresiones de la oposición. En este escenario, UC tiene como oportunidad explorar posibilidades de coalición con el resto de los sectores de la oposición, que posibiliten la resistencia a las reformas que se orientan a profundizar el esquema neoliberal y la construcción de un proyecto alternativo. En términos de A. Grimson que, desde este espacio, se promueva una amplitud genuina que permita encabezar o acompañar y ser parte de un proceso que derrote al neoliberalismo[7].
Notas:
[1] https://unidadciudadana.org/
[2] http://www.resultados.gob.ar/escrutinio/dat99/DDN99999P.htm
[3] http://nuso.org/media/articles/downloads/2._TC_Natanson_266.pdf
[4] http://www.celag.org/consumir-politica-dilemas-latinoamericanos-por-alfredo-serrano-mancilla-y-esteban-de-gori/
[5] http://www.celag.org/wp-content/uploads/2015/10/Doc-5-Consumo-Democratizado-AL.pdf
[6] http://www.celag.org/la-clase-media-muerde-la-mano-que-le-dio-de-comer-o-la-mano-no-entiende-por-guillermo-oglietti/
[7] http://entrever.com.ar/2017/11/30/grimson-el-laberinto-es-que-con-cristina-no-se-puede-y-sin-cristina-no-se-puede/
Jorgelina Giayetto es investigadora del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG)
Fuente: http://www.celag.org/construir-unidad-ciudadana-limites-posibilidades-desafios/
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