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La importancia de los medios de comunicación alternativos en El Salvador

No hay medio de comunicación pequeño

Fuentes: Rebelión

Escribo estas líneas motivado por la carta que el periodista Renán Alcides Orellana envió al director de Co Latino, Francisco Valencia, en la que hacía un justo reconocimiento al papel que jugaron los medios de comunicación alternativos en la derrota electoral de la derecha. La gran enseñanza, en lo que respecta a la comunicación de […]

Escribo estas líneas motivado por la carta que el periodista Renán Alcides Orellana envió al director de Co Latino, Francisco Valencia, en la que hacía un justo reconocimiento al papel que jugaron los medios de comunicación alternativos en la derrota electoral de la derecha. La gran enseñanza, en lo que respecta a la comunicación de ideas, es que no hay medio pequeño. Podría decirse que las «pequeñas» radios comunales no tienen mucho que hacer frente a los grandes consorcios radiales, manejados por empresarios cercanos al gobierno, con un gran poder de penetración ideológica en la sociedad. Podría decirse, además, que un periódico com

La sociedad salvadoreña nos dio una gran lección sobre esto. Nos enseñó que, por mucho que estemos en la «era mediática», no se «traga» literalmente todo lo que dicen los medios que están al servicio de los intereses dominantes. Algo parecido ha ocurrido en los países donde la izquierda ha tenido que enfrentarse a gigantescas campañas de difamación mediáticas. Las sociedades, y en esto entra en cuenta la salvadoreña, no son dóciles autómatas que consumen todo lo que el sistema les entrega, como los seres despersonalizados de «Un mundo feliz», la novela de Aldous Huxley. Hay en ellas una fuerte sed de conocimiento de lo que está pasando a su alrededor. Una sed que es una sed política.

De ahí que los «pequeños» medios alternativos tengan una fuerza que los «grandes» medios no tienen. Sirven para «repolitizar» a una sociedad. ¿En qué sentido? Recordemos que los años del neoliberalismo han sido años, también, de desmovilización política. Se ha cultivado pacientemente la apatía hacia la política, alimentándola del desencanto con los políticos profesionales.

Y sin embargo, los medios alternativos han persistido, precisamente, en demostrar que es necesario recobrar nuestro carácter de «seres políticos», como diría Aristóteles. Ser político no es sinónimo de diputado. Es, más bien, sinónimo de persona interesada en saber qué es lo que pasa en su comunidad y en ver en qué medida puede contribuir a su bienestar, al «bien común», que diría san Agustín, en la medida de sus posibilidades y de acuerdo a sus particularidades.

No importa si una radio se oye en el perímetro de una comunidad rural. No importa si el periódico no está en los anaqueles de los supermercados. Llega hasta donde tiene que llegar: a la persona con interés en su comunidad.

Ahora bien, el hecho de ser «alternativo» no está, necesariamente, en relación directa con el respaldo económico o con el hecho de no poder «competir» en términos de audiencia con los otros medios. El caso del canal 21 es digno ejemplo de esto. El referido canal transmite a nivel nacional y está lejos de padecer el bloqueo de las agencias publicitarias vinculadas al oficialismo, como sí ha ocurrido con otros medios, Co Latino en cuenta. Sin embargo, sus periodistas difundieron valientemente las denuncias ciudadanas de intentos de fraude, con la misma honestidad con que lo hicieron los periodistas de este diario y los de diferentes radios comunitarias. El impacto que ello produjo forzó a otros medios a abrirse a este tipo de denuncias, que ya era imposible ocultar.

Los medios de comunicación alternativos sirvieron para fomentar una postura crítica frente al aluvión de mentiras que vertieron muchos de los medios «grandes». Fue tanta la saturación que éstos crearon, que mucha gente comenzó a buscar medios que expresaran la realidad desde otras perspectivas que no fueran las del poder.

Esto explica, en buena medida, por qué ocurre lo que ocurre con el Co Latino. La tesis según la cual la publicidad es la savia que alimenta a los medios y que sin ella están condenados irremisiblemente a morir, es falsa. Co Latino se ha mantenido en pie, desde los años 90, cuando sus trabajadores retomaron la conducción de un medio cuyos antiguos dueños dejaron al garete, sin importarles su antigüedad y su historia.

Desde entonces, cuando el Co Latino era el único periódico que difundía las voces censuradas en tiempos de la guerra, este diario no gozó de la millonaria publicidad que sostiene a otros medios impresos. Con grandes sacrificios, cuyo personal vive a diario, Co Latino ha sobrevivido en buena medida por el apoyo que le ha dado la sociedad salvadoreña, que han visto en él algo que ningún otro medio impreso ofrece: un espacio de crítica, esto es, un espacio para la repolitización de la sociedad.

La labor constante de estos medios, que no enumeramos porque son muchos y podríamos dejar a alguno en el olvido, es lo que ha permitido que, frente a la oleada de desmovilización política de los años 90, la conciencia crítica haya sobrevivido, aunque sea como una pequeña llama en medio de la oscuridad. Las nuevas posibilidades que abre el 15 de marzo sólo ratifican que la labor de los medios alternativos valió la pena.