Ciertamente, los modelos políticos occidentales están en crisis. Las llamadas ‘democracias formales’ ya no despiertan la ilusión de antaño entre los ciudadanos, cada vez más asqueados con el circo electoral. Los partidos políticos lo saben y los jefes de campaña se afanan cada vez más en tratar de vender a los candidatos como si de […]
Ciertamente, los modelos políticos occidentales están en crisis. Las llamadas ‘democracias formales’ ya no despiertan la ilusión de antaño entre los ciudadanos, cada vez más asqueados con el circo electoral. Los partidos políticos lo saben y los jefes de campaña se afanan cada vez más en tratar de vender a los candidatos como si de un producto más de consumo se tratara. Y si no, que se lo digan a los estadounidenses, que están batiendo todos los records en cuanto a gasto en publicidad electoral se refiere. Cada vez es más difícil encandilar con promesas a los electores, y éstos comienzan a engrosar las filas del partido de la abstención. La democracia se resiente.
Pero he aquí que los dueños del Imperio han comenzado a pensar soluciones utilizando para ello el laboratorio de Iraq. Y están tratando de llevar a cabo un Plan, con medidas de todo tipo, para conseguir que este país alcance de una vez por todas la libertad y la democracia. Y siempre habrá un tonto dispuesto a creérselo.
Lo malo es que entre estos últimos, se encuentran muchos periodistas y muchos medios de propaganda.
En un artículo de «El País» (Mil notables llegan a Bagdad para designar un Parlamento en medio de nuevos atentados. 27/7/04) se asegura que «Irak avanza paso a paso en la creación de unas estructuras políticas que le permitan encarar el futuro de forma independiente».
A Georgina Higueras, que es quien firma la noticia, le debe parecer un importante avance político el hecho de que mil mercenarios (y este debía haber sido el término usado en el titular) designados por los invasores de su país sean los que elijan a los futuros 100 miembros del futuro Parlamento iraquí, en la pomposamente denominada «Conferencia Nacional».
El caso es que estas mil marionetas decidirán en «dos días aunque puede que se extienda a un tercero», la composición del 80% del próximo Parlamento, ya que el 20% restante está reservado para «los antiguos miembros del desaparecido Consejo de Gobierno, que no obtuvieron cargo en el Ejecutivo interino, y para acallarlos se les prometió un escaño parlamentario».
Como prueba de buena voluntad, la periodista de El País asegura que «partidos políticos, tribus, provincias y mandatarios religiosos han sido los encargados de seleccionar» a los mil notables. Y que esta selección «pretende ser un reflejo de la idiosincrasia del país. Irak tiene 25 millones de habitantes de los que el 58% son árabes chiíes; otro 18% son árabes suníes, un 18% kurdos, y el 6% restante son turcomanos o árabes cristianos». Todo este montaje cuenta con el beneplácito y la legitimidad de la ONU.
La noticia en realidad no tiene desperdicio. Es decir, que mil seres de la peor calaña se van a reunir durante dos o tres días para ver quien se hace con los escaños del futuro Parlamento iraquí. Imaginen las peleas (por llamarlas de un modo suave) que habrá durante la Conferencia Nacional para conseguir ser uno de los ‘elegidos’ (recordarán la cita bíblica, pues muchos son los llamados y pocos los elegidos). Imaginen el Parlamento resultante. Imaginen a sus democráticos miembros legislando en bien de su país. Aunque no habrá de qué preocuparse, pues el poder legislativo representará porcentualmente la ‘idiosincrasia del país’.
Lo cierto es que la idea no es tan mala. Éste es un modelo que debería ser probado también en otras latitudes. Por ejemplo en el estado español. El Parlamento debería ser elegido por 2 millares de ‘sobresalientes’ entre los que estuvieran vascos, catalanes, gallegos, etc., pero también cristianos, musulmanes y testigos de jehová, inmigrantes, parados, homosexuales, discapacitados, jubilados, funcionarios… y seguidores del Real Madrid y del Barça. No creo que de este modo el parlamento español resultante empeorara con respecto al actual. Y, en cualquier caso, siempre nos permitiría «encarar el futuro de forma independiente».