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Manual del dirigente popular

Fuentes: Rebelión

Es un debate duro y hasta ahora cerrado, pero necesario: la naturaleza y quehacer de los actuales liderazgos de las organizaciones populares y partidarias de izquierda. Grisby considera que existe escasa «autonomía frente a la sociedad política y frente al poder económico». Montenegro alude a la sustitución del «trabajo militante por las tareas profesionales» y […]

Es un debate duro y hasta ahora cerrado, pero necesario: la naturaleza y quehacer de los actuales liderazgos de las organizaciones populares y partidarias de izquierda. Grisby considera que existe escasa «autonomía frente a la sociedad política y frente al poder económico». Montenegro alude a la sustitución del «trabajo militante por las tareas profesionales» y la «onegeización» del movimiento, es decir, el trabajo «con beneficiarios, discurso fragmentado, acciones coyunturales, liderazgos y estructuras informales».

Un aspecto del análisis se enfoca en la capacidad de visión y formulación estratégica. Baltodano refiere a este respecto «desestimación de la importancia de la formación político-ideológica. Durante años, los comités de base, los procesos de formación y educación política llegaron a ser totalmente descuidados hasta el abandono». Morales Avilés añade que «la preocupación por la teoría se halla ligada al desarrollo de la organización».

Es recurrente la falta de consulta y amplitud en la toma de decisiones. «Hoy, las decisiones políticas descansan fundamentalmente en los criterios del secretario general» (Baltodano). También la incorporación escasa de jóvenes y mujeres.

La crisis del socialismo real, el fin del ciclo de la lucha armada y el neoliberalismo generan un vacío programático, sustituido con consignas. «Las izquierdas que ha habido y hay en AL tienen hoy dificultades para encontrar su programa (…) y por eso mucha izquierda prefiere no trabajar programas sino mantener discursos. Y discursos fuertes, radicales, un discurso «revolucionarista», como decía Lenin, porque en estos tiempos escuchar estos discursos reconforta» (Téllez).

La falta de programas conduce a debilidades estratégicas: «la preeminencia de la táctica, la coyuntura y los enfoques pragmáticos» (Baltodano)

Espacio importante para el análisis lo ocupan los valores y la disonancia entre el discurso y las prácticas políticas y personales. La ética y la falta de la misma se vuelven centrales en la caracterización de las organizaciones, más que los programas y las tácticas. «Una política sin ética no es válida ni correcta. Cuando la política es ética es capaz de llegar al corazón de mucha gente. Pero cuando la política se convierte en trampas y engaños, pierde sentido y se convierte en un juego de máscaras» (Ruiz)

A este respecto, Baltodano menciona el alejamiento de una «cualidad fundamental: la del contacto permanente con el pueblo. El contacto con los problemas de la gente, la identificación con sus dolores y padecimientos».

Explicado en forma de poesía:
«Nos tomamos el cielo por asalto
pero qué lejos estuvimos de ser ángeles
qué pronto cometimos el pecado del orgullo
hasta que la súbita e implacable espada de fuego
nos cerró estrepitosamente y sin remedio las puertas del paraíso» (Belli).

Las lógicas de trabajo conducen a grupos y líderes «cerrados sobre sí mismos, fragmentación, competencia y despolitización» (Montenegro), a «recelos entre organizaciones y dirigentes» (Grisby) y a la escasa cercanía con la población: «lo difícil es entender la articulación con las necesidades de la gente» (Baltodano).

Las divisiones impiden el desarrollo: «las agendas ya están, lo que pasa es que están dispersas» (Montenegro).

Los argumentos anteriores constituyen apenas apuntes para un debate pendiente y difícil, que en todo caso trasciende lo personal y debe orillar actitudes defensivas. Déjenme decirles, en previsión de críticas, silencios o acusaciones de hacer el juego al enemigo, que estas reflexiones no provienen de Guatemala sino de Nicaragua. Específicamente han sido extraídas de los artículos «Formación de cuadros en Nicaragua», de la comandante guerrillera Mónica Baltodano; «¿Por qué hay tan poca movilización social?» del periodista director de Radio La Primerísima William Grisby; «Nuestra sociedad civil es débil y ha sido debilitada», de la feminista y comunicadora Sofía Montenegro; «Esta crisis revela nuestra cultura política», de la presidenta del Movimiento de Renovación Sandinista, comandante Dora María Téllez; «El formidable sustento ético que nos movía ya no existe en el FSLN», del comandante de la revolución Henry Ruiz; y el poema «Carlos, ojalá las hormiguitas no te lo cuenten», de la escritora Gioconda Belli. Cualquier parecido con la realidad guatemalteca es mera, mera…