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Una interesante discusión política y económica

¿Necesita la Argentina volver a contar con Aerolíneas como línea de bandera?

Fuentes: La Arena

Paradojalmente, el mismo 17 de julio en que la gauchocracia festejaba su victoria sobre las retenciones, se oficializaba que el gobierno emprendía la recuperación de Aerolíneas. Sólo se podría discutir el cómo. Aerolíneas fue privatizada en 1991 por el gobierno del actual senador Carlos Menem, el mismo que -aún con la salud afectada- se mantuvo […]

Paradojalmente, el mismo 17 de julio en que la gauchocracia festejaba su victoria sobre las retenciones, se oficializaba que el gobierno emprendía la recuperación de Aerolíneas. Sólo se podría discutir el cómo.

Aerolíneas fue privatizada en 1991 por el gobierno del actual senador Carlos Menem, el mismo que -aún con la salud afectada- se mantuvo firme en su banca con tal de votar en contra de las retenciones. El hombre de Anillaco ganó momentáneamente la discusión pero ese mismo día tuvo una réplica que no lo dejó precisamente como vencedor. Comenzaba la recuperación de Aerolíneas, que él malvendió hace 17 años junto al resto de la banda: Roberto Dromi, Erman González, María Julia Alsogaray, Domingo Cavallo y Eduardo Duhalde.

No siempre se puede conjugar que las buenas noticias las den los mejores funcionarios. A veces es al revés. Le tocó al polémico Ricardo Jaime dar la buena nueva. El grupo español Marsans, encabezado por Gerardo Díaz Ferrán y Gonzalo Pascual, había dado su consentimiento a la operación que permitirá al Estado argentino tomar el cien por ciento del paquete. En la actualidad, luego de una ampliación concretada en 2006, la influencia estatal se había estirado del 1,25 al 5 por ciento.

Jaime informó que se había formado una comisión de transición con dos españoles y tres representantes argentinos para negociar durante dos meses el precio a pagar, luego que se verificaran las deudas de AA-Austral y se descontaran los aportes que el Tesoro hizo en estos años.

Por ejemplo, se sabe que desde el 9 de julio a la fecha, con la empresa en crisis y muchos de sus aviones en tierra, el gobierno nacional tuvo que poner 50 millones de pesos para pagar sueldos atrasados, combustibles y repuestos. Y que posteriormente debió aportar otros 54 millones, pues los ibéricos no querían poner ni una peseta. Y no se trata de personajes de la liga del ascenso español: Díaz Ferrán es el presidente de la Confederación de Organizaciones Empresarias Españolas (CEOE). Juega en primera división y se tutea con el rey borbón (que hoy festeja 39 años desde que el dictador Francisco Franco lo designó heredero, una fuente muy poco democrática de poder).

Un elemento decisivo para que los madrileños aceptaran el cambio de manos fue que el 15 de julio debieron comparecer ante el juez Jorge Sicoli, que estudiaba el pedido de intervención solicitado por el Estado. Los controlantes admitieron que la deuda acumulada era de 890 millones de dólares, de los cuales 240 millones eran por obligaciones exigibles.

A partir de esa admisión, Aerolíneas y su prima hermana Austral empezaron a carretear hacia la pista de la reestatización. De lo contrario capotaban. O se quedaban en el hangar haciendo huevo.

Mayoría a favor

Los anuncios de Jaime tuvieron el rápido apoyo de los siete gremios aeronáuticos, como la Asociación de Personal Aeronáutico, la Asociación Argentina de Aeronavegantes (un cambio de sigla aquí…) y la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas. Los mal pensados dirán que ese aval se originó en que los empleados se aseguraron el cobro de los haberes. Esta es una parte de la verdad y se entiende fácilmente. La otra es que esos gremios, como muchos otros argentinos, resistieron la privatización del menemismo. Así se documenta en la famosa anécdota contada por Horacio Verbitsky en «Robo para la corona»: José Luis Manzano insulta a Alicia Castro y otras delegadas de aeronavegantes que estaban pidiendo apoyo para frenar la enajenación.

En ese tiempo, cuando Dromi admitía que estaban negociando a-rro-di-lla-dos, las candidatas a llevarse esa gema eran las compañías norteamericanas y al final la ganadora fue Iberia. Después hubo un gerenciamiento de American Airlines (patrocinada por el embajador norteamericano Terence Todman, alias el virrey), y siguieron la Sociedad Española de Participaciones Industriales (Sepi) y desde 2001, Marsans.

Aquella privatización fue escandalosa. Fue la peor de todas las concretadas por el menemo-cavallismo e incluyó un recurso de «per saltum» para que la Corte Suprema de Injusticia la avalara.

Que ahora se abra una etapa diferente, de recuperación de la aerolínea, es un hecho positivo, aún cuando hayan sido Jaime y Julio de Vido sus negociadores. Entre una compañía estratégica privatizada y extranjerizada, y la misma reestatizada y nacionalizada, es obvia la diferencia.

El traspaso fue oficializado en lo administrativo y lo político-institucional con el acto en Casa de Gobierno de la presidente Cristina Fernández. Aún en países imprevisibles como el nuestro, esa ceremonia convirtió en casi irreversible la recuperación de los aviones y rutas.

Algunos en contra

El nuevo gerente general de la compañía será quien hasta ahora era director, Julio Alak, ex intendente de La Plata. Ariel Basteiro, gremialista aeronáutico y diputado socialista cercano al kirchnerismo, manifestó que el paso era positivo y esperaba que la oposición «no asuma en el Congreso la posición de oponerse al acuerdo sólo para diferenciarse políticamente».

Sin embargo, todo indica que el deseo de Basteiro no se cumplirá. La oposición de derecha y sus flamantes acompañantes de centroizquierda durante el lock out sojero, ya han comenzado a disparar al bulto.

«Estamos alerta y analizaremos con atención lo que mande el Gobierno. No se sabe bien qué se ha negociado», expresó Gerardo Morales, titular de la UCR. Sin pruebas, Morales dijo que «el Gobierno le quiere regalar Aerolíneas a Ricardo Jaime». Otro senador radical, Alfredo Martínez, al frente de la Comisión Bicameral de Seguimiento de las Privatizaciones, afirmó que en ese organismo «estarán atentos a maniobras que quiera imponer el Gobierno».

El bloque del PRO se quejó amargamente del desplazamiento de capitales españoles, tal como cuadra a la fuerza de Mauricio Macri, que fue arte y parte de las privatizaciones. Federico Pinedo, el jefe macrista en Diputados, puntualizó: «me preocupa el proceso que tuvo esto; la combinación de congelar las tarifas y patrocinar huelgas permanentes, es una manera preocupante y poco elegante de comprar una empresa». Mayor defensor del grupo Marsans, imposible.

Claudio Lozano, diputado de Proyecto Sur, se sumó a la «Mesa de Enlace» en formación de quienes se oponen a la recuperación. En su caso, como en el debate sobre las retenciones, debía utilizar un lenguaje progresista. Dijo Lozano: «si se confirma que esto es un negociado para cubrir la deuda de 1.000 millones de dólares va a haber elementos para cuestionar la operación y las nuevas condiciones que hay en el Congreso van a permitir un debate más ajustado». Para este legislador a priori hay un negociado, que sólo resta ver si se confirma. Y con el «nuevo» Congreso que tiró abajo la resolución 125 tal como quería la Sociedad Rural, se podría frustrar la recuperación de Aerolíneas.

Frente al vaciamiento de Aerolíneas y el anuncio gubernamental de la reestatización, parece correcto el punto de vista de los gremios del sector, que festejaron la novedad. Eso deslinda aguas con el privatismo y la derecha. A partir de allí y junto con ese apoyo al traspaso, se deben acumular fuerzas y argumentos para que la aerolínea no vuelva a manos privadas en el futuro ni se condone el endeudamiento de Marsans.

En ese punto lució acertada la postura de otro sindicalista aeroportuario y ex subsecretario de transporte aerocomercial, Ricardo Cirielli, enfrentado a Jaime, quien evaluó como feliz el regreso de la compañía al Estado. En simultáneo, planteó que el Estado no debe permitir «que Marsans le transfiera la deuda».

Existen muchas posibilidades de que si Aerolíneas vuelve al regazo estatal y se convierte en una línea eficiente, que integre el país política y comercialmente, facilitando las comunicaciones, el comercio y el turismo, se sanee el déficit operativo de 30 millones de dólares mensuales, etc, luego siga volando en la órbita estatal. Es lo que ocurrió con el Correo Argentino, donde se desvaneció la intención kirchnerista de una reprivatización.

La mesa del debate está servida. O se está con la aerolínea de bandera y partir de allí se frustran pagos indebidos a Marsans y una ulterior privatización. O se rechaza la estatización con argumentos variados, que van desde la defensa de la propiedad privada extranjera (PRO) hasta posibles negociados aún no demostrados (radicales, duhaldistas y Proyecto Sur).