El antigitanismo es una losa, una lacra estructural enraizada en unas instituciones y una sociedad que cuando se le plantea el problema suele mirar hacia otro lado. Se trata de un pulpo con tentáculos gruesos y largos que abarcan todas las capas sociales y todos los ámbitos: educación, cultura, sanidad, sistema habitacional, etc. Los medios no están exentos de este antigitanismo; es más, contribuyen de manera, tanto consciente como inconsciente, a extenderlo.
A lo largo de la historia, los medios de comunicación de masas han sido uno de los vehículos más potentes –juntamente con la cultura y la educación– a través del cual se ha transmitido el mensaje de la otredad. Constructores de realidad, durante los últimos años, los medios tienen dos nuevos compañeros de viaje: el fenómeno de las noticias falsas y el de la viralización.
Si bien la gran mayoría de códigos deontológicos y manuales de los medios de comunicación hacen hincapié en la necesidad de abstenerse de mencionar datos que puedan fomentar conductas discriminatorias, las prácticas irresponsables de muchos medios de comunicación forman parte del día a día. Por ejemplo, uno de los últimos episodios de antigitanismo en los medios vino dado con la irrupción de la pandemia ocasionada por la COVID-19. Noticias falsas, bulos o discursos de odio en redes sociales y medios de comunicación infectaron, una vez más, la imagen del pueblo gitano. El estudio FAKALI, antigitanismo y Covid-19. Informe del impacto del antigitanismo en la sociedad del coronavirus aseguraba: “Si la pandemia ha supuesto un duro golpe para la sociedad española y el confinamiento ha interrumpido gran parte de la actividad económica generando un parón histórico de impredecibles consecuencias, el pueblo gitano ha sido, además, señalado como amenaza y estigmatizado por parte de los medios de comunicación e incluso algunos representantes públicos, como mostrarán las evidencias extraídas de distintos medios de comunicación”.
Un buen ejemplo de esto es el tratamiento informativo que se dio en algunos medios a raíz de los confinamientos en Haro (La Rioja) y Santoña (Cantabria), convertidos por unos días en epicentro de los discursos de odio. En la primera localización, el 7 de marzo, se produjo uno de los primeros brotes de coronavirus. Aún no se sabía apenas nada del virus y el pánico empezaba a arreciar, pero eso no es motivo para justificar la gestión que se hizo de este brote y cómo fue abordado por algunos medios de comunicación. Después de que 60 gitanos y gitanas se contagiaran por la asistencia a un funeral, la policía decidió acordonar la zona donde vivían estas familias. Empezaba el linchamiento mediático: en muchos medios se dijo que la comunidad gitana estaba contagiando al resto del pueblo porque se saltaban las medidas sanitarias. Casi al mismo tiempo ocurría algo similar en Santoña.
Durante el tiempo que duró el confinamiento, la comunidad gitana fue acusada de manera sistemática por algunos medios de no respetar las normas impuestas por las autoridades. Se aprovechó, una vez más, para poner en el punto de mira sus costumbres culturales. Cuando los niños y niñas tuvieron que volver a las aulas, la comunidad gitana fue puesta de nuevo en el punto de mira: en muchos medios de comunicación se acusó a gitanos y gitanas de no llevar a sus hijos e hijas al colegio y de fomentar el absentismo escolar sin mencionar la realidad habitacional de algunas de estas familias, que conviven en una misma casa con personas mayores. FAKALI confirmó que, desde julio y hasta octubre de 2020, se reportaron 112 publicaciones “denigrantes, humillantes y discriminatorias hacia el Pueblo Rromà”.
Otros dos momentos importantes en la visibilización del antigitanismo imperante de algunos medios se hizo patente durante la polémica por un monólogo del humorista Rober Bodegas en 2018 o el tratamiento informativo que se le dio al suceso que tuvo lugar en Rociana del Condado en 2020, cuando Manuel, gitano de 45 años, fue asesinado a tiros por J.G.A. De hecho, Pedro Aguilera, director de la FAGIC (Federació d’Associacions Gitanes de Catalunya) entre 2018-2022 y actual asesor en el Ajuntament de Barcelona, destaca que estos dos momentos suponen un antes y un después en la relación de la población gitana con los medios de comunicación: “Estos dos momentos supusieron un revulsivo entre la comunidad gitana, un #MeToo de las comunidades, que se dieron cuenta de cómo los trataban los medios. Siempre se nos ha dado a entender que somos ciudadanos de segunda, y a los medios y a la sociedad esto les ha salido barato. Es algo tan enraizado, que ni siquiera se ha penalizado a lo largo de la historia. Hablo, por ejemplo, de la descripción de la gitanidad que hace Cervantes, de la película Gitano, basada en la novela de Pérez Reverte, de los gags de Cruz y Raya o de las recientes parodias en los medios de comunicación y programas de entretenimiento, como en el caso de los Gipsy Kings”.
En el caso del monólogo, Bodegas tuvo que pedir perdón al pueblo gitano por un claro componente racista que sobrepasaba todos los límites del humor; en el caso del tratamiento del crimen de Rociana del Condado, varias asociaciones gitanas denunciaron al programa de Ana Rosa Quintana (Telecinco). Es importante destacar que este espacio, junto con Espejo Público (Antena 3) o Equipo de Investigación (La Sexta) suelen estar en el punto de mira de las asociaciones gitanas que velan por mantener a raya los discursos de odio. Son espacios habituales en los informes de malas praxis a la hora de abordar asuntos del pueblo gitano.
Más historia del pueblo gitano, más monitorización y más presencia de gitanos y gitanas en los medios
Una de las recomendaciones que hace en uno de sus trabajos el Roma Civil Monitor de España, liderado por la Plataforma Khetane del Movimiento Asociativo Gitano del Estado Español (PK) y también por la Asociación Nacional Presencia Gitana (ANPG) y la FAGIC, es la necesidad de promover el conocimiento de la historia y la cultura del pueblo gitano. Esta es la misma recomendación que se hace en el informe anual Periodistas contra el racismo. La prensa española ante el pueblo gitano, publicado por el Instituto Romanó.
Rromani Pativ y Plataforma Khetane, que también monitorizan el discurso de odio en los medios españoles y presentan relatos de contranarrativa para luchar contra el antigitanismo, miran directamente hacia los medios de comunicación públicos: “Deben ser la punta de lanza contra el antigitanismo informativo. Los medios de comunicación públicos deben desarrollar un papel destacado en España en relación con el antigitanismo informativo, que hoy en día lo hacen de manera insuficiente y testimonial. Deberían desarrollar un rol equiparable al realizaron con la diversidad afectivo-sexual en los primeros años 2000, en los que los medios de comunicación fueron un agente de cambio de la opinión pública en relación con las personas disidentes sexuales o de género como sujetos de derechos y como víctimas de tristes episodios de represión y criminalidad institucional”, se puede leer en su último informe.
Para Pedro Aguilera, “(…) los medios de comunicación deberían ser capaces de dar un paso al frente y tomar medidas en diferentes direcciones: por una lado, y como decía Pedro Zerolo, ‘libertad de expresión no es libertad de agresión’. ¿Qué pasa con todos esos comentarios racistas al pie de las noticias? Debería regularse. Por otro, yo apuesto por más presencia de gitanos en las redacciones”. Respecto a este último punto, además de estar físicamente en redacciones para revisar contenidos, impartir formaciones o asesorar, es altamente recomendable que cuando los periodistas aborden asuntos que conciernen al pueblo gitano consulten con fuentes gitanas, algo que no suele ser tan habitual como se piensa.
¡Sorpresa! La población gitana es diversa
“Todos los gitanos y gitanas compartimos ese ideal de libertad y esperanza, reflejado en nuestra bandera. Nos une el antigitanismo y la historia de persecución”. Quien habla es Beatriz Carrillo presidenta de FAKALI y diputada gitana por el PSOE.
Uno de los comportamientos más tóxicos de los medios de comunicación que contribuyen al fomento del antigitanismo consiste en presentar al pueblo gitano como un todo homogéneo. Nada más lejos de la realidad: el pueblo gitano es diverso y cambiante, como explica Iñaki Vázquez, activista gitano y por los derechos LGTBQ, consultor de la OSCE-ODIHR: “Se nos presenta como una población que no cambia y folklorizada; pero somos diversos. Somos una cultura diversa, nos mezclamos, tenemos diferentes tipos de familias y costumbres. Unos son católicos, otros evangelistas, otros musulmanes… Si se hiciese una buena visibilización del pueblo gitano en los medios, la sociedad se daría cuenta de lo reduccionista que es la visión que tiene. Estamos hablando nada más y nada menos que de casi un millón de personas gitanas en nuestro país: ¿acaso se creen que todos los gitanos tocamos el cajón flamenco?”, se pregunta de manera irónica Vázquez.
Folklorización: este es otro de los escollos en lo concerniente a la presentación del pueblo gitano en los medios. Amenudo se cae en una folklorización que se produce como consecuencia de la citada homogenización. “Se tira del estereotipo, incluso para hablar de cosas buenas, y eso también es negativo”, se lamenta Pedro Aguilera. Sin embargo, cuando llega el momento de atribuir a las comunidades gitanas aquellas aportaciones culturales que nacen en su seno, los medios recogen cable: “Una diseñadora gitana que triunfa en París pasa a ser una diseñadora española. No se menciona que Joaquín Cortés es gitano, pero sí la procedencia étnica de la familia que se ha peleado en un bar”, critica Aguilera. Un doble rasero que, por una parte, invisibiliza las aportaciones de los gitanos y las gitanas a la cultura y la historia; y por otra, los encuadra en estereotipos, los discrimina y los margina.
De hecho, la falta de conocimiento por parte de la población no gitana –que no de existencia– de referentes gitanos y gitanas es una de las consecuencias directas de este fenómeno. Tamara Puig, activista gitana, educadora social y una de las autoras del informe Periodistas contra el racismo. La prensa española ante el pueblo gitano 2021, explica: “(…) no faltan referentes gitanos, sino que los medios los den a conocer. Y que se den a conocer bien: no solo desde la superficialidad o el discurso de la superación, pasado de vueltas”. Y esta es, precisamente, otra de las observaciones de los gitanos y gitanas: hay que superar el discurso de “Primera mujer universitaria gitana de + añadir localización”.
Otra pregunta que se debería hacer desde el periodismo es: ¿la población gitana necesita a alguien que les salve? La respuesta es no. Otra de las críticas es el paternalismo y el buenismo que destilan algunas coberturas. Puig, lo tiene claro: “No se nos tiene que salvar ni proteger de nada; ni siquiera cuidar. Muchos reportajes quieren crear consciencia y lo único que hacen es fomentar el estereotipo. No hay mala intención detrás, pero resulta negativo. Hay que abordar la realidad del pueblo gitano desde una perspectiva de derechos fundamentales, no desde la caridad o la pena”, concluye.
Beatriz Carillo apuesta por un trabajo y un compromiso transversal por parte de los medios de comunicación para que desemboque en “una consciencia pública y colectiva (…). Los medios de comunicación son instrumentos de propaganda muy importantes y funcionan como notarios del uso del lenguaje. Hay muchísimas cosas a mejorar y también hay muchas prácticas que deben desaparecer”, explica para lamarea.com.
La información de sucesos y el lenguaje, en el punto de mira
En los tres últimos informes de Periodistas contra el racismo. La prensa española ante el pueblo gitano (ediciones 2019, 2020 y 2021) se destaca que la información relativa a los sucesos suele ser la más problemática, un auténtico talón de Aquiles de la prensa española. Tamara Puig destaca la importancia del lenguaje que se usa cuando se abordan este tipo de noticias: “(…) robo, tiroteo, asesinato, patriarca, reyerta, clan... Son palabras peyorativas que se asocian, en la mayoría de los casos, al pueblo gitano. Las tenemos que desterrar”, dice. Además, este tipo de informaciones suelen ser pobres en contexto y pobres en fuentes gitanas. Las imágenes que se usan no suelen ser deontológicamente correctas (no se suele pixelar a los y las protagonistas), se dan datos innecesarios que vulneran la protección de las personas implicadas y no se suele rectificar en caso de que sea necesaria un rectificación.
Asimismo, la disolución de fronteras entre géneros (información y opinión) que se ha producido en los últimos años y el uso cada vez más común en la prensa de un lenguaje adjetivado, subjetivo, con apreciaciones innecesarias y cargado de contenido hace que sea difícil encontrar informaciones puramente informativas, hecho que va en detrimento de una información neutral. En la información de sucesos este fenómeno es claramente evidente.
¿Cómo se trabaja desde los medios para combatir el antigitanismo?
Sin embargo, no todo son malas noticias y ya hay quien trabaja desde los medios para cambiar el paradigma de lo descrito anteriormente. Dos buenos ejemplos son Sarah Babiker, de El Salto, y Meritxell Rigol, periodista independiente, las dos vinculadas a Rromani Pativ. Ambas destacan que es necesario mirar hacia el pueblo gitano más allá del apartado de sucesos y de los reportajes en los que se muestra la pobreza o la vulnerabilidad. También insisten en la necesidad de superar la folklorización. “Uno de mis primeros reportajes sobre comunidad gitana en El Salto lo ilustré con una foto de una bailaora”, reconoce Babiker. Lo rectificó en cuanto se dio cuenta, pero asegura: (…) Es muy difícil desquitarse de determinados mecanismos o imaginarios con los que hemos sido socializadas desde pequeñas”. Por eso es necesario deconstruirse. Meritxell Rigol lo hace escuchando e intentando aprender. “(…) desde la humildad y la consciencia de que desconocemos la realidad; y con predisposición para entender y aprender. Es algo básico”, explica para lamarea.com.
En el abordaje de temas concernientes al pueblo gitano, Rigol asegura que es fundamental tener en cuenta el contexto histórico que atraviesa estas comunidades. “Si hablamos de población gitana y sistema educativo, no podemos obviar la parte material, los altos índices de pobreza de esta población. Tenemos que tener una mirada contextualizada y tener en cuenta la discriminación histórica que atraviesa esta minoría perseguida, criminalizada y marginalizada hasta el día de hoy”. Para la periodista catalana también es muy importante incorporar fuentes gitanas que ayuden a entender qué está pasando y, sobre todo, porqué; algo con lo que coincide Sarah Babiker.
Buscar nuevos temas, nuevas voces expertas en diferentes ámbitos y visibilizar la diversidad del pueblo gitano con el objetivo de ayudar a romper estereotipos son algunas de las recomendaciones que hacen estas dos periodistas.
Fuente: https://www.lamarea.com/2022/12/02/los-medios-de-comunicacion-como-vectores-del-antigitanismo/