Después de asociar durante años el adjetivo de dictador cada vez que nombraba al Presidente Chávez (seguramente el hombre que ha ganado un mayor número de elecciones en menor espacio de tiempo), después de apoyar el Golpe de Estado en Venezuela (en terminología pinochetista-prisiana, suspensión temporal de la legalidad con objeto de restaurar la democracia), […]
Después de asociar durante años el adjetivo de dictador cada vez que nombraba al Presidente Chávez (seguramente el hombre que ha ganado un mayor número de elecciones en menor espacio de tiempo), después de apoyar el Golpe de Estado en Venezuela (en terminología pinochetista-prisiana, suspensión temporal de la legalidad con objeto de restaurar la democracia), en las últimas semanas el antiguo Diario Independiente de la Mañana, El Periódico Global en Español, por fin nos ha ilustrado pormenorizadamente acerca de lo que es la democracia. Así, en Bolivia, al ganar Evo Morales el referéndum revocatorio con más de 2/3 de los votos (67,4%), se nos insistió repetidas veces en que el Gobierno no tenía legitimidad democrática para imponer un proyecto político al que se oponía «la mitad del país», que Bolivia estaba «partida en dos» y que los resultados se aproximaban a una suerte de empate técnico. Por si no fuera suficiente, se manipulaba, semiocultaba y justificaba (como consecuencia de la nefastísima política de Evo) la matanza de indígenas en Pando (decenas de muertos y un centenar de desaparecidos, ametrallados por paramilitares de la oposición democrática).
El martes no podía esperar para leer la noticia del resultado del referéndum constitucional en Ecuador. Bajo al bar a desayunar, agarro el ejemplar de El País, lo abro y veo lo siguiente: «La derrota en Guayaquil ensombrece el triunfo del referéndum constitucional». Subtítulo: «La ciudad más poblada y principal centro económico de Ecuador rechaza el nuevo texto de Correa y abre la puerta a una posible división en el país».
Vuelvo corriendo a casa, enciendo el ordenador y busco en la prensa ecuatoriana los datos provisionales del escrutinio. No podría encontrarse una mejor definición que la ofrecida por Prisa para sintetizar los resultados electorales: 64% a favor de la nueva Constitución y 28% en contra. Dada la particular obsesión por contabilizar los sufragios de Guayaquil, la clave debía encontrarse en el espectacular voto por el No de esa ciudad: 47% No; 45,6% Sí. Apoteósico. Ni rastreando la urbe guiados por un grupo de exploradores comanches hallaríamos a un partidario de Correa en ella.
Extrapolar las lecciones de la doctrina Prisa a la realidad política estatal parecería demasiado fácil, serviría únicamente para dejar al descubierto dobles raseros evidentes, pero la cuestión radica en que todo el mundo los conoce y les son indiferentes (la contrarrevolución conservadora, impulsada globalmente por la Internacional Socialista, ha triunfado plenamente a nivel subjetivo; de ahí que la educación, la toma de conciencia o simplemente decir la verdad se convierta en un acto estéril).
Eso sí, en España todos los días se aprende algo nuevo sobre la democracia. Y si no existiese El País, habría que inventarlo. Global y en Español, nunca mejor dicho.
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