Los Jardines de Infantes son el lugar de inicio del proceso de escolarización de las niñas y los niños que residen en Argentina. Más allá de los debates pedagógicos, ese espacio, donde concurren los infantes de entre tres y cinco años, es el lugar emblemático de la ternura educativa. ¿Quién no se conmueve observando madres, […]
Los Jardines de Infantes son el lugar de inicio del proceso de escolarización de las niñas y los niños que residen en Argentina. Más allá de los debates pedagógicos, ese espacio, donde concurren los infantes de entre tres y cinco años, es el lugar emblemático de la ternura educativa.
¿Quién no se conmueve observando madres, padres, abuelos y abuelas cargando en una mano pequeñas mochilas, mientras con la otra sostienen a sus «peques»? ¿Quién no se conmueve de mirar un conjunto de esos «peques» riendo a carcajadas mientras exhiben sus logros artísticos y sus manitos manchadas de pinturas?
Contrastando con esas postales de alegre ternura ¿Quién no se conmueve con la imagen de una niña o un niño que, en edad de estar en el Jardincito, deambula por las calles con su poca y raída vestimenta, sus mejillas oscurecidas y sus mocos emergiendo ante el rigor de la intemperie?
Esos Jardines de Infantes, son la unidad de medida utilizada por el Presidente argentino Mauricio Macri para mensurar el déficit de una empresa de capital estatal, Aerolíneas Argentinas, que presta servicios de interconexión en un país que tiene cerca de 3700 km de distancia entre el norte y el sur y de 1500 entre sus extremos este y oeste.
Macri dijo «Hoy, Aerolíneas Argentinas nos cuesta dos jardines de infantes por semana. Tenemos que construir tres mil jardines para que todos los chicos de tres a cinco años tengan la posibilidad de recibir la mejor preparación antes de entrar al colegio»1, aportando a la sensación de que las carencias infantiles son la culpa de la mala o innecesaria gestión de empresas públicas que, en lugar de la loable guía de la maximización de las ganancias o la minimización de las pérdidas, se conducen con criterios clientelares que, no sólo son ineficientes, sino también perversos.
Ya nos dirán más temprano que tarde, profundizando la avanzada contra la educación superior gratuita, cuantos Jardines para infantes argentinos se pierden en asignar recursos a las universidades públicas que, con criterios populistas, atienden a estudiantes de primera generación familiar y, mucho peor, a bolivianos, paraguayos y otros vecinos continentales.
También medirán en Jardines de Infantes los ahorros generados de la eliminación del acceso gratuito al futbol televisado y a la atención gratuita de la salud dental y otra buena cantidad de derechos recortados.
Expresar en Jardines de Infancia el valor de los derechos conculcados, reducidos y hasta eliminados, en lugar de expresarlos en vil dinero, pone en condición de insensible y miserable a quien se resista a perderlos. La misma argumentación expuesta en la mensura del déficit de una empresa pública perseguirá idéntico objetivo, el de deslegitimar la defensa del capital colectivo gestionado por el Estado y facilitar la aceptación de su transferencia a la gestión privada.
Los argentinos ya hemos pasado por la experiencia de utilizar el cálculo de rentabilidad privada para descalificar la prestación de servicios mediante empresas u organizaciones de gestión pública. El desenfado político y comunicacional menemista utilizó el recurso más banal de fetichizar cualquier mercancía en su propósito privatizador y desregulador, mientras esta restauración neoliberal, mucho más profesional y sofisticada en su estrategia comunicacional, apela regularmente a los «sentimientos morales» a través de una iconoclasia de nuevo cuño, para alcanzar con nuevos métodos iguales resultados.
Ya se han manifestado recortes de derechos y cambios de orientación de las restricciones, se ha eliminado el «cepo cambiario», que impedía comprar libremente divisas y se ha instalado el «cepo salarial» cancelando la posibilidad de los trabajadores de discutir salarios y condiciones de trabajo en paritarias. Son los primeros y rápidos logros de un gobierno de derecha que escondió su identidad en campaña electoral. Sin embargo, la generación de rentas políticas a los sectores más ricos y el avance del mercado en la provisión de bienes y servicios en condiciones de dudosa competencia, está en el ADN de las fuerzas políticas constituyentes de la alianza que gobierna la Argentina y, por eso, puede esperarse que vayan por más.
Ir por más significa devolver a la esfera de los negocios privados lo que, con alto costo político y económico, se logró recuperar en el gobierno de los presidentes Néstor Kirchner y Cristina Fernández, y esto es malo, muy malo para la economía argentina y mucho más aún para los sectores más vulnerables.
La experiencia de las privatizaciones menemistas, las desregulaciones de ese período y las macristas recientes, ilustran con claridad que la gestión de los gobiernos de derecha no sólo negocia bienes públicos y derechos colectivos o individuales en favor de capital privado, sino que la combinación de la propia naturaleza de ese capital y el complaciente control público afectan de manera notable el bienestar colectivo, como lo prueba la historia argentina con la crisis de fin de Siglo XX, y hasta recientes trabajos publicados por el FMI donde se enfatiza que «En lugar de generar crecimiento, algunas políticas neoliberales aumentaron la desigualdad, lo que a su vez dificultó una expansión duradera»2.
Con Jardines de Infantes se procurará la aceptación de políticas económicas que, en nuestro pasado reciente y en la actualidad de muchos otros países, distribuyen de manera desigual beneficios y padecimientos, y las señalarán como único camino hacia un mundo educativo infantil de más inclusión y mejor calidad. Sin embargo, es posible construir Jardines de Infantes (y procurar diversas configuraciones socio-económicas) con diferentes estrategias e instrumentos políticos.
Por ejemplo, según nos informan «De acuerdo a cifras del Ministerio de Hacienda, actualizadas hasta el 23 de octubre, el área «Infraestructura y Equipamiento» del Ministerio de Educación y Deportes de la Nación, liderado por Esteban Bullrich, apenas ejecutó el 28,1% de su presupuesto: 715,11 millones sobre un total de $ 3.334,9 millones. Esos casi 2.600 millones que no invirtieron equivalen a más de 380 jardines, en base a cálculos oficiales de este año»3.
En la misma línea podemos preguntarnos ¿cuántas salitas equipadas para la educación infantil se podrían haber construido con el costo de la intermediación financiera por el creciente endeudamiento?, ¿cuántas con los recursos presupuestarios desafectados por la reducción de retenciones agropecuarias y mineras, de los impuestos al patrimonio y los bienes suntuarios?.
Como se observa, la construcción de Jardines de Infantes (o Bienestar) se puede hacer por diferentes caminos, la historia futura nos dirá si el escogido nos lleva a que mejoren los negocios o los niños, los dos como el escenario óptimo o ninguno como el peor. La historia pasada y el presente no nos aportan mucho optimismo, pero a cambio de soportar la mala coyuntura nos ofrecen la esperanza de derrames futuros de Jardines de Infantes. ¿Será?
Notas:
1 http://www.lanacion.com.ar/1950593-macri-critico-los-paros-hoy-aerolineas-argentinas-nos-cuesta-dos-jardines-de-infantes-por-semana
2 Ostry, Loungani y Furceri (2016): «El neoliberalismo ¿un espejismo?, Finanzas y Desarrollo, FMI, Junio.
3 http://tiempoar.com.ar/index.php?rt=articulo/view/61625/el-estado-no-ejecuta-el-dinero-destinado-a-construir-jardines
Jorge Hernández, Investigador de la Unidad de Debates Económicos de CELAG
Artículo publicado en http://www.celag.org/los-negocios-y-los-ninos-lecciones-de-economia-argentina/
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