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La guerra que nos pintaron los medios occidentales

Occidente Express

Fuentes: Rebelión

El escritor John Berger dibuja con precisas palabras la noche a la que pretenden arrastrarnos: «Los estrategas militares y económicos saben que los medios de comunicación juegan un papel crucial, no tanto en vencer a los enemigos actuales como en excluir y prevenir el amotinamiento, la protesta o la deserción. La nueva tiranía, -camarilla de […]

El escritor John Berger dibuja con precisas palabras la noche a la que pretenden arrastrarnos: «Los estrategas militares y económicos saben que los medios de comunicación juegan un papel crucial, no tanto en vencer a los enemigos actuales como en excluir y prevenir el amotinamiento, la protesta o la deserción. La nueva tiranía, -camarilla de fanáticos (que quieren limitarlo todo, salvo el poder del dinero), de ignorantes (que sólo reconocen la realidad de su poder armamentístico), de hipócritas (que en sus juicios éticos utilizan dos medidas, una para nosotros, otra para ellos) y de crueles maquinadores que proyectan los B52- depende en gran medida de la violación sistemática del lenguaje […] Juntos hemos de reclamar las palabras que nos han sido secuestradas y rechazar los nefastos eufemismos de la tiranía; si no lo hacemos, sólo nos quedará la palabra vergüenza» (¿Dónde estamos?, El País 3-11-2002).

Los artículos de Hermann Tertsch dejan el sabor a ricino que exhalan los gemelos Kaczynski; te envuelven en una bola de chispas, incienso y tizne -como si fueras el fogonero del Occidente Express que pilotan los teocon desde Italia- lanzada en defensa de los «valores de Occidente» contra un Oriente en el que bulle, según el periodista, «la amenaza de un odio generado por su propio fracaso y sus muchas miserias».

Hemos seleccionado párrafos de este colaborador habitual en el diario El País para mostrar algunas facetas de su discurso, en los que se presenta como:

-teólogo del ‘choque de civilizaciones’: «El triunfo de Hamas es un paso más de un pulso largo, de final abierto e infinitamente peligroso, que se extiende desde Marrakech a Mindanao, pero que tiene una partida capital ahora junto al Jordán y otra pronto en Irán […] Supone la confirmación de la política de unilateralidad, ahora ya la única posible para Israel y Occidente». (Las dos escuelas, El País 31-1-2006).

-también como soldado neocon en la guerra infinita contra el terrorismo: «No habrá cuartel en esta guerra a la que quizá hayan de acostumbrarse generaciones futuras». (Luchar hasta el final, El País 10-7-2005).

-espada de la quintacolumna hereje: «Las sociedades europeas comienzan a ser conscientes de que tienen, como Israel, un enemigo mortal en su entorno y en su seno». (La gesta de Gaza, El País 16-8-2005).

-o cuando advierte a «aquellos siempre dispuestos a condenar a Israel cuando osa defenderse del enemigo interno y externo». (Las tres guerras de Sharon y Abbas, El País 19-7-2005).

-martillo de traidores y pusilánimes: «Ya no son sólo políticos incapaces o directamente traidores […] sino amplios sectores sociales los que han aceptado el lema de ‘hablando se entiende la gente’. (El País 1-3-2005); «los ciudadanos han de defenderse con firmeza tanto de sus enemigos como de quienes les sugieren claudicar con cantos de sirena sobre la paz perpetua e imposibles conciliaciones». (El asalto a la ciudad, El País 12-7-2005).

-inclemente batallador contra la «decadencia moral»: «Si hay algún fenómeno que ha alimentado el desarme de nuestras sociedades modernas ante sus enemigos es la hostilidad hacia el pensamiento religioso». (La religión en la guerra moderna, El País 1-3-2005), aunque relativista ante la tortura: «Por preservar algo de seguridad y belleza para nuestros hijos puede que el más tolerante y pacífico haya de matar o sopesar terribles dilemas sobre sus principios». (Tiempos nuevos, El País 20-12-2005).

-revisionista: «Ucrania, donde el miedo al bolchevique llevó a centenares de miles de ucranianos a luchar codo a codo con los alemanes». (Hitler, Schiller, Stalin, El País 20-5-2005).

-amante de plomizas frases ontológicas: «Desde la célebre Juventud sin Dios, de Ödon von Horváth, nuestro problema con el odio lo tenemos en los colegios». (De Mladic, Ternera, Karadzic y Gotovina, El País 8-2-2005); o «para que exista la libertad tiene que existir el capitalismo». (Chinos en Cartago, 15-11-2005).

-elitista patológico: «el acceso al poder de gentes de ideologías o creencias sectarias y cultura y relaciones sociales primarias es un drama». (Tribuno, populista, timonel o charlatán, El País 13-7-2006).

-y ‘patockiano’: «Se multiplican los indicios de un cambio de civilización que hará quizás peor la vida de nuestros hijos, pero casi con toda seguridad la de nuestros nietos. Todo en gran parte porque nadie que hoy toma decisiones importantes para el mundo sabe quién es Patocka». (El mundo de Patocka, El País 29-3-2005).

Dos constantes en los artículos de Tertsch son la denuncia de «una continua arenga antioccidental y antiliberal alimentada desde Europa, y España en especial, y bien difundida por el petrodólar venezolano», y la permanente acusación a los medios de comunicación europeos de vehiculizar ese discurso, en su versión antiamericana o antiisraelí. Es esa alucinada queja la que imprime el tono delirante a su discurso.

Sobreexagerada pasión antioccidental

«Resulta extraordinaria la rapidez y contundencia con la que la inmensa mayoría de los medios y de la opinión pública europea han llegado a la conclusión de que la actual escalada bélica en Oriente Próximo es culpa de Israel (H. Tertsch, Recetas insultantes, El País 18-07-06). Casi un mes y 1.200 muertos libaneses después, la mayoría civiles, con centenares de barrios y poblaciones arrasadas -más del 50% de las casas destruidas en poblaciones como Tayyabah, Markaba y Qantarah-, 15.000 viviendas destruidas y cerca de 4.000 heridos (ver informe de ONU http://www.un.org/News/Press/docs/2006/iha1220.doc.htm) el filósofo André Glucksmann llegaba a las mismas conclusiones que Tertsch: «¿Por qué una indignación mundial sobreexagerada cuando se trata de bombas israelíes? [.] Estamos obligados a concluir que sólo el musulmán muerto por israelíes provoca indignación». Tras esta conclusión, el pensador depositaba su profecía: «todo alto el fuego alrededor del Jordán es intrínsecamente frágil si los palacios, la calle, buena parte de los intelectuales y los estados mayores musulmanes siguen avivando la pasión antioccidental» (El catecismo apocalíptico, El País 12-8-06).

Poblaciones culpables

Los planes de atacar los silos subterráneos de Hezbolá fueron concebidos mucho antes de la captura de dos soldados israelíes el 12 de julio, y recibieron de inmediato el apoyo de la administración Bush como ensayo de un futuro ataque preventivo contra Irán. Como refleja el periodista Seymour Hersh (http://www.newyorker.com/printables/fact/060821fa_fact), se tomó como modelo la metódica campaña de bombardeos que durante sesenta y ocho días golpeó a Serbia y Kosovo. Dirigida por las fuerzas de la OTAN al mando del general estadounidense W. Clark, la campaña costó la vida a entre 1.200 y 5.000 serbios, y redujo a escombros numerosas infraestructuras.

Las incursiones militares, la destrucción de propiedades y seres humanos, la captura de civiles y miembros de la resistencia, el asesinato de líderes políticos palestinos, constituyen la norma de actuación de Israel en los territorios ocupados. Hay una montaña de informes de las ONG de derechos humanos, de los comités de investigación de Naciones Unidas, de los grupos pacifistas de Israel, que documentan los resultados de centenares de incursiones israelíes en Gaza, Cisjordania y Líbano realizadas desde 1967. Un dato ilustra la intensidad de la represión: cerca del 40% de la población masculina de los Territorios Ocupados ha sido detenida en algún momento de su vida por los soldados de Israel.

Estas acciones de fuerza se legitiman decretando que las poblaciones son culpables por apoyar o votar a organizaciones catalogadas como «terroristas»: son cómplices de «terrorismo», y deben sufrir las consecuencias, o son rehenes de los «terroristas» y la muerte de unos miles (mañana, tal vez decenas de miles) es un precio asumible para lograr su «liberación». La creencia de que las poblaciones cristianas de Líbano se volverían contra Hezbolá para evitar cumplir la amenaza del jefe del Ejército israelí, D. Halutz de «hacer retroceder a Líbano 20 años arrasando sus infraestructuras vitales», ha sido un fatal error de cálculo.

Además de la «guerra contra el frente terrorista» y la «pasión antioccidental», dos líneas argumentales se han trenzado en los artículos de opinión en El País: la insistencia en plantear la «proporcionalidad» de las acciones militares de Israel para ocultar su evidente falta de legalidad. Y el argumento del uso de la población civil como «escudos humanos» por Hezbolá frente a la evidencia de los crímenes de guerra cometidos por el Ejército de Israel.

La tesis de la proporcionalidad ha sido la cortina de humo tras la que se ha pretendido ocultar los asesinatos. El orden legal internacional puesto en pie tras la segunda guerra mundial y la derrota del fascismo (Convenciones de Ginebra, Carta de las Naciones Unidas) está en crisis. Estados Unidos, tras su entronización como única superpotencia imperial, trabaja por un nuevo orden en el que el «derecho internacional» no interfiera con sus planes de recolonizar el mundo. La propia ONU ha de ser remodelada. Ni una docena de llamadas de advertencia al mando del ejército de Israel evitaron que el puesto de la ONU en Khiam -sur del Líbano-, claramente señalizado y usado durante décadas por la FINUL fuera, deliberadamente, alcanzado. Incluso una declaración como «el Consejo de Seguridad condena cualquier ataque contra el personal de Naciones Unidas», fue vetada por la administración Bush. Muy distinto fue el lenguaje usado en agosto de 2003 cuando una bomba destruyó la oficina de la ONU en Bagdad: «enemigos de la humanidad», fue el calificativo unánime. También como muestra, el recién nacido Consejo de Derechos Humanos de la ONU y su apuesta por el diálogo y los derechos humanos ha sido boicoteado por Estados Unidos.

La ideología sionista ha interiorizado fácilmente estos nuevos valores y se ha presentado como vanguardia de la lucha de «la civilización occidental» contra los nuevos bárbaros musulmanes, cuyo supuesto «fanatismo» reafirma la propaganda identificando musulmán y terrorismo. Ni un sólo país de la Unión Europea se ha atrevido a desmarcarse con coherencia de esta estrategia. Únicamente el no asociado Ministerio de Exteriores de Suiza ha recordado que el castigo colectivo a la población y los ataques contra los bienes civiles están prohibidos por el derecho internacional.

Si los «aznaritas» proponen meter a Israel en la OTAN, Carlos Mendo insiste en la defensa de Israel como vanguardia del amenazado Occidente («es lo que está en juego en esta guerra»), sin importarle tomar como referente al ultraderechista Benjamín Netanyahu, al que cita y da la razón: «Los fundamentalistas no odian a Occidente a causa de Israel. Todo lo contrario, odian a Israel porque representa los valores de occidente en la zona». (El peligro de Hezbolá, El País 10-8-2006)

Doble rasero

El documento del Tribunal Penal Internacional de la ONU en el que figuran los cargos de GENOCIDIO, CRÍMENES CONTRA LA HUMANIDAD, VIOLACIONES DE LAS CONVENCIONES DE GINEBRA Y DE LAS LEYES DE GUERRA, imputados a Slobodan Milosevic por crímenes cometidos durante las guerras que asolaron la antigua Yugoslavia (http://www.un.org/icty/indictment/english/mil-ai040421-e.htm), despliega argumentos que resultan perfectamente aplicables al comportamiento de Israel en el conflicto de Oriente Próximo, y pone de manifiesto la conocida existencia del doble sistema de pesos y medidas para juzgar acciones de clara simetría. Uno de los crímenes que recoge la acusación figura en la lista de incidentes con francotiradores (apéndice E), un crimen que muchos guardamos en la memoria: el niño de siete años Nermin Divovic fué alcanzado en la cabeza por una bala que primero atravesó el abdomen de su madre, Dzenana Sokolovic, y acabó con la vida del pequeño cuya imagen -tendido en un charco de sangre ante un vehículo de la ONU- (http://athens.indymedia.org/media_details.php?id=5971&lang=el) tanto nos conmovió.
Fué el 18 de noviembre de 1994, y los gritos de horror del personaje que interpreta Harvey Keitel en La mirada de Ulises (Theo Angelopoulos, 1995) ante los cadáveres de su familia adoptiva asesinada en Sarajevo, atraviesan el espacio de la ficción porque retumban en la niebla de ese invierno trágico.

Pero, ¿hay alguna diferencia con el asesinato en Gaza de Mohammed al-Durra, el niño de 12 años muerto por una bala en el abdomen ante la impotencia de su padre? Cuatro balas alcanzaron al pequeño y a su padre, que sufre parálisis en un brazo. También cayó asesinado el conductor de la ambulancia que llegó, y el conductor de una segunda ambulancia resultó herido. Era el tercer día de la segunda Intifada, el 30 de septiembre de 2.000 http://en.wikipedia.org/wiki/Muhammad_al-Durrah.

Ante el impacto mundial de las imágenes grabadas por un reportero palestino del canal estatal France 2, pronto aparecieron «estudios» para sembrar dudas sobre los «verdaderos responsables». Su gran difusión -por ejemplo, ¿Quién mató a Mohamed? El Mundo, 13/02/06- responde a una de las constantes del conflicto en Oriente Próximo: una guerra propagandística de una intensidad proporcional al enorme desequilibrio que las tácticas de guerra y el armamento utilizado por los gobiernos de Israel, imponen para liquidar a la oposición. A mayor potencia, mayor cinismo. Cuanto más sistematiza Israel la violación de derechos y libertades, mayor su interés en recomponer su imagen de virtuosa democracia. «Hoy en día, es casi igual de importante ganar la guerra mediática que los enfrentamientos armados», asegura con su amplia sonrisa la general Miri Reguev, estrella y voz de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF, en sus siglas inglesas).

Ganar la guerra mediática

El asesinado juez Falcone, recordando el pragmatismo de la Cosa Nostra, subrayaba la perfidia de los corleoneses y sus aliados, «dotados de un singular talento para cargar sobre parientes y amigos de las víctimas la responsabilidad de sus desapariciones». Como veremos, las expresiones de algunos articulistas no resultan ajenas a esta estrategia para culpabilizar a las víctimas. Proseguía Tertsch en el artículo citado: «El pueblo palestino ha de concluir que su gobierno islamista los quiere convertir en colectivo suicida. Utilizar a los niños como bombas o escudos y mostrarlos a las cámaras granjea simpatías y fomenta el odio a Israel […] Europa debe dejar de intentar convertir a Hamás y Hezbolá en interlocutores». Una semana antes, cuando la UE dejaba oír sus tibias consideraciones sobre «el desproporcionado uso de la fuerza» en Gaza, Tertsch volcaba su singular talento en criticar «el pacifismo totalizador» y «la incapacidad de hacer unas ocupaciones militares reales, como en Alemania o Japón», en las neocolonias de Afganistán e Irak (Añorando a Bush, El País 11-07-06).

El mismo espíritu guerrero alentaba en otro portavoz oficioso de los militaristas del Pentágono, el Wall Street Journal, que abogaba abiertamente por la acción militar contra Siria e Irán («no habrá solución en Líbano y Gaza hasta que los regímenes en Siria e Irán tengan la certeza de que pagarán un precio…»), desde su atalaya-editorial del 14 de julio titulada States of Terror. Las políticas militaristas que presiden Bush y Olmert necesitan un inacabable ciclo de guerra para cumplir sus objetivos. Bush ha dado carta blanca a Israel para que utilice su moderna máquina de guerra, engrasada por el contribuyente estadounidense, como punta de lanza para rehacer Oriente Próximo, «expulsando el terrorismo y llevando la democracia» a la región como se ha hecho en Irak. Ante fines tan benignos toda oposición es «terrorista», y el «derecho a defenderse» ilimitado.

Otros periodistas insistían en esta acusación sobre uso de escudos humanos: «[en Gaza] y en otros lugares, algunos militantes palestinos, como ha quedado grabado, se protegen con sus niños para plantar explosivos (Andrés Ortega, Los Justos, El País 24/07/06). El artículo del israelí Amos Oz (Es Hezbolá contra Israel y Líbano, El País 20/07/06) pretendía abrirnos los ojos con su sacacorchos: «los lanzamisiles de Hezbolá emplean a civiles libaneses como sacos terreros», y la guerra se libra «entre una coalición de naciones que buscan la paz -Israel, Líbano, Egipto, Jordania, Arabia Saudí- y el islam fanático alimentado por Irán y Siria». ¡Los agresores en el mismo bando que el agredido, el bando de la paz! Los agredidos o no son libaneses o son tierra, y pronto polvo.

El escritor y ex-ministro israelí Shlomo Ben-Ami (La guerra de Israel en dos frentes, El País 18-07-06) insistía en el «acto de guerra de Hezbolá -representante de Irán en Líbano- sin que hubiera existido ninguna provocación», y en «la vieja costumbre de culpar a Israel por el uso de una fuerza desproporcionada», al tiempo que cuestionaba la soberanía del Líbano, pues «un Estado soberano es el que se comporta como tal, y [ejercita] el monopolio del Estado sobre el derecho a llevar armas». Olvida que la ocupación de Líbano en 1982 por el ejército de Israel, cuyo verdadero objetivo fue la expulsión de la OLP y la conquista del territorio sirio de los Altos del Golán, en nada contribuyó al reforzamiento de ese monopolio, sino que la propia invasión se apoyó en el Ejército del Sur del Líbano -ejecutores de las órdenes criminales de Sharón en los campamentos palestinos desarmados de Sabra y Chatila-, descendiente de la fascista Falange Libanesa, una de las milicias armadas de las 16 comunidades religiosas libanesas.

«¿Es soberano un país que se resigna a que grupos terroristas utilicen su territorio para atacar a sus vecinos?», se pregunta con igual retórica el periodista Carlos Mendo, al que también le parece «incomprensible la actitud de condena apriorística de Israel adoptada por algunos líderes europeos, incluido el presidente de nuestro Gobierno», acusando a «Hamas y Hezbolá, subcontratadas por los regímenes dictatoriales de Siria e Irán para provocar el descarrilamiento del todavía non nato proceso de paz» (¿Qué se quiere de Israel?, El País 21-07-06). «Una organización terrorista como el IRA o la ETA que es la tercera fuerza militar de Oriente Próximo, después de Israel e Irán […] que usa a la población civil como escudo humano, albergando misiles en apartamentos, escuelas y garajes […] Israel advierte a la población civil antes de bombardear y, si se producen víctimas, lamenta públicamente el sufrimiento causado» (El País, 28-07-06). Repugnante lamento del pirómano ante el fuego.

Independientemente de los actuales procesos por acoso sexual contra altos cargos de Israel, es oportuno recordar la acusación de pedofilia al vicecónsul en Brasil, Arie Scher, involucrado en una red de prostitución de menores, que huyó de la policía aprovechando la inmunidad de su cargo y el silencio del Gobierno de Israel (El País, 6/07/2000). Y sin embargo no habría ninguna duda en calificar de amarillismo cualquier intento de extender la acusación de pedofilia al cuerpo diplomático de Israel; con más razón si se realizara en un contexto de asesinato de menores. Esta alusión al contexto es importante, porque este tipo de mensajes (Andrés Ortega, Los Justos) se vertían cuando se acumulaban 1.200 heridos y 400 muertos en Líbano, una tercera parte de los cuales niños menores de 12 años.

Estas acusaciones refuerzan la tesis racista sobre el diferente aprecio por la vida humana que caracterizaría a ambas «civilizaciones», una idea muy arraigada en la sociedad israelí que sirve para insensibilizarla ante las continuas atrocidades cometidas contra los civiles palestinos o libaneses. La realidad es que la utilización por el ejército de Israel de civiles palestinos en sus operaciones militares, muchas veces como «escudos humanos», es una práctica frecuente, extendida durante la guerra contra el campo de refugiados de Yenin en 2002 y en otros «asesinatos selectivos» contra militantes (ver informe 2003 de Amnistía Internacional
http://web.amnesty.org/library/index/engmde151432002), que infringe la legislación internacional (artículos 28 y 51 de la Cuarta Convención de Ginebra sobre Reglas de Conducta de la Potencia Ocupante), y ha sido denunciada por siete organizaciones israelíes de derechos humanos.

La matanza de Qana, la noche del 30 de julio, plantó una nueva cota en los niveles de horror alcanzados por esta guerra lanzada por Estados Unidos e Israel. Qana, en las colinas de la ciudad portuaria de Tiro, tiene una historia sangrienta: en 1996 la artillería israelí mató a 105 civiles que se habían refugiado en un edificio de la ONU en la ciudad. La protesta internacional detuvo una ofensiva israelí, pero este nuevo crimen no sirvió ni para mantener la tregua de 48 horas que Condolezza Rice había sugerido. La autonomía del ejército de Israel, tan sorprendente en una democracia como la que impone Hezbolá en Líbano, dictó -con la connivencia de Bush- la prosecución de la matanza.

Tras la reunión de diplomáticos en Roma el ministro de justicia Haim Ramon dejó frases que pasarán a la historia universal de la infamia y al currículo criminal de Israel: «Cualquiera que se encuentre ahora en el sur del Líbano es un terrorista que está vinculado de alguna forma a Hezbolá». Después de hacerse eco de la irrelevancia de la UE -«Hemos recibido la autorización del mundo para continuar»- el ministro de justicia abogó por la destrucción de las centrales eléctricas y el resto de infraestructuras civiles del Líbano. En una entrevista a la Radio del Ejército, Ramon aplaudió los planes de bombardear las ciudades y los pueblos para evitar bajas a la infantería: «Estos lugares no son pueblos. Son bases militares en las que se oculta la gente de Hezbolá y desde las que opera».

Los medios de comunicación apoyaron con el mismo entusiasmo a los generales: Amnon Dankner, director del diario Maariv, apostó por enterrar en escombros las casas, calles y búnkeres de los pueblos cercanos a la frontera» -precisamente para eso sirven las bombas GBU28 made in USA que transportaron los aviones de Estados Unidos para su aliado, con escala en el Reino Unido-, y el mismo vómito salió del diario conservador Yediot Ajoronot. El comentarista de asuntos militares del periódico liberal Haaretz declaró que «Hezbolá debe ser destruido a cualquier precio», advirtiendo que en caso contrario supondría «el fin del poder disuasor de Israel frente a sus enemigos», lo que inspiraría una nueva ola de resistencia palestina en Cisjordania.

El líder del Partido Verde y ex ministro alemán J. Fischer ha difundido la tesis de la agresión extranjera a Israel. Según Fisher, las fuerzas radicales -Hamás y la Yihad islámica entre los palestinos, Hezbolá en Líbano, junto con Siria e Irán- han constituido un «frente de rechazo» que está haciendo una «guerra por poderes» contra Israel, aunque «ha subestimado la determinación y la capacidad disuasoria de Israel [puesto que] al disparar proyectiles sobre Haifa, la tercera ciudad de Israel, se ha cruzado un umbral. A partir de ahora, ya no es principalmente una cuestión de territorio, restitución u ocupación. Por el contrario, el tema fundamental es la amenaza estratégica contra la existencia de Israel, [que por] dos veces ha replegado unilateralmente sus tropas tras las fronteras reconocidas, principalmente del sur de Líbano y de Gaza» (De la guerra a la paz, El País 29/07/06).

Fisher -que ha recibido la oferta de una cátedra en la estadounidense Universidad de Princeton- repite el mensaje de la propaganda occidental y aboga por reforzar el liderazgo de Estados Unidos. Como en el caso de Irán («El Gobierno de Bush debe encabezar la iniciativa occidental en unas negociaciones coordinadas y directas»; Irán: la última salida para la democracia, El País 30/05/06), Fischer hacía votos para que «el Cuarteto de Oriente Próximo, con EE UU al frente […] proporcione las garantías políticas, económicas y militares» a Israel.

Desgraciadamente Fischer olvida que este liderazgo -el proyecto de romper la hegemonía de Rusia en el Caspio y los planes de control sobre los recursos energéticos de Irán, país situado entre las neocolonias Afganistán e Irak- es, precisamente, la causa del problema. Israel actúa como delegado militar de los planes imperiales de Estados Unidos en la zona, y Fischer acepta este liderazgo imperial y respalda la impotencia de la UE y de la ONU. Es el Pentágono el que ha coordinado sus acciones con Israel, utilizando la captura de los soldados israelíes como coartada para ejecutar sus planes de «guerra permanente y preventiva contra el terrorismo»: ésta es la fórmula publicitaria utilizada para legitimar sus planes neocoloniales.

La conversión de este antiguo ecopacifista y otros miembros Verdes como el diputado Jerzy Montag tiene cierto paralelismo con la derrota del movimiento pacifista en Israel. «Paz Ahora» ha dejado de existir, y los escasos miles de manifestantes de la izquierda -miembros de organizaciones como el Comité Israelí contra la Demolición de Casas, el Centro de Información Alternativa, Rabinos por los Derechos Humanos, la Coalición de las Mujeres por una Paz Justa, los reclutas que se niegan a servir en el Ejército de Ocupación, los Anarquistas contra el Muro, el movimiento Ta´ayush-, valerosos e imprescindibles, no pueden soslayar esta realidad.

Las violaciones del alto el fuego o las amenazas de muerte al líder de Hezbolá pondrían a cualquier Estado que no fuera Israel al margen de la ley. Basta invertir la situación e imaginar que el actor de esas violaciones y amenazas fuera Hezbolá para ver la impunidad de los dirigentes de Israel. Y la desesperación con la que actúan, dispuestos a mostrar la cabeza del jeque Hassan Nasralah como sucedáneo de la victoria que les ha sido negada. La misma búsqueda de un trofeo y la acusación de falsear la realidad están presentes en el guisote que cocina Tertsch en su último artículo (Consumo interno y realidad etérea, El País 24-8-2006). Unas supuestas «decenas de fotos del Líbano falsificadas, trucadas y perfumadas», junto con el hecho de que los muertos en el bombardeo de Qana fueron «menos de la mitad», dato, al parecer, insuficientemente aireado, se suman -con el mismo propósito artero- a «la cifra de encuentros y de mesas de negociaciones entre socialistas y terroristas previos a las elecciones», «los insultos del PSOE a Israel», «los llamamientos del presidente de Irán para concluir la labor de Hitler», o «las hectáreas ardidas en Galicia». Una jocosa referencia a «todos los africanos, balcánicos y asiáticos que quieren poner pie en Europa -en cayuco, aeroplano o autobús», sirve para emulsionar la salsa en la que se mezclan socialismo, terrorismo y quinta columna.

Autores que caligrafían pozos negros que engullen la verdad y el honor, para abolir los hechos y encumbrar la mentira. Referencias a un puñado de escritos en los que propaganda e información se amalgaman como la sangre y el plomo se adunan entre los escombros que dejan los cazabombarderos. Pero ya se ha dicho que el objetivo último de estas falacias no son las organizaciones combatientes sino la voluntad de decenas de millones de personas que no se resignan ante la desposesión de los palestinos, ni ante la voluntad imperialista de establecer regímenes neocoloniales que no obstaculicen la voracidad de los «aliados» por los recursos energéticos que la región atesora.