Actuó en varios de los conflictos bélicos más importantes del siglo XX, a partir de la guerra de España. Avanzó en un terreno al principio poco propicio para las mujeres y consiguió producir crónicas inolvidables que pueden leerse aún hoy con mucho interés.
Manifestó la periodista a propósito de España bajo el acoso de los militares sublevados y el fascismo internacional:
“Este país es demasiado bello como para que los fascistas lo hagan suyo. Ya han convertido Alemania, Italia y Austria en algo tan repugnante que incluso el paisaje es feo. Cuando conduzco por las carreteras de aquí y veo las montañas de piedra y los campos áridos a ambos lados, los parasoles clavados en la arena de las playas, los pueblos del color de la tierra y los lechos de grava de los ríos, la cara de sus agricultores, pienso: ¡hay que salvar España para la gente decente, es demasiado hermosa como para desperdiciarla! Marta Gelhorn.” Fue en una carta a Eleanor Roosevelt, de 1938.
Ironizaba sobre sí misma: «No sabía que se pudiera ser aquello en lo que me convertí, una turista que salió ilesa de las guerras».
En realidad lo que hacía no tenía nada de turismo. Cubría las contiendas, tanto en la línea del frente como desde la retaguardia, con un gran compromiso con quienes se encontraban más afectados por la guerra: Los soldados que se jugaban la vida en los combates; las mujeres, niños y ancianos que padecían los bombardeos, las penurias, la pérdida de seres queridos en combate.
En esa tarea no pretendió sostener una supuesta neutralidad. Puso en juego sus convicciones y sus sentimientos y así logró ser crítica de las políticas internacionales que se encontraban en la raíz de las guerras. A comenzar por la de su país.
De Missuri a la España en guerra.
Martha Gellhorn nació en San Luis (Missuri) en 1908. Fue hija de un médico con inquietudes sociales y de una fervorosa sufragista. Los problemas sociales formaron parte de sus primeros trabajos, luego de abandonar la universidad por ser un ámbito en el que no encontraba satisfechos sus deseos.
Durante la gran depresión fue contratada como investigadora de la Administración Federal para Ayuda a Emegencias. Viajó por los Estados Unidos para confeccionar informes sobre el impacto social de la crisis. Entonces ya evidenció sus aptitudes para la observación y la comunicación. Las mismas que más tarde desplegaría en sus actividades periodísticas..
.Colaboró con Dorothea Lange, una fotoperiodista, para documentar la vida cotidiana de desocupados y hambrientos. Los informes de Gellhorn llamaron la atención de Eleanor Rooselt, la esposa del presidente estadounidense. Quedó un vínculo entre las dos mujeres que resultó duradero.
El mayor compromiso político de Gellhorn llegó un tiempo después. En particular cuando en un viaje a Alemania asistió a la etapa temprana del régimen nazi. Quedó impresionada por la barbarie y los niveles de violencia a los que podía llegar.
A esta experiencia le siguió la del golpe auspiciado por el fascismo en Estaña. Todavía en Alemania fue impactada por la cobertura de la guerra ya desatada que hacían los medios nazis: «Los periódicos nazis comenzaron a hablar de un conflicto en España; no hablaban de guerra. Daba la sensación de que se trataba de una muchedumbre sedienta de sangre que atacaba a las fuerzas del orden y la decencia. Siempre se referían a esa muchedumbre, la legalmente constituida República española, como los cerdos rojos».
Martha había sido pacifista desde temprana edad. La experiencia en Alemania y el comienzo de la guerra civil española cambiaron esa perspectiva. A partir de allí se asumió como una acérrima antifascista.
En ese momento el mejor lugar para aportar a esa lucha era España. El país donde se libraba un enfrentamiento abierto con las fuerzas reaccionarias. Y donde confluían voluntarios antifascistas de todo el mundo. Llegó a Madrid, asediada por las fuerzas rebeldes en marzo de 1937.
Enviaba sus crónicas a la revista estadounidense Collier’s. Destacaron porque la suya no era una mirada hacia la situación estratégica y la acción de los jefes militares sino “a ras del piso”, orientada a las mujeres y hombres anónimos que padecían la guerra del lado republicano.
Concordaba con lo anterior su escritura despojada, preocupada siempre por la transmisión fiel de los hechos y menos por el vuelo literario. Las mujeres y sus padecimientos eran uno de sus grandes temas:
«Las mujeres, al igual que en todo Madrid, hacen cola en silencio, casi siempre vestidas de negro, sujetando sus bolsas a la espera de comprar comida», “Cae un obús al otro lado de la plaza. Vuelven la cabeza para mirar y se arriman un poco más al edificio, pero no abandonan la cola. Llevan tres horas esperando y en casa sus hijos aguardan la comida».
Expuso asimismo sin tapujos las escenas más crueles, las heridas y mutilaciones., la vida de los hospitales, el sufrimiento humano llevado al límite.
Su relación con Ernst Hemingway
Se habían conocido con el escritor en Estados Unidos. Se reencontraron en la capital española, ambos hospedados en el famoso Hotel Florida. Los dos escribían sobre la guerra a partir de la defensa incondicional de los luchadores republicanos. Compartieron las visitas al frente que se desenvolvía dentro de la misma capital, en la Ciudad Universitaria.
Se enamoraron en medio del estruendo de las ametralladoras y el estallido de los morteros. Lejos de acostumbrarse a esos sonidos bélicos, Martha continuaba estremeciéndose: «Por muchas veces que se haya hecho, nunca deja de impresionar el encuentro de la guerra”.
Hemingway destacaba por sus actitudes machistas, celosas y dominantes. Era además propenso a peleas y escándalos. Pese a todo terminaron casándose en 1940 y permanecieron juntos cinco años.
Las características de temperamento y forma de pensar del novelista resultaron cada vez más insoportables para Martha. Terminó dejándolo, convencida de que no podía soportarlo más. Reflexionó al respecto: “¿Por qué debería ser una nota a pie de página en la vida de otra persona?”
Consiguió así contrarrestar la tendencia a que la percibieran como “la mujer de” y a que compararan todo el tiempo sus escritos con los del autor de Adiós a las armas. A partir de la separación continuó su sendero como mujer independiente. Hemingway le retribuyó con un odio imperecedero. No podía soportar que una mujer decidiera dejarlo.
Dachau, Vietnam, Medio Oriente, América Central
España sólo fue el primer eslabón de su trayectoria como cronista bélica.
Estuvo en la segunda guerra mundial. De allí se destacan dos episodios.
Uno fue el desembarco en Normandía. No tenía acreditación. Siguió los acontecimientos desde un buque sanitario, en el que se había hecho pasar por camillera. Compuso una elocuente crónica sobre el operativo.
Otro acontecimiento en el que Gellhorn fue testigo y narradora fue la liberación del campo de concentración de Dachau. Su crónica es conmovedora:
«Detrás de la alambrada de espino y el cerco electrificado, los esqueletos estaban sentados al sol, quitándose los piojos. Carecen de rostro y edad; todos se parecen, su aspecto no tiene comparación con nada de lo que pueda verse jamás, si uno tiene suerte (…) No sé cómo explicarlo, pero aparte de una furia atroz sientes vergüenza de la humanidad».
Terminada la segunda guerra mundial la periodista de Missuri estuvo en varias guerras más, luego de hacer un paréntesis de algunos años. Así estuvo en Vietnam, y la Guerra de los Seis Días. Ya en la década de 1980 pasó tiempo en Centroamérica cubriendo las atrocidades cometidas por la dictadura salvadoreña apañada por EE.UU. También se ocupó de los “contras” nicaragüenses y de la invasión yanqui a Panamá.
Su involucramiento en tantos conflictos no modificó su postura inicial, de fuerte rechazo a todo lo que rodea a las guerras. Eso más allá de que pudiera tener simpatías y hasta identificación con alguno de los bandos en pugna.
La más cuestionable de las valoraciones de Gellhorn es la que hace del conflicto árabe-israelí. Considera al de Israel como un gobierno “sensato” y hasta amante de la paz, que enfrenta el terrorismo y otras acciones arteras de los palestinos y los países árabes.
Lo anterior no alcanza a empañar su condena firme a las intervenciones estadounidenses . en Vietnam y luego las de América Central. Condenó con claridad el belicismo de Estados Unidos y la hipocresía de sus sanciones y ayudas, aupando dictaduras sangrientas mientras condenaba a regímenes con amplio apoyo popular e impulsos de autonomía.
Así denuncia los encarcelamientos arbitrarios, las torturas, los asesinatos y desapariciones. Sin concesiones, con toda la crudeza que los hechos como ésos imponen.
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A la hora de intentar un balance, el saldo de la actuación de Martha es auspicioso. Resulta admirable su involucramiento antifascista, en un firme recorrido que va de 1936 a 1945. Luego, ningún sentimiento de supuesta lealtad hacia su país la detuvo a la hora de condenar el papel de “América” en la política internacional y más concretamente en las guerras que desató.
Su historia de vida y sus escritos destacan también por su impronta feminista. Supo escribir sobre temas que no eran “para mujeres” y meterse en los lugares más riesgosos.
Un libro, El rostro de la guerra, concentra algunas de sus mejores notas e informes. Felizmente ha sido traducido al castellano. Su lectura brinda un acercamiento con algunos de los más desgarradores momentos de la historia del siglo XX.
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