Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Primero era (y es) ese negador de titularidad, el justificador de torturas, el apólogo de la ocupación israelí, el calumniador de oponentes, Alan Dershowitz. Alan no me presentaba un problema.
¡Pero ahora es Marvin Kalb! ¡Uno de mis héroes de infancia!
Cuando pasé un año en la Escuela de Derecho de Harvard, estudiando un poco el Sistema Legal Chino, Dershowitz no parecía estar particularmente fuera de control.
Tampoco lo parecía estar Marvin Kalb cuando conversamos en una función de NBC en Washington y sonaba bastante razonable como moderador en «Meet the Press.» ¡Así que seguro que el problema tiene que ser Harvard! ¡O tal vez sea sólo yo!
Actual miembro sénior del Centro Joan Shorenstein de Harvard, (no vamos a guardarle rencor porque está pagado por Walter Shorestein-miembro favorito del AIPAC y recaudador de fondos y porque su oficina en Washington está a distancia muy cómoda de la oficina local del AIPAC), Kalb publicó recientemente un ‘estudio’: «La Guerra israelí-Hezbolá de 2006: Los medios como un arma en un conflicto asimétrico.» Se le sumó Carol Saivetz. Todo va bien por el momento. Estoy muy a favor de los estudios académicos.
JTA («Servicio noticioso global del pueblo judío») publicó el trabajo de Kalb el 3 de mayo de 2007 y el AIPAC está ahora ocupado inundando el Congreso con este «estudio académico» mientras trata de intimidar al cuarto poder con aullidos de «¡Ya ven, se lo habíamos dicho! ¡Ustedes son anti-israelíes y tal vez sean antisemitas ocultos! ¡Tenemos la erudición de Harvard para respaldarlo!»
¡Vaya, qué erudición de Harvard!
No voy a buscar los tres pies al gato en los pesos pesados de la información utilizados por Kalb para su obra: Fox News, Bill Kristol, Weekly Standard, «Hezbollah is still a Secretive Organization» [Hezbolá sigue siendo una organización secreta] de Anderson Cooper, (¡Espero que lo siga siendo o me metí en un lío!) The Jewish Press’s Media Monitor, y como nos asegura Kalb: «entrevistas con numerosos diplomáticos,» a ninguno de los cuales nombra. Dejemos de lado los registros telefónicos de la madama de Washington, me siento más curioso en cuanto a los secretos «diplomáticos» de Kalb y me preocupa lo que Harvard publica como ‘erudición’ estos días.
Kalb no nos dice cuánto tiempo él o sus fuentes pasaron efectivamente en el Líbano investigando durante o desde la guerra de julio, pero hubo muchos periodistas sólidos en este país, y aunque no me necesitan para defender su trabajo, quisiera ofrecerle a Marvin alguna comprobación de hechos y una observación o dos.
El resumen que hace Kalb de su «trabajo de investigación» presenta sucintamente sus tesis: Durante la «guerra de verano» (como en un picnic, supongo) Hezbolá-Israel «los medios pasaron de ser objetivos a ser ‘ardientes propugnadores (de Hezbolá)’ y por lo tanto «un arma de la guerra moderna.»
Kalb afirma que los medios dieron a Hezbolá, que él califica de «secta cerrada» (lo que no suena demasiado bien) «un control total del mensaje diario de periodismo y propaganda» y este hecho «victimizó a Israel» porque es ‘una sociedad abierta’ mientras que Hezbolá es «una sociedad cerrada, que emprende un «control antidemocrático de los medios,» es militante, secreta, una secta religiosamente fundamentalista, un Estado dentro de un Estado, un subnacional (no es bueno) ‘Partido de Dios,’ que combate ‘al infiel’ y busca ‘la victoria divina’ y es apoyada por Irán y Siria (!) y, por si no fuera bastante, es similar al ejército Madhi. Kalb nunca menciona que Israel es apoyado por los USA con unos 15,1 millones de dólares al día o sea 300 veces más de lo que la CIA afirma que Hezbolá recibe en ayuda extranjera cada año y que recibe un 83% de sus armas de los USA.
El primer problema de Kalb con los medios se concentra en el sitio mediático de la ONU en la Red. Su investigación revela que los tan denigrados observadores de UNIFIL, que Israel ha bombardeado y acribillado 15 veces en el último cuarto de siglo, pusieron en su sitio en la red las incursiones israelíes a través de la frontera que tuvieron lugar cada día precedente. Es lo mismo que se ha encargado a las Naciones Unidas que haga desde 1978, ya que ha documentado más de 18.000 violaciones israelíes de territorio libanés incluyendo su espacio aéreo y marítimo. Notablemente, la ‘investigación’ de Kalb en este aspecto es idéntica a la de Lori Lowenthal Marcus de AIPAC: «¿Qué hicisteis durante la guerra, UNIFIL?» en The Weekly Standard de mediados de agosto. Kalb y Marcus afirman que combatientes de Hezbolá se informaron en algo sobre donde se encontraban los israelíes y por lo tanto recibieron «un regalo» de la ONU que se convirtió en una ventaja de inteligencia extremadamente valiosa para Hezbolá, y Hezbolá la aprovechó.»
Verificación de los hechos: Tal vez Kalb y el Centro Shorenstein de Harvard puedan aprovechar la información de que los combatientes de Hezbolá, organizados en grupos de dos o tres (a veces cinco según las armas utilizadas) conocen cada centímetro de sus áreas asignadas en el sur del Líbano, en realidad, mucho mejor que la ONU. Nacieron en esas aldeas, han combatido a los israelíes en ese terreno montañoso desde los años setenta y el 12 de julio sabían exactamente cuáles 3 puntos de entrada (de 24 posibles) iba a utilizar el ejército israelí para invadir el Líbano, y lo estaban esperando. Hezbolá también tenía una idea bastante buena de dónde se encontraba cada israelí en cualquier momento dado del conflicto. El problema de Israel es que no pudo encontrar a los combatientes de Hezbolá hasta que estos quisieron que los encontrara, sea en Marun al Ras, Eita Chaab, Bint Jbeil, Yarun o en cualquier sitio a lo largo de la ‘línea azul’.
El estudio de Harvard se queja de que la ONU no informó sobre los movimientos de Hezbolá, mostrando así un prejuicio contra Israel.
Verificación de los hechos: Perdóneme Marvin, pero si el ejército israelí, con la última tecnología estadounidense y equipo de visión nocturna, montones de cámaras montadas en aviones teledirigidos Heron, Searcher Mk II, o Hermes 450, e imaginería satelital de primer plano, no pudo encontrar a los combatientes de Hezbolá, es poco probable que los observadores de la ONU a lo largo de la línea azul, esquivando los obuses israelíes, pudieran hacerlo. (El 26 de julio Israel bombardeó el puesto de la ONU cerca de Khaim matando a cuatro observadores de la ONU – canadiense, austriaco, chino, y finlandés). Además, la misión de la ONU tiene el deber de informar sobre cruces de la ‘línea azul’ (sólo Israel lo estaba haciendo), no de supervisar lo que ocurre dentro del Líbano.
Además, culpar a la ONU por hacer su trabajo, lo que Israel ha estado haciendo durante 25 años, y afirmar que combatientes de Hezbolá, bajo una guerra relámpago en una zona de fuego libre, incluyendo lo que se estima en 4,8 millones de bombas de racimo, andaban corriendo por ahí con laptops y se basaban en el sitio en la Red de la ONU sobre los movimientos israelíes, es un despropósito obvio. Su conclusión de que «los medios de la ONU dieron a Hezbolá una ventaja de inteligencia extremadamente valiosa que aprovechó» es pura fantasía. Los ‘investigadores’ de los «think-tank» debieran salir más a menudo al terreno y conocer a la gente sencilla, por así decirlo.
A Kalb lo complica que su investigación haya revelado que:
«Ellos (los israelíes) no podían guardar un secreto. Hezbolá, por otra parte, controlaba su mensaje con un puño de hierro. Tenía a un portavoz y ninguna filtración. Hezbolá no tenía que responder a críticas de autores de blogs, y podía contar siempre con periodistas árabes desvergonzadamente favorables para que condenaran a Israel por su ataque militar «desproporcionado» contra el Líbano. Durante la guerra de verano de 2006 en Oriente Próximo, fue Israel contra Hezbolá, dirigido por el carismático Hassan Nasrallah, y porque Israel no ganó la guerra, se juzga que la perdió.»
Verificación de los hechos: Hezbolá operó una oficina eficiente de información de prensa con varios portavoces y numerosos responsables de suministrar antecedentes y personal voluntario que respondía a cada pregunta que podía y que ayudó a los medios. Nasrallah no otorgó entrevistas durante los 33 días de conflicto, pero publicó declaraciones. Como todo el aparato militar israelí andaba tras suyo, se mantenía oculto.
La investigación de Kalb estableció que «los medios mostraron demasiada destrucción del Líbano y en su información no otorgaron crédito al argumento de Israel de que el derecho internacional permitía que Israel bombardeara áreas civiles si soldados se ocultaban en esas casas.» Israel utilizó este mismo argumento durante sus invasiones de 1978, 1982, 1993, 1996, como lo hace actualmente en Palestina. En el verano de 2006 fue muy fácil para los medios encontrar evidencia en el Líbano. 950.000 personas fueron expulsadas por las bombas de sus aldeas, y 32.000 casas destruidas, y estaban apiñados en parques públicos en Beirut y en escuelas en todo el norte del Líbano y en Siria. Los medios tuvieron numerosos testigos presenciales sobre la destrucción del Líbano e informaron adecuadamente sobre lo que averiguaron.
Kalb cita una declaración al New York Times de la ministra de exteriores israelí Tzipi Livni después de la matanza de Qana: «Cuando te vas a dormir con un misil, puede pasarte que te despiertas con otro tipo de misil» si fuera una como autoridad en la materia. Israel admitió posteriormente que no hubo misiles lanzados desde Qana, ni Hezbolá en el área, pero que había cometido un error al matar a esos 28 civiles ocultos en el refugio. Kalb tal vez podría informar a la diplomática Livni que ninguno de los 10 adultos o los 18 niños se había acostado con un misil en Qana.
Verificación de los hechos: Una vez más, el investigador Kalb no parece comprender cómo se libró la guerra aquí, en el terreno, en el sur del Líbano. Hezbolá no se ocultó entre civiles de las fuerzas israelíes. Al contrario, estaban ansiosos de enfrentar a Israel en toda oportunidad. Típicamente, Hezbolá lanzó sus misiles desde áreas camufladas como plantaciones de plátanos, huertos, follaje espeso, búnkeres, agujeros en el suelo, laderas de montes rocosos y valles, no desde casas o ciudades. Sabía muy bien que Israel no vacilaría antes de bombardear casas civiles, como lo ha hecho desde fines de los años sesenta. Después de una misión en particular, los combatientes de Hezbolá enterraban sus armas y trataban de dormir. Rara vez volvían a sus aldeas para ver a sus familias o propiedades.
Respecto a la admisión israelí de su error al bombardear el refugio de Qana, según la ONG-Líbano, Israel cometió 6.979 ‘errores’ de bombardeo en los 33 días de la guerra de julio. Tal vez Kalb considere aceptable esta estadística, considerando que Israel lanzó más de 17.000 ataques contra más de 8.000 objetivos, incluyendo 300.000 obuses de artillería y unos 4,8 millones de bombas de racimo. La gigantesca operación internacional de prensa israelí lo hizo. La mayor parte de los medios no.
La investigación de Kalb también considera problemático que «no sólo diplomáticos sino los medios olvidaron quién comenzó la guerra y se concentraron en la «reacción desproporcionada» de Israel. (Las comillas de Kalb implican que su investigación no estableció que hubo una reacción desproporcionada lo que lo coloca en contradicción con casi todos los medios del mundo, incluyendo los de Israel). Estos lo hicieron, e hicieron bien. El principio aplicable del derecho internacional es bastante simple. El que un lado transgreda, capture soldados o cometa un acto hostil no significa que el otro lado, en represalias, tenga derecho a masacrar a cientos de civiles y a destruir gran parte del país. El principio relacionado del derecho internacional es la obligación de discriminar entre objetivos civiles y militares. El asesinato en respuesta por Israel de más de 1.250 civiles, casi un cuarto de ellos niños, muchos que huían en convoyes enarbolando banderas blancas, obedecían las órdenes israelíes de huir, o se ocultaban en refugios sin combatientes en el área, fue por cierto desproporcionado en relación con la captura de los dos soldados. Los medios internacionales informaron correctamente sobre esos crímenes de guerra.
La investigación de Kalb reveló que «partidarios de la posición de Israel, (incluyendo a eruditos) tienden a descartar el debate sobre proporcionalidad/desproporcionalidad como engañoso y estúpido.» Podrá tener razón en cuanto al primero, pero se equivoca por completo en cuanto a estos últimos.
Kalb no menciona las resmas de material disponible sobre el tema de los bombardeos ilegales «desproporcionados» de Israel, que niega que hayan ocurrido, incluyendo numerosos testimonios de militares israelíes que comunicaban que Israel «perdió el control» temprano en el conflicto, después de ser repetidamente emboscado y de no poder ubicar a los combatientes de Hezbolá y en un frenesí vengativo realizó bombardeos de saturación en gran parte del sur del Líbano, creando una zona de muerte de fuego libre.
«Lo que hicimos fue demencial y monstruoso, cubrimos ciudades enteras con bombas de racimo; lanzamos 1.800 bombas de racimo, con 1,2 millones de bombitas de racimo» (jefe de sólo una unidad de cohetes del ejército israelí citado en Ha’aretz el 12 de septiembre de 2006).
«En las últimas 72 horas disparamos todas las municiones que teníamos, todas al mismo sitio, ni siquiera alteramos las direcciones del cañón. Amigos míos en el batallón me dijeron que también dispararon todo en los últimos tres días – obuses ordinarios, bombas de racimo, todo lo que teníamos.» (Reservista israelí en un batallón de artillería, citado en Ha’aretz el 8 de septiembre de 2006)
Kalb admite que Israel tiene leyes duras de censura militar, que no permitieron informar, por ejemplo, sobre las bodegas de armas y bases en el norte de Israel a las que apuntaban muchos de los misiles de Hezbolá, en lugar de atacar a civiles, pero su investigación de los medios criticó a Hezbolá por limitar los movimientos durante los bombardeos de Israel en el Líbano. Los asistentes de prensa de Hezbolá a veces sugirieron, durante intensivos bombardeos, que por razones de seguridad los periodistas podrían preferir contemplar la acción en la televisión Al Manar. El motivo es que Hezbolá filma en vivo la mayoría de sus batallas porque durante los años Israel reduce sus bajas y exagera las de Hezbolá (Kalb utiliza la afirmación israelí de 600 miembros de Hezbolá muertos en la guerra de julio aunque la cifra real es de 264).
Verificación de los hechos: La audiencia de Al Manar es a menudo más elevada en Israel durante los conflictos que la de las estaciones israelíes porque los israelíes tienen más confianza en Al Manar para una información verídica que en las estaciones informadas por su propio gobierno. A pesar de este hecho bien conocido, el erudito Kalb, tal vez recordando sus días como periodista en la URSS, difama a Al Manar: «en cuanto a informes e información sobre la guerra, Al Manar fue para Hezbolá lo que Pravda era para la Unión Soviética.» Los televidentes israelíes no están de acuerdo.
Kalb encuentra un problema mediático de «choque de civilizaciones» cuando Newsweek no publicó una foto horripilante y los medios árabes lo hicieron. Su investigación concluye: «Dos sistemas de valores entraron claramente en colisión: uno no usó la foto horripilante, el otro la usó, en realidad la amplió deliberadamente lo más posible, no queriendo otra cosa que utilizar toda y cualquier arma de «información» para derrotar a Israel.»
Es interesante que la conclusión de Kalb sea, casi palabra por palabra, la que apareció en el sitio en la Red de AIPAC, antes de que Kalb completara su propio ‘estudio’.
Para parafrasear la declaración de Alan Dershowitz en su sitio en la Red («Me gusta Carter») respecto al presidente Carter, justo antes de ponerlo por los suelos, quisiera decir: «Me gusta Marvin Kalb.» Y no lo voy a poner por los suelos. Pero si viene al Líbano lo voy a llevar a pasear y le voy a ayudar con fuentes adicionales para la próxima edición de su ‘estudio.’
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