En un nuevo aniversario del nacimiento del Che Guevara, uno de los fundadores de Radio Rebelde, cabe preguntarnos si no vale volver a la escucha activa y la radio como una opción sensata y válida ante la seducción devoradora de las pantallas y el narcisismo masivo… ¿lo lograremos?
¿Cómo hacer un periodismo radial que aporte información precisa y certera, reflexiones críticas, desarrolle actitudes de cambio social, promueva el encuentro con los otros y sostenga a los escuchas en estos tiempos de un orden capitalista opresor y cruel como el que se expresa en las relaciones sociales y políticas reproducidas por los personeros Javier Milei y Maximiliano Pullaro?
Vaya preguntas que para nosotros es una práctica constante y propósito impostergable.
En el libro “Cultura de clase. Radio y cine en la creación de una Argentina dividida (1920-1946) (1)”, Matthew B. Karush nos brinda evidencias del tamaño de nuestra tarea, pese a que somos pocos quienes asumimos esa herencia. Karush en la introducción de esa obra es categórico: “En 1932, el escritor Roberto Arlt describe el desafío que enfrentan los líderes comunistas en Argentina: «De cien proletarios (…) 90 ignoran quién es Carlos Marx (…) pero 90 pueden contestarle en qué estilo daba besos Rodolfo Valentino, y qué bigote usa José Mojica”. El pesimismo de Arlt en relación con el potencial revolucionario de los trabajadores nacionales era premonitorio (1)”.
Casi cien años después, igualmente o casi, valen más los hombres y mujeres del espectáculo televisivo y futbolero que la cultura proletaria: el mundo de las pantallas se colma de oropeles virtuales, espejos, seguidores, divertimentos, publicidades y aplausos mientras los trabajadores pervivimos en la miseria –sin conciencia de clase u organización que la auxilie- yugándola de sol a sol, si es que hay donde “poner el lomo” para no fenecer en el desempleo, la precariedad o la depresión.
En efecto, si en este panorama, por momentos desesperante, no volvemos a un periodismo radial que signifique participación, creación grupal, enriquecimiento mutuo entre emisores y receptores, conversaciones que multipliquen la apertura de una mirada y un pensamiento transformador: ¿para qué hacer radio? ¿para qué articular sujetos con palabras, canciones, silencios y sonidos?
Una radio que no contribuya a la desalienación social –en medio de Milei, Pullaro, Caputo y Bullrich-, a la desobediencia contra el status quo… solo asiste a que el amo nos continué sometiendo. Una radio que únicamente diga y repita la propaganda oficial del orden burgués tendrá en sus colores radiofónicos la duración que le otorgue el gris libre mercado, mientras el pueblo, además de hambre y desamparo, ya buscará y gestará otras alternativas, en lo político, lo humano y lo radial: alguien o quienes los escuche, confié en ellos y abra los micrófonos a las voces/autorías que denuncien y expliquen las condiciones concretas del padecimiento obrero y de millones de niños y jóvenes.
Tomando ideas de Diana Kordon y Lucila Edelman la “radio intervención” que tenemos que crear debe ayudarnos en la “elaboración de traumas colectivos”: aquí y ahora nos estamos refiriendo a los sufrimientos que estos gobiernos neoliberales con rasgos autoritarios nos están provocando y sus consecuencias psicosociales. Las autoras son claras al definir el concepto de traumas. “(…) el trauma se asocia a una o a varias pérdidas tan severas que pueden poner en juego el mantenimiento de la continuidad del sí mismo (…) como señalamos implica un exceso de estímulos que el psiquismo no alcanza a elaborar, produce un impacto desorganizador de la vida psíquica. Se arrasan archivos simbólicos (2)”.
De ahí que la radio, el periodismo, las entrevistas, la música… deben aportar a la función subjetivante, a atar o desatar nudos, a señalar patrañas y cizañas que nos debilitan y paralizan, a esclarecer procesos de explotación y degradación social. En fin, a desalienarnos. Una radio intervención para fortalecer vínculos y sostenes –grupales, comunitarios y territoriales-, para cultivar la autoestima colectiva, para valorar la palabra/pensamiento propia: aquello que Ana Quiroga y Josefina Racedo denominan “crítica de la vida cotidiana (3)”.
Si la radio no acompaña “como análisis de nosotros, sujetos, en nuestras condiciones concretas de existencia”, ¿para qué está? ¿para qué emite?
Ana Quiroga en el libro citado sostiene: “Se compara a los chicos de hace 30 años con los de ahora. ¿Qué se dice? Son más despiertos pero son menos imaginativos”. ¿Qué diferencia hay entre un chico actual y un chico de hace 30 años? Las experiencias que viven son diferentes. Hay una serie de informaciones y de experiencias que no se daban antes, por ejemplo, ese instrumento que es la televisión, el desarrollo de los medios de comunicación masiva, el tipo de juguetes, y el tipo de experiencia que la humanidad ha realizado y que los chicos incorporan. Hay gente que dice: “Yo cuando era chico leía y vos no leés”. O: “Yo me arreglaba con un tachito…”. Y es cierto, había un despliegue imaginativo que no era mayor ni menor sino diferente, desde experiencias diferentes. La lectura hoy está sustituida en muchísimos aspectos por la imagen y por la información de ese medio que es la televisión (3)”.
Sí, la TV y el mundo de las pantallas, la big data y el planeta cyborg engendrado por el capitalismo actual nos ¿arrasan o conmocionan? en cuerpo y subjetivamente… ¿Será que vamos mutando a ser Cyborg alimentado de espejos y algoritmos, directamente?
Cabe repetir, una y hasta mil veces, si la labor periodística y cultural radiofónica no coopera en “despertar a los dormidos y movilizar y organizara a los despiertos” (Martín Almada), los mecanismos psicosociales y tecnológicos persistirán urdiendo su influencia de dominación. Si la radio intervención no desaliena –no rompe las cadenas de sonidos del éter burgués, divertimento rústico e infantilizante- la ternura proletaria y revolucionaria no podrá dar vuelta la historia. ¿Y qué es o cómo se manifiesta la alienación social? Kordon y Edelman subrayan: “La alienación es, por excelencia, un fenómeno psicosocial. De acuerdo con Piera Aulagnier (1977): “Si la alienación es, por definición, inadvertida por el propio sujeto alienado, serán entonces necesarios otros para poner en marcha el proceso de desalienación”. Y habrá también otros, que no participan en forma directa de estas acciones. Consideramos que la práctica social es la que produce principalmente la desalienación (2)”.
No sabemos si quien escribe y lee esto (este programa radial) suma o resta para la rebelión social, para la desalienación social: pero lo que sí nos queda claro es que callados, en silencio, no nos vamos a quedar. Por cada pibe o joven que decide irse antes de encontrar otra salida más allá del suicidio, o por eso mismo, va este artículo, estas palabras, este amor, este abrazo grupal, cálido, contendedor, sonoro…¡Ojalá no se tarde! Que no sea tarde para una “radio intervención”.
Notas:
(1) Ariel. Agosto de 2013.
(2) Sur, dictadura y después. Elaboración psicosocial y clínica de los traumas colectivos. EATIP. Psicolibro ediciones. 2010.
(3) Crítica de la vida cotidiana. Ana P. de Quiroga. Josefina Racedo. Ediciones Cinco. 2012.
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