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Homenaje a Manuel Puig en el aniversario de su nacimiento, entrevista a Graciela Goldchluk, profesora iitular de Filología Hispánica (UN de La Plata)

«Manuel Puig tal vez fue el primero que se dio cuenta de que la gente tenía voz y el escritor tenía que callarse la boca»

Fuentes: Rebelión

M.H.: Graciela Goldchluk, una de las mayores especialistas en Manuel Puig, que organizó el Archivo Puig y a quien tuve la oportunidad de conocer a través de mi sobrina, Delfina Cabrera, a quien hoy había convocado para hacer esta entrevista y me recomendó a Graciela. Graciela trabajaste en el archivo de Manuel Puig y conociste […]

M.H.: Graciela Goldchluk, una de las mayores especialistas en Manuel Puig, que organizó el Archivo Puig y a quien tuve la oportunidad de conocer a través de mi sobrina, Delfina Cabrera, a quien hoy había convocado para hacer esta entrevista y me recomendó a Graciela.

Graciela trabajaste en el archivo de Manuel Puig y conociste a su mamá.

G.G.: Conocí mucho a la mamá de Manuel Puig porque hace 25 años más o menos fui con dos egresadas más de la Universidad de La Plata, a conocerla, a María Elena, a la que llamaban Malena, mi hija mayor se llama así. Nos pusimos a conversar, estuvimos organizando las tres juntas, hicimos un primer ordenamiento de todos los papeles que estaban en la casa de la mamá de Puig, eso nos llevó dos años.

Manuel Puig murió en México, en Cuernavaca. Tenía un hermano, Carlos, que por primera vez vivía con su madre. Al morir Manuel, el hermano trae a la madre a Buenos Aires y los papeles se los lleva la Universidad de Pittsburgh en EE UU. Esta Universidad hizo una oferta para comprarlos, como quien compra papel al peso, el hermano se negó y entonces mandó los papeles a Buenos Aires. Quiso la casualidad que cuando el grupo de la UNLP llegó a la casa había 6 cajas de cartón de las que vienen en barco, con un montón de papeles. Realmente la familia no conocía toda la obra de Manuel Puig.

Nosotros nos propusimos ordenarla, y como no iba a poder ser en un día, acordamos ir los miércoles. Recuerdo bien el día porque la noche anterior no dormí pensando en que a la mañana siguiente iba a ver los manuscritos de Manuel Puig.

Eso duró dos años, fue una primera clasificación porque nos encontramos con que además de las 8 novelas, que era lo más conocido y las 4 obras de teatro, había una cantidad de proyectos, guiones, más obras de teatro, musicales; incluso guiones cinematográficos anteriores a su primer novela La traición de Rita Hayworth gracias a los cuales nos conocimos con Delfina, tu sobrina.

Ese grupo se disolvió después, yo seguí yendo todas las semanas. De 14 a 18 trabajaba en el archivo y a esa hora me sentaba con Male Puig a mirar una película. Yo todavía vivía en La Plata en esa época. Después de la película nos quedábamos comentando. Yo que en ese momento no sabía ni quién era Clark Gable, hoy puedo decir que tuve el tesoro de conocer y conversar semana a semana con esa mujer maravillosa, muy culta, que me abrió una puerta a un mundo que no conocía.

M.H.: Yo leí Buenos Aires Affaire y Boquitas pintadas en Panamá recién en 1982.

G.G.: Porque es más fácil conseguirlo afuera que adentro de la Argentina a Puig.

M.H.: ¿Qué pasaba con Puig?

G.G.: Puig estuvo prohibidísimo, figuró en las listas de la Triple A. En 1974 había salido de Argentina. En noviembre del 73, después de dejar el guión de la película «Boquitas pintadas» para Torre Nilson y cuando estaba en México, la familia recibe un llamado telefónico diciendo «Te vamos a matar» solo que el que había atendido era el hermano. Puig que en ese momento tenía unos manuscritos de El beso de la mujer araña y tenía su Olivetti portátil, decidió no volver y no regresó nunca. Además para la época que vos señalás, la Academia sueca lo había nominado y acá en el diario La Razón salió un recuadrito pequeño que daba cuenta de eso y el benemérito Bernardo Neustadt aclaró que eso era mentira, que no podía suceder de ninguna manera.

M.H.: En el libro de tu alumna, Delfina Cabrera, Las lenguas vivas, zonas de exilio y traducción en Manuel Puig hay una frase donde señala que Juan Goytisolo apunta: «(…) en una época en que la imagen de Latinoamérica como continente en lucha, convertía plumas en metralletas, y a los escritores en portavoces de la revolución en marcha, una figura y una obra como las de Manuel Puig suscitaban recelo, desdén y rechazo». ¿Por qué?

G.G.: Yo tengo una manera de leer eso y de explicarlo, que en los últimos días ha revivido con Ricky Martin ayudando a que caiga un dictador, hay memes que dicen «In your face rock metalero el reggaetón bajó un dictador». No digo que sea lo mismo. Pero había una sola manera de entender la política para los intelectuales, de hecho cuando yo daba clases hace 25 años tenía que explicar que la obra de Manuel Puig era política, y ahora dando clases tengo que explicar por qué la gente se imaginaba que esa obra no era política.

Me parece que en los ´70 había una frase que usaban los artistas que afirmaba que los escritores tenían que ser la voz de los que no tienen voz, y Manuel Puig tal vez fue el primero que se dio cuenta de que la gente tenía voz, y que lo que tenía que hacer el autor era callarse la boca para escuchar a la gente. Ese es un acto que en ese momento no se calibraba lo político que era.

Hablándole a la gente que no leyó todavía a Manuel Puig, lo que se va a encontrar si lee Buenos Aires Affaire, es con un policial duro, increíblemente violento, que le habla más a los chicos de ahora que a los de ese momento. Si uno lee Cae la noche tropical se va a encontrar a dos hermanas chusmeando sobre la vecina. Se va a encontrar con novelas que se leen muy fácil, que parece que no están hablando de nada pero cuando terminaste la novela te dio vuelta el modo de ver el mundo. Porque Puig pone el oído en aquello que antes no se escuchaba. Así hoy tengo que explicarles a los chicos por qué una novela como El beso de la mujer araña que es una conversación entre alguien que está preso por homosexual y otro por activista político, que se publicó en 1976, y que se hizo hasta un musical en Broadway. El musical incluye una marcha por los desaparecidos, por los presos políticos, que no está en la novela. Cuando se estrena, en el número de la marcha usan fotos de desaparecidos argentinos auténticos porque la que trabajaba en el teatro era una argentina exiliada.

Generó hechos políticos tan fuertes, como poder leerlo afuera mientras en Argentina estaba absolutamente prohibido. Hay un caso, el escritor Daniel Molina, militante trotskista gay, que estaba preso y le contrabandean un ejemplar de El beso de la mujer araña, en esa novela Molina le cuenta novelas a Valentín y cuando llega la noche le dice que la sigue al día siguiente; y él terminaba la novela y no sabía si al otro día iba a poder leerla. Lo curioso es que esa novela pasó la censura porque se llama El beso de la mujer araña y empieza con una frase que en 1976 no quería decir lo mismo que ahora, la primera frase de la primera novela que Manuel Puig publica en el exilio es «A ella se le ve que algo raro tiene, que no es una mujer como todas». Es una manera de decir a sus amigos, militantes de izquierda, que a ella se le ve que algo raro tiene.

Puig había publicado Buenos Aires Affaire y recibe amenazas de la Triple A, la novela es secuestrada de las librerías por el Comisario Villar, y no sale ninguna voz a defenderlo, porque Puig no era militante. Si ves los libros sobre exiliados, Puig no aparece.

Hay otra cosa, la otra novela que publica después de El beso de la mujer araña es Pubis angelical y el mejor lector de esa novela es Charly García. La película no se entiende nada, pero no hay nada más maravilloso que leer Pubis angelical escuchando Charly García que para mí es el gran lector de Puig. Cuando García dice «Imaginen a los dinosaurios en la cama» es Manuel Puig. «Cuando el mundo tira para abajo es mejor no estar atado a nada. Imaginen a los dinosaurios en la cama.»

Puig siempre jugó a desaparecer, a no estar él en los libros

M.H.: Hace unos años hicimos un programa con Héctor Freire, en el que afirmaba que hay un universo Borges, un universo Arlt y hay un escritor inclasificable que es Manuel Puig. Delfina en su libro dice «Nunca ha sido fácil clasificarlo, incluso hasta mediados de los ´90 poco después de su muerte, la crítica argentina, como recuerda Pauls, no estaba particularmente interesada en él. Pareciera que Puig no existe como escritor argentino, como si no hubiera sido asimilado a la literatura argentina, como si fuera un escritor extranjero o deportado». ¿Qué nos podés comentar al respecto?

G.G.: Parte de lo que te puedo comentar lo aprendí con Delfina, que lejos de ser una alumna, es una investigadora dentro de mi equipo y que leyó a Puig con una seriedad como nunca antes había sido leído, porque lo que descubre Delfina y demuestra, es que Puig hace lo que solo los grandes escritores hacen, y estoy pensando en Cervantes, que es hacerle algo al idioma.

Puig escribe en una lengua que no le pertenece sino que es una lengua de cruce, de mezcla, una lengua por la que todos podemos pasar y todos podemos reconocer. Por eso no hay un universo Puig. Hay uno Borges porque siembra un jardín privado en la literatura, Arlt lo hace de otra manera, Puig lo que hace con la lengua es mostrar que siempre es ajena y lo que hacemos es atravesar por ella. Siempre extranjero, siempre deportado, extranjero en su propia lengua, lo que logra es hacer una literatura que nos abre la puerta a leer cualquier cosa.

Por eso cuando hablo de Puig me gusta avisar que está ahí para que lo lean. Se distribuye poco, porque lo que pasa con Puig a diferencia de Borges u otros escritores es que cuando uno lo lee se entusiasma con los personajes, se apasiona por lo que pasa y es como que se olvida del escritor, no está, se desvaneció. Si uno lee Cae la noche tropical se acuerda de Luci y Nidia, y lo que leyó es la historia de ellas. Si lee Buenos Aires Affaire lee el sufrimiento que atraviesa Gladis, si lee El beso de la mujer araña siempre termina pensando en gente que uno conoce y piensa poco en el escritor. Puig siempre jugó a desaparecer, a no estar él en los libros. Los que hablan son los otros. Nunca habla Puig.

M.H.: Nos queda el tema del exilio.

G.G.: Puig recibe amenazas de la Triple A estando fuera del país, sus libros son secuestrados y entra en las listas negras. Puig pudo publicar en la España franquista, antes que en Argentina. Esto por un lado, por otro hay una cuestión que cuando está en México se entusiasma mucho con la cultura mexicana y escribe una novela inclasificable, muy adelantada para su época, es una novela en tres tiempos, cuenta en el pasado la vida de Hedy Lamarr, en el presente una exiliada argentina que sueña con el hombre superior y discute con su ex novio montonero que quiere que llame al peronista de derecha, que también es otro ex novio, para que vaya a México y lo secuestren. Y tiene alucinaciones de un futuro, que difiere de la película, porque a Graciela Borges que la protagoniza, la visten de San Martin, pero en la novela lo que hay es un camisón de Madre de Plaza de Mayo. En la novela no es una mujer que alucina, sino que es una historia en tres tiempos, esa mujer que está muriendo, que era Silvia Rudni, una periodista que murió en el exilio en México. Puig fue muy cercano y se sintió mal y empezó a escribir una novela sobre una mujer que se estaba muriendo sola en el exilio, que es lo que le pasó a su amiga.

En ese momento, 1978, él ya se había ido a Nueva York un tiempo, vuelve a México y cuando se inaugura el Mundial de Fútbol lee en un periódico una nota sobre «Las locas de Plaza de Mayo» que todavía no usaban pañuelo blanco porque lo empezaron a usar en el 79 en la marcha a Luján, hace que el personaje que se moría se salve y se reencuentre con su hija en el futuro, y va a ser una madre de Plaza de Mayo.

Esto yo lo vi en los manuscritos. Lo que pasa en el futuro de la novela es que una persona que está en Siberia deportada se escapa, se desintegra en el aire y dice en la novela literalmente: «La locura, el viento, las ansias de ver a su hija la transportaron y despertó en la plaza del pueblo donde los soldados se mataban unos a otros y gritó cuan fuerte pudo «¿dónde está mi hija?». Ahí ve a su novio asesinado y dice: «Me pidió perdón por pensar que yo era una frívola mujer desentendida de la suerte de mi pueblo». Creo que eso es lo que deberíamos decirle a Puig, pedirle perdón por pensar que era una frívola mujer desentendida de la suerte de su hijo.

Es el único papel de una Madre de Plaza de Mayo en las novelas argentinas. Las novelas argentinas están pobladas de hijos de desaparecidos, no hay personajes de madres buscando, excepto esta madre que aparece en Pubis angelical y que la crítica no se dio cuenta que era una Madre de Plaza de Mayo.

M.H.: Este debate que se plantea en torno a Puig, con esto que acabás de contar indudablemente se cierra. Puig tiene un contacto con aquellos escritores de los ´70 a pesar de que eso en su vida no fue reconocido.

G.G.: Sólo Osvaldo Lamborghini lo reconoció. Otro «maldito» de la literatura. Además era amigo de Silvina Ocampo. Voy a contar un chisme que me contó la mamá de Puig.

M.H.: Pobre Silvina Ocampo, que le tocó sufrir a Bioy Casares.

G.G.: Puig cuando vivió en Buenos Aires la pasaba a buscar a Silvina e iban juntos al cine. Male, la mamá de Puig, me contó que cuando Silvina lo invitaba a la casa, él decía «Yo si va ese ciego desgraciado no voy» (por Borges). Y Silvina le contestaba «Pero Georgi viene cuando quiere, no lo invitamos nosotros». Tenía esos amigos, por un lado Lamborghini y por otro Silvina Ocampo.

M.H.: Manuel Puig incursionó en temas que no se tocaban en los ´70/’80.

G.G.: Yo creo que se hablaba, pero se hacía con desprecio, no es que no hubiese gays, o que no hubiese vecinas en la literatura argentina, no es que no hubiese niños, lo que pasa es que a los niños se los trataba como chiquititos, las señoras siempre pensaban pavadas y los «maricones» estaban para que se rían o muy dolorosamente como en El juguete rabioso (1926) de Roberto Arlt, cuya iniciación es con un chico gay que va al hotel. La diferencia es esa, Puig se dio cuenta que esa gente tenía algo que decir. Es muy fácil reírse de la vecina, lo difícil es tomarse a la vecina en serio.

Como cierra el libro de Delfina, Puig llenó la literatura de conversaciones banales con fondos trágicos, esas conversaciones que nos hacen sobrevivir día a día. Puig puso la oreja en esas cosas pequeñas que necesitamos para respirar. Y le importaba. Por eso el diálogo con el que termina el libro de Delfina, que es un diálogo entre un exiliado argentino al que le han matado toda la familia y que ha sufrido la tortura, con un historiador norteamericano que no quiere trabajar más de historiador y lo pasea en silla de ruedas, un poco paranoico el Sr. Ramírez que es argentino, le dice: «Pero a quien mierda le va a importar lo que estamos hablando nosotros». Yo creo que esa frase que Delfina supo espigar de la obra de Puig es tal cual. Por eso mucha gente cuando lo lee se siente acompañada.

M.H.: Maldición eterna a quien lea estas páginas de 1980. Gracias Graciela.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.