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Las segundas partes nunca fueron buenas

Los primeros días de Cristina y la futura «conflictividad social»

Fuentes: Socialismo o Barbarie

«No hubo respiro ni ‘luna de miel’ entre el país y el gobierno. Hubo, más bien, una instantánea prolongación de conflictos (…); los motores se pusieron en marcha de inmediato, con el agravante de que no es equivalente una discusión salarial en un contexto de estabilidad de precios que en el marco de un proceso […]

«No hubo respiro ni ‘luna de miel’ entre el país y el gobierno. Hubo, más bien, una instantánea prolongación de conflictos (…); los motores se pusieron en marcha de inmediato, con el agravante de que no es equivalente una discusión salarial en un contexto de estabilidad de precios que en el marco de un proceso inflacionario. La carrera por mejorar la distribución del ingreso -en sí misma necesaria- se acelera e incorpora nuevas formas de conflicto» (Natalio Botana, La Nación, 20/12/07).

Los meses preelectorales mostraron un gobierno fortalecido y fortaleciéndose: crecimiento «prolongado», alta popularidad, un triunfo electoral bastante holgado, una oposición burguesa fragmentada, control absoluto en ambas cámaras y, de conjunto, un marco político corrido al centro-centro. La asunción fue precedida por una serie de anuncios impopulares: aumento del gas, la luz y el transporte a partir de enero y por la escandalosa represión de la Prefectura a los «pibes» del Casino.

Sin embargo, los primeros días de Cristina no fueron como lo pensaron y prepararon. Si bien se sabía que no gozaría de los famosos «100 días de gracia» de cualquier nuevo gobierno (por representar una continuidad demasiado igual a sí misma), tampoco se esperaba la acumulación de malas noticias en tan poco tiempo.

El asesinato de Febres, la valija de Antonini, los tamberos «insurrectos», una serie de luces amarillas en la economía mundial (que se suman a los problemas no resueltos de la economía argentina), la tenacidad de los pibes del Casino y el temor a la «conflictividad social» que se puede venir en el año que despunta, comienzan a encender algunas luces de alerta por el «entorpecimiento» que puedan significar para la tan prometida «normalización completa del país».

En síntesis: los hechos que venimos reseñando expresan una serie de límites y contradicciones en varios órdenes y en pleno desarrollo. Se trata de los primeros escollos que enfrenta Cristina. Y está claro que de cómo se resuelvan estos «choques» se determinará buena parte del comienzo del 2008. Por de pronto, la presidenta no pudo viajar al Calafate a pasar la Navidad como quería ante la serie de «frentes de tormenta» abiertos…

Peligros para el escenario económico del 2008

Inflación con recesión en Estados Unidos en el 2008. Este diagnóstico acaba de señalar Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal (Banco Central) de ese país y toda una autoridad -a nivel mundial- en materia de economía y finanzas.

¿Pero qué importancia puede tener lo que pase en la economía yanqui para nuestro país? Mucha. Porque el país del norte sigue siendo el centro de la economía mundial. Y, más aún, es uno de los dos grandes consumidores -en última instancia- de todo lo que se produce en el mundo actual, junto con China. Es que la economía del mundo de los últimos años ha estado armada de tal manera que este «consumismo» norteamericano, sumado a la inmensa demanda de materias primas que está acarreando el proceso de industrialización de China, no ha hecho más que llevar el precio de varios de los productos de exportación de la economía argentina «a las nubes».

Precisamente, el alza en las exportaciones en los últimos años ha sido uno de los motores de la recuperación económica del país luego de la catástrofe del 2001, en combinación con la inmensa devaluación de la moneda operada en el 2002.

Pero si la economía norteamericana cae en recesión, no está claro que China, India o la Unión Europea puedan reemplazarla para evitar una tendencia recesiva a nivel internacional. Y si este retroceso económico internacional se produjera, cambiaría completamente el «idílico» cuadro económico del que se han beneficiado políticamente los esposos K en estos últimos años.

Para colmo, a esto se le vendrían a sumar los propios problemas que viene arrastrando la economía argentina en el último período. Ya la inflación se está haciendo cada vez más difícil de manejar ante los crecientes precios internacionales y un insuficiente salto en la inversión y producción del país que permita atender la demanda. Esto por no referirnos a que, a partir del 1º de enero, se vienen aumentos generalizados de las tarifas del transporte y que con el despuntar del año -sí o sí- se multiplicarán los reclamos obreros por un salario que -nuevamente- cada vez alcanza para menos.

Interna sindical antes de la negociación del Pacto Social

Por lo tanto, de cambiar el cuadro económico internacional y en las condiciones en que se vive un proceso de fortalecimiento «material» y subjetivo entre los trabajadores, las tendencias a un choque de tendencias sociales de proporciones entre el gobierno, las patronales, los burócratas sindicales y la base obrera se pueden multiplicar. Claro que no la hora de «distribuir» la riqueza generada, sino de decidir quin pagará los platos rotos de una eventual crisis.

Es precisamente en ese marco que se está cocinando a fuego lento el escenario -y los aprontes- para el tan mentado Pacto Social. De entre las noticias de importancia de estos días, ha estado todo el minué de Néstor y Cristina hacia Moyano, Gerardo Martínez y otros popes sindicales.

La cuestión es simple: el Pacto Social todavía figura en los papeles, pero no se ha avanzado aún un centímetro en su concreción. Es verdad que el mecanismo «encuadrador» de unas paritarias sin arte ni parte de las bases viene funcionando sin mayores desbordes en los dos últimos años.

Pero aquí hay dos cuestiones que señalar. Por un lado, la aspiración gubernamental frente a la creciente inflación (y más aún frente a los posibles nubarrones económicos en el horizonte) es cerrar un acuerdo de más largo plazo (dos o tres años) que le dé a la economía un «horizonte de previsibilidad». No por nada Cristina acaba de esforzarse por reiterar que «las naciones desarrolladas cuentan con fuertes instituciones sindicales y patronales» como dando a entender que esas «fuertes instituciones» son necesarias para encuadrar la conflictividad de manera tal que no afecte el normal desenvolvimiento de los negocios capitalistas.

Pero, por otro lado, está también el problema de en quién se confía para poner las eventuales «presiones reivindicativas» en caja. Es decir, los jerarcas sindicales de la CGT (la CTA, a este nivel, todavía es una organización demasiado limitada y débil para hacer el trabajo), serán los encargados de imponer los acuerdos pactados por arriba y evitar el desborde por abajo.

En fin: es este «tejido» el que aún está en sus inicios y pretende ser «bordado» de manera tal que cuando sea puesto en acción resista las presiones que pueda enfrentar.

Santa Alianza contra las luchas obreras

Precisamente por lo anterior es que los esposos K han patentando todo un comportamiento en relación con las luchas obreras que de manera democrática desbordan a los burócratas sindicales y son encabezados por la vanguardia independiente y la izquierda. Comportamiento que -inevitablemente- se va a intentar generalizar aún más en la eventualidad de que sectores obreros y de trabajadores se muestren disconformes con los cantos de sirena del tramposo Pacto Social.

Pero no se trata sólo de los esposos K; el conjunto de la oposición burguesa y hasta la abrumadora mayoría de los medios de comunicación están, en este tema en la misma sintonía gubernamental. Hasta se podría decir que estamos frente a una verdadera política de Estado que consistente en escarmentar, regimentar e intentar suprimir a la vanguardia independiente de los lugares de trabajo que salen a la lucha.

Se ha conformado una verdadera Santa Alianza gobierno-patrones-burocracia-oposición patronal-medios de comunicación, con una estrategia clara: montar provocaciones usando a las patotas sindicales para mostrar ante la sociedad no auténticas y genuinas luchas de los trabajadores (como de hecho son), sino un montaje de falsa «interna sindical» para ensuciarlas, al tiempo que se deja en segundo plano la responsabilidad patronal y del gobierno por los justos reclamos obreros, todo esto con la «santa» ayuda de los medios de (des) información masiva.

Si en octubre del 2006 se vivió un ensayo general fallido con la patota del joven K «Tuto» Muhamad en el Hospital Francés, meses después se ha «perfeccionado» el mecanismo y, ante otra provocación, terminaron metiendo a la Gendarmería en el hospital. Luego fue el Casino, donde de la mano de la patota del ultra kirchnerista «Caballo» Suárez, montaron la provocación con la que la patronal y el gobierno iniciaron el conflicto para derrotar a su aguerrida vanguardia. Y la semana que pasó, le tocó el turno a los compañeros del Subte, que, escandalosamente y mientras anunciaban un paro en conferencia de prensa por el doble aguinaldo y otros reclamos, fueron agredidos ante las cámaras de TV por una patota de la UTA.

¿Será este el modus operandi con el que intentarán «normalizar» las relaciones laborales e imponer el Pacto Social y las paritarias de hambre y explotación? La respuesta es categórica: no puede caber la menor duda que sí.

Por esto mismo, los trabajadores y la izquierda debemos estar preparados para las durísimas luchas que tendremos por delante, lo que de ninguna manera puede querer decir que no puedan ser ganadas. Por el contrario, en las durísimas luchas que se vienen, habrá que responder a las provocaciones y patoteadas organizando la autodefensa obrera para darles un buen escarmiento a los patoteros y rompehuelgas garantizando la integridad física de todos los compañeros. Esto al tiempo que se toman todas las medidas para garantizar la libre y soberana discusión de las bases desbordando a los burócratas.

Imponerle una negociación política al gobierno K

Es el marco anterior el que ayuda a ubicar la lucha de los compañeros del Casino Buenos Aires, que ha venido siendo la principal pelea de la actual coyuntura. Una lucha en la que la Santa Alianza que venimos denunciando está funcionando a pleno. Con un Ministerio de Trabajo que dicta una conciliación… que no puede hacer valer porque la otra parte «no se quiere sentar». Con un poder judicial que abre -una y otra vez y otra vez más- todo tipo de resquicios para que la empresa pueda desconocer cualquier tipo de obligación «legal». Con la mugre patotera de las burocracias del SOMU y ALEARA. Con los medios de comunicación que se esfuerzan por no cubrir la lucha como corresponde. En fin, con un gobierno como el de Cristina que no sólo tiene como testaferro directo a uno de los dos principales accionistas del Casino, Cristóbal López, sino que apuesta todas sus fichas a que el ejemplo del Casino «no cunda». Es decir, a la derrota de esta hermosa y ya heroica lucha.

Pero aún contra viento y marea, estamos convencidos de que la lucha del Casino se puede ganar. Porque el espíritu de lucha de los compañeros es un ejemplo para toda la clase obrera del país. Y porque no sólo están lejísimos de haber sido doblegados, sino que a pesar de la dureza de la pelea y de su parcial aislamiento actual, dieron el paso ejemplar de encadenarse en Plaza de Mayo llevando su lucha al centro político del país. Desde ya que, por sí mismo, instalarse en la Plaza de ninguna manera garantiza el resultado de la pelea. No se trata de esto, sino de la claridad que han ido asumiendo los compañeros de que su lucha es una pelea que ha adquirido una creciente dimensión política nacional, que sólo puede tener una solución satisfactoria si se fuerza al gobierno de Cristina K a una negociación política de conjunto.

No va a ser fácil. El gobierno K los quiere derrotar a modo de «puerta de entrada» a su tramposo Pacto Social. Pero también es verdad que Cristina ha acumulado suficientes problemas en estas semanas, que deben ser aprovechados por los compañeros -bajo la amenaza de endurecer aún más la lucha- obligando al gobierno a darle una salida política al conflicto.