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Los nuevos Urdacis yla deslegitimación del poder democrático ciudadano desde RTVE

Fuentes: Rebelión

El profesor Pérez Royo, uno de los constitucionalistas más relevantes de nuestro país y habitual abogado del PSOE en sus procesos ante el Tribunal Constitucional, dijo algo en una conferencia que cambió mi forma de ver la política y el sistema constitucional. Preguntó si sabíamos por qué una constitución era democrática, ¿qué es lo que hace […]

El profesor Pérez Royo, uno de los constitucionalistas más relevantes de nuestro país y habitual abogado del PSOE en sus procesos ante el Tribunal Constitucional, dijo algo en una conferencia que cambió mi forma de ver la política y el sistema constitucional. Preguntó si sabíamos por qué una constitución era democrática, ¿qué es lo que hace a una constitución democrática?. Nadie respondió, pero todos pensamos en parlamentos, sufragios, etc… Él respondió: que se puede cambiar. Una constitución que no se pueda cambiar es una imposición de una regulación a las generaciones futuras sin su participación por parte de la generación anterior, una imposición de una forma de vivir y de entender el mundo a todos los que hemos nacido después de su aprobación, aunque las circunstancias hayan cambiado, aunque el mundo haya cambiado. No existe, por tanto, a mi modo de ver, nada más democrático, o más cercano al ideal democrático que la ciudadanía o una gran parte de la ciudadanía saliendo a la calle de forma pacífica para exigir (y crear) un cambio de sistema que mejore la calidad de la democracia.

Sin embargo, en la RTVE que tanto había cambiado respecto a los tiempos del PP y Urdaci, nos encontramos con esos «debates» (jamás comprenderé esto que ahora se denomina debate y que no es más que una reunión de personas en la que todos piensan igual y sólo compiten por ver quién dice la burrada más grande para defender su doctrina o atacar a las alternativas), en los que no hacen más que menospreciar las manifestaciones que se están dando en el estado español en nuestros días.

Que si somos unos jóvenes irresponsables, que si no apreciamos lo que tenemos, que lo único que queremos es destruir (quizá con palabras más suaves, de acuerdo, pero esta es la idea que se transmite). De un plumazo atacan la esencia de misma que hace tan especial y democrática esta revolución, movilización o como quieran llamarla.

Si somos jóvenes, eso en todo caso nos da más legitimidad, porque no votamos este sistema y somos los que tendremos que hacer toda nuestra vida en él. Aparte no somos sólo jóvenes, hay gentes de todas las edades. Tenemos derecho a decidir y construir nuestra vida como otros decidieron la suya hace unos decenios.

En cuanto a las afirmaciones que vienen a decir que no apreciamos lo que tenemos, creo que es el argumento más dañino de todos. Primero, porque olvida que lo que tenemos se consiguió sólo gracias a la lucha, y sin ella se perderá, como ya se ha visto estos años. Segundo, por algo que leí en un prólogo de Einstein. Contaba que una vez le preguntaron por qué todas las teorías físicas revolucionarias eran ideadas cuando sus autores apenas tenían treinta años de media. Einstein respondió que el que creaba (o la generación que creaba) una teoría revolucionaria tenía su mente educada o acostumbrada a funcionar en los conceptos y estructuras de pensamiento anteriores, por lo que no eran las personas adecuadas para desarrollar la nueva riqueza, el nuevo potencial que daba esta teoría, esta nueva forma de pensar la realidad. Debería ser la generación siguiente, la que educara su mente desde el principio en esas nuevas ideas la que desarrollara el potencial abierto. Desde esta perspectiva, la democracia sería un proceso, y si precisamente reivindicamos mayor calidad democrática, si decimos que esto no es una democracia es porque nacimos y nos educamos en el ideal democrático desde nuestro nacimiento. Eso hace a nuestra perspectiva diferente y por tanto estamos listos para desarrollar el potencial que abre lo que nos legaron nuestros mayores, no porque no apreciemos lo que lograron nuestros padres y abuelos. Ellos, nuestros padres y abuelos, deberían comprender que éste es el auténtico resultado democrático de sus luchas. Es una consecuencia de la democracia la exigencia de mayores niveles de democracia y de calidad democrática (recordemos que uno de los textos bases del neoliberalismo, allá en los 70, partía de la idea de que las mejoras conseguidas en las democracias occidentales llevaba al pueblo a exigir «demasiada democracia», lo que hacía a las democracias no gobernables -por los mercados, claro-). Los que esgrimen este argumento de que no apreciamos lo que tenemos pisotean todo lo que significa el ideal democrático y la dignidad humana como capacidad creativa, vuelven a interponer un fin de la historia para paralizar las fuerzas creativas que realmente componen el corazón de la democracia, diciendo no luchéis más, ya está todo conseguido. Estas fuerzas de lucha democrática son el auténtico gran resultado de la luchas de nuestros padres, no una constitución ni un sistema fiscal o de prestaciones concretos.

En los reproches de que sólo se pretende destruir, es donde más claramente se comprueba la diferencia entre los conceptos democráticos que crearon este sistema y los que vienen a renovarlo y avanzar en él. Algo que han aprendido en los últimos años los movimientos ciudadanos es el peligro de cerrarse en una ideología y recetas políticas predeterminadas de antemano e impuestas desde arriba. Es la razón de que estos movimientos no presenten una propuesta ideológico-política cerrada y es por ello que desde una visión tradicional se interpreta que no existe intención de crear nada, sino sólo de destruir. En realidad, se trata de todo lo contrario: lo que no se quiere es destruir, con una receta creada por unos pocos en unos despachos, la capacidad creativa y democrática de la ciudadanía de decidir su propio camino.

Lo terrible radica en quetodos estos argumentos provienen de la radio y televisión pública. He escuchado a un tertuliano de Radio Nacional de España decir, para deslegitimar la acción de una persona en concreto, que esa persona es abogado estudiando para oposiciones, y que no existe nada más burgués que un abogado estudiando para unas oposiciones. En fin… Para empezar, la frase de que no existe nada más burgués es para enmarcarla. Pero lo que realmente habría que preguntarle: ¿por estar en esa situación se le puede deslegitimar desde la radio pública en su derecho a reivindicar una medida democrática cualquiera, en particular un cambio de sistema político y económico, que es precisamente la más democrática de todas las reivindicaciones como ya he dicho? Es vergonzoso, y a este tertuliano que considera que si nos va bien en este sistema no tenemos derecho a reivindicaciones políticas alternativas, se le paga con nuestros impuestos.

No creo que estos tertulianos políticos desconozcan los argumentos que estoy recalcando, porque forman parte del ideario político más defendido en los últimos años por los movimientos sociales (si los desconocenes que no están cualificados para  estar en un «debate»-cobrando del erario público-  sobre movimientos sociales y ciudadanos en un medio público, creo yo). Sencillamente están realizando una protección de la imagen del sistema que domina este trozo de voz pública y en particular, del gobierno que les ha puesto en ese lugar (por ejemplo, no he oído preguntar, ni una vez, qué habrá hecho el gobierno para que la ciudadanía esté así o cuáles son los defectos del sistema tan grandes como para provocar semejante reacción ciudadana). Creo que toda la RTVE con su comportamiento actual ante este fenómeno ineludible de la actualidad política de nuestro estado, con su indiferencia, con su falta de cobertura, con su forma de presentar un frente ideológico unificado contrario; tan sólo pretenden proteger al partido en el gobierno y al sistema de gobierno actual bipartidista.

Esto no es nuevo, ya hace algunos años (también a menos de un año de las elecciones generales), cuando Aznar era presidente y toda la ciudadanía se mostraba en la calle contra sus decisiones, atacándole como un gobernante indigno, la RTVE, la radio y televisión públicas que pagamos todos, le arropó, protegió e incluso trató de lavar su imagen. Hoy estamos asistiendo al mismo proceso desde la misma institución, sólo que los nombres de los periodistas son otros. Urdaci se convirtió en unos de los nombres más conocidos aquel año. Me pregunto qué dijeron los actuales periodistas y tertulianos de RTVE de él. Ellos están haciendo lo mismo después de jurar y perjurar que los medios de comunicación públicos jamás volverían a actuar así. ¿O es que Urdaci ha vuelto a RTVE y yo no me enterado? Si Urdaci no ha vuelto, entonces queda claro que con este sistema no tendremos información veraz y honesta (la objetividad es imposible en una opinión, pero la honestidad siempre debería ser exigible) en nuestros medios públicos, gobierne quien gobierne; sencillamente porque uno de los fallos de este sistema es que no sepreocupa por garantizarla. Para mí, la actitud de la radio y televisión públicas al atacar este movimiento ciudadano pacífico y democrático tan sólo consigue una cosa: confirmar que tenemos razón, que hace falta un cambio de sistema ya, que sólo puede conseguirlo una ciudadanía de movimiento imparable, y que esto no es una democracia. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.