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Aunque el sentido de la protesta no tiene, a priori, ninguna relación con estos temas, los ataques han aparecido como una especie de ritual de un grupo de hombres que los utilizan para generar un sentimiento de comunidad frente a los otros.

Pensada por la abogada Victoria Kent como un centro modelo, terminó siendo algo muy distinto: un “almacén de reclusas” de la represión franquista pero también una escuela de presas políticas que seguían movilizadas desde la cárcel

Su último libro, «Querido capullo», traza un retrato de la sociedad del MeToo, de la caricatura que algunos han tratado de hacer de esta época, de la perplejidad de los hombres ante el nuevo escenario, pero también de las consecuencias de denunciar para las víctimas, del acoso online y de la ayuda entre mujeres.

La escritora Mona Chollet asegura que una mujer heterosexual que no se pliegue a los mandatos de la feminidad “se arriesga a poner en peligro su vida amorosa”, mientras que la psicóloga Susana Covas se pregunta: “¿Existen hoy hombres que permitan relaciones igualitarias donde las mujeres no se tengan que empequeñecer?”.

Expertas y estudios señalan que un gran número de sentencias consignan cantidades indemnizatorias muy bajas que no compensan los daños morales, psicológicos y económicos que sufren las supervivientes.

Igualdad e Interior piden a administraciones y ciudadanía aumentar la vigilancia; la mitad de las mujeres había denunciado y las expertas insisten en la necesidad de mejorar las valoraciones de riesgo y la detección precoz de la violencia.

Las palabras del streamer El Xokas ejemplifican qué es la cultura de la violación: “El conjunto de pensamientos, creencias y actitudes que fomentan y justifican la violencia sexual masculina contra las mujeres”.

El caso del padre que asesinó a su hija en el barrio madrileño de Lavapiés, un hombre conocido en el activismo de izquierdas, ilustra hasta qué punto el machismo es transversal: «Con frecuencia se olvida que el patriarcado lo penetra todo»

La autora de ‘Desarmar la masculinidad’ reflexiona sobre cómo la violencia, la heterosexualidad y la LGTBIfobia están entrelazadas con la creación de un modelo tradicional de masculinidad que se rearma ante los cambios sociales.

Las prácticas más reportadas por las mujeres fueron las exploraciones vaginales repetitivas y hechas por diferentes personas, la sensación de inseguridad y culpa, la aceleración del parto y la presión abdominal para intentar que el bebé descienda.