Venezuela debe saber que sólo una ínfima parte de la población en Argentina avala la escalada de su gobierno contra la Revolución Bolivariana. Debe saber, también, que la sociedad está desmovilizada como nunca antes, confundida, desorganizada, en manos de políticos burgueses unidos en el rechazo al régimen venezolano. En el empeño de ganar las elecciones […]
Debe saber, también, que la sociedad está desmovilizada como nunca antes, confundida, desorganizada, en manos de políticos burgueses unidos en el rechazo al régimen venezolano. En el empeño de ganar las elecciones del próximo año, incluso expresiones centristas-populistas comprometidas en última instancia con el sistema capitalista, se mantienen indiferentes frente los planes impuestos por Washington a un grupo de países de la región para derrocar a Nicolás Maduro.
La operación golpista tiene fecha: el 10 de enero. Es cuando Maduro debe asumir su segundo mandato (2019-2025) de acuerdo con los resultados electorales de mayo pasado. Aquellos comicios fueron desconocidos por la Casa Blanca, acompañada por gobiernos de América y Europa.
La cancillería argentina estuvo a la vanguardia en el apoyo al proyecto del Departamento de Estado obedientemente asumido por Donald Trump. Ahora, mandatarios de 58 países discuten el retiro de embajadores a partir de aquella fecha, así como medidas económicas que agraven la situación del país.
Las escuálidas organizaciones políticas de la burguesía venezolana cuentan con el apoyo de comandos entrenados en Colombia para ingresar a territorio venezolano, actuar como fuerza de choque en operaciones sangrientas y disfrazar, bajo la máscara de una insurrección popular contra Maduro, la invasión a Venezuela.
Macri vacila ante semejante plan. Un sector de su gobierno ve con temor la posibilidad de involucrar a Argentina en una agresión militar por las enormes repercusiones que esto tendría en el continente y, en particular, en Argentina.
Para ocultar su debilidad Macri levanta el tono en discursos sobre la necesidad de «restablecer la democracia en Venezuela». Su dificultad se agrava por la llegada -el 1º de enero- al gobierno de Brasil de Jair Bolsonaro, quien junto a su vicepresidente proclama abiertamente la necesidad de invadir Venezuela. Lo hace por convicción fascista. Pero principalmente por otras dos razones: ponerle el nombre de Venezuela a la guerra que sin demora lanzará contra el propio pueblo brasileño; y, con pareja relevancia, recuperar para Brasilia el lugar de socio estratégico de Washington en la geopolítica regional.
Esto último afila la lengua de Macri. En tiempos de Barack Obama Buenos Aires fue escogida por la Casa Blanca como punto de apoyo para la estrategia contrarrevolucionaria hemisférica. Trump, mantuvo esa decisión. Pero sobre todo después de la conducta del presidente argentino durante la reunión del G-20 (ver «En qué rumbo marcha Argentina«), Trump muestra intenciones de volver a refugiarse en el apoyo de Brasil, pese a advertencias acerca de prontas convulsiones y eventual ingobernabilidad en ese país.
Como sea, Macri alienta una línea golpista compartida además por el colombiano Iván Duque y el chileno Sebastián Piñera. El riesgo de una agresión contra Venezuela en las próximas semanas es elevado.
Es posible frenar la embestida
Venezuela está consciente y alerta frente a la amenaza. El núcleo principal del alto mando político-militar está unido y en aprestos de combate. Estados Unidos no ha logrado abrir una brecha en la Fuerza Armada. Y las crecientes penurias económicas de la población no parecen haber agotado la voluntad de resistencia. El reciente viaje de Maduro a Rusia y la posterior llegada de aviones de combate rusos a Venezuela indican la magnitud de los preparativos defensivos. En la misma línea, la apelación a un millón seiscientos mil milicianos, aunados a la Fuerza Armada, hace titubear a los guerreristas incluso en Washington. Venezuela cuenta además con los gobiernos del Alba. El incendio de una invasión no quedaría reducido a un país.
Con todo, es preciso que toda América Latina se pronuncie contra la amenaza golpista, que a falta de instrumentos propios de la burguesía venezolana tiene su centro de gravitación en los gobiernos citados, en especial el argentino.
Así como en el caso de Macri, sus pares en la región carecen de respaldo popular para llevar a cabo la agresión. Pero al igual que en Argentina, la situación de la clase obrera en Brasil, Perú, Chile e incluso México, no permite pensar en un rechazo activo a partir de su propia iniciativa. Paralizada frente a la necesidad de defenderse a sí misma, la clase trabajadora no puede ahora mismo tomar la vanguardia. No pocas organizaciones que se reclaman antimperialistas parecen no advertir la gravedad de la escalada del capital a nivel continental; desconocen o soslayan la necesidad de enfrentar a Washington y sus escuderos.
Adalid de la supuesta democratización en Venezuela, Macri y su coalición socialdemócrata-desarrollista-
De manera que trabajadores y jóvenes conscientes deben tomar en sus manos, desde el Río Bravo a la Patagonia, la misión histórica de impedir la agresión de Estados Unidos y las burguesías de la región. Esa agresión no es, aunque así se presente en una primera instancia, contra Venezuela. Es contra la actualidad y perspectiva de la Revolución en América Latina, que tiene en los países del Alba un punto de partida y motor invalorable para su desarrollo.
Una vez más es necesario llamar a la creación de brigadas internacionalistas para una vigorosa campaña de agitación y propaganda que impida a Macri poner a Argentina a remolque de la maquinaria guerrera de Estados Unidos.
@BilbaoL
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