Una de las degradaciones del periodismo es la facilidad con que profesionales y directivos de los medios se tragan las versiones oficiales del poder. Ya Noam Chomsky y Edward S. Herman en Los guardianes de la libertad presentaban los filtros por los que han de pasar las noticias para ser difundidas, y señalaban que los […]
Una de las degradaciones del periodismo es la facilidad con que profesionales y directivos de los medios se tragan las versiones oficiales del poder. Ya Noam Chomsky y Edward S. Herman en Los guardianes de la libertad presentaban los filtros por los que han de pasar las noticias para ser difundidas, y señalaban que los principales proveedores de noticias son los departamentos de prensa de los gobiernos y de las grandes corporaciones. Hace mucho que los estudios están mostrando que las fuentes oficiales o instituciones están detrás del 80 por ciento de las noticias, es decir, los periodistas no buscan la información, solo replican lo que les llega de fuentes interesadas. Lo más grave es que, como además la tendencia es al abaratamiento a toda costa de los costes de producción, no se contrastan este tipo de informaciones, directamente se las tragan y nos las colocan. Para los medios son ideales: gratis y quedas bien con el poderoso.
El pasado mes de abril encontramos dos casos muy evidentes. El día 5 numerosos medios españoles y extranjeros se hicieron eco de la noticia difundida por Efe en la que el ministro español de Relaciones Exteriores, José Manuel García-Margallo, anunciaba desde Atenas la «suspensión cautelar e indefinida de la exportación de material antidisturbios a Venezuela». (El Nuevo Herald, 5-4-2014), (El Universal, 5-4-2014). Se trataba, decían, de una «decisión tomada por la Junta Interministerial Reguladora del Comercio Exterior de Material de Defensa y de Material de Doble Uso (JIMDDU)». Como no podía ser de otro modo, la noticia daba a entender que el Gobierno español insinuaba un uso represor y violador de los derechos humanos por parte de las fuerzas del orden venezolanas. Los medios no investigaron cuáles eran esas exportaciones y qué tenía que decir al respecto el Gobierno venezolano. Al día siguiente el Gobierno venezolano difundía un comunicado aclaratorio en el que señalaba que «los cuerpos de seguridad del Estado venezolano no poseen ningún contrato vigente de suministros de equipos de seguridad por parte del Gobierno Español o empresas españolas». Aunque es verdad que España había vendido alguna vez material de ese tipo, parece claro que en estas fechas no había ningún contrato que suspender. Algún medio pudo recoger la reacción del Gobierno de Nicolás Maduro y, por supuesto, circuló masivamente por las redes sociales y los sectores que desconfían de los medios a la hora de informarse de Venezuela, pero millones de personas de todo el mundo se quedarían con la primera versión.
Un buen periodismo no se debería haber limitado a recoger las declaraciones del Gobierno español, sino investigar cuáles eran esas exportaciones que resultaron inexistentes. Como, además detrás de esta difusión del Gobierno de España -y de la agencia estatal Efe- hay un interés geopolítico claro destinado a desprestigiar al Gobierno venezolano, el balance les habrá parecido muy exitoso por lo que lo seguirán haciendo y los medios picando, unos por ingenuidad y otros con complicidad.
El otro caso fue en una información sobre Ucrania. The New York Times, mediante unas fotografías publicadas en primicia por el diario estadounidense, afirmaba que varios militares rusos habían sido identificados entre las milicias separatistas del este de Ucrania. Al igual que otros medios de todo el mundo, el diario español ABC se hacía eco de la noticia y la publicaba en portada el 22 de abril.
Portada del diario ABC del 22 de abril.
Pero, posteriormente, The New Yok Times publicó un segundo artículo retractándose porque la información en la que se basaron era errónea. Se trataba de unas fotografías que llegaron a la redacción del diario estadounidense a través del Departamento de Defensa de Estados Unidos, y en una de ellas, supuestamente tomada en Rusia, mostraba a un grupo de militares que podían ser identificados en otra de las fotografías tomada en Ucrania, en la que se les veía acompañando a una milicia separatista. De ahí la conclusión de The New York Times y el resto de los medios, precisamente la conclusión que pretendía insinuar el Departamento de Defensa. Sin embargo, luego se supo que la fotografía que se pensaba había sido tomada en Rusia estaba en realidad tomada en Ucrania, por lo que esos militares no tendrían por qué ser rusos. Time entrevistó a uno de los supuestos militares o agentes rusos que aparecían en las fotografías. Se llama Alexander Mozhaev, es un cosaco de nacionalidad rusa pero no tiene ninguna relación con el Gobierno.
En conclusión, una vez más, los medios estadounidenses le dieron demasiada relevancia a lo que era básicamente información entregada por el Gobierno norteamericano. En cualquier caso, la intoxicación fue un éxito, la gran mayoría de medios del mundo -ABC incluido- ya nunca publicaron la aclaración de The New York Times y la opinión pública internacional se quedó con la mentira de los militares y agentes rusos al frente de los separatistas ucranianos.
Y así se va escribiendo la historia de una ciudadanía mundial engañada por gobiernos y poderosos con la complicidad de medios de comunicación. Se trata del mismo formato de las inexistentes armas de destrucción masiva en Irak que, a pequeña escala pero con la misma metodología, se va repitiendo todas las semanas.
Fuente original: http://www.eldiario.es/zonacritica/Medios-felizmente-intoxicados-intoxican_6_257634252.html