Si el periódico más influyente del mundo gasta un editorial preocupado por un pequeño país de Europa Central, significa que el país está en problemas. Dice el New York Times que Viktor Orbán es ahora un modelo a seguir para cualquier aspirante a autócrata, por la forma en la que «ha silenciado cualquier crítica o […]
Si el periódico más influyente del mundo gasta un editorial preocupado por un pequeño país de Europa Central, significa que el país está en problemas. Dice el New York Times que Viktor Orbán es ahora un modelo a seguir para cualquier aspirante a autócrata, por la forma en la que «ha silenciado cualquier crítica o cuenta honesta de la derecha política, nativista y nacionalista, y se ha impuesto en todas las esferas de la vida húngara».
Sin embargo, el último movimiento del primer ministro húngaro «impresionante en su audacia» fue realizado con el chasquido de sus dedos: una docena de empresarios donó cerca de 400 periódicos, sitios web, televisión y radio a una fundación dirigida por los partidarios del líder.
Es la segunda fase de una operación que habían visto por primera vez los propios empresarios – también oligarcas orbanianos -que comenzó por rastrillar todos los periódicos independientes para convertirlos en dóciles instrumentos de propaganda de su gobierno, compensándolos con abundantes inyecciones de publicidad oficial, lo que se le negó a las mismas revistas que habían criticado siempre el gobierno, señala Gianluca Mercuri .
El resultado es que más de 500 medios de comunicación húngaros quedaron hoy del lado de Orbán, mientras que en 2015 eran apenas 31. Pensar que esta centralización puede ser revertida por la autoridad de control o por el Tribunal Constitucional, amigos acolchadas del primer ministro, no tiene sentido, añade.
Polarización, teorías de la conspiración, ataques a la prensa, una obsesión con la lealtad, la tentación del resentimiento. La historia reciente de Europa del Este contiene lecciones útiles sobre la degradación de las democracias.
Democracia no liberal
Defensor de lo que ha llamado «democracia no liberal», Orbán logró que las urnas apoyaran sus discursos cada vez más nacionalistas y ultraconservadores. Con una de las participaciones más altas de los últimos años, su victoria, con el 49% de los votos consolida -según los analistas europeos- el contrapeso del nacionalismo en el Este de Europa y refuerza su alianza regional, a la que lidera contra una mayor integración con Bruselas. El resultado de su partido, Fidesz , es el termómetro que muestra que esos iscursos están en auge en la Unión Europea.
Orbán sigue adelante en su construcción de una «democracia no liberal», el oxímoron que es su marca registrada. Su pintura va más allá de los medios de comunicación y ahora cubre el arte, el teatro, la universidad, la escuela.
La Universidad Centroeuropea de Budapest, -de George Soros, el magnate húngaro-estadounidense que se opone Orban- tuvo que trasladarse a Viena. En septiembre, el Parlamento Europeo puso en marcha un proceso que, en teoría, podría conducir a Hungría a perder el derecho a voto en la Unión Europea, pero el NYT es pesimista sobre ello.
En cualquier caso, la obsesión de Orbán con la CEU se debe a su relación con Soros, quien a través de su Open Society Foundation financia a varias ONGs húngaras dedicadas a la lucha contra la corrupción, y por tanto afectan directamente a su gobierno. En paralelo, la administración de Orbán está llevando a cabo una campaña titulada ‘Paremos a Bruselas’ -financiada en parte con fondos de la Unión Europea-, con la que espera movilizar el voto antieuropeísta y del ciudadano hastiado.
Balázs Jarábik, analista del programa euroasiático del Centro Carnegie para la Paz Internacional, señaló que «El movimiento de protesta y la presión occidental han tenido el suficiente éxito como para que el gobierno de marcha atrás. Pero el objetivo original no era cerrar la CEU sino crear un conflicto. Las protestas pro-CEU pueden ser usadas por Orbán y el Fidesz para decir ‘si no votas por nosotros, esto es lo que viene’.
Tras años de pequeños y grandes pasos en ese sentido, alterando el sistema electoral en su beneficio, reduciendo al mínimo el espacio de la prensa independiente y cercando a las ONGs opositoras, el Gobierno de la Unión Cívica Húngara (Fidesz) de Orbán fue, para los paneuropeos, demasiado lejos: la nueva regulación ha sido considerada incompatible con el marco legal europeo y Bruselas amenzó con sanciones. Orbán optó por dar marcha atrás, pero, por ahora, solo nominalmente. El conflicto continúa.
Orbán alteró, en definitiva, el sistema político en Hungría, utilizando los recursos del Estado para favorecer a los miembros y simpatizantes de su partido y constriñendo a la oposición. Lo califican de Caballo de Troya para la democracia europea, cuyos experimentos son observados de cerca por otros líderes regionales de impulsos autoritarios.
En Budapest han aparecido vallas publicitarias con las caras de Orbán y sus asociados, bajo el lema «Tú trabajas, ellos roban, por eso las pensiones son bajas». Es una de las expresiones de descontento que comienzan a proliferar en las calles húngaras , toleradas a regañadientes por el gobierno.
Desde 1989 en la política
El 16 de junio de 1989, pocos meses antes de la caída del Muro de Berlín, cientos de miles de húngaros se concentraron en la plaza de los Héroes de Budapest para despedir al exprimer ministro Imre Nagy -ejecutado por los soviéticos en 1958 por haber liderado la revolución húngara dos años antes-, cuyos restos habían sido recuperados recientemente. Un joven flaco, de pelo revuelto y afeitado discutible subió a la tribuna de oradores y exigió la salida de Hungría de las tropas del Pacto de Varsovia.
Pese a que aún no existía pluralismo, la Federación de Jóvenes Demócratas, ya funcionaba como un partido opositor más o menos legal, financiado desde Occidente, que propugnaba una amalgama ideológica entre el anticomunista y vagos valores libertarios de derecha. Sus primeros resultados en las urnas del partido del que fue elegido presidente en 1993 fueron muy pobres.
Pero con la crisis económica de la segunda mitad de los años 90, el panorama cambió. En las elecciones de 1998, el partido obtuvo casi un 30% de los votos, lo que, gracias al complicado sistema electoral húngaro, le convertía en la principal fuerza del Parlamento. Orbán se convirtió en el primer ministro húngaro de los últimos 50 años y en el gobernante más joven de Europa en ese momento.
Fiel a su alineamiento con Occidente, metió a Hungría en la OTAN, contuvo la inflación y logró un crecimiento sostenido, a la par que culminaba un proceso de privatizaciones iniciado por sus antecesores. También empezó una controvertida polémica de reivindicación respecto a las minorías húngaras de los países vecinos.
En 2001 empezó el viraje ideológico de la Fidesz, que abandonó la Internacional Liberal para ingresar en el Partido Popular Europeo, uno de lops tantos cambios de postura que esbozó. «Cuando lo dominante era el socialismo de estado con apoyo de la URSS, era un liberal anticomunista. Cuando la atmósfera giró en favor de los liberales, él se volvió nacionalista. Ahora que siente que el atlantismo y la Unión Europea son la opción predominante, ha adoptado posturas antioccidentales «, señala Péter Krekó, director del Instituto Political Capital de Budapest.
Su partido perdió las elecciones en 2002, lo que le condenó a la oposición durante los siguientes 8 años, pero cuando regresó en los comicios de 2010 lo hizo por la puerta grande, logrando la mayoría absoluta y dos tercios de los escaños en el Parlamento.
Una de las primeras medidas de esta segunda etapa de la Fidesz en el poder fue alterar la composición del Tribunal Constitucional, asegurándose el poder de nombrar nuevos jueces sin supervisión parlamentaria, lo que despertó la preocupación de la Unión Europea, el Consejo de Europa, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa y las Naciones Unidas.
«N i en nuestras peores pesadillas imaginamos que Fidesz empezaría a demoler las instituciones democráticas y a instalar a sus compinches», afirma Timea Szabó, miembro del Partido del Diálogo para Hungría.
En estos ocho años de gobierno de Orbán, las instituciones independientes han sido reestructuradas para privarlas, por ley o en la práctica, de ejercer un control efectivo sobre el Ejecutivo, señala la Fedrración Internacional de Derechos Humanos. «Se ha diseñado un nuevo mapa de distritos electorales y se ha aprobado una nueva ley electoral que favorece claramente al partido gobernante Fidesz ,.
Mientras, la práctica de aprobar leyes mediante procedimientos acelerados ha recortado severamente los derechos de la oposición a participar en el proceso legislativo. Leyes restrictivas de prensa han introducido estrictos requisitos (tanto de registro como de contenido) para los medios. «La ley de medios cambió totalmente los servicios informativos públicos, agrupándolos bajo una sola institución.
Los ideólogos del partido también promovieron activamente la adquisición de otros medios por sus partidarios, a cambio de dinero público y contratos de obras públicas, adquirieron canales de televisión y así garantizaron que los contenidos cambiaran a propaganda progubernamental, a la verdad única de Orbán.
Los medios independientes que se negaron a plegarse a las exigencias gubernamentales. fueron comprados e inmediatamente cerrados y otros fueron castigados con penalizaciones legales. Y en 2014, el Gobierno introdujo una nueva regulación impositiva diseñada para castigar económicamente al único canal de televisión independiente de Hungría, RTL Klub.
Orbán también ha aprobado una ley que penaliza la financiación de ONGs desde el extranjero, que parece inspirada en la impuesta en Rusia. Pero para otros, su verdadero modelo es otro: ha aprendido mucho de Silvio Berlusconi en términos de control de los medios de comunicación, usando nuevas formas de propaganda populista. Hunor Király, miembro de una ONG financiada por la cooperación noruega, indica que necesitaban nuevos canales de propaganda, así que, al estilo berlusconiano, convirtieron los medios en espacios sensacionalistas.
Un llamado de atención para los analistas y gobrnantes: Orban demostró que no hacen falta golpes de Estado, para instaurar una dictadura. No hay necesidad de encarcelar periodistas: simplemente comprar los medios (con dineros del Estado, claro), aísla a la oposición, y tolera que un pequeño grupo de intelectuales tenga sus propios medios de comunicación donde puedan gritar lo que tengan que decir.
Mirko C. Trudeau: Economista-jefe del Observatorio de Estudios Macroeconómicos (Nueva York), Analista de temas de EEUU y Europa, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
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