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Mentiras y medios sobre la masacre al pueblo palestino

Pacifico, que no pacifista

Fuentes: Gara/Indymedia

Estamos de enhorabuena. Salpicados por los ríos de sangre palestina que bajan de Gaza, nos hemos puesto todos de acuerdo en que los conflictos nacionales, más incluso cuando tienen expresiones violentas, responden a situaciones complejas y poliédricas (muchas caras). Todo un paso hacia adelante. Sentado este axioma, lo que no es de recibo es tratar […]

Estamos de enhorabuena. Salpicados por los ríos de sangre palestina que bajan de Gaza, nos hemos puesto todos de acuerdo en que los conflictos nacionales, más incluso cuando tienen expresiones violentas, responden a situaciones complejas y poliédricas (muchas caras). Todo un paso hacia adelante.

Sentado este axioma, lo que no es de recibo es tratar de enrevesar aún más la complejidad analítica de la cuestión israelí -o palestina, si se quiere-, repitiendo una y otra vez mentiras para tratar de convertirlas en verdad o intentando vender como realidades tesis que tienen su origen en el desconocimiento, por no decir en la mala fe.

Ruptura de la tregua:No es cierto que Hamas rompiera la tregua alcanzada seis meses antes y que expiraba el 19 de diciembre, La tregua ya estaba rota. Israel no cumplió en ningún momento, y ha alardeado incluso de ello, su compromiso de levantar el bloqueo sobre Gaza. Si a ello sumamos las incursiones y ataques selectivos que ha llevado a cabo todos estos meses -una veintena de muertos en las últimas semanas del año- tenemos una radiografía de la situación, que se completa, ciertamente, con el lanzamiento de cohetes artesanales por parte palestina.

Hamas no quiere negociar con Israel: Igualmente falso. Los movimientos islamistas del tipo de Hamas -que tienen su origen en los Hermanos Musulmanes egipcios- son bastante más pragmátiicos de lo que se vende en los últimos años por estos lares en plena campaña antimusulmana.

Hamas siempre ha mostrado su disposición a negociar con Israel, pero insiste en que, en todo caso, el reconocimiento del Estado de Israel no debe ser una condición previa sino el resultado, hipotético, de unas negociaciones serias.

La victoria de los extremos: El rotundo triunfo de Hamas en las últimas elecciones legislativas libres -con todas las comillas que se pueden poner en una situación de ocupación- obedeció más a la corrupción del movimiento al-Fatah que a otras consideraciones. Sin duda alguna, la implicación de al-Fatah en procesos truncados como los de Oslo y posteriores le hizo perder apoyos, pero lo decisivo fue la desastrosa gestión de las migajas que Israel ofreció a Arafat (la Autoridad Palestina).

El «progresismo» israelí: Es indudable que la sociedad israelí vive un proceso de escoramiento hacia posiciones extremas que se explica en parte por el cambio demográfico de los últimos decenios (llegada masiva de judíos del este europeo…). De ahí a sostener que la pérdida de peso del laborismo israelí es un obstáculo a una paz duradera va un abismo que sólo se puede rellenar con apriorismos falsos.

El laborismo israelí es por naturaleza sionista, como lo es el Estado israelí. Que formaciones pacifistas como Meretz hayan defendido públicamente el actual ataque israelí a Gaza se explica, en parte, por puro tactismo electoral -hay que robar votos a un laborismo a la deriva- y, en otra parte, por la deriva esquizofrénica de la sociedad israelí.

El fundamentalismo palestino: Palestina es mayoritariamente musulmana. El islamismo no es una construcción israelí. Guerrillas palestinas que tenían como base el islamismo político lucharon contra Israel antes y después de su constitución como Estado. Hamas no es más violenta de lo que lo fueron, o son, las organizaciones armadas que, erróneamente, se consideran desde aquí como laicas. No es la sociedad palestina la que se ha escorado hacia posiciones extremas. Es la facción en el poder de al-Fatah -ni mucho menos toda la organización- la que ha plegado la bandera de los intereses nacionales palestinos.

Poner el acento en el fundamentalismo palestino sirve para ocultar el verdadero fundamentalismo étnico-religioso imperante en la zona. El de Israel, Estado basado en una concepción teocrática y excluyente: «La patria de los judíos».

La culpa es de Hamas: Sostener que la culpa de lo que está pasando en Gaza es de Hamas movería a risa si no estuviéramos ante un drama. Hamas venció en las legislativas de 2006 y respondió a un intento de golpe de Estado de al-Fatah -lo reconoce hasta la CIA- expulsando a sus dirigentes- Estos últimos iniciaron una caza del islamista en su reducto de Cisjordania.

Lo de que Hamas utiliza a civiles como escudos humanos en un territorio hacinado como Gaza es pura desverguenza. ¿Estaría dispuesto quien eso afirma a defender ese axioma para el caso contrario? ¿Para los escasos civiles israelíes muertos bajo los cohetes artesanales palestinos?

El recurso a la lucha armada: Sostener que el recurso a la lucha armada no trae más que sufrimiento a la población palestina es una simple tautología. Otros pueden sostener lo contrario. Que la lucha palestina ha impedido su sometimiento y definitiva aniquilación, o puede incluso poner ejemplos de lo contrario sin salirse de aquel área geográfica. Está el caso de Hizbulah y de la retirada israelí de Líbano y de su reciente derrota en la última ofensiva de 2007.

La fuerza de la razón: Un pueblo es expulsado de su territorio a la fuerza por una decisión de las grandes potencias, que se libraban de un lado de su sentimiento de culpa por el holocausto nazi y se olvidaban del problema judío -mejor dicho, del problema del antijudaísmo en Europa y EEUU.

De paso, Occidente ponía una pica en Flandes en medio del mundo árabe y/o musulmán.

Un pueblo que lleva 60 años intentando resistir por todos los cauces, más o menos acertados.

Una cosa es reconocer lo complejo y poliédrico de las situaciones. Otra, tratar de hacernos trampas en el solitario. Sobre todo, porque esto último nos aleja de una posible solución.