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Muros mediáticos

Fuentes: Rebelión

A estas alturas a casi nadie se le escapa que el principal papel de los grandes medios de comunicación de masas es el de imponernos una percepción de la realidad social, política y económica particular e interesada, una conciencia sumisa que comulgue con la voluntad de los amos. El gran muro mediático nos señala lo […]

A estas alturas a casi nadie se le escapa que el principal papel de los grandes medios de comunicación de masas es el de imponernos una percepción de la realidad social, política y económica particular e interesada, una conciencia sumisa que comulgue con la voluntad de los amos.

El gran muro mediático nos señala lo que es posible; lo que es aceptable; lo que es inaceptable; lo que es realista; lo que es utópico; lo que es democrático; lo que es totalitario; o lo que es populista. Funciona, en la práctica, como las orejeras de un burro, limitando la visión periférica de sus víctimas para que nada las perturbe en su continuado esfuerzo por tirar del carro a lo largo del camino marcado, pues claro está, no hay otro posible.

Es una herramienta de control blando con un carácter profiláctico: el de evitar que nos intoxiquemos con ideas que no provengan de nuestros amos y dejemos de verles como tales, pues una vez que las orejeras empiezan a fallar, sólo queda ya el recurso al palo.

Su eficacia depende, grosso modo, de tres cuestiones fundamentales que se presentan interrelacionadas:

1) El control de los grandes canales de comunicación que actúan como referentes para millones de personas.

2) La mayor o menor capacidad de las audiencias para contrastar la veracidad de los mensajes.

3) La mayor o menor capacidad de las audiencias para analizar los elementos que componen el discurso mediático y las técnicas de manipulación empleadas.

Si bien es todavía relativamente sencillo para los medios hacernos comulgar con intervenciones militares en el extranjero, bajo pretexto de proteger los derechos humanos, o hacer que nos posicionemos irracionalmente contra ciertos líderes internacionales, como el presidente venezolano, Hugo Chávez, la cada vez mayor disociación entre lo que nos cuentan, el estrecho y empinado camino que nos marcan, y nuestra experiencia cotidiana hace que su descrédito esté cada vez más generalizado.

La incorporación del Sr. Somoano a la dirección de informativos de TVE es, sin duda, un signo de debilidad de nuestros amos, indicativo de las dificultades a las que se enfrentarán en sus esfuerzos por mantenernos en los estrechos confines de este camino hacia ninguna parte.

Se le ha encomendado mantenernos a oscuras y viene dispuesto a cosernos unos gruesos remiendos sobre nuestras desgastadas orejeras. Así, es de suponer que con él, las técnicas de manipulación de la televisión pública estatal se harán más casposas, cutres y obvias, al estilo Telemadrid.

Sin embargo, sería erróneo concluir que, por obra y gracia de esta vulgarización de los procedimientos manipuladores, los actuales contenidos informativos de TVE sean de calidad, pues ésta, en realidad, brilla por su ausencia.

Somoano viene a acabar con la ficción de «independencia y calidad informativa» que se le suponía a Fran Llorente. Una ficción sustentada, entre otros, por los siguientes factores:

1) La general degradación de los contenidos informativos. Es común oir, ante las críticas hacia los informativos de TVE, que los de las otras cadenas son peores. Esto es cierto, pero que los otros sean peores no implica que estos sean de calidad. A nadie que vaya a un restaurante y le sirvan un filete podrido se le ocurriría decir que ha comido carne de calidad simplemente porque al tipo que tenía al lado le han servido uno con gusanos.

2) La reducción de la política a los dimes y diretes entre los distintos grupos parlamentarios, especialmente PP y PSOE. De este modo se reduce la manipulación política a la manipulación partidista, presentándonos como el cúlmen de la información objetiva lo que no es más que la reproducción acrítica y acontextual de las declaraciones de los líderes de estos grupos. Fuera de este ámbito de equidistancia partidista, cualquier procedimiento manipulador está permitido.

La cobertura que, en su momento, nuestra cadena pública hizo de la guerra civil libia o la que está haciendo ahora de la guerra civil en Siria nos dan la medida de la calidad de sus contenidos informativos, pues independientemente de lo que pensáramos de Gadafi o pensemos de Al Assad y sus gobiernos, lo cierto es que estas informaciones, por llamarlas de algún modo, se ajustan como un guante a los patrones de la propaganda de guerra.

Que lo que venga sea peor, no quiere decir que lo que alguna vez tuvimos fuera bueno.

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Cuarto Poder

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.