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Los cables de Wikileaks, de los que se enorgullecen grandes medios como "El País", ha puesto en evidencia unas prácticas periodísticas dóciles

Nada sin periodismo

Fuentes: Diagonal

Desde hace más de 30 años se viene señalando que los contenidos informativos de los grandes medios dependen cada vez más de los acontecimientos previsibles (el «dietario») y las informaciones preformuladas. Esta tendencia, agudizada por la concentración mediática, la reducción de las plantillas y del tiempo de la producción noticiosa, ha llevado a una subordinación […]

Desde hace más de 30 años se viene señalando que los contenidos informativos de los grandes medios dependen cada vez más de los acontecimientos previsibles (el «dietario») y las informaciones preformuladas. Esta tendencia, agudizada por la concentración mediática, la reducción de las plantillas y del tiempo de la producción noticiosa, ha llevado a una subordinación creciente de las redacciones a las notas y dossieres de prensa suministrados por los gabinetes de comunicación y, en general, a las fuentes institucionales, amén de las grandes agencias.

Hace 30 años, la autodesignación de «diario independiente», como la que orgullosamente proclamaba la cabecera de El País, presuponía independencia respecto a los poderes del Estado y los partidos políticos. Hoy es acusada la dependencia de los grandes medios respecto a tales fuerzas, indefectiblemente ligada a intereses corporativos, y aún más notorio el servicio directo a estos últimos: en la práctica, la mayoría de esos medios son unidades de negocio y terminales de distribución informativa y de imagen de grandes grupos empresariales.

Y ¿la investigación?

En este contexto, el periodismo de investigación orientado por el interés público y por el compromiso con ideales democráticos resulta costoso y arriesgado, tanto económica como políticamente, y así se ha reducido a formas caricaturescas y sectarias como los ejercicios de El Mundo respecto al 11-M.

Pero este contexto es también el de la expansión de la web 2.0, de todas esas nuevas prácticas de producción, distribución y consumo de información que conforman un nuevo ecosistema comunicativo. Y que, si atendemos a análisis como el de Geoffrey Nunberg, estaría suponiendo el fin de la llamada era de la información más que su momento de plenitud, y acaso el inicio de una «era de la inteligencia».

No es, pues, extraño que gran parte de la maquinaria mediática, frente a la avalancha de Wikileaks, haya optado, en un primer momento, por desviar la atención de los contenidos (por ejemplo, las miserias de Iraq y Afganistán) para mirar al mensajero: el supuesto «caso Wikileaks» o «caso Assange». ¿Mirar al dedo y no a la luna? ¿Tomarse por fin en serio el aforismo ‘macluhaniano’ de «el medio es el mensaje»? Sobre todo se ha puesto en evidencia el miedo al cuestionamiento inapelable de unas prácticas periodísticas demasiado dóciles.

Responsabilidad periodística

Así que en un segundo momento esa maquinaria, o la parte de ella que nos es más próxima, trata de conseguir su relegitimación mirándose en el espejo de la vieja figura del gatekeeper, que suponía la operación de seleccionar de entre los flujos informativos, elegir y excluir. No con criterios patrióticos, sino de responsabilidad, según declaró el director de El País. El 14 de diciembre, este mismo periódico, gatekeeper de Wikileaks en España, informaba del debate organizado en el CaixaForum de Madrid sobre la revelación de los más de 250.000 papeles del Departamento de Estado estadounidense y titulaba: «Cambio, sí, pero con periodismo».

Como si el periodismo no fuera el objeto mismo de la crisis, como si sólo hubiera una forma de hacer periodismo y como si El País estuviera a estas alturas en la posición de autoridad que le permitiría dictarla. «Expertos periodistas analizan…», continuaba el subtítulo, y la propia necesidad de adjetivar a los contertulios (entre ellos Javier Moreno, el director de El País) como «expertos» restaba contundencia al argumento implícito del título: el del buen periodismo autosatisfecho que no precisa ni siquiera el título de bueno.

Fuente original: http://www.diagonalperiodico.net/Nada-sin-periodismo.html