Un historiador que figura entre los contados que articulan rigor, ecuanimidad y amor por la disciplina publicó en enero de 1983 un vigoroso ensayo acerca de la guerra librada por Argentina y Gran Bretaña en las islas Malvinas (abril/junio 1982). Nuestro autor empieza diciendo que, a causa de la guerra, «…más gente ha perdido la […]
Un historiador que figura entre los contados que articulan rigor, ecuanimidad y amor por la disciplina publicó en enero de 1983 un vigoroso ensayo acerca de la guerra librada por Argentina y Gran Bretaña en las islas Malvinas (abril/junio 1982).
Nuestro autor empieza diciendo que, a causa de la guerra, «…más gente ha perdido la chaveta por esto que por cualquier otra cosa. No quiero decir la gran mayoría de la gente, cuya reacción fue, con toda probabilidad, seguramente más apasionada o histérica que la de aquellos cuya profesión es escribir y formular opiniones».
A ojos vista, podría suponerse que el autor se refería a los argentinos y sus demandas sobre las Malvinas, o a la desgarradora y no menos real contradicción que continúa causando insomnio entre los analistas progres: la índole dictatorial del régimen cívicomilitar que en 1976 usurpó el poder en Argentina, aunada a las históricas demandas de este país sobre la colonia que, eufemísticamente, Londres llama Falkland
y, alevosamente, incluye en sus territorios de ultramar
.
Negativo. El autor es el inglés Eric Hobsbawm (1917), y en el ensayo de marras (Falklands fallout
, publicado en la revista Marxist Today) deplora el patrioterismo histérico
de sus compatriotas durante la guerra, a más de responder con 30 años de anticipación a historiadores como el argentino José Luis Romero y otros intelectuales que, con invencible cinismo liberal, se preguntan hoy si en realidad
(sic) las Malvinas son argentinas.
Hobsbawm apunta: «Ahora bien, no estoy emitiendo un juicio sobre la validez de la reivindicación argentina. Como muchas reivindicaciones nacionalistas similares, no resiste demasiada investigación. Está basado esencialmente en lo que uno podría llamar ‘geografía de escuela secundaria’ -todo aquello que pertenece a la plataforma continental debería pertenecer al país más cercano-, pese al hecho de que ningún argentino ha vivido allí…», etcétera.
Por consiguiente, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner sabía con qué calaña de diplomáticos tenía que vérselas el 10 de junio pasado, al presentar su vibrante alegato en el Comité de Descolonización de la ONU. Y periódicos apátridas de la oposición
, como Clarín y La Nación, relativizaron y diluyeron la importancia histórica del momento, calificando al comité de la ONU de foro menor
, pues a quién se le ocurre hablar de colonialismo en pleno siglo XXI.
Roger Edwards, legislador británico de las islas, acusó al gobierno argentino de actuar con hipocresía
y denunció la imposición de un supuesto bloqueo económico
al archipiélago. En nombre de 3 mil habitantes, Edwards afirmó que la presidenta de 40 millones de argentinos ignoraba la Carta de Naciones Unidas «…que obliga a todos los miembros a respetar la igualdad de derechos y la autodeterminación».
El súbdito de su majestad no aclaró a qué tipo de autodeterminación
se refería. ¿Acaso después de la guerra la British Nationality (Falkland Islands) Amendment Act de 1982 no había convertido a los kelpers (habitantes de las islas) en ciudadanos británicos con plenos derechos de ingreso y empleo en el Reino Unido?
Contradictoria exigencia que, precisamente, la ex premier Margaret Thatcher se encargó de explicar en persona a los isleños, durante su visita a Malvinas en enero de 1983. Momento a partir del cual Londres empezó a tratar a los isleños como seres humanos. Tardaron casi 150 años y costó una guerra de un millar de muertos y miles de heridos
(Tiempo Argentino, Buenos Aires, 16/6/12).
Al trascender que en Downing Street 10 de Londres (residencia oficial del primer ministro conservador David Cameron), la bandera del Reino Unido fue izada junto con la de las Falkland Islands «…en señal de apoyo a los habitantes del archipiélago que celebraron el ‘Día de la Liberación'», Cristina manifestó vergüenza ajena
.
La gobernante observó: ¿Qué pensarían el pueblo alemán, o la señora Merkel, si el 8 de mayo de 1945 (fecha de la rendición incondicional de Alemania) ondeara la bandera alemana por debajo de la bandera inglesa?
Agregó: «El apoyo de nuestros países hermanos no es sólo solidaridad, sino un ejercicio de autodefensa porque nuestra región está desmilitarizada… Ésta no es sólo una cuestión bilateral, sino global. Por eso Malvinas no es sólo una causa nacional, porque estamos defendiendo los recursos de América del Sur».
El humor rioplatense también cautivó la atención de los medios. Así, luego que Mike Summers (otro legislador integrante de la comitiva de ocho kelpers enviada a Nueva York), anunció la celebración en 2013 de un referendo
en las islas, Cristina sugirió:
Si tanto anhelan un plebiscito… ¿por qué no van a hacer un referendo en Afganistán o Irak?
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2012/06/20/index.php?section=opinion&article=025a2pol