¿Milei, sus actitudes y su gobierno pueden leerse como emergente de una crisis social que lleva a la población a la máxima puesta en acto de la autodestructividad?
Sonará a desvarío, pero sin palabras, conocimientos y una lucha solidaria organizada desde abajo el aumento de suicidios de jóvenes crecerá tanto como los votantes al «león». No en vano el poder económico explota y asesina al hombre y a sus palabras…
Entre medio de tantas noticias que en estos días van desentrañando la orientación de la presidencia de Javier Milei cabe preguntarse: ¿cómo hacer buen periodismo desde y con la radio? ¿Qué posición ética subjetiva debe adoptar todo periodista que pretenda hacer de su oficio/trabajo una práctica social que informa, opina, entrevista y aborda la realidad social?
Para pensar un país concreto gobernado por la clase social que representa Milei es fundamental articular conceptos y sentires, describir la vida cotidiana, comprender la relación entre mundo objetivo y el mundo de los sujetos: ese cruce que hoy conmueve y duele porque estamos acorralados por la crueldad de la burguesía.
Entonces, persistimos, con esas tres dimensiones que se acoplan –la radio, el periodismo y la psicología social- e intentamos indagar lo que bien subraya Ana Quiroga en “La psicología social como crítica de la vida cotidiana”: “El primer objeto de la realidad a explorar –desde esta perspectiva- son los sujetos de los procesos psíquicos, los sujetos del comportamiento, los hombres inmersos en lo que es su vida cotidiana, lo que constituye sus condiciones concretas de existencia: un hábitat, un espacio, una organización social determinada, una determinada estructura familiar, una determinada modalidad de producir, una cultura (1)”.
En fin, si la radio no aporta a la problematización de la vida cotidiana de los escuchas, en verdad, es puro chamullo, sonidos y redundancias artificiales que rellenan silencios y vacíos de “vidas grises” que aplauden y defienden a “leones que se comen a sus corderos”. Eso sí, cabe aclarar que el campo mediático hegemónico y la Big Data saben que su influencia es crucial para imponer temas en la agenda política/pública y, sobre todo, cómo se piensan esas cuestiones sociales instaladas. Aunque la realidad de 1960 y la de hoy son muy distintas y los dispositivos tecnológicos esparcidos universalmente mostraron un salto cualitativo, vale lo desarrollado y expuesto por Joseph Klapper, autor del libro “The Effects of Mass Communication”: “el efecto típico de la comunicación de masas es de refuerzo de las creencias y actitudes prevalecientes en el auditorio (…) La investigación de comunicaciones –explica- ha revelado firmemente, por ejemplo, que las personas tienden, en términos generales, a leer, observar o escuchar las comunicaciones que presentan puntos de vista con los cuales ellas mismas se encuentran en afinidad o simpatía y tienden a evitar las comunicaciones de un matiz diferente (…) También ha demostrado la investigación que las personas recuerdan aquel material que sostuvo su propio punto de vista, mucho mejor de lo que recuerdan material que ataca ese punto de vista. Dicho en otra forma: la retención, así como la exposición, es altamente selectiva” (…) Finalmente – y en algunos sentidos es de la mayor importancia-, la percepción e interpretación también son selectivas. Con esto quiero decir que las personas que están expuestas a comunicaciones, con las cuales no sienten afinidad o simpatía, no es raro que deformen el contenido, de manera que terminan por percibir el mensaje como si apoyara su propio punto de vista (2)”.
Otros autores- asimismo- señalan que la influencia de los Mass Media (y actualmente las redes sociales virtuales y las pantallas) se dan en un doble proceso: los medios de la clase dominante saben que sus mensajes/discursos van destinados a los receptores/espectadores convencidos o bien a líderes/equipos/grupos determinados (y científicamente fragmentados) que se encargan de redifundirlos (previa traducción “pedagógica”) para “atrapar” y obtener así una receptividad/gratificación mayor, mejor, eficaz y obediente. En síntesis: los medios de masas operan en forma articulada con “organizaciones, instituciones y mediaciones” que reproducen sus discursos/representaciones; de ahí también la importancia –para nosotros- de la eficacia en la producción y recepción de información crítica que se tiene que dar en el modo radio-grupo reflexión. Sino serían sólo sonidos para los convencidos…
Precisemos un ejemplo de lo dicho: cuando se unen e integran lo mediático, lo grupal, la radiofonía, la cultura de pertenencia y la direccionalidad de clases de lo emitido.
El psicólogo César Hazaki en su libro “El cuerpo mediático” detalla, describe y explica como la corposubjetividad adolescente/juvenil es condicionada y atravesada por el modo de producción y la organización social.
Años 90, el menemato… Hazaki es categórico: “Era la época del “Estamos mal pero vamos bien”, que en los adolescentes se expresa como pregunta- saludo: -¿Todo bien? (pregunta que al día de hoy perdura y que se ha expandido al mundo adulto). En aquel entonces tenía un programa de radio con adolescentes, “Lluvia negra”, y los intercambios grupales, talleres de reflexión con jóvenes, o personales, más la clínica me indicaban que aquellos que comenzaban las charlas con la muletilla: ¿Todo bien? estaban básicamente deprimidos. El Todo Bien era parte de la apuesta a la manía que conllevaba al sadismo organizado contra el hombre común que los programas para adolescentes propugnaban. Modelo que quedó caracterizado como: “Esto es una joda para Tinelli”-se apoyó y expandió teniendo como compañera de viaje a la expresión “boludo”. Boludo ponía a todos en pie de igualdad, sin identidad, sin diferencias. Lo extraordinario era que tomado literalmente dentro del lenguaje juvenil, se trataba de que todos éramos tontos asumidos (…) Sí, en verdad, el semejante era un “boludo”, anónimo, gris, fracasado y, sobre todo, débil, la lógica consecuencia era prepararle una celada a los Boludos de turno (usted, ella, nosotros) para que la audiencia disfrutara. Al haber tantos Boludos dispuestos para ello había que mostrarlo en forma de entretenimiento masivo (3)”.
Llega el 2001. Y en esos meses proliferan estas palabras: “Nada y Todo para atrás”. Hazaki continúa esclareciéndonos: “Nada. Con una atenta observación se puede decir (…) No había quedado nada en pie. Hoy, la expresión “nada”, aparece en el medio de la construcción de una frase evitando el silencio, como una muletilla. Muestra una repetición de lo traumático, que lo recuerda sin ilación o reflexión ninguna con las causas sociales y políticas que la originaron. Que habla sin decirlo de la crisis social y, al repetirlo como muletilla, remarca que la misma dejó marcas profundas. “Todo para atrás”. A diferencia del “nada”, esta frase –que nadie sabe cómo ni dónde se produce- se propaga como pólvora encendida en el medio de la crisis social. Es una descripción exacta y sintética que define las consecuencias del default. En la Argentina toda la sociedad había retrocedido y, en caso de arrancar, debería hacerlo desde mucho más atrás en todas las áreas. Habíamos perdido: trabajo, salud, educación, etc. A diferencia del modelo individualista y exitista esta expresión da una idea clara que la situación pertenece al conjunto y que nadie está exento del retroceso. Es un avance con referencia al “nada” y de una cabal expresión de lo traumático y sus consecuencias. En “Todo para atrás” no hay engaño, ni autoengaño, ni consuelo ingenuo. No hay perdedor individual, ni parte del conjunto que no haya sido tocada por la profundidad de la crisis. Así una crisis personal, de proyectos personales o grupales, un conflicto familiar o laboral se describe con un contundente: “Todo para atrás (3)”.
Después ascienden los K, con su progresismo tibio atado al extractivismo y al dólar soja con viento a favor hasta que llegan Macri y Milei tras el fracaso rotundo de Alberto Fernández como presidente (aún sí lo miramos desde la lógica de la burguesía).
En consecuencia, actualmente, cabe interpelarnos con qué palabras, gestos y analizadores podemos identificar y reconocer lo que nos pasa como trabajadores y, sobre todo, a los adolescentes y jóvenes…
Ganó el “León”, la casta sigue, el libre mercado nos azota desde “el cielo”, Perón ha muerto (hace rato) en la esquina, mano derecha, con las AAA en la placa de su tumba; mientras la ex Vicepresidenta de los derechos humanos se abraza con su colega que defiende a los genocidas de la dictadura del 76, el empobrecimiento no cesa y el récord de suicidios adolescentes nos “afecta como una epidemia”. Ricardo Silva en su artículo publicado por la Revista Topia (Agosto de 2023) es crudo y terminante: “Cada año mueren alrededor de un millón de personas en el mundo a causa del suicidio (Ellis, Rutherford, 2008), y habría alrededor de 3500 suicidios diarios en todo el planeta. En Argentina, según datos de UNICEF (2019), es la segunda causa de muerte entre chicos de 10 y 19 años. Los casos se han triplicado en los últimos treinta años, hay suicidios cada tres horas, duplicando incluso la cantidad de muertes por homicidio (…) “El exceso de realidad produce monstruos”, suele decir Enrique Carpintero, y en relación a esta metáfora tan vívida -volviendo a Stengel- nadie se quiere matar si antes no renunció a la posibilidad de amar y ser amado; nadie se quiere matar si a la vez no deseó matar a alguien (por lo que detrás de todo intento de suicidio hay un intento de homicidio, como considera la mirada psicoanalítica clásica); y nadie se quiere matar si su muerte no fue deseada por alguien (por lo cual, muchos suicidas terminan actuando el deseo de otros). Tres razones punzantes y evidentes: desamor (recordemos a Spitz y sus estudios sobre el síndrome de hospitalismo); odio y deseo de matar, seguramente ligados a una identificación con cierto maltrato inicial (invasión tanática que retorna masivamente sobre sí mismo); y la captación del deseo latente de cierto entorno. Todo esto adquiere mayor preponderancia en una sociedad que no promueve el cuidado del semejante. Que, por el contrario, maltrata permanentemente, desde condiciones de desigualdad, violencia económica e impunidad; y que además cuenta con sujetos ligados al poder que abogan anónimamente por “cierto tipo de limpieza étnica, ética, social (4)”.
¿Será que tanto vacío y desamparo nos atraviesa que nos hemos quedado sin la capacidad de poner en palabras (elaborar) semejante padecimiento y traumatismo social y los pibes pasan directamente al acto? ¿Acaso Milei es la palabra/analizador que sintetiza el deseo de matarse porque hay una sociedad que empuja a eso? Qué escribe el escritor para y sobre los jóvenes se interrogaba Eduardo Rosenzvaig… No sabemos. Hay tanto dolor social que no cabe en mi boca ni en mi garganta (y menos en mis palabras) que sólo me sale mandarle un abrazo radiofónico a nuestros pibes y jóvenes. No seamos “boludos”… que el “León” es puro cuento burgués. A vencerlo.
Notas:
1) Crítica de la vida cotidiana. Ana P. de Quiroga-Josefina Racedo. Ediciones Cinco-2012.
2) Citado en Periodismo y lucha de clases. Camilo Taufic. Ediciones Akal. 1986.
3) Topia Ediciones. 2010.
4) https://www.topia.com.ar/articulos/suicidio-adolescente-algunos-intentos-darle-voz-una-epidemia-silenciosa
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