Traducido por Juan Vivanco para Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística (www.tlaxcala.es)
¿Cuál es, a tu juicio, la función de VIVE dentro del proceso bolivariano?
VIVE es una televisión de servicio público, es decir, una resistencia a la televisión dominante comercial, que sólo responde a criterios de venta y está en poder de un puñado de empresarios. Es la televisión de los ciudadanos, un espacio público, lo mismo que la sanidad o la educación. Tiene que haber un servicio público de televisión. El espectro radioeléctrico es un bien público. La situación actual no puede ser más antidemocrática: en Venezuela el 95% del espectro radioeléctrico está en poder de los medios comerciales.
Es un robo, un robo del bien público. Este tímido intento de equilibrar la balanza que empezamos a hacer con una segunda cadena pública como VIVE es para que los ciudadanos dispongan de un medio que les informe y les brinde elementos para informarse por sí mismos.
En el caso de Venezuela VIVE significa aplicar la constitución, que habla de «participación» y «protagonismo», es decir, que el pueblo es protagonista de su destino; en nuestro caso, el mensaje de la televisión lo produce el pueblo, es así de sencillo.
Hablas del pueblo: ¿hay un control potencial del pueblo sobre esta televisión pública venezolana, o el control es sólo gubernamental?
En lo que concierne a VIVE, hay varias formas de control. De entrada está la llamada «consultoría social»: los movimientos populares se reúnen todos los meses para dar orientaciones. Por ejemplo, los campesinos nos han indicado que está muy bien hablar de la lucha contra los grandes hacendados, pero también convendría hablar de lo que proponen ellos en el ámbito de los nuevos cultivos, como los cultivos ecológicos, o también preguntarse y explicar: ¿qué están haciendo con las tierras que les han entregado en virtud de la reforma agraria?
De modo que los protagonistas del movimiento social enmiendan la plana continuamente, analizan, evalúan nuestros programas para decirnos por dónde hay que ir. Es un procedimiento de evaluación, pero también de invención muy interesante. El otro control se hace en el momento de las encuestas y la realización de todos los reportajes. La comunidad es la que marca el contenido esencial. El periodista no es un demiurgo que, con su desdén social de universitario, dirige un argumento al que los demás tienen que amoldarse. No, es un servidor público que se limita a articular los elementos de la encuesta participativa. Así se obtienen reportajes cuyo mensaje procede directamente de la población.
Por último, cuando se organizan debates en VIVE, se hace de manera que no sea el periodista quien corte la palabra y reparta los temas o las cuestiones a su antojo. Se invita al propio movimiento popular, que a menudo lleva a sus propios invitados y expone temas que no estaban previstos.
En cuanto a los turnos de palabra, se hace un corro con las sillas y todos los invitados, unos enfrente de otros, disponen del mismo tiempo para hablar. Hay una comunicación relativamente directa y la cámara es un instrumento que recoge la riqueza de este debate, pero no lo deforma deteniéndose en un rostro que debe responder a la cámara. La cámara procura ser lo más discreta posible.
¿Hay un trabajo centrado sobre todo en la palabra, o se busca una estética propia? ¿Hay un afán de escenificar a las personas, de montar -en un determinado sentido- los asuntos tratados, o es ante todo muy realista y directo?
Hay una pluralidad de estilos que corresponde a tiempos de realización distintos. Por supuesto, está la forma más directa, como por ejemplo la entrevista con una organización popular que, en los debates o en una acción en directo, se expresa a través de la cámara y decide lo que se va a decir y lo que se debe mostrar. Es una relación directa. No hay nada preparado, no hay montaje.
En cambio, cuando hay montaje -y esto no es contradictorio- se le da mucha importancia como herramienta de análisis. Me refiero a la vertiente de investigación de un reportaje.
La clave de todo es el tiempo, la recuperación del tiempo. El tiempo de la indagación, del análisis, el tiempo de realización. No nos apresuramos, nos tomamos el tiempo necesario para hacer las cosas. Es preciso establecer contacto, contacto humano, que requiere tiempo y respeto. Hay que saber esperar, sin pretender imponerse. Luego viene el tiempo del montaje, que a menudo se hace en colaboración con los protagonistas. Los protagonistas, como ciudadanos que han participado, tienen la palabra. A menudo los que montan trabajan en colaboración con las personas implicadas. Piensan, comprenden y pueden montar de acuerdo con lo que las personas han pensado desde el principio de la indagación. El montaje se hace pensando en la fluidez, no en las técnicas de mercado que exigen un ritmo «trepidante», lo que en realidad sólo refleja una visión comercial de los medios. Realmente, en una televisión pública, debemos pensar en términos de democracia, es decir, pensar en lo que vemos y hacer las cosas reflexivamente; la función del montaje, en este caso, es añadir y dar sentido. Tenía razón la vieja escuela de montaje ruso cuando decía que al juntar dos imágenes pueden generar un sentido superior al que tenían por separado.
Tiene mucho sentido mostrar realidades que superficialmente están alejadas, pero al juntarlas dan que pensar. Es lo propio de una práctica democrática a través de un medio.
Tú mismo has participado en la creación de medios comunitarios en los barrios populares de Caracas: ¿cuál es su situación ahora?
El auge de los medios comunitarios tiende a mantenerse. A principios del año pasado eran 250 y ahora ya andamos por los 350. En realidad son más, porque no todos están en un proceso de legalización. En Francia los llamarían «piratas», pero aquí no, porque no hay una política represiva. Sencillamente, por parte del estado, hay una voluntad de legalización, con la concesión de una frecuencia diaria para 5 años, renovable, pero basada en criterios que los medios comunitarios -es decir, asociativos- determinan.
Aquí «comunitario» significa «barrio popular», «comunidad campesina», etc. Los medios comunitarios han negociado con el estado desde que gobierna Chávez y han pedido garantías legales para evitar desviaciones, para impedir que se conviertan en cadenas comerciales locales (un fenómeno que se ha producido en otros países), para evitar que un grupito se haga con el control. Para existir legalmente, el 80% de los programas tienen que salir de la propia comunidad, lo que implica una formación permanente que permite la renovación de las personas que trabajan en ellos. En cuanto al auge de estos medios, ¿se va a mantener? Sí, porque vemos que siguen apareciendo en todo el país, sobre todo radios. Hemos organizado reuniones, congresos de medios comunitarios, y siempre descubrimos iniciativas nuevas. Algunos se crearon durante el FSM con la «callapa», es decir, un trabajo colectivo para filmar el Foro desde distintos puntos de vista.
Un último elemento importante: el gobierno no exige hacer propaganda de Chávez. No se emiten sus comunicados. Es interesante como sedimentación de la democracia, del sentido crítico, de unos ciudadanos que no tienen cuentas que rendir a un poder y toman la palabra. Aunque estamos en plena revolución y la mayoría de los medios comunitarios de Venezuela apoyan este proceso revolucionario, no se trata de propaganda clásica.
Supongo que no estáis pendientes de la audiometría, pero de todos modos ¿hay un análisis audiométrico de las emisiones de VIVE TV? ¿Qué importancia tiene?
Todavía no tenemos medios para hacer esas medidas, por ejemplo, para pagar a un equipo que haga ese trabajo estadísticamente; no obstante, hay muchos indicios empíricos. La audiencia e VIVE ha aumentado, lo comprobamos por el número de llamadas telefónicas… Si hay un programa sobre los trabajadores llaman personas que se solidarizan, y hemos tenido que poner más teléfonos, porque no dábamos abasto con las llamadas. Eso indica algo.
También vienen a vernos con proyectos bajo el brazo, para proponernos que hagamos programas en su barrio. A veces vienen desde muy lejos. Por último, el sitio en internetii es otro modo de comprobar que, efectivamente, cada vez nos visitan más personas… Y las cartas que recibimos, cada vez más numerosas.
Este proceso de democratización de los medios, de creación de medios comunitarios, o también el ejemplo de TeleSURiii -creada para dar una dimensión latinoamericana alternativa a la CNN- ¿forma parte del proceso de luchas que está en marcha? ¿Cuál es tu opinión al respecto? ¿Crees que es un movimiento de fondo y duradero?
Es cierto que hoy en día, en Latinoamérica, el entendimiento colectivo es muy intenso, más importante que antes, cuando la izquierda llegó al poder en los años setenta y se produjeron fenómenos de guerrillas revolucionarias que también transformaron profundamente las estructuras.
En Venezuela y Bolivia, por poner dos ejemplos llamativos, hay movimientos muy colectivos, con mucha conciencia política. Esto quizá no indique que los procesos son irreversibles -nunca se sabe-, pero es difícil concebir que un pueblo con tantos conocimientos, que se está acostumbrando a participar en los asuntos de estado, pueda dar marcha atrás tan fácilmente. ¡Tendrían que quitarles el cerebro y ponerles otro!
En estos momentos la historia parece indicar que en Latinoamérica existe una conciencia colectiva, con luchas, por ejemplo, para recuperar los recursos naturales y utilizarlos en el desarrollo nacional. Es evidente que esto implica un alto grado de conciencia.
De modo que en este sentido podemos ser un poco optimistas. El imperio sigue siendo arcaico, violento. Pero ese arcaísmo quizá signifique que está en las últimas, por lo menos en el plano político; ha perdido mucha influencia frente a lo que ha llegado a ser el movimiento bolivariano en general y, en todo caso, el movimiento de unidad latinoamericana. Es sorprendente la escasa capacidad de respuesta política de Bush, que al final sólo sabe recurrir a la fuerza. Lo que revela una pérdida de influencia. De modo que las dos cosas están relacionadas.
Creo que esta revolución es más difícil de erradicar que si fuera el resultado del asalto al poder de un pequeño grupo.
Y en política exterior, ¿cómo se representa Europa en VIVE? Porque a veces se tiene la impresión de que en Latinoamérica también hay una gran desinformación sobre lo que pasa en el viejo continente, sobre sus movimientos sociales y sus rebeliones.
Es verdad, queremos estar mejor informados, tener información de primera mano. Por ejemplo, estamos en contacto con colectivos de medios de comunicación franceses. El colectivo de Marsella nos manda vídeos, documentales y reportajes sobre la Francia real, que no es la de la embajada, la de la Alianza Francesa, la de Dior… es ya una colaboración audiovisual.
Por ejemplo, nos ha chocado el modo en que los medios extranjeros dominantes han hablado de la explosión social en las barriadas francesas, en el pasado mes de noviembre, con análisis que pasaban por alto la pobreza, la miseria social. ¿Qué se ha dicho en Venezuela?
Creo que estamos tan mal informados sobre vosotros como vosotros sobre nosotros. Les interesa tanto aislaros de nosotros, como a nosotros de vosotros. Para mantener la dominación el secreto es impedir que los ciudadanos se identifiquen unos con otros.
Estoy seguro de que si hubiese muchas cadenas públicas que permitiesen a los brasileños identificarse con los franceses o a los argelinos con los venezolanos, constantemente y en todos los aspectos de la vida, tanto en el ámbito económico como en el filosófico, desde lo más cotidiano a lo más histórico, los efectos políticos se notarían enseguida.
En lo que respecta a Venezuela y Francia, se mantiene un afán de impregnarse del espíritu de Rousseau y la Ilustración.
Chávez dice: «soy un hombre del siglo XIX» y lo asume delante de los periodistas. No reniega del lema «libertad, igualdad, fraternidad».
Para él no es algo folclórico sino fundamental. Es una idea que aún mantiene su vigencia. Aunque el concepto de «República» en Francia haya degenerado.
Hay un libro que recomienda mucho a los venezolanos, «Los Miserables» de Víctor Hugo. No pierde la ocasión de recomendárselo, se lo cita a los ministros: «Ya saben lo que representa Jean Valjean en América Latina, ya saben que estamos rodeados de millones de Jean Valjean».
Es interesante, porque hay una especie de fibra revolucionaria que quizá se haya perdido en la historia de Europa pero aquí procura crear un mundo multipolar. Entonces, ¿por qué no Europa? Intentamos ponernos en contacto. Lo hacemos a tientas, con la esperanza de tender puentes entre los movimientos sociales de los dos continentes y ensancharlos.