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Parar la concentración de medios en Chile promiviendo los ‘derechos de comunicación’

Fuentes: Anchi/Argenpress

En su nueva etapa, ‘Siete más siete’ reaparecerá como diario conservando su directora anterior, la periodista Mónica González, quien ha asegurado públicamente que no cambiará la línea editorial. La acompañará en esta difícil empresa el ex director de La Nación, Alberto Luengo.El enjurgitaimiento de esta publicación por COPESA, más la aceptación por parte de la […]

En su nueva etapa, ‘Siete más siete’ reaparecerá como diario conservando su directora anterior, la periodista Mónica González, quien ha asegurado públicamente que no cambiará la línea editorial. La acompañará en esta difícil empresa el ex director de La Nación, Alberto Luengo.

El enjurgitaimiento de esta publicación por COPESA, más la aceptación por parte de la autoridad económica de la fusión de VTR con Metrópolis-Intercom, las dos únicas empresas de tv pagada en el país, ha aumentado notoriamente la concentración de medios en el país.

‘Es la tendencia mundial’, suelen decir satisfechos personeros de círculos empresariales. Y hacen la vista gorda al hecho de que con esto se está limitando un derecho democrático: el derecho constitucional a recibir una información adecuada para formar ciudadanos.

Ya lo dijo el periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano: ‘Nunca tantos han sido tan incomunicados por tan pocos. Cada vez son más los que tienen el derecho de escuchar y de mirar, pero cada vez son menos los que tienen el privilegio de informar, opinar y crear’ [1] Peor aún, si los propietarios de esos medios canalizan una única visión de la sociedad y del crecimiento.

La inquietante creciente concentración de los medios de comunicación en el país y en el mundo, fue uno de los temas del Foro Social Chileno realizado aquí en noviembre. En el panel’ Globalización, Comunicaciones y Democracia’ y moderado por Víctor Hugo de la Fuente, lo debatimos con Bernard Cassen, director general de Le Monde Diplomatique (Francia); el comentarista internacional de televisión Raúl Sohr; la directora de Radio Tierra Pía Matta; Sergio Ferrada, de medios alternativos en La Legua, y la que escribe en representación de WACC (Asoc. Mundial para la Comunicación Cristiana), una ONG de comunicaciones con sede en Londres.

Entre las propuestas de solución, surgió la de apoyar los medios alternativos, a diferencia de lo que hicimos a comienzos de la transición, cuando dejamos morir aquellas valientes publicaciones que dieron la batalla por una expresión diversa bajo dictadura: Apsi, Análisis, Cauce, La Época y Fortín Mapocho.

Política de comunicaciones

La otra proposición fue cambiar la actual política de comunicaciones, que permite el orden de cosas vigente. Porque aunque los partidarios de ‘la mejor política de comunicaciones es la que no existe’, digan que no hay una, sí existe: es aquella donde el mercado decide qué medios pueden funcionar y, naturalmente, sobreviven los más fuertes (con la honrosa excepción de Punto Final): aquellos que cuentan con mayor capital para usar tecnología de última generación, comprar insumos, contratar personal calificado, levantar una red de distribución exclusiva, etc. Y en un círculo vicioso, son los que logran la mayor parte de la torta publicitaria para financiarse.

Hoy en Chile fructifican y crecen los últimos, y varios ya pertenecen o incluyen accionistas de transnacionales de las comunicaciones.

En la prensa escrita, tenemos el oligopolio del grupo Edwards con El Mercurio, La Ultimas Noticias y La Segunda en Santiago y 13 diarios en regiones; y del grupo Saieh, con COPESA que publica La Tercera, La Cuarta, Qué Pasa y ahora el ex semanario concertacionista Siete Más Siete, que reaparecerá como diario..

En radio, dos grandes transnacionales lideran el dial: Consorcio Radial de Chile, del grupo español Prisa y del colombiano Caracol; e Iberoamerican Radio Chile, del grupo Claxon, donde participan el venezolano Cisneros y otros. En televisión, de las cinco cadenas nacionales, cuatro pertenecen a empresas privadas, en dos participa el Opus Dei y en tres de ellas hay capitales transnacionales latinoamericanos como Televisa (Megavisión), Cisneros (Chilevisión, recientemente vendida al grupo nacional Piñera) y el magnate mexicano Ángel González (Red TV). Sólo el canal público, Televisión Nacional, ofrece una leve alternativa al pensamiento hegemónico, ‘leve’ puesto que su directorio es tan pluralista como nuestro Parlamento.

Sus consecuencias las explicó ya también Eduardo Galeano: ‘La dictadura de la palabra única y la imagen única, mucho más devastadora que la del partido único, está imponiendo un modo de vida que tiene por ciudadano ejemplar al consumidor dócil y al espectador pasivo Los medios dominantes de comunicación, que muestran la actualidad como un espectáculo fugaz, ajeno a la realidad y vacío de memoria, bendicen y ayudan a perpetuar la organización de la desigualdad creciente.’

Ciertamente, el problema no es local, sino global. Unas pocas transnacionales controlan los medios audiovisuales, electrónicos y tradicionales. El mensaje único se ve ahora billones de veces multiplicado, en cantidad y velocidad, por el avance creciente de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) manejadas por el capital y el mercado. Justo lo que requiere la globalización del modelo hegemónico para eternizarse.

Derechos de comunicación: campaña Cris

Es el tema que preocupa a un grupo de ONG especializadas en comunicaciones a raíz de la realización por Naciones Unidas de la Cumbre de la Sociedad de la Información. El debate comenzó en Ginebra en diciembre del año pasado y culmina en Túnez en marzo próximo. Para los convocantes – gobiernos y transnacionales de la comunicación reunidas bajo el alero de la Unión Internacional de Telecomunicaciones-, la ‘sociedad de la información’ se entiende como aquella de quienes tienen mayor o menor acceso a las TIC en calidad de consumidores, todo ello regido por el capital y el mercado.

En nombre de la sociedad civil – todos nosotros, los afectados por las políticas que aquellos aprueban – , un grupo internacional de ONG de comunicaciones abogan porque la ‘sociedad de la información’ se amplíe a una ‘sociedad de la comunicación’, que es horizontal y dialogante. Y aunque fueron marginadas en Ginebra y debieron sesionar en forma paralela a la cumbre, se esforzaron por hacer oír su mensaje de que ‘otra comunicación es posible’. La propuesta ‘Construyendo sociedades de la información para las necesidades humanas’ fue el resultado de su Foro Mundial sobre el Derecho a la Comunicación, coordinado por la campaña CRIS (Derechos de Comunicación en la Sociedad de la Información, por su sigla en inglés), que es promovida por la WACC desde Londres.

Uno de los principales objetivos del foro fue contribuir al nacimiento y comprensión de los ‘Derechos de Comunicación’ y promoverlos para su reconocimiento y adopción como derecho humano. Para aclararlo se emitió también una ‘Declaración sobre los Derechos de Comunicación’, presentada por el prestigiado comunicólogo holandés Cees Hamelink.

Bajo este nombre se acoge una variedad de derechos humanos relacionados con la información y la comunicación, comenzando por los de la Carta Universal de Derechos Humanos:

a) A la Libertad (de expresión y opinión según art. 19 de la misma);

b) a la Inclusión (acceso universal a la información y a los conocimientos, a la educación, a la protección de la vida cultural de las comunidades y el intercambio equitativo en avances científicos y tecnológicos);

c) a la Diversidad (en lo cultural, de información, lingüística, biológica y comunicacional);

d) a la Participación (que los puntos de vista de todos sean tomados en cuenta, especialmente los de las mujeres y grupos minoritarios y marginalizados). La declaración recalca el papel esencial de la comunicación en la toma de decisiones políticas.

Para la campaña CRIS es importante la meta de que se los reconozca como derecho, pues de este modo, cualquier individuo o grupo social puede exigir del Estado que se constituya en garante de su ejercicio, y así se pondría una fuerte barrera a los medios hegemónicos difundiendo un ‘pensamiento único’.

Experiencia chilena

Cuando estábamos bajo dictadura, un grupo de periodistas, comunicólogos de ONG y dirigentes sociales promovimos este ‘Derecho a la Comunicación’ como lo llamábamos entonces, así como una política nacional de comunicaciones para la democracia que lo hiciera posible. Influida por el Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC) que patrocinaba UNESCO en los ´80, nuestra propuesta era notablemente más avanzada que la de la antigua democracia chilena previa al golpe de estado.

Se basaba en el derecho a la libertad de opinión y expresión de la Carta de Derechos Humanos – cual es, el derecho de todas las personas a expresarse y a difundir públicamente, a buscar y recibir informaciones y opiniones -, pero perfeccionada con los aportes del NOMIC. Sus principios básicos eran que la comunicación es un servicio a la ciudadanía, no una mercancía y que todas las personas deben internalizar y llevar a la práctica el Derecho a la Comunicación: derecho a emitir nuestros mensajes en los medios establecidos y a tener medios propios. En breve, pluralismo en el sistema de medios y dentro de cada medio.

Otra iniciativa importante era organizar a lectores, auditores y televidentes con una actitud crítica y activa ante los contenido de los medios. Estas y muchas otras ideas para democratizar las comunicaciones se perdieron a nivel internacional por la oposición de Gran Bretaña y Estados Unidos que las eliminaron de la UNESCO. Y en nuestro país, en los debates del anteproyecto de Ley de Prensa y en la política comunicacional adoptada por el gobierno de la Concertación. Con la llegada de nuestra pálida democracia la suerte de las comunicaciones quedó sellada: se había adoptado el sistema neoliberal legado por la dictadura y por lo tanto, el modelo comunicacional debía serle funcional.

Hoy, los anhelos por una comunicación más democrática han revivido en el mundo a raíz de la cumbre convocada por la ONU. Las ONG que nos representan asistirán, invitadas esta vez, a participar en marzo próximo en Túnez. Su tarea primordial en estos meses ha sido difundir la Campaña CRIS (Derechos de Comunicación en la Sociedad de la Información), con el patrocinio de la Fundación Ford, estimulando el surgimiento de estos derechos a nivel nacional en los distintos países.

‘Nuestra visión de la Sociedad de la Información – afirma CRIS – se basa en los Derechos de Comunicación como la manera de fortalecer los derechos humanos y la vida social, económica y cultural de las personas y las comunidades. Crucial en esto es que las organizaciones de la sociedad civil se agrupen para ayudar a construir una sociedad de la información basada en principios de transparencia, diversidad, participación, justicia social y económica, e inspirada por perspectivas igualitarias de género, cultura y regionales .’

Como WACC, su promotora, tiene filiales en los cinco continentes, la campaña se realiza actualmente en Italia, Bolivia, Colombia, Uruguay y Estados Unidos. En Ecuador partió en julio dentro del Foro Social de las Américas, donde las ONG latinoamericanas de comunicación emitieron la declaración ‘Otra Comunicación es Posible’.

En Chile estamos atrasados. Nuestras organizaciones sociales debieran movilizarse para conocer, hacer suyos, difundir y más tarde pedir nuestros derechos de comunicación. Sólo cuando todos los chilenos los exijamos, estaremos en condiciones de cambiar la actual política de comunicaciones basada en la ley del mercado, por otra que garantice el pluralismo y la igualdad de oportunidades para la difusión de todas las ideas.-

[1] Eduardo Galeano, ‘Apuntes sobre los medios de incomunicación’, Congreso WACC ´95, México, octubre 1995.’