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Los de «El País» y su infame y esperada medición de la altura del Himalaya

Fuentes: Rebelión

Para Víctor Ríos, del que tanto hemos aprendido   Como soy mediterráneo, ha escrito Rubén Martínez Dalmau [2], «los míos me ha enseñado a respetar a los muertos. El respeto, en mi entorno, significa no hablar ni bien ni mal, sino guardar silencio». Los del País, como es sabido, no son mediterráneos. Nunca lo han […]

Para Víctor Ríos, del que tanto hemos aprendido

 

Como soy mediterráneo, ha escrito Rubén Martínez Dalmau [2], «los míos me ha enseñado a respetar a los muertos. El respeto, en mi entorno, significa no hablar ni bien ni mal, sino guardar silencio». Los del País, como es sabido, no son mediterráneos. Nunca lo han sido. Se han lanzado como cuervos, como llevan haciendo desde hace 13 años, sobre el cadáver reciente del presidente Hugo Chávez, al que por supuesto quisieron enterrar hace tiempo. ¿Se acuerdan de aquella fotografía en primera página posteriormente censurada? ¿Recuerdan el editorial del entonces diario independiente cuando el golpe de Estado de 2002? ¿Han olvidado los comentarios sesudos de los del «País», como solía decir Francisco Fernández Buey, cuando aquel abyecto, borbónico, encubridor, aznarista y reaccionario «por qué no te callas»?

El diario global-imperial (e imperialista) ubicaba en la página primera página de su edición del miércoles 6 de marzo el siguiente titular: «La enfermedad derrota a Chávez». ¿Qué había pasado? ¿Se habían humanizado? ¿Querían quedar bien? ¿Querían ser un poco más presentables en horas tan dolorosas?

Nada de eso. En letra menos destacada y también en primera página podía leerse: «El crepúsculo de un caudillo avasallador», «el golpista que triunfó en las urnas», «Un amigo llamado Fidel Castro» (con retintín claro está), «El Ejército y la policía se despliegan para ‘proteger la paz», «el régimen escenificó ayer su unidad en un momento critico». Como cuervos hambrientos insaciables.

En páginas interiores la cosa seguía y seguía: «En 1992 dirigió un golpe de Estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez», «Chávez ha tenido un estilo deliberadamente populista, empleando un lenguaje fuerte y colorista que remite a la cultura machista de su región natal y a los barracones militares», «Con el paso de los años fue alargando los plazos para abandonar el poder«, «Fue un jefe brillante, imprevisible, contradictorio, errático, afecto al darwinismo social, construido para la confrontación», «Su herencia más particular ha sido generar nuevos ricos«, «La sostenibilidad de las políticas sociales no puede depender del precio del crudo», «Es difícil saber hasta qué punto Chávez es consciente de sus fracasos«. Las cursivas son mías. Lo dejo aquí pero hay centenares de ejemplos más.

Ni un solo artículo favorable, ni apenas una reflexión equilibrada. Montones y montones de porquería acumulada. Los del global-imperial son así de ecuánimes y respetuosos.

En la edición del jueves, la consistencia impúdica es notable. «El vicepresidente asume el mando hasta que haya elecciones», «Fue una multitudinaria santificación de un caudillo…», «la cúpula del régimen maniobra para entregar todo el poder al vicepresidente», «antes de despedir al fallecido la gente buscaba alimentos racionados«, «Un día antes del deceso la Guardia de Honor recibió nuevos blindados«, «Tendrá que pasar mucho tiempo para que sanen las heridas del inmenso conflicto social que alentó«, «las urnas le dieron carta blanca para modelar el país a su antojo«. Las cursivas son también mías. ¡Para qué seguir! No es necesario provocar más vómitos.

Una persona tan comedida y sabia como Renán Vega Cantor lo ha apuntado en los siguientes términos: «Las bestias carroñeras de la muerte (encabezados por el Partido Republicano de los Estados Unidos) se relamen de felicidad por la muerte de un peligroso enemigo, como lo expresan sin aspavientos a través de sus pornográficos medios de incomunicación, llámense El País, Clarín, El Tiempo, CNN, Caracol, RCN o como sea» [3]. Santiago Alba Rico en un artículo inolvidable (la referencia está apuntada en nota 1) ha añadido: «Chávez es hoy otro de los nombres de la ladera en la que nos mantenemos de pie».

¿A qué tiene razón? ¿No les parece que su corazón late como el suyo?

 

PS. Déjenme que haga mías finalmente unas palabras de uno de los grandes conocedores del proceso revolucionario bolivariano, Víctor Ríos, un compañero de los imprescindibles, un comunista que siempre ha ido en serio y ha tenido la praxis transformadora como guía esencial: «Seguir su ejemplo de compromiso con los de abajo, en Venezuela y en cualquier parte, nos hará sin duda mejores y más libres. Ese es el compromiso de su pueblo cuando inunda las calles anunciando que todos somos Chávez. Ese es el legado y el reto que nos deja. Permítanme que, con los ojos húmedos y un nudo en la garganta, les anuncie algo humildemente, pero a la vez con mi deseo expreso de contribuir a ello con gran convicción: ahora más que nunca, Chávez no se va».

A Francisco Fernández Buey, amigo y compañero de ambos, le habrían encantado estas hermosas y sentidas palabras.

 

Notas:

[1] Tomo la frase del titular de un magnífico artículo de Santiago Alba Rico: http://www.lajiribilla.cu/articulo/3833/el-sucesor-de-chavez

[2] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=164891

[3] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=164832

[4] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=164867

 

Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.