La pequeña burguesía, o sea la clase media, no puede ser dirigente, tiene que seguir a otro. Es un problema histórico, universal. El kirchnerismo es un movimiento mayoritariamente de clase media. Desde su origen, el amplio espectro de la Juventud Peronista (JP) de los ’70, hasta su realidad actual, caracterizada por el intento de llevar […]
La pequeña burguesía, o sea la clase media, no puede ser dirigente, tiene que seguir a otro. Es un problema histórico, universal.
El kirchnerismo es un movimiento mayoritariamente de clase media. Desde su origen, el amplio espectro de la Juventud Peronista (JP) de los ’70, hasta su realidad actual, caracterizada por el intento de llevar esas ideas a la práctica desde el gobierno. Néstor Kirchner (NK) y Cristina Fernández de Kirchner (CFK) han sido altamente consecuentes con esa ideología, y han tenido mucho coraje al intentar plasmarla desde el gobierno, lo que con palabras más actuales han denominado «crecimiento con inclusión social». A largo plazo como mínimo es un proyecto utópico pretender lograr ese objetivo dentro del capitalismo, dentro de la democracia burguesa. Pero es una aspiración que no es exclusiva del kirchnerismo, sino que ha abarcado históricamente a toda la clase media y gran parte del movimiento obrero.
En cierto modo se puede afirmar que el pueblo en general sólo puede visualizar cualquier perspectiva de mejoramiento en las condiciones de vida dentro de los marcos del capitalismo.
Gran parte de la población creyó o quiso creer que el kirchnerismo podía dirigir ese proceso hasta su completa realización. A pesar de la derrota electoral lo sigue creyendo. Muchos piensan que simplemente es suficiente con ganar las elecciones parlamentarias del 2017 y las presidenciales del 2019. Pero la lucha real va mucho más allá de una contienda electoral pacífica y respetuosa de las instituciones formales de la democracia burguesa.
El kirchnerismo, en lo sustancial, no es lo mismo que el peronismo de Perón. Su estrategia es distinta. Pero tiene la limitación de su carácter de clase. Tiene otros límites, pero tiene límites. Perón quería encorsetar y controlar al movimiento obrero. Esa era su estrategia central. Para la kirchnerismo la estrategia central es lograr, aunque manteniendo la conciliación de clases, un pleno crecimiento con inclusión social en el marco de una permanente ampliación de los derechos democráticos. El kirchnerismo tomó la parte de reformas sociales del primer peronismo como el eje de su política, pero incorporando también centralmente las ampliaciones democráticas.
Lo novedoso y extremadamente positivo del kirchnerismo es que ha despertado un auténtico deseo de mejoramiento de las condiciones sociales en la sociedad, un resurgimiento de la política en el seno del pueblo, movilizando a gran parte de la juventud, pero también a los viejos peronistas de todas las edades.
La mitad más uno por lo menos ha percibido que se puede vivir mejor y en gran medida, cómo es vivir mejor, porque ha vivido esa mejoría bajo el kirchnerismo.
Han surgido o se han incorporado muchos cuadros en el kirchnerismo, como Kicillof y Recalde, entre muchos otros, y serias organizaciones como La Cámpora. En todas partes asumieron un compromiso generalizado de optimizar la cultura, la educación, la ciencia y tecnología, y se produjo una incorporación de gran parte de la población a la política activa, junto con una significativa elevación de la conciencia sobre cómo funciona el mundo, aunque limitada y contradictoriamente al incluir, por ejemplo, la reivindicación de la conciliación de clases.
El problema es que todo se hizo confiando en la conducción de NK y CFK. En buena medida esto implica que «ellos hacen, nosotros acompañamos». Distinto a nosotros hacemos (y al mismo tiempo nos comprometemos y corremos todos los riesgos, nos jugamos).
También el apoyo a CFK tiene un gran componente de clase media, por su composición social y por el deseo de que se siga avanzando y avanzando, «pero que lo haga CFK con nuestro apoyo».
Lo que los hechos están poniendo a prueba es la cuestión de la dirección y la estrategia del movimiento social. Quién dirige, con qué estrategia, cuáles son los pasos a seguir para lograr ese objetivo estratégico, los pasos que tiene que dar el pueblo, en forma conciente.
Dado su carácter de clase es probable que el kirchnerismo insista en manejarse dentro de los límites actuales de la democracia burguesa y se oponga a todo avance de la lucha de clases. En esta perspectiva el movimiento de masas se encontrará con la necesidad de superar a sus dirigentes. Se necesitará la incorporación activa de la clase obrera a la lucha política.
Este riquísimo período histórico nos muestra la realidad en vivo y en directo, en los hechos, en la vida cotidiana, en la calle, en el rol del kirchnerismo, en la política real del macrismo, o sea en el rol de la clase media progresista por un lado, y por el otro en la política de la gran burguesía cuando ha logrado obtener el gobierno.
La ofensiva del gobierno macrista, representante directo del capital concentrado internacional, no se puede frenar, y mucho menos derrotar solamente con la clase media. Se necesita la fuerza, la organización y la conciencia política del proletariado.
Que la clase obrera participe de la lucha política implica necesariamente un avance en la lucha de clases, un resquebrajamiento de la conciliación de clases tan defendida por el kirchnerismo. Pero no hay otro camino.
Si el movimiento kirchnerista, su base y sus mejores dirigentes fueran consecuentes en la lucha, es probable que llegue un momento en el que avancen en la lucha de clases entrando en conflicto con los dirigentes kirchneristas reticentes a superar los límites de la actual democracia burguesa.
Ante esta probable situación lo que hay que evitar es que el actual movimiento popular, que no está compuesto sólo por kirchneristas, se quiebre, se sumerga en la derrota.
Es necesario que los verdaderos socialistas, y todo el pueblo en general, lleven adelante la unidad de acción con este movimiento que ha surgido valorando la política kirchnerista de realizar obras que beneficien al pueblo. Su sentido principal es altamente progresivo, a pesar de su reivindicación de la conciliación de clases.
Obviamente, los socialistas denunciamos a todo el capitalismo, incluido el kirchnerismo, participamos de todas las luchas, impulsamos todas las consignas económicas, sociales y democráticas. No esperamos a ver qué hace el kirchnerismo para actuar. Desarrollamos la lucha de clases. Pero esto incluye la unidad de acción con los movimientos sociales progresivos cuando en los hechos dan pasos en la lucha contra el capital.
Si los socialistas nos prohibiéramos efectuar la unidad de acción con movimientos que reivindican la conciliación de clases nos condenaríamos a no luchar junto a ningún movimiento de masas, a permanecer separados de las masas, a no influir en las políticas de masas. Esto es así porque ningún movimiento de masas espontáneo es completamente clasista, todos en alguna medida se manejan dentro de la conciliación de clases. Si fuera de otra manera estos movimientos nacerían prácticamente socialistas, cosa que no sucede en la práctica.
No hay que caer en el error de razonar en términos de la ideología de un movimiento sino de su política concreta, del carácter de la lucha que desarrolla ese movimiento. Las ideologías que no responden a la realidad tarde o temprano desaparecen, y las causas materiales que mueven a las masas las empujan a seguir avanzando.
Lo que sucede es que el mundo es uno solo. El mundo no es un relato socialista, kirchnerista, o derechista. El mundo es el que fabrica la ideología. Y las «ideologías» de la lucha de clases y del socialismo son creadas por la realidad del mundo. En la Argentina hoy estamos en una situación excepcional. A los ojos de todos, aunque algunos no lo quieran ver, la necesidad de luchar contra el capital concentrado, aunque sea sin intentar expropiarlo, sin revolución social, aunque sólo se pretenda vivir un poco mejor bajo la democracia burguesa, no se puede lograr sin avanzar aunque sea unos pasos hacia la lucha de clases. Esto no implica de ninguna manera llegar a la lucha de clases abierta, ni mucho menos llegar al socialismo, pero toda conquista concreta del pueblo que logre frenar un poquito la ofensiva del capital concentrado son medidas que implican un avance en la lucha de clases.
La clase obrera puede y debe tener actividad política.
En esta coyuntura la lucha ideológica y política del socialismo con populismo se debe realizar junto con la unidad de acción contra el capital concentrado, y más en profundidad contra el capitalismo de conjunto.
Una solución de fondo no se puede lograr sin revolución social, pero hoy la unidad de acción de todo el pueblo es imprescindible, sin temor a dar pasos que impliquen avanzar en la lucha de clases.
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