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Mirarnos en el gran espejo de la historia

Fuentes: Alainet

El justo reclamo del Estado argentino en torno a las islas Malvinas, abrió un debate que recorre el mundo y obliga al revisionismo histórico. Sin embargo, no existe la misma predisposición para mirarnos al espejo y hablar de la Guerra de la Triple Alianza, en la cual Argentina, formando parte de un imperio financiado por […]

El justo reclamo del Estado argentino en torno a las islas Malvinas, abrió un debate que recorre el mundo y obliga al revisionismo histórico. Sin embargo, no existe la misma predisposición para mirarnos al espejo y hablar de la Guerra de la Triple Alianza, en la cual Argentina, formando parte de un imperio financiado por Gran Bretaña, devastó al Paraguay, y se apropió de noventa y cuatro mil kilómetros cuadrados de tierra paraguaya.

Esta semana desde una FM paraguaya plantearon que Paraguay tiene tanto derecho de pedir que les devuelvan Misiones y Chaco, como Argentina que le devuelvan las Malvinas.

Ante este debate -inexistente en el grueso de los medios masivos-, convocamos al historiador Osvaldo Bayer, quien desde Alemania envió una reflexión al respecto, especial para Revista Superficie. Además, sumamos las voces de algunos periodistas y docentes amigos, para dar inicio a una discusión necesaria, sobre la compleja trama que fue delineando la historia a base de guerras, muerte y posesión forzosa de tierras.

La Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), configuró la destrucción del único país de América del Sur que hasta entonces podía ostentar independencia real de los poderes externos e imperialistas, Paraguay.

Argentina, que formó parte del imperio agresor, se quedó como botín de guerra con 94.090 kilómetros cuadrados de tierras de Paraguay. La historia es lo suficientemente conocida, aunque por estas horas en que se debate la cuestión Malvinas, para algunos medios pareciera ser inoportuno y «poco argentino» revisar esa guerra ahora. Pese a esa visión sesgada, que busca delimitar el campo de observación de un todo, esta semana una emisora radial paraguaya, Primero de Marzo, de Asunción, planteó que «Si Argentina reclama con derecho histórico las islas, Paraguay puede aplicar el mismo criterio con las provincias de Formosa y Misiones, motivo de disputa de la Guerra de la Triple Alianza».

El diario El Territorio, de Misiones, se ocupó de la noticia, tomando posición: «El insólito debate, se sustenta en una comparación errónea» señala el diario. «Uno y otro hecho no son homólogos, ya que el apropiamiento de Malvinas se dio a partir de una invasión de una fuerza extranjera que no cuenta con justificación más que por su afán colonialista de tener presencia en el Atlántico Sur, mientras que la pertenencia de ambas provincias a la Argentina responde a una fijación de límites que, sin estar exenta de polémicas y disconformismo, se basó en criterios geográficos» agrega el matutino más antiguo de la provincia, en una postura válida pero desde ya discutible.

Elevamos la consulta al respecto, al historiador más brillante de nuestro país, el gran Osvaldo Bayer (padrino de Revista Superficie), quien desde Alemania celebró la apertura del debate y manifestó que «La pregunta de si Paraguay tiene tanto derecho como Argentina de reclamar sus tierras perdidas, es sabia. Yo siempre abominé ese genocidio que fue la denominada ‘guerra del Paraguay’. Tengo mucho escrito sobre ella en diversas notas. Pero ahí estuvieron nuestros «próceres» Sarmiento, Mitre, Roca. La historia oficial. Creo que el tema hay que debatirlo mucho porque la única solución es el sueño de Bolívar y terminar para siempre con las fronteras artificiales que tiene actualmente América Latina».

Bayer entiende que «tenemos que llegar a la grandeza de la Nación latinoamericana. Echar primero a los que redujeron a la esclavitud a los pueblos que habitaban aquí desde hacia decenas de siglos y luego terminar con esas fronteras formada por los intereses de una burguesía que veía lo europeo como modelo a seguir. Sí, difundir la verdad: que esa guerra fue nada más que un genocidio contra el pueblo paraguayo, tan artificial ese conflicto como el que en la década del treinta fue la guerra boliviana-paraguaya. Pero superar la discusión ahora de límites internos y terminar para siempre con las fronteras artificiales. Los grandes: San Martín, Moreno, Belgrano, Castelli, Monteagudo pensaron también lo mismo. Y Bolivar: el libertador por antonomasia».

Los porqués de una guerra nefasta

Por su parte, el profesor consulto de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones, Ruben Dri, sostiene que «para encontrar el significado de la guerra del Paraguay, o sea, para encontrar el hecho significativo de dicha guerra, debo preguntarme ¿por qué se dio esa guerra? ¿Por qué se la llevó hasta la destrucción masiva del pueblo paraguayo? ¿Por qué Mitre la lleva a sangre y fuego y todo el interior, salvo excepciones, se opone? Ya no nos encontramos con un hecho puro sino con el hecho significativo, es decir, con el hecho histórico, y aquí no es cuestión de que busquemos un consenso, sino indagar sobre cuál era el proyecto de país que sustentaban Mitre y su equipo y por qué no sólo había que derrotar a Solano López, sino destruir al Paraguay. Hoy eso no es difícil averiguarlo. Ninguna guerra puede comprenderse si no se conoce el proyecto por el cual se la lleva a cabo. ¿Por qué motivo Felipe Varela levanta la montonera en contra de la misma? Su proclama lo dice claramente, por la «unión americana». La guerra se hacía en contra de la unión americana, es decir, en contra de la Patria Grande. Dos proyectos antagónicos se encuentran enfrentados. La patria chica mitrista, dependiente del imperio inglés que no podía entrar sus mercaderías en un Paraguay que había desarrollado una floreciente industria propia, y la Patria Grande Latinoamericana. El Paraguay de Solano López era el último bastión para que de las luchas por la independencia de nuestros países sólo quedasen republiquetas dependientes del imperio británico».

Celebrando el debate

Entre los consultados también fuimos en busca de Luis Huls, periodista misionero especializado en Política, quien opinó: «creo que la gran mayoría de los argentinos ni siquiera consideraríamos devolver sus tierras al Paraguay. Es una condición casi natural de las personas reclamar que sean justos con sus causas perdidas, pero en las causas ganadas no nos acordamos de la mentada justicia que en otras ocasiones reclamamos. Me parece un punto de vista extraordinario que lo aborden de esta manera porque nos ayuda a abrir los ojos a muchos que durante mucho tiempo estábamos confundidos. Por suerte tenemos amigos periodistas como ustedes inquietos y desobedientes del sistema que observan las injusticias del mundo y las exponen aunque seamos nosotros mismos los opresores. Celebro la idea de esta nota y de antemano las conclusiones del artículo, que me parece dejarán con la boca abierta a muchos lectores, es la misma situación con la que me dejó a mi luego de solo pensarlo en profundidad».

La maldición de la tierra

Otro de los consultados fue el periodista y escritor Javier Arguindegui, que con puntos de coincidencia con el pensamiento de Osvaldo Bayer reflexionó los siguiente:

«Ayacucho fue la última batalla librada por una Alianza Latinoamericana contra el invasor extra-continental. Por lo tanto todas las posteriores, (y las alianzas entre pueblos contra otro país americano), ostentarán la figura del Fraticidio. No dudo, entonces, que desde diciembre de 1824 en adelante (Sucre vence a De La Serna en Ayacucho, Perú) deban anularse todas las expansiones territoriales conseguidas en batallas entre pueblos hermanos. Bolivia, Perú, Brasil, Argentina, Paraguay o Chile, (entre otros, habrá que revisar): o conquistaron tierras ajenas o les fueron conquistadas. Habrá que rehacer el mapa, llevar los límites a aquel entonces, pero devolver tierras a los originarios, porque es contradictorio – en este marco que propone «Superficie» – ser un infatigable acreedor de Malvinas siendo a la vez un mal deudor puertas adentro. A esta compensación negativa, que desde 1833 nos es adversa con los ingleses, la llamo: la maldición de la tierra».

Sergio Alvez, co-director Revista Superficie

Fuente: http://alainet.org/active/53182