Es intenso el esfuerzo que la inmensa mayoría de los medios radioeléctricos y escritos del país hacen día a día para generar la matriz de opinión de que el gobierno es incompetente a extremos inconcebibles y además de ello arbitrario, violador de los derechos humanos, de la propiedad privada por su decidida voluntad política de […]
Es intenso el esfuerzo que la inmensa mayoría de los medios radioeléctricos y escritos del país hacen día a día para generar la matriz de opinión de que el gobierno es incompetente a extremos inconcebibles y además de ello arbitrario, violador de los derechos humanos, de la propiedad privada por su decidida voluntad política de exterminar el latifundio y, entre otras acusaciones más, sin prueba alguna, auspiciante de la caída de los gobiernos de Sánchez de Lozada en Bolivia, de Gutiérrez en Ecuador, provocador de las protestas del pueblo ecuatoriano en contra del TLC, financista de la campaña electoral de Ollanta Humala, proveedor de armas a la guerrilla colombiana, consejero político de Evo Rorales y, en fin, el mayor desestabilizador de la región al decir de Alejandro Toledo, dentro de la inmodificable estrategia que, en combinación con los halcones del Pentágono, han seguido desde que Chávez asumió el poder en 1998 para erosionar su gobierno y provocar así su derrocamiento.
Ciertamente, es atroz la arremetida mediática muy bien concertada con los factores más retrógrados de la sociedad en procura de ese objetivo. La mentira, la manipulación y el ocultamiento de la información es una constante en casi todos los medios de comunicación del país, lo que, por paradójico que parezca, les ha causado inmensos daños económicos, simple y llanamente porque han perdido credibilidad y con ello la audiencia y los lectores que en épocas pasadas les garantizaban una importante y fabulosa cartera de anunciantes.
Pero no es nuestra angustia el descalabro que ha llevado a la quiebra a algunos cuantos diarios (Así Es la Noticia, El Globo, etcétera) o que algunos se han visto en la obligación de agenciarse nuevas asociaciones con miras a evitar quiebras que se hacían inevitables (caso El Nacional), sino insistir en nuestra prédica de que se hace urgente e impostergable diseñar una política de Estado ágil y efectiva para contrarrestar tanta ferocidad mediática, pues a la fecha nuestro proceso revolucionario ha fallado en eso, es decir, no ha dado la talla en darse un efectiva arma comunicacional y aun cuando podamos jactarnos de decir, con toda propiedad, que quienes están detrás de esa campaña ya no tienen o tienen muy poca audiencia, el asunto reviste, desde nuestra óptica, relevante importancia a la cual hay que prestarle muchísima atención, pues la misma ha sido concebida, sin que tengamos dudas al respecto, para venderla en el exterior, en donde sí es posible articular orientado a «crear las condiciones» para «justificar» una agresión armada contra nuestro país y de esa manera dar al traste con el gobierno revolucionario, tal y como ha ocurrido decenas de veces en Latinoamérica.
Hay quienes aseguran que las condiciones objetivas del momento son las menos favorables para que Washington se atreva a dar semejante paso, pero no olvidemos que sus actuales gobernantes (y pasados también) han dado infinitas muestras de que sus planes de dominar y controlar el mundo no será alterado bajo ninguna circunstancia. Podrá haber cambios de estilo, diferentes modos de enfrentar tal reto, pero no será posible, mientras el imperio sea tal, pensar que nuestra decisión de manejar nuestros propios asuntos de manera soberana no tendrá sobresaltos y la amenaza latente de sus esfuerzos por impedir que seamos libres. Y es por esto que una política acertada en materia comunicacional se hace imprescindible para que esa posibilidad de agresión directa contra nuestro país se haga cada vez menos posible, contrarrestando con la mayor contundencia tanta infamia y tanto descaro.
La decisión de salir de Chávez de cualquier manera ha sido tomada desde hace mucho tiempo por el gobierno de Bush y en nuestro país el poder mediático y la oposición toda, con algunas muy contadas excepciones, no solamente la avalan, sino que son parte de la estructura diseñada para implementar y llevar a cabo todas las acciones que sean necesarias para que la misma tenga éxito. Hasta el momento han fracasado estruendosamente, como les ocurrió con el golpe de Estado de abril/02, con el paro terrorista de enero/02 y febrero/03, con la toma de la Plaza Altamira, así como con los actos vandálicos y guarimberos aupados por la llamada «sociedad civil», pero no han desistido de seguir la misma ruta, convencidos de que en algún momento lograrán el objetivo.
Basta con leer la prensa diaria y escuchar y ver los espacios informativos y de opinión de los canales privados de radio y televisión para apreciar la magnitud de tal campaña sin que podamos sentir y palpar del lado del gobierno una acción rápida para contrarrestarla y no sólo eso, sino que buscamos los portales de nuestros organismos públicos en la red para encontrar las respuestas a las grandes mentiras que nos venden como verdades y resulta que, en su inmensa mayoría, tienen un atraso que nos resulta increíble y, lo que es peor aún, las opciones interactivas que ofrecen (los llamados «links» en la jerga informática) para que los usuarios hagan las sugerencias que estimen necesarias o para encontrar respuestas a cuanta inquietud les genere curiosidad o gran angustia, nadie las atiende, lo cual pone en evidencia, al menos, una total indiferencia de parte de las más altas instancias de las gerencias respectivas frente a tan fabuloso adelanto tecnológico mediático, aun cuando no hay razones para no pensar que los funcionarios encargados de atenderlas o son quinta columnas al servicio del esfuerzo desestabilizador de la oposición o, a todo evento, son unos irresponsables de marca mayor.
El Comandante Presidente ha sido reiterativo en el tema y no ha tenido empacho alguno en reconocer que en eso de comunicar y transmitir, su gobierno ha fallado enormemente, al punto de que ha reclamado públicamente a sus más inmediatos colaboradores la poca o casi ninguna iniciativa que tienen para informar sobre sus actividades y desempeños en el cumplimiento de sus responsabilidades. Ha dicho ene veces que frente a los persistentes ataques del inmenso poder mediático golpista, a través de los cuales todo cuanto hace el gobierno se cuestiona a base de las mentiras, la manipulación y las medias verdades, que: «Nos quedamos cortos en el contraataque…», no hemos sido, agregó, palabras más, palabras menos, «capaces de desmontar esa avalancha de falsedades, muchas de las cuales rayan en la mayor ridiculez.»
Pero al parecer esa angustia manifiesta del presidente Chávez como que no tiene eco. Todo sigue casi igual, muy pocos cambios se observan no obstante que se sustituyen funcionarios y si en verdad hay en quienes hoy en día manejan esas responsabilidades el gran interés y la voluntad para resolver de cuajo tan grave problema, tenemos la percepción de que caminan a paso muy lento. No descartamos que la angustia que nos agobia sea la causante que nos impida, a lo mejor, apreciar en su justa medida lo que puedan estar haciendo en la dirección de superar tan tremenda falla. Pero a decir verdad, si ha habido cambios, muy poco se perciben, pues ante la campaña de desprestigio atroz que ese poder mediático ha desatado nacional e internacionalmente minuto a minuto carecemos de medios efectivos que responda a esos ataques con la mayor contundencia y de forma inmediata.
Por estos días nos hemos quedado sorprendidos de la muy poca (esa es nuestra apreciación) información que han transmitido los medios del Estado sobre las graves denuncias que han hecho en Colombia ex funcionarios de la policía política de ese país acerca de que dicha institución manejó junto al paramilitares y al narcotráfico, con un despliegue de alta tecnología satelital, un complot para desestabilizar a nuestro país, en cuyos planes se contemplaba asesinar a dirigentes del gobierno venezolano, incluyendo al presidente Chávez. Tales denuncias apuntaron también a poner al descubierto graves hechos de corrupción, tráfico de drogas y un fraude gigantesco que se fraguó en las elecciones que le dieron el triunfo a Uribe en los departamentos de la costa colombiana, especialmente en las zonas controladas por las AUC bajo el mando del llamado comandante «Jorge 40».
Mientras hemos podido observar que en el hermano país esas denuncias han causado un gran revuelo, tanta que el ex directivo del DAS señalado, Jorge Noguera, ha sido citado por la Fiscalía colombiana para que responda sobre denuncias, especialmente la relativa al fraude electoral, en nuestro país las denuncias explosivas acerca de los planes para asesinar a Chávez para acabar con nuestra revolución se estén manejando como asuntos baladíes, es decir asuntos a los que no se les otorga la tremenda importancia que tienen.
Pienso que no se trata solamente de que se transmitan las noticias que nos envían las agencias internacionales de la información sobre esas denuncias, sino que los canales del Estado (el canal 8, VIVE y ANTV) y hasta el propio canal TELESUR han debido destacar en la capital colombiana reporteros especiales capaces de producir sus propias noticias sobre tales eventos, por vía de lograr entrevistas a personalidades de la vida del país hermano de alguna manera vinculadas a los hechos por las responsabilidades políticas que pudieran desempeñar, como senadores y representantes al Parlamento, funcionarios altos y medios del propio gobierno, miembros de las diversas organizaciones civiles activas (de trabajadores, de estudiantes, de universidades, etc.), así como de aquellos otros colombianos que tienen vedado el acceso a los medios por sus posturas ideológicas, los que, en conjunto, es mucho lo que pudieran aportar sobre esas ilegales y condenables actuaciones del DAS, las cuales son sumamente graves y en nuestro criterio colocan en una posición muy incómoda al gobierno de Uribe Velez, quien deberá en el más corto plazo despejar toda duda de que pudiera estar implicado como el autor intelectual de ese complot del DAS contra nuestro país.
Pero más allá de ese ejemplo que hemos puesto, hay que implementar a la brevedad y si mayores discusiones, óptimos mecanismos para enfrentar las falacias de la guerra mediática, aupada al máximo por Washington. Es un imperativo diseñar y poner en marcha con urgencia espacios informativos y de opinión sobre sucesos nacionales e internacionales que le hagan, con audacia revolucionaria, una real y efectiva competencia a Globovisión y a CNN, monstruos gigantes que mienten sin límite alguno todas las 24 horas del día porque tienen como objetivo único y específico alterar la realidad, confundir y generar la mayor zozobra en beneficio de una política de control y dominio absoluto de nuestros pueblos.