TU PATRÓN ESTÁ ESPERANDO Tu patrón está esperando que los docentes bajen los brazos. Que vos te enojés porque no empiezan las clases y que te revuelques de indignación cívica en nombre de la educación de tus hijos, cuando lo que en realidad te preocupa es que no vas a tener ese depósito público de […]
TU PATRÓN ESTÁ ESPERANDO
Tu patrón está esperando que los docentes bajen los brazos. Que vos te enojés porque no empiezan las clases y que te revuelques de indignación cívica en nombre de la educación de tus hijos, cuando lo que en realidad te preocupa es que no vas a tener ese depósito público de niños, donde librarte por unas horas de los críos, para acudir puntual a recibir los gratos azotes de tu patrón. Que presiones junto al rebaño para que los docentes cierren rápido el problema del salario, aunque sea por dos monedas, y con un antecedente de pésimo acuerdo, tu patrón tenga todas las de la ley para imponerte un acuerdo aún más miserable. Y vos que colaboraste a que los docentes se la coman doblada, la degustes enroscada y con moño. Tu patrón está esperando.
Porque la paritaria docente tiene una trascendencia que excede por mucho la cuestión de cuánto van a cobrar los educadores. Como están las cosas, la lucha de los trabajadores de la educación se convierte en la nave insignia de la resistencia contra el macrismo.
Recapitulemos un poco para ver a qué se enfrentan los docentes y por qué es relevante el consenso popular entorno a su lucha.
¿TE ACORDÁS?
El gobierno del Creonte posmoderno, caracterizado como Nueva Derecha por ciertos despistados, demostró ser más de derecha que nuevo, con un guadañazo tras otro contra el bolsillo asalariado. Toda la política económica (y la no económica, también) de la gestión republicana criolla larga un tufo tremendo a momia liberal, a cosa vieja refrita, cíclica, pero cada vez más senil, más contaminada. El macrismo sólo es posible dentro de una civilización en decadencia, encabezada por una clase hegemónica sin proyecto fuera del cortoplacismo histórico, tanto en su versión nacanpop como en el aborto este que ocupa su turno en el gobierno. La burguesía de hoy enarbola el estandarte de lo posible, hace lo que puede. No tiene futuro. No tiene solución de continuidad. Y lo que puede también depende de lo que le dejen hacer los trabajadores. Particularmente, la gestión PRO insiste con todo lo que el capitalismo saqueador tiene de inviable. La burguesía se vuelve utópica, pero renuncia a todo lo que tuvo de creadora y revolucionaria en su juventud, ya pretende hacer guita sin siquiera recrear las fuerzas productivas, pidiendo divisas, realizando malabares y pasamanos de dólares entre organismos internacionales de crédito, arañando algún vuelto, pungueando a su propio Estado, enriqueciéndose súbitamente aún a costa de violar sus propias leyes, hechas justamente para enriquecerse. El capitalismo es una contradicción galopante, hoy más que nunca.
¿Te acordás de la deuda externa? Es una larga historia que se remonta a las primeras décadas del siglo XIX con don Bernardino, la Baring Brothers, la guita que se pidió prestada, llegó sólo una parte de lo pedido y se acabó adeudando más de lo que se pidió. Pero si nos venimos mucho más acá en el tiempo, tenemos un crecimiento exponencial de la deuda en tiempos de la dictadura empresario-militar de Videla, Massera, Agosti, Martínez de Hoz, Ford, Acindar, Ledesma, Esso y todos los inolvidables. El endeudamiento exterior fue una política sistemática de ese gobierno ilegal (en números concretos, la dictadura agarró un Estado endeudado por 8 mil millones de dólares y dejó una cuenta en rojo de 45 mil palos verdes). La onda del neoliberalismo era sistematizar lo espasmódico, vivir lo cotidiano con recursos extraordinarios: robo, asesinato, saqueo (eso que edulcoradamente se llama desregulación), empresarios que se sacan impuestos a sí mismos (¿te suena?). En aquel entonces, la deuda contraída fue destinada para subvencionar a los grandes capitales privados que reorganizarían la nación y generarían nuevos y mejores puestos de trabajo, con menos clase obrera industrial, quilombera por naturaleza, y más empleados de comercio, terciarizados, segmentados, sin identidad, más servicios y menos producción. Una desindustrialización sustituida por importaciones. Y los paladines de la industrialización por sustitución de importaciones se reconvirtieron y se asociaron al capital de la timba financiera internacional. Más rentable que invertir era tomar los dólares, guardarlos en el banco con tasas de interés exorbitantes o fugarlos al exterior, mirar el pronóstico de la devaluación que Martinez de Hoz les sirvió a los especuladores con su tristemente célebre «Tablita», donde anunciaba el precio futuro del dólar, y cuando la divisa estuviese más cara que nunca, usar los verdes fugados, multiplicando misteriosamente la riqueza sin mover un solo engranaje.
El sueño nacionalista del peronismo, pro obrero a la vez que pro empresario, de empoderar a una burguesía antiimperialista que industrializaría al país y lo haría potencia planetaria, se mostró reñido con su propio pragmatismo, tan empachado de críticas al utopismo revolucionario. Los empresarios empoderados se reconvirtieron rápidamente a los nuevos tiempos, la burguesía nacional, orgullo de la industria made in argentina, pero burguesía antes que nacional, se dedicó a lo que resultaba más rentable. De eso se trata, a fin de cuentas. Y al burgués nacional que no suicidó sus sueños en pos de sobrevivir, que no optó por el pragmatismo, esa arma eterna y careta del peronismo que licúa el resto del contenido y lo mantiene en el tiempo, lo suicidó el pragmatismo de la dictadura, el terrorismo de Estado.
Y, lo que sabemos, Cavallo hizo su martingala para la dictadura genocida, estatizó la deuda de los privados. Toda esa guita en rojo contraída ilegalmente y entregada a los empresarios carteristas de grandes comisiones, Bunge y Born, Fortabat, el grupo Macri, de papá y tío Macri, y el resto de los otros inolvidables, pasó a ser deuda pública que tuvo que pagar el pueblo argentino. Salud.
Cuando los peronistas volvieron y todos unidos triunfaron con Charly Saúl, el Martín Fierro de su tiempo, a la cabeza, resolvieron el trauma hiperinflacionario de Alfonsín con un sistema en el cual cada peso, moneda nacional, era convertible por un dólar: la convertibilidad. Para mantener esta jugada, el Estado tenía que contar con una cantidad de reservas en dólares equivalente a los pesos que andaban circulando. Cada peso en la calle debía estar respaldado por un dólar en el Banco Central. Vos sabés que cuando un paisito pretende desarrollar su industria, le coloca impuestos y gravámenes a las importanciones para encarecerlas, es decir, que los consoladores hechos en Inglaterra, ponele, salgan más caros que los de origen nacional y el público se vuelque a colarse el producto del trabajo nativo. Como la capacidad industrial de los paisitos en desarrollo es incipiente, por su caudal productivo, no podría nunca competir con las porongas traídas de los grandes emporios industriales, productores de cientos de miles de porongas por segundo. Si se le retira todo tipo de restricciones, impuestos y demases a los productos importados, la industria nacional se muere. Si no tenés desarrollo productivo de algo vendible en el exterior, no recaudas dólares y si, encima, te abrís completamente a las porongas importadas, te patinas los pocos verdes que te ingresan. Y, como vos también sabés, esa fue la política de Charly Saúl, apertura total. Entonces ¿De dónde sacar las divisas necesarias para mantener la convertibilidad? Privatizando. Esa es una que sabemos todos. Reventando todas las empresas del Estado, rematándolas al capital multinacional. Una fiesta extranjerizadora que puso en manos privadas todos los recursos estratégicos del patrimonio nacional: agua, puertos, ferrocarriles, telecomunicaciones, energía, infinitos etcéteras.
Pero al cabo de unos añitos, las reservas de dólares empezaron a flaquear, la plata no es eterna, no se reproduce a sí misma, y el Estado había atrofiado su sistema reproductivo, ya no había orgullos nacionales para vender a los insaciables platudos de allende la frontera. ¿Cómo se hace para conseguir plata, aunque sea por un rato, sin tener nada para dar a cambio? Pidiendo prestado. Más endeudamiento externo. Total, paga la gilada. Como el mentado blindaje de De La Rúa, unos años más tarde, 40 mil palos verdes más de deuda externa.
La gloria del desendeudamiento, cacareada por los pibes para la liberación, fue honrar parte de esta obscena hipoteca manchada de sangre, iniciada por un gobierno genocida e ilegítimo, y recreada por sus sucesores radicales y peronistas martinfierristas. Los gobiernos kirchneristas abonaron con dineros públicos la cuenta de la orgía neoliberal. Esa vez no se entregaron empresas sino divisas estatales. Completaron el pasamanos. La Patria quedó libre de pesadas morosidades, lista para que venga otro gobierno deudómano a empeñarla nuevamente, con toda la credibilidad para ganarse la buena voluntad de los Dráculas acreedores.
Un pase de gol para Macri y ese androide con poca batería que oficia de ministro de hacienda.
DE GIRA
Davos hace las veces de cueva de Alí Babá una vez por año, entre picos nevados que rodean ese limbo financiero suizo, en el que nadie te pregunta si el dinero que engorda tus arcas proviene del narcotráfico, de la trata de personas o del esclavismo, y así, con esa discreción caballeresca, se genera el ambiente ideal donde se reúne y regodea toda la crema de los grandes capitalistas internacionales, que no son jefes de Estado, ni son nada a lo que se acceda democráticamente, el poder de ellos es real, contante y sonante, no formal. Simplemente tienen mucha plata y se juntan a ver cómo hacen más plata. Fundamentalmente a ver a quién exprimen. Algún país moretoneado del tercer mundo europeo, algún paisito africano en guerra étnico-civil permanente, algún boludo recién electo que no sabe de dónde arañar los dólares con los que esperaba contar para una bonanza de ficción, todos son buenos candidatos para ponérsela. Mauricio hizo chín chín con ellos. Y después con el FMI. Y después con los Fondos Buitre.
Lo de los acreedores que portan el rótulo de las aves carroñeras merece un comentario aparte. Estos buenos muchachos se dedican a comprar los papelitos que te habilitan para cobrarle a los países endeudados. Bonos que alguna vez obtuvieron los que le prestaron guita a las dictaduras y gobiernos posteriores, y que, con el tiempo, fueron rematados por mucho menos de su valor nominal (ejemplo: vale por 100 dólares, vendido a 10 dólares) porque los deudores entraban en default, en situaciones de ruina tal que la posibilidad de cobrarles alguna vez en la historia de la humanidad se tornaba muy difusa. Ahí vienieron los Fondos Buitre, compraron los bonos incobrables por precios irrisorios, esperaron a que los países se recuperen un poquito y después pretenden cobrar el valor nominal, más intereses, multiplicando infinitamente su margen de ganancia. Así de productivos son los capitalistas de hoy en día. Pero el capitalismo está bien, ojo, estos son Buitres Malos, los otros son Buitres Buenos que pusieron plata para el buen desarrollo de las economías emergentes como en la Argentina de Videla o Menem.
Durante su gobierno, Néstor Kirchner llegó a un acuerdo con los prestamistas emplumados. Argentina pagaría en término, pero los buitres debían disminuir un 60 % el monto reclamado. Eran tan miserables los precios que los especuladores habían pagado por esos bonos, que aún cobrando un 40 % del valor nominal, más los intereses, les resultaba muy rentable. Pero de todos los acreedores de rapiña, un 93 % cerró el trato y el 7 % restante se negó. Se convirtieron en carroñeros fuera de convenio, Holdouts. Esos son los buitres malos que no se conforman con nada. Con los otros buitres está todo bien ¿O no, Axel? El puñadito de zánganos multimillonarios que no firmaron el acuerdo continuaron apretando a la Argentina, judicializaron la situación, pusieron a don Tomás, un desconocido juez neoyorkino, a mandarle ultimatums a Kicillof. Luego, el joven ministro anduvo de audiencia en audiencia con la justicia gringa pero no hubo tregua posible. La postura de Kici fue clara y contundente: vamos a pagar, pero en los mismos términos que les pagamos a todos, el 40 %, ni más ni menos. Un grupito de inadaptados no podía violentar las condiciones aceptadas de buen grado por la absolutísima mayoría de la bandada carroñera. Lo último que se sabe respecto a las negociaciones encabezas por el equipo de la perestroika kirchnerista, es que fueron los propios representantes de los holdouts que arrastraron su vuelo gallináceo hasta la Argentina, para ofrecer un nuevo acuerdo con quita del 30 %. Entonces se conformaban con cobrar el 70 % de sus cifras dibujadas con crayón astronómico. Kici les volvió la espalda nuevamente, el 40 % o nada.
El nuevo acuerdo de pago al que llegó la genialidad negociadora del nuevo ministro estrella, chirolita Prat Gay, y sus secuaces, es de un 75 %. Más de lo que los propios buitres pretendían cobrar la última vez. Un negoción. Los economistas citan diferentes grupos de bonistas que andan buscando cobrar, y según se vayan realizando esos pagos, Argentina le estaría entregando alegremente a los parásitos financieros entre 6.500 y 8.000 millones de dólares. Lo cual equivale a un 1.600 % de lo que los buitres pagaron para quedarse con esos bonos. Osea, los buitres compraron papelitos por 500 palos que los habilitan a cobrar 8000 palos. El resultado de tener estadistas de fuste como Mauri y Prat Gay al mando de las arcas públicas de la Patria.
Ahora bien ¿Y si a los bonistas que antes acordaron cobrar sólo el 40 % se les ocurre hacerle juicio a la Argentina para cobrar el 75 % que acuerda el nuevo trato? Alfonso, tenemos un problema.
He aquí la diferencia notable, podría decirse, pero no estructural, entre el modelo del kirchnerismo martinfierrista y el macrismo ceócrata. Los unos estuvieron de acuerdo con pagar una deuda ilegal, forjada con un genocidio de por medio, pero sólo en un 40 %. Los otros honraron el 75 % de la misma usura criminal. Cuestiones de grado.
Uno no se acostumbra a no preguntarse ¿Qué fue a hacer Macri en calidad de presidente de los argentinos a Davos, una reunión de empresarios, no de Jefes de Estado, ni representantes de nadie? ¿Por qué se baja tan impresentablemente los lienzos y les paga a los buitres más de lo que piden? ¿Para qué reinicia relaciones con el FMI, organismo internacional de crédito con el que Argentina ya no guardaba ningún compromiso? Y Prat Gay anuncia la vuelta de las auditorias del Fondo Monetario, consistentes en evaluaciones que la pandilla de acreedores hace sobre el manejo de la economía de los países que les deben guita, para después imponerles condiciones en su forma de gobernar y de gastar la plata. Así, el FMI decide dónde sus deudores deben recortar, cuánto sacar de la salud, cuánto de la educación, cuánta plata cagarle a los docentes, por ejemplo. Pero Argentina no les debe nada ¿Qué sentido tiene reanudar las auditorias?
Todas estas preguntas obvias tienen la misma respuesta: Macri necesita dólares y se tira de cabeza a endeudarnos nuevamente. Por eso lo apremia cerrar antiguas morosidades con los buitres a cualquier precio, por eso también anda de amiguito con los platudos de Davos y se junta conspicuamente con el mismísimo FMI. Está pidiendo limosna. Los dólares que esperaba para sus primeros tiempos de gobierno no aparecieron. No hubo magia.
La pregunta madre de todo esto se responde sola ¿De dónde sacó el gobierno argentino la plata para pagarle a los buitres? Pidió un préstamo. Para cerrar una vieja deuda se abre una nueva, un malabar de miles de millones de dólares. Los flamantes acreedores le pasan el billete al Estado Nacional, el Estado se lo pasa a los buitres y le queda debiendo a los nuevos prestamistas. Parece joda, pero así funciona.
El destino de nuestro país no tiene hoja de ruta. Nadie tiene proyecto. Es un espasmo constante con retórica ora martinfierrista, ora halloweenesca. Hay toda una épica cosmética entorno a lo antimperialista que es pagar un 40 o cuánto nos integra al mundo pagar el 75. Del mismo modo, cabría decir que el modelo lumpenburgues tiene dos engranajes centrales, uno groso y el otro pequeño. El groso es siempre el mismo, con Jefa o con Ceo al timón del PEN, la renta de la exportación agraria que manejan las grandes agroexportadoras multinacionales. Ese puñado de monopolios a los que nadie se enfrenta, que son los dueños de los alimentos a escala mundial y en la Patria son quienes deciden entre la vida y la muerte. Allí incluso prospera la industria, llamada agroindustria, haya o no apertura económica, porque es el centro mismo de la generación de divisas en toda la nación. Son los que siempre venden en dólares. Están por fuera del control de todo gobierno, ese engranaje lo timonea un tentáculo del pulpo planetario. El otro, el engranaje chiquito, el que controla el gobierno de turno, es subsidiario del engranaje groso, son las migajas sobrantes de ese gran negocio. El Estado recoge reverente las dádivas del monstruo agroexportador a través de unos impuestitos a las exportaciones. Y después decide qué hace con ese vuelto, si lo usa para pagarle a los especuladores financieros internacionales o le aumenta el sueldo a los maestros.
Al pequeñito engranaje distribuidor de miseria lo adornan con guirnaldas celestes y blancas y lo disfrazan de modelo nacional y popular, o le atan globitos amarillos y le ponen carita feliz con Tan Biónica de fondo, pero al grande no lo toca nadie. El modelo no existe. Sólo hay lúmpenes con plata que no controlan la riqueza del país que gobiernan, y administran más para acá o más para allá la plata que papá les deja.
En este sentido, vos tendrás presente, el primer acto del gobierno de Mauri fue ordenado por las agroexportadoras todopoderosas. Quita total de retenciones a todo (menos a la soja, a esta sólo disminución de impuestos, porque es la única realmente rentable y sin ese vuelto el engranaje chiquito de los lúmpenes que gobiernan se descarrila, en cuestión de horas se va todo al carajo). Y devaluación del dólar.
Una política burguesa desarrollista hubiese sido devaluación con mantenimiento o aumento de retenciones, de modo tal que los dólares con los que se hace el Estado, mediante las cargas impositivas a la exportación, le rindiesen más en pesos. Pero no, Mauri manda quita de retenciones con devaluación. Todo para las agroexportadoras. Los dólares van todos a parar a manos privadas, reproducen mágicamente sus ganancia en moneda nacional, y ahora los costos internos de producción de las multinacionales se pagan solos.
Ocurre que el mercado internacional está en recesión, la soja que supo valer cerca de 600 dólares la tonelada, llegó a tocar el piso de 300 y monedas. El valor de las commodities no se controla con medidas de liberalización económica, si el comprador, China, por ejemplo, demanda mucho, se le puede cobrar cualquier precio porque la necesita y está dispuesta a pagarla lo que sea, pero si el comprador demanda menos, hay que bajarle el precio para hacerle más atractiva la oferta porque, de otra forma, no compra ni mierda. Entonces, para compensar la caída de los precios por el achicamiento de la demanda asiática, el Estado Nacional le devalúa el dólar a las agroexportadoras, y estas siguen ganando lo mismo aunque sus productos cuesten menos. Obvio que en el medio hay un limbo de diferencia de plata que alguien tiene que compensar y los precios a los que consume el pueblo argentino rápidamente se acomodan según el aumento del dólar, pero los salarios se estancan y, para escalar un poquito, dependen de la correlación de fuerzas en paritarias, donde ya sabemos para qué bando juega el gobierno. Es decir, mientras tanto, el culo que sangra es el de siempre, la gilada asalariada paga más cara la comida para que los pulpos multinacionales mantengan sus márgenes de ganancia.
La promesa de las agroexportadoras dueñas del mundo fue que si había devaluación ellas liquidaban todo el grano acaparado en silobolsas y al Estado le iba a entrar un importante flujo de dólares de un saque. Mauri cumplió a la voz de Sí, Señor, venia y taconazo. Pero los amos todavía se le están cagando de risa. Ahora quieren un dólar no a 15 pesos, sino a 20. Según los últimos datos de la perestroika, las agroexportadoras guardaban, a la espera de una devaluación, una cantidad de granos equivalente a 13.000 millones de dólares. Montañas de guita que sólo representan la que se guardan para especular. Las millonadas que unos pocos Señores del comercio internacional usan para jugar, para apostar a la timba devaluatoria, rebasan por varios miles de millones el valor que el Estado junta arañando, endeudándose para saciar a los buitres.
Mauri, desesperado, vacío de reservas, le pone las pilas al conejito duracell de Hacienda y lo manda a recorrer las internacionales cuevas de Alí Babá, en busca de una monedita.
Es que los jefes no siempre cumplen su promesa. Y Macri, por mucho que su aparato de propaganda lo promocione como un empresario exitoso, sabe que es un CEO más, un triste empleado.
¿QUÉ ES UN CEO?
CEO es una forma moderna y cool de referirse a un capataz. El empleado jerárquico que, a cambio de un salario, le cuida la empresa al patrón, mientras este vive de eternas vacaciones. El patrón no está ahí, en medio de las espinas del algodón, látigo en mano, repartiendo azotes entre los esclavos. Para eso lo tiene al CEO. Un piojo de nivel. Un mercenario que ejerce el rol de mando en representación del poder de sus superiores.
El PEN está lleno de estos ejecutivos locales de empresas extranjeras. A ello se refiere Mínimo cuando habla de Ceocracia, esto es, el gobierno de los encargados.
Habitualmente, los CEOs hacen carreras de grado en la universidad pública, se reciben con el usufructo de los impuestos del hombre de a pie y después van a doctorarse en universidades privadas de Yankilandia o Europa. Ahí les terminan de lavar el cerebro y los convierten en las fuerzas de elite de las empresas privadas en las cuales son empleados. Intelectuales de choque, que retornan a sus aldeas de origen para convencer a la gente de que los intereses particulares de las multinacionales son los intereses generales de toda la sociedad en su conjunto.
Casualmente, la mayoría de los CEOs que copan los gabinetes macristas provienen del capital financiero. Son, por ejemplo, empleados de bancos internacionales. Como lo es chirolita Prat Gay, un lúgubre capataz de la banca Morgan (Cuando yo era chico pensaba que lo de la banca que se llama Morgan era un chascarrillo que asociaba el nombre del célebre pirata con la naturaleza usurera de este tipo de entidades chupasangres. Pero no. No es un chiste. Se llama así de verdad…)
Si a Macri le va bien, nos va a ir bien a todos. Así escribieron los guionistas del sentido común, y así repite el rebaño. Que le vaya bien vendría a ser algo así como que los que cabecean sus balas de goma las sigan cabeceando con gusto, que pueda usar a la justicia como su policía política y meter en cana dirigentes opositores y todos estemos contentos, que los miles y miles de despedidos encuentren su lugar en el mundo donde ser felices sin laburo, que los buitres, a pesar de exigir lo imposible, cobren más de lo que piden, que los precios de los alimentos y los servicios básicos aumenten de a cientos por ciento, disparando la pobreza con alegría, que los docentes acepten aumentos inadmisibles del 24,1 %, que suenan más a joda que lo de Morgan. La auténtica joda es que, por lo que parece, para que a Mauri le vaya bien, a la inmensa mayoría nos tiene que ir como el culo.
Esto pasa cuando el gobierno es un antro de capataces. La compleja situación de representar al pueblo de la nación a la vez que a los dueños de las empresas donde laburan, los mete en un brete que no suele resolverse por el lado del deber cívico. El rebenque y la billetera del patrón siempre tiran más que la moral ciudadana. Terminan gobernando unos señores que no sólo nadie votó, sino que además nadie conoce.
CÓMO QUISIERA PODER VIVIR SIN AIRE
¿Qué hace un empresario garca (si es que existen otros tipos de empresarios que no sean garcas) cuando la presión social los obliga a aumentar los salarios de sus trabajadores? ¿Pone la plata de su bolsillo? No, señor. Recarga los costos del aumento sobre los productos que vende o los servicios que brinda. Remarca los precios, como le dicen. Y, de paso, dice que la culpa de la inflación la tienen los salarios. Entonces los trabajadores, que son quienes realmente producen y brindan los servicios, van al mercado a pagar más por el fruto de su propia labor. Cuando hegemoniza la lógica empresarial privatista, toda actividad humana pasa a ser fuente potencial de lucro. Para que esta sea más rentable, la clave es disminuir los costos, lo cual significa flexibilización laboral, negreo, disminución de los aportes patronales, recortes de salarios, desvanecimiento del poder adquisitivo real de los que viven de su sueldo, resignación de derechos laborales y demás linduras que a todos tanto nos gustan.
Con este paradigma cavernario gobiernan Mauri y su pandilla. No faltan los que posan de ceítos vecinales y metieron la cabeza completa en el molde discursivo de los australopithecus gobernantes, y andan arrastrando su ruina cognitiva entre las góndolas de los supermercados, opinando a voz en cuello que está bien que las cosas aumenten, que antes nos las regalaban, por eso ahora hay que pagarlas más caras, que así no podía ser, que todo era una joda. Yo no sé cuándo fue la última vez que alguien nos regaló algo. Pero el problemita es que todo está en manos privadas y los dueños de las dadivosas empresitas manejan los precios según sus antojos de lucro. Hay cosas que el Estado debía subsidiar dado que, de lo contrario, nos pueden extorsionar hasta la muerte con aumentos sin fin, porque sin ellas no es posible sobrevivir en el mundo contemporáneo y no nos queda otra que pagar lo que nos exigen o morir en el intento. ¿Cómo se vive sin luz en el siglo XXI? ¿Cómo se ejerce el supuesto derecho que la libre oferta y demanda nos confiere para dejar de consumir algo que nos parece caro, si ese algo es la energía eléctrica, el agua o el gas? Volverse linyera será la solución, hasta que a los retardatarios pagadores compulsivos, culorrotos voluntarios se les ocurra salir del tupper polarizado. Mientras tanto, la secta del billete, al mando de la gestión pública, nos impone costos delictivos por servicios indispensables que hacen a derechos constitucionalmente consagrados, como la vivienda digna y la vida misma. Y que estamos obligados a consumir. Poco faltará para que nos cobren el aire, van a ponernos medidores en las vías respiratorias y nos va a llegar la boleta mensual. Pero está bien que lo cobren porque toda la vida nos lo regalaron, y así todo es una joda. Vayan a laburar, ñoquis del oxígeno.
Durante toda la década ganada, los lumpen burgueses cobraron los que se les salía de los impulsos de su voluntad, una parte a los usuarios y consumidores, otra parte al Estado que los subsidió. Ahora seguirán cobrando según sus deseos infinitos pero todo recaerá sobre los consumidores.
Hace ya varios años, la Jefa lanzó la medida distributiva que se volvió estandarte de los pibes para la liberación, que vivirá para siempre en el más cálido rincón de su nostálgica memoria. La abreviada AUH. La derecha de salón o de góndola de supermercado la sigue impugnando por considerarla un subsidio destinado a mantener gente que no labura. Sin embargo, la AUH fue implementada en un país que registraba una baja tasa de desempleo (no más del 7 %) pero con un alto índice de precarización (cerca del 34 %). La medida no estaba destinada a los desocupados, sino a las trabajadoras negreadas que no percibían la asignación familiar, a la que tienen derecho todos los asalariados y que reciben sólo aquellos que están en blanco. Es decir, un gobierno que decidió convivir armónicamente con un empresariado negrero, delincuente (porque tener trabajadores precarizados es delito), puso plata para subsidiar las ganancias que los patrones bandidos no están dispuestos a resignar en gastos de seguridad social para sus empleados. Ese era el modelo rodeado de liturgia martinfierrista. Subsidios a los empresarios para pagar los costos sociales de sus delitos. Mentira insostenible que el gasto público haya sido acaparado por los pobres Hoy gobiernan los subsidiados de ayer, los que la levantaron con pala durante la década ganada, los verdaderos empoderados.
El pago de los delitos patronales por parte de las inmensas mayorías (directamente de su bolsillo o de forma indirecta, a través de la vía estatal, cuyos principales contribuyentes -como diría Salvador Allende- son los trabajadores) es otra de las notables, no estructurales, distancias entre el macrismo y el kirchnerismo.
La convivencia con esa lacra explotadora es el trauma eterno del martinfierrismo que lo lleva cíclicamente a la derrota.
GRANDES ÉXITOS
De los creadores de grandes éxitos como «Irreversible», «El candidato es el modelo», la antiobrera «La tendinitis te va a agarrar contando votos del Proyecto Nacional» y la infalible «El pueblo argentino es peronista»; llegan «Esperando el paro de Moyano» y «El FPV va a dirigir en el Congreso».
Películas que pasan en la cabeza de los bienintencionados jóvenes conservadores antitransgresores y desconocedores de la resistencia (palabra que asocian más a mateadas masivas en espacios verdes urbanos que a cortes de ruta). En el mundo real las cosas no son como en el cine. El amor, por ejemplo, suele ser algo mucho más limitado y condicionado por el medio material que ese impulso todopoderoso de las grandes pantallas. Es muy posible que el macrismo opere con una mayoría heterogénea después de que los pibes para la liberación, con el comandante Bossio a la cabeza, rompieran con el bloque del FPV en diputados y armaran su propio aborto justicialista. Se ve que Macri compró a todos los vendibles. Y también se ve que los vendibles son muchos. Chocolate.
Entre otros varios buenos muchachos, Urtubey, un falangista que impone el dictado de catequismo en las escuelas públicas salteñas, era uno de esos candidatos a los que había que votar para no hacerle el juego a la derecha. ¿Qué tul? ¿Quién le hizo el juego a la derecha, al final?
Las provincias deficitarias viven de la coparticipación federal, si el gobierno nacional no desciende hacia los infiernos el cofre con el tesoro, no hay ni para pagar los sueldos públicos, en menos de una semana el gobernador tendría a la cana acuartelada y a los estatales asaltando la Bastilla. Resulta que el peronismo es un significante vacío que puede quedar vacante, mientras que la caja debe llenarse si se quiere sobrevivir. A los pibes para la coparticipación no se les puede exigir el heroísmo y la voluntad política de la conciencia que requiere la Liberación Nacional. Para algo se hicieron peronistas.
Una vez más, la decisión de convivir y la sustitución de la propia inexistencia, de parte de los martinfierristas, con las estructuras del Partido del Orden, que algunos llaman justicialista, es una celada de los gerontes monolíticos para neutralizar a los pibes bienintencionados, volverlos inofensivos, enlatados en estructuras conservadoras, y allanarle el camino al triunfo absurdo, sin final, de la derecha en su versión endógena o exógena. Mientras los haya ortodoxos y los haya heterodoxos, pero todos trabajen -juntitos, se debe agregar- el peronismo será un gran estorbo. Además de que, históricamente, los mariscales de la derrota, si no se la ponen a la heterodoxia por las buenas, traicionan sin pudor todos los compromisos.
Por ahora, los pibes para la liberación, víctimas de la perfidia y dolidos en su honor, insisten en convocar a afiliarse al PJ. Y Moyano manda saludos, agitando como pañuelos de estación los billetes de las obras sociales, ansiolíticos de su voluntad combativa.
La Liberación Nacional podrá llegar cuando la fuerza de la juventud martinfierrista rompa con su secta simbólica y construya algo alternativo a los laberintos de los ortodoxos, que siempre conspiran para mantener el orden.
La esperanza de que la Resistencia la encabece el burócrata fosilizado que dirige una de las cinco centrales de un movimiento obrero fragmentario, es propia de quien no sabe, no quiere o no puede luchar. A pesar de ello, la Resistencia existe. Y si ayer la protagonizaron los tempranos desesperados, los trabajadores de Cresta Roja en un primitivo corte de ruta para defender el pan del hogar, tal como comenzara toda esta perorata, hoy la encabezan los docentes. De manera mucho más organizada porque así se lo permiten las condiciones materiales de subsistencia, con herramientas institucionales y de fuerza que le otorgan mayores alcances potenciales. Una batalla de Resistencia pero estratégica.
El gobierno de los capataces se ha demostrado dubitativo cada vez que algo serio se le para enfrente, si hasta ahora avanzó a toda velocidad en su barbarie no fue por fuerza propia, sino por debilidad ajena. La paritaria que enfrentan los maestros en estas horas marcará un antecedente clave para la disputa del ingreso e incumbe a todo el universo asalariado, ya que será referencia de todas las paritarias que se abran en adelante.
Al tiempo que la comida, la luz, la vida en general, suman de a cientos por ciento, la oferta entre el 24 y 25 % de aumento raya una ridiculez que es interpretable como provocación. Los representantes de los maestros lo han dicho, la negociación en sí no resuelve el problema, los ofrecimientos irrisorios convertirán la discusión en conflicto. Una buena paritaria docente, aunque cuesten días de paro y movilización, puede ser el primer gran triunfo de la Resistencia realmente existente. Por mucho marketing que haga, el macrismo corre riesgo de haberse montado a una imagen de gobierno fuerte que no podría sostener. En esta pulseada cruje la mampostería de monstruo invencible detrás de la cual se camufla un impotente molino de viento. Un tigre de papel.
Quien no apoye pensando con la conciencia, que apoye al menos pensando con el estómago, de ese aumento también depende el aumento de todos.
La Resistencia política de largo alcance sigue durmiendo. De un momento a otro puede sonarle el primer despertador para levantarse.
Fuente: litolitica.com
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