El periodismo europeo se confronta a su propia sobrevivencia. Desde el constante cambio tecnológico, hasta las cada vez más fuertes amenazas al servicio público, pasando por situaciones de inseguridad y violencia, todo influye directamente en el ejercicio de la profesión. Estas fueron las temáticas principales del debate animado por más de 70 representantes de 42 […]
El periodismo europeo se confronta a su propia sobrevivencia. Desde el constante cambio tecnológico, hasta las cada vez más fuertes amenazas al servicio público, pasando por situaciones de inseguridad y violencia, todo influye directamente en el ejercicio de la profesión.
Estas fueron las temáticas principales del debate animado por más de 70 representantes de 42 asociaciones y sindicatos de comunicación de 32 países del continente, del 4 al 6 de junio en Lisboa.
La asamblea anual de la Federación Europea de Periodistas (FEP) – que reúne 320 mil miembros afiliados pertenecientes a 71 asociaciones y sindicatos de 43 países- aprobó el miércoles 6 en la capital portuguesa una veintena de resoluciones.
Amenazas contra la profesión
Los temas tratados en Lisboa son un termómetro de la realidad de la profesión en Europa. Ratificar la importancia del audiovisual público, moción sostenida por una quincena de sindicatos de otros tantos países, apareció en un primer lugar.
Caracterizado por los promotores de la misma como «piedra angular de la democracia», el servicio público sufre amenazas de distinta índole en numerosos países. Lo que explica el apoyo en bloque a esta resolución de parte de sindicatos de España, Italia, Austria, Irlanda, Alemania, Serbia, Austria, Noruega y Suiza, entre otros.
La violencia, cada vez más sistematizada, que afecta al libre ejercicio de la profesión en Europa, apareció como otro tema toral. Agresiones en una amplia diversidad: desde las que soportan los periodistas deportivos, hasta las presiones recibidas por mucho redactores y analistas políticos. Incluyendo, también, censuras internas a redactores cuando pretenden tratar problemas referentes a los accionistas o propietarios del propio medio.
«Si bien dicha violencia no alcanza los niveles que sufren colegas en otros continentes, como Latinoamérica o África, aparece cada vez con más insistencia también en Europa», subraya el periodista belga Philippe Leruth, actual presidente de la Federación Internacional de Periodistas (FIP), organización que, con 600 mil miembros en 140 países, es la más importante del sector a nivel mundial.
La marcada desigualdad salarial entre hombres y mujeres periodistas; así como la precarización creciente de las condiciones laborales a nivel general que confronta el gremio en Europa, acapararon la reflexión de los delegados.
Un último estudio de la situación de la prensa en Portugal de 2016 – cuyos resultados siguen siendo procesados-, presentado en el cónclave de la FEP, reconoce que un tercio de la rama «gana salarios indignos», de menos de 700 euros mensuales (el salario básico en el país es de 800 euros).
Casi el 80 % de los encuestados manifiestan su descontento con las condiciones de trabajo y el 90 % considera que el futuro del periodismo será cada vez «más precario e incierto». Un tercio carece de un contrato laboral regulador.
La preocupante radiografía portuguesa no es única en el continente. La realidad en varios países balcánicos y del este europeo, expresan similitudes o aún más precariedad.
La precariedad atenta contra la libertad de prensa
Si uno de nuestros objetivos principales, en tanto que organizaciones internacionales de periodistas, es la defensa de la calidad de la información, «debemos estar conscientes que la precariedad de las condiciones de trabajo de las y los periodistas atenta directamente contra dicha calidad», subrayó Philippe Leruth.
Un periodista que no sea pagado decentemente, no podrá hacer correctamente su trabajo, ni ofrecer una información de nivel, completa.
Me animaría a decir, continúa el especialista belga -que antes de ser presidente de la FIP fuera vicepresidente de la FEP durante nueve años- «que, si bien la defensa del audiovisual público es importante, debemos entender al periodista en sí mismo como un bien público», considerando la trascendencia de su trabajo para la consolidación de la democracia.
Y ese ejercicio debe comenzar en las propias empresas, «para asegurar la democracia interna, exigiendo, por ejemplo, una representación, presencia y observación de los trabajadores y periodistas, en los órganos de decisión». En particular, en esta etapa donde se da no solo una concentración creciente de los medios, sino que «grandes empresas, que en muchos casos no se dedican exclusivamente a la información, detienen buena parte de los mismos».
La propia esencia del periodismo está en la mira, evalúa el presidente de la Federación Internacional de Periodistas. «No debemos olvidar que nuestra principal razón de ser es asegurar una información de calidad que el público esté de acuerdo en pagar».
En un momento en que la información – en gran parte no profesional- abunda en los sitios web, llevado a la confusión entre la «verdadera información con la falsa, o no profesional».
Si algo importante dejó como lección la votación suiza del 4 de marzo pasado contra la iniciativa reaccionaria No-Billag (que pretendía liquidar la radio y televisión como servicio público) fue justamente eso: «demostró que el pueblo helvético reconoce la calidad de su radio y televisión y está dispuesto a pagar para mantenerla», subraya.
El valor supremo de la solidaridad
La reflexión final del presidente de la FIP toca un aspecto esencial del trabajo de las federaciones internacionales de periodistas, el de la solidaridad.
No podemos caer en la trampa, reflexiona, que, por confrontar problemas graves en la profesión en Europa, debemos reducir la solidaridad en el plano continental y mundial. Al contrario, enfatiza. «Si se especulara con dicha actitud, tanto Europa como los otros continentes, saldríamos todos perdiendo. Si desarmamos la solidaridad sería muy difícil saber a dónde vamos», concluye.
Sergio Ferrari, en colaboración con swissinfo.ch y syndicom.
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