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Muere Maribel Permuy: la madre de José Couso ante la impunidad de las armas

Fuentes: El diario [Imagen: Maribel Permuy, en una foto de archivo, con la foto de su hijo José Couso, asesinado por el Ejército de EEUU en Bagdad en 2003 EFE]

Maribel Permuy luchó hasta el último día para obtener justicia por su hijo, asesinado por el Ejército de EEUU en Bagdad en 2003, y logró que su caso fuera un símbolo por la protección de la prensa y contra la invasión ilegal de Irak

Ha muerto Maribel Permuy, una mujer que era mucho más que la madre del cámara gallego José Couso. Su fallecimiento nos obliga a recordar su lucha incansable por obtener justicia para su hijo, asesinado en Bagdad por tropas estadounidenses en 2003, durante la invasión ilegal de Irak por los ejércitos de EEUU y Reino Unido.

Aquella invasión y ocupación ilegal del país se basó en dos grandes mentiras, ya sabidas en aquel momento, y que acabarían confirmándose pocos años después. Ni Irak tenía armas de destrucción masiva ni el régimen de Sadam Hussein mantenía relación alguna con Al Qaeda.

Sin embargo, una gran parte de los medios occidentales no cumplió con el principal deber de su oficio: dudar, hacerse preguntas, investigar y evitar asumir como única información válida la que procede de los grandes despachos (en este caso, de Washington y Londres). Esa propaganda normalizada fue el pecado original que desencadenó la muerte de miles de iraquíes solo en las primeras semanas de bombardeos, y también la del hijo de Maribel Permuy.

El crimen de guerra

Fuimos testigos del asesinato de José Couso, con quien llevábamos compartiendo semanas de duro trabajo en Bagdad. En menos de tres horas, en la mañana del 8 de abril de 2003, las tropas estadounidenses atacaron tres sedes de la prensa internacional -la de Al Jazeera, la del canal Abu Dhabi y el hotel Palestine- y mataron a tres periodistas: Tarek Ayoub, Taras Prosyuk y José Couso. Estos dos últimos se encontraban en el hotel Palestine, donde nos alojábamos más de doscientas personas que trabajábamos para medios de comunicación europeos y americanos, y donde no había ninguna amenaza para las tropas que invadían la capital iraquí.

Pese a ello, un tanque estadounidense giró su cañón hacia nuestro hotel, pidió permiso para actuar, esperó diez minutos -apuntándonos- obtuvo luz verde de sus superiores y disparó un proyectil de fragmentación contra el piso decimoquinto del Palestine, donde un equipo de Reuters filmaba desde su balcón y enviaba esas imágenes en tiempo real a numerosos medios de comunicación de todo el mundo. Aquella retransmisión quedó interrumpida de inmediato.

Un fragmento del proyectil mató casi en el acto al reportero ucraniano Taras Prosyuk, de la agencia internacional Reuters, e hirió a varios más, entre ellos a José Couso, quien grababa con su cámara desde un balcón del piso decimocuarto. Tres horas después, Couso fallecía en un hospital de la capital iraquí.

Las consecuencias de aquellos ataques estadounidenses fueron inmediatas y provocaron una oscuridad informativa hasta el día 9 de abril. Los periodistas tuvimos que barajar opciones de seguridad, trasladar a los heridos a diferentes hospitales y llorar a nuestros muertos. Por ello, no hay ni una sola imagen de las siguientes horas, en las que las tropas estadounidenses avanzaron para ocupar el centro de Bagdad.

El tanque estadounidense que mató a José Couso podía vernos perfectamente desde el puente desde el que nos disparó, y así lo comprobó el juez Santiago Pedraz años después, en una inspección in situ. Además, Washington sabía perfectamente que la prensa internacional se alojaba en el hotel Palestine de Bagdad, como posteriormente reconoció el secretario de Estado, Colin Powell.

Maribel defendió justicia para Couso, consciente de que la impunidad podría sentar un peligroso precedente contra la libertad de información

La lucha

Cuando regresamos de Bagdad conocimos a Maribel Permuy, la madre de Couso. No olvidamos sus primeras palabras. En lugar de exhibir su dolor, Maribel insistió en la importancia de defender justicia para su hijo, consciente de que la normalización de lo ocurrido podría sentar un peligroso precedente contra la libertad de información, como así ha ocurrido. Apenas habían transcurrido unas semanas desde que había recibido el cuerpo sin vida de su hijo y ya mostraba la determinación de trabajar hasta conseguir que el asesinato de José fuera juzgado por los tribunales.

Comenzaba así una lucha desigual, plagada de grandes obstáculos. Unos gobiernos la despreciaron y otros incumplieron lo que habían prometido. “Me han utilizado”, lamentaría posteriormente. A Aznar le vino mal que ni ella ni el resto de su familia aceptaran una medalla y un cheque a cambio de su silencio. El entonces presidente del Gobierno no pudo evitar que Couso se convirtiera en un símbolo más de la sinrazón que suponía haber involucrado a España en aquella maldita guerra.

Maribel no estaba sola. Contaba con sus cuatro hijos -quienes, como ella, se prometieron luchar para que el crimen contra su hermano no quedara impune- y con numerosos compañeros y amigos. Detrás, y aún más importantes, miles y miles de ciudadanos.

Si se permite que un crimen de guerra quede impune, estaremos abonando el terreno para más y mayores abusos en el futuro

Maribel Permuy

La muerte de José Couso no fue un accidente, ni un “gaje del oficio”. Fue un ataque premeditado sin justificación alguna. Así lo repitió ella siempre, en todas sus intervenciones públicas, en todas las concentraciones ante la embajada estadounidense, en todos los actos exigiendo justicia a los distintos gobiernos españoles, hasta hoy.

Maribel fue consciente muy pronto de que no peleaba solo por la memoria de José. Intentar impedir que su asesinato quedara impune suponía defender la libertad de prensa y la necesidad de hacer respetar las leyes internacionales SIEMPRE. “Si no hay justicia para José, se estará creando un peligroso precedente”, solía decirnos.

“Si se permite que hoy se incumpla la ley, que un crimen de guerra quede impune, estaremos abonando el terreno para más y mayores abusos en el futuro”, repetía. Solo hay que mirar hacia Palestina, donde los ataques israelíes han matado a más de doscientos periodistas en los últimos veintidós meses, para ser conscientes de la importancia de lo que defendía.

Solo hay que mirar hoy a Palestina para entender la importancia de lo que ella defendía 

El proceso judicial

Paradójicamente, y a pesar de pelear contra Goliat, la Justicia también le dio la razón. Los distintos magistrados de la Audiencia Nacional que se hicieron cargo del caso -y, muy especialmente, Santiago Pedraz- avanzaron en la investigación, a pesar de las presiones de EEUU y de los obstáculos de la propia Fiscalía española.

El juez Pedraz recabó testimonios y pruebas que le permitieron concluir que había indicios sólidos de que la muerte de Couso fue un crimen de guerra. Desde su despacho salió una orden de búsqueda y captura contra tres de los militares estadounidenses que abrieron fuego contra el Hotel Palestina.

El magistrado viajó a Bagdad en 2011 y ratificó in situ todas y cada una de sus sospechas. “A mí la palabra que me queda de estos años es «dignidad» porque han intentado ningunearnos, han intentado anularnos y no lo han conseguido”, señaló entonces Maribel Permuy. “Un montón de gente anónima nos ha seguido apoyando y vamos a continuar con nuestra lucha”, dijo en el décimo aniversario del asesinato de su hijo.

Pese a las promesas, ningún gobierno español ha recuperado la Ley de Justicia Universal ni ha revertido la reforma que permitió que el asesinato de Couso quedara impune

La Justicia Universal

Solo unos meses después, el Gobierno del PP de Mariano Rajoy cambió sobre la marcha las reglas del juego. Con su mayoría absoluta impuso una reforma legal que acababa con la llamada Ley de Jurisdicción Universal -ya limitada en 2009 por el Gobierno del PSOE- y restringía drásticamente la capacidad de los jueces españoles de perseguir delitos cometidos fuera de su territorio.

“El flexo no podrá mantenerse encendido”, escribió el juez Pedraz en su auto, en 2015, lamentando la imposibilidad de mantener abierta la investigación tras la reforma de la ley.

En los años siguientes, y pese a las promesas de varios partidos, ningún gobierno español ha recuperado la Ley de Justicia Universal ni ha revertido la reforma que permitió que el asesinato de José Couso quedara impune. A pesar de ello, Maribel Permuy siguió luchando por conseguir justicia para su hijo, por defender la libertad de información, por proteger la aplicación del derecho internacional, consciente de que la impunidad asienta la ley del más fuerte.

En julio del pasado año llegó otra mala noticia: el Tribunal Europeo avaló el archivo del caso Couso por la Justicia española. El doble rasero en la aplicación de las leyes y el derecho de quita y pon son características que definen nuestra actualidad.

En un momento de enorme retroceso en derechos y libertades en muchas partes del mundo, en un contexto de genocidio contemplado y consentido en tiempo real, las voces de madres como Maribel están cargadas de verdad y de humanidad frente a la brutalidad de las armas y frente la complicidad de gobiernos que facilitan el belicismo, la impunidad o la inacción ante crímenes masivos.

Si siempre es difícil decir adiós, decírselo a Maribel Permuy lo es aún más. Esta Madre Coraje ferrolana perseverante nos dio a todos una lección. Convivió con la tristeza por el asesinato de José Couso pero también con la alegría que le causaban sus hijos y sus nietos. La ciudadanía en general y la profesión periodística en particular le debemos mucho. Su lucha no solo fue por José. Fue por todos.

Por eso solo te podemos decir adiós de una manera: Gracias, Maribel, infinitas gracias y hasta siempre.

Carlos Hernández y Olga Rodríguez cubrieron la guerra de Irak desde Bagdad y, junto con los reporteros Jon Sistiaga y Jesús Quiñonero, declararon ante la Audiencia Nacional como testigos del asesinato de José Couso en Bagdad

Fuente: https://www.eldiario.es/internacional/muere-maribel-permuy-madre-jose-couso-impunidad-armas_129_12521595.html