Sin duda, en nuestros días la opinión pública constituye un elemento fundamental para la estabilidad de las instituciones. Esta opinión pública es moldeada, día a día, por el continuo bombardeo de los medios de comunicación que prácticamente inunda todos los espacios de la vida cotidiana. Sólo existe lo que estos medios comuniquen y se hace […]
Sin duda, en nuestros días la opinión pública constituye un elemento fundamental para la estabilidad de las instituciones. Esta opinión pública es moldeada, día a día, por el continuo bombardeo de los medios de comunicación que prácticamente inunda todos los espacios de la vida cotidiana. Sólo existe lo que estos medios comuniquen y se hace invisible todo cuanto ellos decidan. La verdad, en lugar de responder a su propia naturaleza adquiere una nueva y perversa dimensión: es verdad cuanto ellos decidan que lo sea y todo lo demás no existe y si acaso salva esa prueba, es sencillamente mentira.
El período en el cual los medios eran controlados por los gobiernos ha dado paso a su control por parte de un grupo reducido de plutócratas cuyas ambiciones pasan ahora por el poder político en sí mismo. Ya no aspiran a influir en los gobiernos sino a ser gobiernos. Los gobiernos lucen secuestrados por estos nuevos señores quienes se abrogan la representatividad de una sociedad sin haber sido elegidos por nadie. A diferencia de los gobiernos no tienen por qué presentar cuentas de su gestión a nadie ni buscar su aprobación.
El resultado de esta perversión ha sido el ataque despiadado contra toda iniciativa que colida con los intereses de los amos de estos medios: ser poder. En Venezuela la perversión alcanza niveles dramáticos. Sencillamente están determinados a derrocar el gobierno legítimo del presidente Chávez y no cejan en su empeño. Han configurado un complejo sistema de manipulación que les permite horadar a diario la estabilidad de las instituciones.
Cierto que la objetividad químicamente pura es imposible, pero no es menos cierto que existen mecanismos para garantizar, al menos, una subjetividad no criminal. Para hacerlo es necesario aproximarse a la objetividad mostrando diferentes puntos de vista de una misma noticia. En este punto está, acaso, la primera perversión de los medios de comunicación conspirativos venezolanos: presentan, con pretensiones de objetividad, el engaño de ofrecer su visión única de la realidad, haciéndolo además, como si se tratara de la realidad misma y escondiendo los intereses ocultos a los que responden los creadores de la información.
Crean realidades virtuales fabricadas en las salas de redacción de los periódicos y los estudios de radio y televisión, sesgadas y mutiladas a conveniencia como si fueran la verdad. Dan cobertura y prioridad a cualquier punto de vista, -por aventurado que éste sea- siempre que estos coincidan con sus particulares intereses, en tanto que, partidos políticos, informaciones oficiales, mujeres, ancianos, obreros, estudiantes, y cuantos no lo representen son marginados, silenciados o deformados en sus opiniones. La desinformación es parte de un plan sistemático, preparado y diseñado de manera consciente para alcanzar objetivos desestabilizadores. Según el Observatorio Mundial de Medios, el 90% de la información que llega a los medios es rechazada o mutilada. Es decir, que lo que se lleva al conocimiento de la sociedad es sólo una ínfima fracción de lo que ocurre en Venezuela y el Mundo, dando cabida precisamente sólo a aquella parte de la información que juegue con sus intereses.
Por último, y por ahora, está la línea ideológica de los periodistas, presentadores y redactores de estos medios, quienes sólo consiguen conservar sus empleos si participan acríticamente de la posición de los dueños del medio. La desinformación pues, tiene variados filtros que culminan en la entrega a la opinión pública de una información manipulada, deformada y conscientemente tergiversada. A veces toleran alguna que otra participación disonante pero sólo para dar una sensación de cierto equilibrio que es rápidamente aplastado por la catarata de información controlada.
Urge, nos parece, una campaña de concientización entre el pueblo, -especialmente el sector más machacado por este plan desestabilizador- para proporcionarle herramientas para el análisis crítico. El pueblo debe ser enseñado a defenderse de los medios, ya lo hace muy bien instintivamente, pero esta enseñanza debe ser organizada y sistematizada. La gente tiene que aprender a ver lo que hay detrás de la fachada. Tiene que aprender a detectar lo que se oculta bajo la punta del iceberg, será así como dará fuerza a la ley y exigirá su cumplimiento, será así como exigirá el derecho a tener una información veraz y oportuna. Será así como la Ley Resorte, -en el caso de la Radio y la Televisión- comenzará a hacerse viva y presente para dejar de ser letra muerta. En este sentido, entregaremos una serie de artículos que permitan desenmascarar las técnicas de la desinformación tomando los manuales de la propia Agencia Central de Inteligencia (CIA).