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La información de Toronto G-20

¿Mil millones de dólares en seguridad?

Fuentes: Rebelión

Hasta la cadena Euronews difunde esta información con asombro y casi con vergüenza ajena: mil millones de dólares gastados en seguridad en las últimas cumbres del G-8 y del G-20. Pero los políticos de hoy no se arriesgan a derrochar una cantidad semejante sin tener la seguridad de que no van a ser acusados o […]

Hasta la cadena Euronews difunde esta información con asombro y casi con vergüenza ajena: mil millones de dólares gastados en seguridad en las últimas cumbres del G-8 y del G-20. Pero los políticos de hoy no se arriesgan a derrochar una cantidad semejante sin tener la seguridad de que no van a ser acusados o ridiculizados por la opinión pública. ¿Cómo eliminar ese riesgo? Contratando vándalos que hagan del gasto algo «necesario» y justificable. ¡Y vaya si lo han conseguido! Resultado: 600 detenidos en 48 horas. 20. 000 policías desplegados al toque de guerra. Cada detenido ha costado cerca de un millón y medio de dólares, todo un lujo en épocas de crisis. Me pregunto a cuanto asciende realmente la factura de los destrozos, y si estos últimos hubieran ocurrido en caso de no haber habido presencia policial. Por desgracia, de haber sido así, nunca se habrían tenido esas imágenes ya clásicas de los golpes y la violencia. Imágenes que impactan a los espectadores de este circo mediático, hambrientos de tele realidad.

No hay que dejarse llevar por estas imágenes. En contra de lo que pueda parecer en los grandes medios de comunicación, las manifestaciones en contra del G-20 no han sido violentas. Los «anti-globalización» se han limitado a gritar, expresarse y marchar por las calles, algo a lo que aun parece que tenemos derecho los ciudadanos, pero se cuelan sin ser detectados, en la primera fila de algunas protestas, o incluso en la última fila (ya que en los videos no se aprecia realmente) justo delante de las cámaras, un montón de energúmenos contratados o jaleados por poderes externos a la protesta, atacan a las fuerzas del orden, y estas contraatacan y cargan contra todos. Si los violentos son 15 y los pacíficos 1000, da igual. Cargarán contra todos.

Dicen que un pequeño grupo autodenominado «Black block» avisó que pretendía reventar las protestas. ¿Qué han conseguido?

Cualquiera que haya estado en Toronto, o en Paris en las manifestaciones del «primer empleo» o en tantas otras protestas de los antiglobalización, habrá visto a esos agentes del orden camuflados entre los violentos. Policías de paisano mezclados entre los manifestantes realizando detenciones sin mostrar ningún tipo de identificación y metiendo a los detenidos en vehículos sin marcas no preparados para transporte recordándonos las más tristes imágenes de las épocas del cóndor. Una vez más la historia se repite. El engaño, la manipulación, el show…

¿Es mentira entonces? Sí, por lógica aplastante: si los miles de manifestantes que había en la calle se hubieran propuesto cargar contra la policía de manera violenta, nadie les hubiera podido parar. No existe fuerza en el mundo capaz de parar a miles de personas furiosas. Por lo tanto, los violentos han sido solo unos cuantos. Siempre es el mismo resultado: 1% de manifestantes violentos que ocupan el 99% de las noticias.

No son los millones gastados que bien podrían haberse utilizado para otras cosas en plena crisis… en países que necesitan ayuda, en Haití, es la actitud. El hecho de que para que se reúnan los líderes mundiales, se deben eliminar temporalmente las libertades constitucionales. Se cierran las calles, se impide el paso, se limita la libertad de expresión, de prensa… la policía controla la calle y no hay capacidad para desobedecer. La indefensión de los protestantes, la indefensión de la verdad que no puede ser refutada ante la gran difusión de la violencia.

Esta excusa, convertida ya en método, en procedimiento estándar, es lo único que hace quedar menos mal a los políticos. ¿De qué sirven las reuniones del G-5. 8 o 20? De nada. Esta última, solo para ratificar el desacuerdo y para marcar en la agenda la próxima cita en Seúl.

El presidente norteamericano nº 32, el Sr. Roosevelt, pariente del presidente nº 26, dijo en los años 40: «de lo único que tenemos que tener miedo es del propio miedo»  refiriéndose a que es el miedo el verdadero enemigo. Una sociedad con miedo es vulnerable, controlable, maleable. Hoy, comprendido el mensaje y viendo su gran efectividad, los políticos inventan todo tipo de miedos para controlar la opinión, los gastos, las acciones, las decisiones arbitrarias, justificar los abusos… Cada nación inventa y alimenta a sus propios miedos: terroristas que salen de la nada, grupos de rebeldes inventados, guerrilleros de todas las tendencias que se mezclan en la selva, narcotraficantes asesinos, terroristas islámicos… Hay para todos los gustos.

El miedo de la sociedad ante los violentos de la calle, ante los estereotipados melenudos locos de esa izquierda abstracta que van en contra del progreso, contra la globalización, son solo una pieza más del puzzle. ¿Quiénes son en realidad? Nadie lo sabe. En su gran mayoría desaparecen una vez detenidos y como vinieron, se van. Sin rostro. ¿De algún grupo de izquierda? Posiblemente, pero para el sistema, crear uno de estos grupos no cuesta nada, menos aún viendo lo que son capaces de gastar en una semana. Son rentables. ¿A quién se perjudica? A los pacíficos.

Parece que estas cumbres solo sirvieran para eso, para dar esa imagen de líderes estoicos que no cambian su dirección a pesar de las protestas de «los desadaptados». Líderes fuertes y comprometidos. Realmente es para lo único que sirven, ya que si hay alguna otro propósito no nos lo dicen.

En esta época de telecomunicaciones, bien podría hacer una tele-reunión de líderes, cada uno en su casa para realmente decirse unos a otros que no hay acuerdo en nada. Sería más barato, aunque claro, no habría enemigos a los que pegar en la cabeza delante de una cámara. Las noticias también necesitan carne.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.