En un mundo en que la invasión y la ocupación de otras naciones, se ha justificado con groseras mentiras, como ha sido la de Iraq, y con una Administración cuya segunda puesta en escena es un espaldarazo a la doctrina de guerras preventivas y cambio de régimen, la guerra mediática contra Cuba es en sí misma un acto formal de guerra, de ahí su extrema peligrosidad y la necesidad de enfrentarla con la mayor eficacia posible
La nueva Guerra Fría impuesta al mundo no tiene lugar exclusivamente ―ni siquiera fundamentalmente― en el terreno militar. Ya no utiliza los medios clásicos, sino que opera a través de los medios de comunicación. Su objetivo es la demonización del adversario ―sea este una nación, una religión, un grupo político o ideológico― para justificar su destrucción total, como lo demuestra el caso de Iraq.
En relación con Cuba, la guerra mediática es solo un componente de una guerra mayor (el bloqueo económico, financiero y comercial y la agresión en todos los ámbitos de la vida y con todos los medios a su alcance, incluido el terrorismo). Esta es parte esencial de la guerra psicológica. Por eso, el término de terrorismo mediático encaja fielmente también en su definición.
Por sus orígenes, alcance, repercusión, impacto, financiamiento y estructuración, la guerra mediática es uno de los aspectos más abarcadores de la agresión contra Cuba.
Desde las mentiras y calumnias en la gran prensa norteamericana en las primeras semanas de enero de 1959 con motivo de las justas sanciones impuestas a los criminales de guerra de la sangrienta tiranía derrocada; o la grosera manipulación mediática montada como parte de la Operación Peter Pan; hasta las más recientes infamias de considerar a Cuba país promotor del terrorismo, violador de los derechos humanos, productor de armas biológicas, desestabilizador de América Latina, no ha habido acontecimiento político, económico o social de envergadura en Cuba que no haya sido sometido a la más absoluta manipulación, censura o silencio deliberado.
Como un eficaz mecanismo de relojería, toda la parafernalia ideológica del imperio se mueve bajo líneas preestablecidas: acordarse de Cuba en momentos de crisis o conflicto, minimizar u obviar los logros de nuestro desarrollo socioeconómico, maximizar nuestros errores y problemas, personalizar los acontecimientos con el liderazgo político, satanizar nuestro sistema de gobierno, y todo un decálogo del que solo se salvan algunos medios alternativos y ciertos reporteros que escapan del cinismo o la ingenuidad.
Ningún ejemplo mejor sobre cómo se percibe la guerra mediática contra Cuba que estas interrogantes aparecidas recientemente en El Correo del País Vasco, España, enviadas por el lector José Tadeo Tápanes Zerquera, y publicadas en la columna de Cartas al director bajo el título «Mentiras y Cuba»:
«¿Cómo es posible que si después del 11-S las embajadas norteamericanas restringieron la entrada del personal ajeno a ellas, los 75 supuestos ‘intelectuales’ encarcelados en Cuba recibieron un pase especial para acceder a las mismas? ¿Por qué no se dice que entre esos ‘intelectuales’ apresados había 12 agentes de la contrainteligencia cubana, que en el juicio desenmascararon los planes que, junto con el agregado norteamericano James Cason, tenían como objetivo crear una situación de desestabilización en el país que justificara una invasión norteamericana a la Isla? ¿Por qué los grandes medios de comunicación nos repiten que Cuba es una prisión de donde no se puede salir y no dicen que son las embajadas norteamericana, española y otras las que deniegan sistemáticamente la salida de la Isla a los cubanos? ¿Por qué si Cuba es un infierno no recibimos imágenes de las manifestaciones del pueblo cubano en contra de su Gobierno, o de la Policía aporreando al pueblo? ¿Por qué se bloquea injustamente al pueblo cubano, aún en contra del deseo de la ONU? ¿Por qué en EE.UU. sus ciudadanos son multados si viajan como turistas a Cuba? ¿Democracia, libertad, qué son, que he venido al Primer Mundo y no las encuentro? ¿Por qué no dejan de mentir y nos dejan a los cubanos vivir en paz?»
Si el mundo entero (incluida Cuba) es sometido a una guerra mediática sin precedentes por la concentración y el poder de las transnacionales de la información, en el caso nuestro la arremetida es infinitamente mayor.
Después de la desaparición del campo socialista, EE.UU. dedica hoy gran parte de su arsenal de guerra mediática (exitoso en aquel escenario) contra prácticamente el único blanco: Cuba.
Sus mensajes van dirigidos a la población cubana, a la sociedad norteamericana y al resto del mundo.
Está estructurado en un complejo andamiaje de agencias gubernamentales y otras entidades supuestamente independientes: CIA, USIA, Departamento de Estado, USAID, NED, y los llamados think tanks.
Incluye a mercenarios de dentro y de fuera (supuestos periodistas y agencias «independientes», «ONG» como Reporteros sin Fronteras y otras).
Abarca todos los medios: prensa escrita, radio, TV, Internet.
Algunos ejemplos paradigmáticos han sido: Radio Swan y Radio y TV Martí, creadas especialmente para Cuba en violación de leyes norteamericanas e internacionales y financiadas íntegramente por el contribuyente norteamericano.
La guerra mediática está recogida en prácticamente todos los documentos de política exterior públicos y encubiertos contra Cuba: desde las Operaciones Pluto, Mangosta, el Proyecto Cuba, Santa Fe I y II, así como la legislación anticubana: Torricelli, Helms-Burton, las enmiendas, y las medidas de la Comisión para asistir a una Cuba libre.
En el resumen ejecutivo del primer capítulo del referido Informe (donde se reseñan las medidas) se argumenta de la siguiente forma la ejecución de su guerra mediática en relación con todo el entramado anterior de acciones agresivas: «en el pasado, EE.UU. ha intentado iniciar políticas hacia Cuba que fueron implementadas de manera aislada unas de otras. Por ejemplo, las sanciones económicas fueron inicialmente impuestas con poco, o ningún apoyo a la sociedad civil cubana, y no fueron acompañadas con iniciativas para romper el bloqueo de información del régimen o involucrar de manera activa a la comunidad internacional». He aquí la importancia que le conceden a esta labor de manipulación informativa.
Por otra parte, el Informe dedica un epígrafe titulado «Iluminar la realidad sobre la Cuba de Castro», que constituye un reconocimiento tácito del fracaso de su guerra mediática a pesar de los descomunales recursos financieros y tecnológicos empleados. En este se lee lo siguiente: «la actual sobrevivencia del régimen se debe en parte a su proyección de imagen internacional benigna. Cuba se presenta ―dice el informe― como especial destino turístico, centro para innovaciones biotecnológicas, y un exitoso estado socialista que ha mejorado las condiciones de vida de su pueblo y constituye un modelo en educación, salud y relaciones interraciales para el mundo. Esta imagen ―continúa expresando el mamotreto― miente sobre las verdaderas condiciones políticas, económicas y sociales de Cuba y su estatus como promotor de terrorismo y la creciente conducta errónea de su liderazgo.» Para contrarrestarlo proponen el financiamiento de «ONG» que faciliten la distribución de información sobre lo que consideran son las condiciones de vida del pueblo cubano. Para esto que han dado en llamar «diplomacia pública» dedican nada menos que 5 millones de dólares.
Por primera vez se hace tanto énfasis en este tema como parte de las acciones públicas contra Cuba y se pone tanto dinero (más de 26 millones de dólares de un total de 59), sin contar el que de manera encubierta se sigue dedicando a este concepto. Casi la mitad del financiamiento anunciado en el Informe para la subversión en Cuba se consagra a la guerra mediática, además de aquellos recursos dirigidos a pagar a sus mercenarios de la pluma y a brindarles ayuda material con los más diversos medios.
Aunque lo más publicitado en las medidas de mayo de 2004 han sido las restricciones a los viajes y las remesas de los ciudadanos cubanos residentes en EE.UU., el elemento más peligroso es el de las transmisiones de la mal llamada TV Martí mediante un avión militar EC130, solo usado para operaciones de guerra psicológica en escenarios reales.
El Informe incluye explícitamente los primeros ataques a la presencia de Cuba en Internet mediante lo que denomina «la neutralización de empresas ficticias cubanas», cuyo primer blanco fue SerCuba, portal digital con sede en Italia para facilitar el envío de remesas a nuestro país.
Posteriormente a la publicación de las medidas han aparecido nuevas acciones de la OFAC contra la edición de obras de autores cubanos en EE.UU. Significa que cualquier editor norteamericano de cualquier medio ―incluyendo la Internet― puede ser procesado judicialmente si reproduce algún material cubano, aunque no pague derecho de autor.
En un mundo en que la invasión y la ocupación de otras naciones, se ha justificado con groseras mentiras, como ha sido la de Iraq, y con una Administración cuya segunda puesta en escena es un espaldarazo a la doctrina de guerras preventivas y cambio de régimen, la guerra mediática contra Cuba es en sí misma un acto formal de guerra, de ahí su extrema peligrosidad y la necesidad de enfrentarla con la mayor eficacia posible.
Hace medio milenio, en 1513, en El Príncipe, el libro más leído, amado y vituperado de la literatura política de todos los tiempos, Nicolás Maquiavelo escribía: «No hay otro modo de poseer un Estado libre si no es arruinarlo primero. Quien se adueña de una ciudad acostumbrada a vivir libre y no la deshace, debe esperar ser deshecho por ella, porque siempre la tal tendrá por amparo en sus rebeldías la palabra de libertad y sus antiguas instituciones, las cuales nunca se olvidan, ni por el mucho tiempo transcurrido ni por los beneficios que se reciben. Así, hágase o provéase lo que se quiera, si no se desune y dispersa a los habitantes, estos no olvidarán su libertad ni sus instituciones, sino que muy pronto, a cualquier accidente, recurrirán a ellas.»
El fin justifica los medios, parece proclamar el gobierno de EE.UU. en su maquiavélico y ancestral afán de conquistar a Cuba. Por eso, es previsible que en las actuales circunstancias internacionales de renovado neoconservadurismo norteamericano y de acciones fascistoides llevadas a cabo por la administración Bush, la guerra mediática sea cada vez más el Caballo de Troya imperial contra la nación cubana. «A un plan obedece nuestro enemigo: ―recordaba Martí en Patria el 11 de junio de 1892― de enconarnos, dispersarnos, dividirnos, ahogarnos. Por eso obedecemos nosotros a otro plan: enseñarnos en toda nuestra altura, apretarnos, juntarnos, burlarlo, hacer por fin a nuestra patria libre. Plan contra plan.»
* Ponencia presentada al Panel La guerra mediática contra Cuba durante el VI Festival Nacional de la Prensa Escrita, el 8 de diciembre de 2004.