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Entrevista a Mario Santucho, sociólogo y editor de la histórica revista argentina “Crisis”

«No podemos seguir tocando las viejas canciones que todos conocemos, hay que empezar también a componer canciones nuevas»

Fuentes: Rebelión

Hace unos días ha estado en Euskal Herria Mario Santucho, hijo del histórico líder guerrillero argentino de su mismo nombre y de Liliana Delfino, también militante del PRT-ERP y cuyos cuerpos a día de hoy permanecen desaparecidos. Además, es sociólogo y editor de la histórica revista argentina “Crisis”, que está desarrollando una campaña de solidaridad económica internacional para sustentar el proyecto editorial. GARA ha conversado con él sobre la actual situación pre-electoral en Argentina.

–       Tras los años setenta, la brutal dictadura, la transición y la post-dictadura, ¿dónde está la izquierda argentina? 

–       Argentina tiene una configuración política muy singular debido a la existencia del peronismo. Un movimiento nacional y popular que de alguna forma desordenó la cartografía de occidente que organiza el sistema político.

La izquierda está muy influenciada por el peronismo, que ha tenido mucha flexibilidad para por momentos volcarse hacia políticas más progresistas o de izquierdas. Ha tenido incluso dentro de su seno corrientes revolucionarias, pero también ha tenido facciones, y situaciones donde la hegemonía ha girado hacia la derecha fascista y también hacia posiciones ampliamente neoliberales.

Es un movimiento muy amplio, muy ancho, e intermitentemente ha ocupado el lugar de la izquierda. Son sectores del peronismo que reivindican las banderas de transformación social. Durante estos años ha tenido la capacidad de anexarse a muchos sectores de la izquierda, que acá se llama “izquierda popular”, que originalmente no eran peronistas pero han terminado integrándose a ese conglomerado.

Y después, está la izquierda troskista, que se reivindica claramente opositora, antagónica con el peronismo, con bastante historia y consistencia, pero que no parece desplegar una voluntad de poder efectiva. En el presente mantiene altas las banderas ideológicas y consignas de la izquierda, pero no tanto organizar una transformación social efectiva.

–       ¿Qué peso tuvieron aquellos años en la actual situación?

–       El peso de los años 70 es enorme, todo lo relacionado con la memoria política a partir de la dictadura. Ahora estamos viviendo una puesta en cuestión del consenso democrático logrado a lo largo de los años con un trabajo social y popular que vino de abajo hacia arriba, que empezó viviendo la dictadura con toda su violencia estatal contra el pueblo y contra las organizaciones revolucionarias, en los años 70, y siguió con la movilización y el activismo de las madres de la plaza de mayo y que durante los 80 y 90 fue construyendo poco a poco, de abajo hacia arriba, en las plazas, en las calles, en las canchas, una reformulación de la idea de transición propuesta desde el sistema político, logrando un consenso que, primero a partir del 2003 con el reconocimiento por parte del gobierno de Kirchner de esa versión de la historia que proponían los organismos de derechos humanos y después incluso con capacidad de llegar a la Justicia, el poder más conservador en Argentina, y que también accedió a reabrir los juicios contra los militares, desarmando la impunidad que se había instalado en los 80 y en los 90. 

–       ¿Qué queda de la utopía revolucionaria de aquellos años?

–       Yo creo que queda muy poco lamentablemente. Se han reivindicado muchas veces a los desaparecidos, y a los compañeros y compañeras que intentaron hacer la revolución. Pero en general, aunque no siempre, se les ha reivindicado como víctimas, y no tanto como militantes, que sabían que corrían un riesgo alto al abrazar las ideas y la práctica que desarrollaron. Eso es quizá lo que más extraña y lo que más necesitamos recuperar. Esa utopía, ese proyecto efectivo de una transformación radical de la sociedad, que es la prioridad de una comunidad emancipada por sobre la mercancía, el capital y la lógica rentista. 

–       A las puertas de las elecciones, ¿qué significa una figura como Javier Milei? Danos algunas claves de su ascenso y los peligros que pueden venir si finalmente vence.

–       Milei es un personaje ultraliberal, de ultraderecha. Cree en la eficacia de una sociedad gobernada absolutamente en torno a los principios mercantiles. Como difusor de las ideas de una escuela austriaca liberal que tiene este tipo de utopía ultracapitalista, frente a las crisis capitalistas proponen una utopía ultracapitalista. Y también es de ultraderecha, sobre todo a partir de la alianza con su candidata a vicepresidenta Victoria Villaruel, hija de un militar que operó durante la Dictadura, y que ha venido construyendo durante los últimos años toda una narrativa orientada a cuestionar el consenso democrático que se había instalado acá a partir del trabajo de los organismos de derechos humanos. Es una reivindicación de la tarea de los militares, una reivindicación del orden, y de todos los valores represivos, de necesidad de mano dura.

La emergencia de esta propuesta, con grandes posibilidades de ganar, viene de su capacidad para sintonizar con el malestar social que crece cada vez más, mayoritario en la sociedad, debido al fracaso de los últimos dos gobiernos. El kirchnerismo que gobernó desde el 2003. El peronismo entre 2013 y 2015, había manifestado signos de agotamiento sobre el final de su tercer mandato, y había provocado el triunfo del Matrismo, de una derecha más bien de centro, o no tan radicalizada como la de Milei, y que fracasó estrepitosamente en sus cuatro años de gobierno, por lo tuvo que renunciar a su reelección, y permitió el regreso al peronismo, ahora con una versión más edulcorada con Alberto Fernández y que ha sido un rotundo fracaso, con una inflación del 140% anual, una pobreza que supera el 40%, y que en el caso de los niños y adolescentes supera el 50%, y, una devaluación que no para de crecer, y con malas gestiones en muchos aspectos. 

Ante esta situación, que no solo es una cuestión del gobierno, el malestar ya no apunta a un gobierno en particular, sino que empieza a enfocarse en torno al sistema político en general. Ese malestar, por momentos se convierte también en desafección, la etapa superior del descontento, que es mucha gente que ha perdido la fe, la creencia en la política como actividad capaz de solucionar los problemas sociales.

–       Bueno, frente a ese estado de la sociedad emergen personajes como Javier Milei, ¿como una figura disruptiva antisistema?. 

–       Así es, él aclara que no es antisistema, sino anti status quo, pero que representa una propuesta de cambio radical. Habla de incendiar el Banco Central, dolarizar la economía, reducir drásticamente el Estado, el sistema político, con un lenguaje hipermercantil. Ha sintonizado con un sector amplio de la juventud, y llega a sectores sociales y populares, incluso al proletariado precarizado. Es un fenómeno complejo, parece ser imparable, particularmente por el error garrafal del peronismo de oponerle un representante de lo que Milei llama la casta, un representante perfecto, que es Sergio Maza uno de los dirigentes del peronismo de derecha. 

–       Y la ultraderecha quiere aprovechar la situación…

–       Ahora ese consenso que comentábamos antes, entró en cuestión, básicamente por la emergencia de una ultraderecha que tiene entre sus postulados el cuestionamiento de esa narrativa democrática construida por los organismos de derechos humanos y muchos otros militantes sociales, políticos y culturales. El principio fundamental de ese cuestionamiento es la exigencia del reconocimiento de la condición de víctimas también de quienes fueron atacados por los movimientos revolucionarios, pero en base a ese pedido que puede ser bastante razonable, lo que hay es un cuestionamiento a la memoria que mencionaba antes.

–       Y en esta coyuntura, ¿el peronismo no acierta o no puede presentar alternativas?

–       El peronismo es muy ancho y Sergio Maza representa claramente a la derecha del peronismo, con históricas relaciones con EEUU, con el poder económico, con relaciones muy estrechas con dirigentes de la oposición de amplios pergaminos represivos. La gran extorsión de Sergio Maza es la de decir que él es el único que puede evitar una debacle mayor. 

Milei tiene muchas posibilidades de ganar precisamente por eso, porque impone el eje de la discusión que le viene bien a él, el del malestar contra la casta, el sistema político, en lugar de poner en juego debates como la democracia o el autoritarismo. 

–       ¿Hay una alternativa electoral de izquierda a medio o largo plazo?

–       Hay algunas expresiones que habría que seguir de cerca, porque pueden ser las que aporten una recomposición del dinamismo popular y democrático y transformador o emancipador. 

Hay dos figuras, el gobernador actual de la provincia de Buenos Aires (la más importante desde el punto de vista económico, poblacional, geográfico), Axel Kicillof, economista de formación marxista, exministro de Economía de Cristina Fernández, un joven de la generación nacida en los 70, y que señala que hay que tener mucho agradecimiento y aprender mucho de los grandes gobiernos del peronismo, como los del propio Perón y Evita y los de Ernesto y Cristina, pero que no podíamos seguir tocando las viejas canciones que todos conocemos, que hay que empezar también a componer canciones nuevas. Esto fue un signo de mucha vitalidad y generó mucha polémica en el peronismo.

Otra figura es Juan Grabois, un dirigente social que acaba de perder en la interna del peronismo contra Maza, pero que puso en juego un discurso que propone relanzar ese proyecto de transformación que está siendo hoy postergado en nombre de un conservadurismo que ha influenciado mucho el peronismo. Es el dirigente de un espacio político más bien joven, con bastante vocación de militancia social y cuya fuerza proviene de la inserción social, de acción y presencia en los territorios.

De todas formas, la principal esperanza está siempre en los movimientos sociales, en las organizaciones populares, entre ellos el feminismo, la economía popular, una cantidad de sujetos que en Argentina son muy decisivos para cualquier intento de resistencia frente a la ultraderecha del gobierno.

Txente Rekondo.- Analista Internacional

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.