¿Acaso es posible que muchas personas deseosas de informarse estén siendo engañadas? ¿Por qué iba a pasar algo así? Sin embargo, ésta es la sospecha que ha prendido en las cabezas de muchos sobre la información que se nos facilita. Es probable -no queda más remedio que recurrir a la conjetura- que la exposición prolongada […]
¿Acaso es posible que muchas personas deseosas de informarse estén siendo engañadas? ¿Por qué iba a pasar algo así? Sin embargo, ésta es la sospecha que ha prendido en las cabezas de muchos sobre la información que se nos facilita. Es probable -no queda más remedio que recurrir a la conjetura- que la exposición prolongada a la publicidad, cuando no la exposición a la descarnada propaganda política y a las manipulaciones interesadas de la información que hemos sufrido casi todos hayan hecho calar entre el público la creencia de que los medios de información, más que cumplir con su cometido de darnos a conocer los acontecimientos, muchas veces nos han contado lo que les interesa sobre estos o, en ocasiones, simplemente nos los han ocultado.
Seguro que todos hemos experimentado esa sensación alguna vez, por ejemplo, en los dos días que siguieron a los atentados del 11-M en Madrid. Si esto es así, no es nada descabellado pensar que la desconfianza en los medios se haya incrementado con el paso del tiempo. Digamos que «consumimos» información porque la necesitamos para hacernos una idea cabal de lo que ocurre y de cómo nos puede afectar, pero que tenemos una razonable cautela frente a ella.
Información
Los informantes saben muy bien que necesitamos la información para saber algo sobre el mundo, sobre la vida y sobre otros asuntos de cierta trascendencia para todos nosotros. Precisamente por eso se da esa tendencia a manipular la información, para atender a los intereses de grupos sociales y de diferentes poderes que están a la búsqueda de aceptación pública en lo que son y en lo que hacen. Hasta aquí, seguro que ni hemos descubierto la pólvora ni encontrado el Mediterráneo por primera vez. Pero queda claro que todas las habilidades que desarrollemos contra la manipulación informativa son pocas si es que no queremos que nos utilicen y nos confundan en nuestra buena fe.
Pues muy bien. Para lograr este objetivo de ‘inmunizarnos’ contra las manipulaciones en la información y ponernos al corriente de muchos de los hechos que han sido noticia ya sea reciente o menos recientemente, pero que han sido noticia manipulada, se hace imprescindible la lectura de la última obra de Pascual Serrano, DESINFORMACIÓN -Como los medios ocultan el mundo.
Este extenso y prolijo trabajo de investigación sobre la ‘información’ de muchos y muy variados temas es extraordinariamente revelador para nuestras fundadas sospechas contra los medios. En él se hace un meticuloso seguimiento de esos hechos ‘noticiosos’, muchas veces aparecidos en portada y con grandes titulares, que han sido tergiversados en su presentación de muy variadas maneras. Todas estas maneras son expuestas con gran lujo de detalles, revelando la falsedad parcial o total de las noticias, contrastándolas con datos, buscando sus fuentes o simplemente aplicando la lógica más elemental y un gran sentido común para demostrar de forma palpable y evidente su manipulación. Para que no quepa duda sobre esta circunstancia, además el texto nos desvela quienes y que intereses están detrás de estas manipulaciones. Nos ofrece claves de todo tipo para entender los hechos y el por qué de su presentación engañosa.
Desinformación
El uso de términos ambiguos y eufemismos, la selección interesada de los hechos o la descontextualización, el simple engaño y la mentira, la ocultación parcial o total de los hechos… son algunas de las maneras para lograr la desinformación. En el curso de la obra se explican muchas otras que por su cuantía y sofisticación resultarían abrumadoras para explicar con precisión en esta breve reseña.
No obstante, como es lógico, lo más interesante y revelador es poder conocer hechos cuya naturaleza nunca llegaríamos a entender de no ser por esta publicación. Resulta sorprendente que nos hayan ocultado tanto o convencido de tantas cosas equivocadas con total intención.
El valor del exhaustivo trabajo es de tal magnitud, que uno, como periodista vocacional y titulado, no puede menos que proponer que el texto sea incorporado como lectura obligatoria en la formación en deontología de los futuros periodistas. Es difícil presentar mejores evidencias que las contenidas en el texto de la mala práctica periodística en la actualidad. Para conocer abusos iguales o peores en la información habría que remontarse muchos años en la historia del periodismo.
Pero más allá del ámbito estrictamente profesional, es seguro que su lectura resultará muy útil para todo el que la realice. Le ayudará, y lo hará de forma directa, ofreciéndole todo un arsenal de estrategias para enfrentarse con ciertas garantías a las perversiones de la información, estrategias que encontraremos en toda la obra y que son recopiladas y completadas en el último capítulo del libro. Entre estas, aparte de los consejos para desvelar las sutilezas en el empleo del lenguaje, se cuentan listados de publicaciones y medios alternativos desvinculados de intereses económicos y políticos coyunturales. Muchos de ellos se encuentran en Internet. Incluso nos llega a proponer fuentes directas de datos para poder contrastar nosotros mismos las informaciones que nos llegan.
Es muy triste que tengamos que enfrentarnos a la información con tales recursos para que no nos engañen, pero si algo queda patente en la obra es que no nos queda otra alternativa. Aunque esto, cuanto menos, muchos ya lo sospechábamos antes de leerla. No es de extrañar que los medios tradicionales estén en crisis.
Fuente original: http://www.revistalatinacs.org/09/alma/03oct/75resena_pascual.html